Por: Sergio Bergman
Los atentados en Buenos Aires inauguraron una nueva era en la guerra abierta, que el terrorismo islámico desató contra ciudades y objetivos civiles en nuestro tiempo.
Los atentados a la Embajada de Israel y a la sede de la AMIA pueden tener móviles diferentes, pero un común denominador. Irán contrata como política de Estado de régimen terrorista, paga con redes internacionales globales; e implementa, a través de sus embajadas, con la necesaria participación de la conexión local. Luego será en Londres, New York y Atocha, en formatos diferentes, bajo el mismo principio: el mundo ya no es un lugar seguro; y hace falta, nada más que tomarse un avión, para recordar lo que la memoria social y la justicia internacional rápidamente olvidan
Nuestras vidas están amenazadas permanentemente por el terror; y son pocos los Estados como Irán, que reconocen abiertamente —frente al silencio y complicidad de los demás— que esa es su bandera; y que han declarado una guerra mundial libre. La embajada de Irán en Latinoamérica es Venezuela. Así, como Buenos Aires es capital de la impunidad.
No debemos olvidar que en las otras ciudades, en donde se perpetraron atentados similares, hay policía, inteligencia, causas, jueces, culpables y condenas a favor de la sociedad; y que cuentan con un Estado eficiente —y no, como nuestro caso, en donde agencias del Estado encubren con su maquinaria de hacer inteligencia para los asesinos, en lugar de preservar y defender a las víctimas, donde un Poder judicial no tiene poder; y donde la política de Estado carece de vocación de llegar hasta el final de los primeros y últimos culpables—.
Nosotros, los ciudadanos argentinos, contamos, con el pasar de los años, con dos datos de la realidad en cuanto al atentado de la AMIA, que sí constan en el expediente y la causa judicial. La responsabilidad del atentado es de Irán, y existió una conexión local culpable, en la implementación de la masacre.
A pesar de eso, nuestro canciller firmó el certificado de impunidad de quienes niegan la tragedia más cruenta, el genocidio de seis millones de judíos y de tantos otros miles de muertos; los mismos que piden la destrucción de los judíos y del Estado de Israel. Y lo firmó justo en un Día Internacional en Memoria de las Víctimas de la Shoá, el día en el que el mundo entero se compromete a no olvidar y a que como humanidad seamos testigos del horror y custodios de nuestros hermanos sin distinción.
Irán pretendió, desde el primer momento, rechazar las imputaciones y desconocer a la Justicia argentina. Es decir, negar lo que la Fiscalía requiere, que es, ni más ni menos, que Irán permita que sus funcionarios imputados sean juzgados con las garantías que confiere la ley, sin la impunidad que les asegura Teherán.
Nuestra peor pesadilla fue superada por la realidad. No sólo la presunción de que nada se obtendría para avanzar en la causa, sino lo que no nos deja salir del estupor, la vergüenza y la indignación es la claudicación de principios por intereses. Sabemos qué principio se cedió: el de la justicia. Aún no sabemos qué intereses se negociaron. El Poder Ejecutivo decidió canjear Irán por AMIA. Su prioridad ahora ya no es la causa, sino la negociación con Irán.
Argentina le otorga todo, absolutamente todo lo que Irán pretendía, dándole la espalda al pueblo argentino que viene luchando por una justicia que no llega.
La dilación que asegura el acuerdo, que no es vinculante a la causa, es un acto de obstrucción a la Justicia. El acuerdo ha cruzado un límite en el rumbo y las prioridades de nuestra sociedad. Si la política exterior argentina propone alinearnos con Irán, será solo la sociedad argentina la que pueda revertirlo.
La masacre de la AMIA no es sólo un tema comunitario judío, sino, fundamentalmente, una prioridad de todos los argentinos. Quiero decirlo con claridad, y en una sola frase: nuestro canciller firmó un acuerdo que es, en sí mismo, un acto de encubrimiento.
No olvidamos y renovamos nuestro compromiso de revertir por inconstitucional y vergonzoso el acuerdo con Irán. Las víctimas de la Shoá y de la AMIA claman justicia como nosotros reclamamos que quienes firmaron con Irán también sean juzgados.
Por verdad, memoria y justicia.