Después de un primer cuatrimestre convulsionado, se empiezan a observar los resultados de un programa económico consistente. Las tribulaciones de inicios del corriente año se debieron a una multiplicidad de factores, entre las cuales se destaca la acuciante disminución de reservas, provocada por un deterioro del resultado comercial. A su vez, este déficit fue básicamente causado por las estrategias especulativas de ciertos actores económicos con poder de mercado, como los acopiadores que presionaron para fogonear la devaluación y las automotrices transnacionales, que tomaron ganancias provenientes de un 2013 con récord de ventas.
El viernes, con el quinto dato conocido del nuevo índice IPCNu (+1,4 para el mes de marzo), se comprobó la marcada tendencia a la baja de la evolución inflacionaria, la cual redujo su tasa de crecimiento a menos de la mitad, desde el primer dato de enero. Después del último corrimiento cambiario, y el desmesurado e inmediato traspaso a precios, la corrección gruesa en la cotización del dólar se encuentra saldada. Su valor de convergencia por los próximos meses va a gravitar gradualmente entre $8 y $8,5, configurando un freno para la escala del costo de los productos transables con el exterior.
Los detalles de la actualización del IPCNu son harto conocidos, sólo cabe destacar dos cuestiones primordiales. La primera: la “inflación de supermercado”, entendida como aquella que el consumidor urbano nota en la habitualidad de sus compras, frenó su aceleración en mayor medida que el nivel general, ya que el capítulo de alimentos y bebidas mostró un 0,7% de aumento. Se espera que este resultado en materia de precios se repita, esto es, que sistemáticamente este rubro sensible para sectores vulnerables muestre un incremento menor a los demás ítems.
La segunda, que esto va en paralelo con la instalación en extenso del programa Precios Cuidados, constituido como una cabal “referencia de marca”, con niveles de conocimiento popular y aceptación generalizados, en sólo 5 meses de aplicación. A partir de la federalización del plan y de la puesta en marcha de la Red Comprar (extensión a almacenes y minoristas) el acuerdo ha logrado calar hondo en los hábitos de consumo cotidianos de los ciudadanos.
Hay una conclusión ulterior que se puede extraer del análisis conjunto del devenir de los precios y de los postulados de ciertas escuelas de pensamiento económico, muy arraigada en los equipos técnicos de dirigentes opositores. Suelen postular habitualmente la teoría que establece que el único desencadenante de los procesos inflacionarios es una política de gastos poco prudente por parte de los gobiernos, lo cual desemboca en un abuso de la “máquina de hacer dinero”. Este postulado, de corte netamente neoliberal, ha carecido de contraste empírico a lo largo de la historia económica y falla al omitir la inmensa variedad de causas y complejidades derivadas de las contradicciones propias de las economías de mercado capitalistas modernas.
Volviendo al examen de lo que ocurre en Argentina, podemos delinear una sencilla refutación a la hipótesis de la emisión del Banco Central para financiar al Tesoro como el flagelo unicausal que determina la inflación. En nuestra economía desde principios de año, se viene llevando a cabo una estrategia de astringencia monetaria, basada en la colocación de Letras y Notas en pesos al sector financiero. El BCRA recurrió a un mecanismo de retracción de la cantidad del dinero en circulación, con el propósito de aumentar la tasa de interés vigente y así alinear esta variable con las expectativas futuras de cotización de la divisa.
Lo que se busca, concretamente, es ofrecer a los inversionistas mejores condiciones para colocar sus depósitos a plazo y así desincentivar la apuesta improductiva a la moneda extranjera como un activo de resguardo patrimonial. En mayor detalle, en la última emisión de deuda el BCRA se financió al 28,5% anual lo cual, una vez descontado el spread, otorga posibilidades de ahorro a tasas cercanas al 25% en el segmento minorista.
Ahora bien, según la tesis monetarista, ante una operación de mercado contractiva como la mencionada, el resultado debe ser una baja en el nivel de precios. Visto de otro modo, si el proceso excluyente que provoca la inflación es la emisión descontrolada, entonces ante acciones de la autoridad monetaria como las vigentes, el efecto debería ser el inverso: una reducción en los niveles de precios.
Con la última licitación de títulos de deuda de corto plazo de hace unos días, por un monto de $8.200 millones, la experiencia de los primeros cinco meses del año ya muestra una absorción del orden de $67.000 millones (o más de U$S 8.150 millones a tipo de cambio oficial), mientras que su correlato en el nivel promedio de precios fue un aumento en torno al 13,5% en los primeros cinco meses. Interesante, en tal sentido, es el dato que marca que entre todo el esfuerzo en inversión social que va a realizar el Estado Nacional a lo largo del año en concepto de asignaciones por hijo, por embarazo y familiares, el desembolso alcanzará los $22.000 millones. O sea, el gasto será tres veces menor a la masa monetaria que se aspiró hasta el mes de junio.
A las claras, las causas de la inflación no hay que buscarlas en un exceso de gasto público, sino en el desequilibrio de la matriz productiva vernácula. Las estructuras de competencia de mercado imperfectas, que caracterizan a la producción de muchos bienes de nuestra economía, convalidan la concentración económica, la capacidad de fijar precios abusivos y decantan en maniobras especulativas por parte de agentes con intereses espurios.
La forma de atacar esta contrariedad no puede ser otra que desde un programa heterodoxo que combine una batería de instrumentos, interviniendo de forma coordinada. Programas como Precios Cuidados, Procrear, Progresar, la redistribución progresiva de subsidios en servicios públicos, el nuevo proyecto de Promoción al Trabajo Registrado y el fomento a los créditos blandos a Pymes a tasas reguladas, son las claves para apuntalar la protección de los sectores más postergados. Afianzando de tal forma la estabilidad, sin ajuste feroz.