París, 13N

Claudio Zin

Sábado 14 de noviembre, 21.30 h, Ciudad de Buenos Aires. Estoy intentando, sentados a la mesa de un restaurante, explicar a mi hija de 19 años el porqué del viernes 13 en París.

Por qué tres o cuatro (a esta altura no se sabe aún con certeza) comandos del Estado Islámico (ISIS, Estado Islámico de Irak y el Levante) asesinaron a más de 130 personas, hirieron a cerca de 350, de las cuales como mínimo morirán unas 80 (tal como ocurre entre los heridos de las grandes catástrofes habitualmente, donde un 20%-25% suele fallecer luego del día de la tragedia). Gente de a pie, comunes mortales que decidieron entretenerse una noche de viernes en lugares de esparcimiento de París, gente como cualquiera de nosotros.

Hombres y mujeres jóvenes que seguramente no tenían una posición tomada sobre la “guerra santa” desatada por el ISIS y que jamás pensó que sería protagonista de esa guerra que se desarrolla en lugares lejanos, tratando de reinstaurar un califato decadente, absurdo, imposible de sostener desde la lógica más elemental de convivencia mundial.

Así el planteo, le contaba a mi hija que volvía a Roma (lugar donde trabajo) urgentemente, porque el lunes a la mañana en una sesión especial del Senado el Gobierno italiano (Poder Ejecutivo) nos explican las medidas de seguridad a tomar en las grandes ciudades italianas, con la finalidad de evitar atentados y escuchar nuestro parecer, nuestros puntos de vista sobre el particular, ya que así funciona un sistema democrático parlamentario.

El talón de Aquiles de Italia se llama Estado de la Ciudad del Vaticano (SCV), ese es la “sede central del reino de los infieles”, según la concepción yihadista, 44 hectáreas en el centro de Roma visitadas por 30 millones de personas por año.

Allí el ISIS prometió izar su bandera sobre el obelisco que está en el centro de Piazza San Pietro, y le conté de la famosa fotografía hecha por montaje, donde aparece la bandera negra con caracteres árabes en blanco, sobre la punta del obelisco de granito rojo sin jeroglíficos, traído desde Alejandría por el emperador Calígula en el 40 d. C. y que luego de otros destinos terminó en dicha plaza.

El otro objetivo, el Anfiteatro Flavio (Coliseo 80 d. C.), símbolo por excelencia de Roma, o la Fontana di Trevi, recién restaurada luego de casi 18 meses de obras, o Piazza del Popolo o Piazza Navona o Piazza di Spagna, o…

En este escenario de casi infinitas posibilidades de atentados posibles, vuelvo a intentar explicar el porqué de los actos terroristas del ISIS. Le contaba que no hay raíces donde buscar, que no hay historia donde hurgar para entender, que sólo hay gente enferma en este mundo que intenta tomar venganza de injusticias ancestrales, asesinando a sangre fría a gente indefensa que nada sabe, que nada tiene que ver y que nunca esperó ser víctima de semejante estrago. ¿O sí es culpable de algo el transeúnte que pasaba por la puerta del estadio de Francia donde se inmoló un kamikaze y lo mató? ¿O las decenas de personas que cenaban en las terrazas de los cafés y restaurantes de París? ¿O los de Le Bataclan que asistían al concierto de rock?

“Efectos colaterales, hija”, así llaman a estos muertos los delincuentes que los asesinan, militantes del ISIS. Nosotros los denominamos mártires de una guerra que no les corresponde y por eso los lloramos profundamente.

Uno de los terroristas muertos tenía en su poder un pasaporte sirio, con el visto de refugiado firmado por el Gobierno griego. Este hecho claramente avala la sospecha de que entre los 500 mil migrantes que este año ingresaron ilegalmente a Europa hay terroristas. Los sirios, de piel blanca, calificados (ingenieros, médicos, etcétera), que huyen de una guerra sangrienta y por ello rápidamente son aceptados como refugiados en el continente europeo, están entre ellos.

Este simple hecho desencadenará en Italia una tormenta política sobre la tolerancia europea, estimulada desde el Vaticano, pero mal aceptada en muchos círculos, sobre el tema de los migrantes y su derecho de asilo. En voz baja, muchos líderes políticos no están de acuerdo con esta postura condescendiente.

El otro punto esperable es que el 13N empuje a todas las naciones de la Unión Europea a formar parte de la guerra que Francia acaba de declarar al ISIS y colaborar en el bombardeo de los territorios ocupados. Italia no lo ha hecho aún.

Por último, la carnicería ocurrida en París pocos días atrás pone sobre el tapete la escasa eficiencia de los servicios de inteligencia más sofisticados del mundo. Fallaron una vez más; la prevención no fue posible, a pesar de los ingentes recursos que se gastan para intentarlo. Fracasaron, aun habiendo reconocido tiempo atrás a varios de los que el 13N asesinaron al pueblo francés, algún italiano, chilenos y de otras nacionalidades.

Pero, y casi siempre hay uno, parece que además hay sospechas de cierta reticencia en compartir información entre ellos. En poco tiempo sabremos si esto es cierto o no.

Y así avanzó nuestra conversación tratando hechos y consecuencias, hablando de protagonistas e incompetencias, de posibilidades e imposibilidades, de lugares seguros (debo confesar que no sé si los hay) y otros que no lo son, claramente.

No pude explicar la esencia de esta triste historia de “cruzados” e infieles, porque sencillamente no la tiene, nunca la tuvo y nunca la tendrá.

Nada justifica matar y mucho menos hacerlo en nombre de una antojadiza e intolerante versión religiosa de un mundo sin otra concepción que la islámica.

Lo que parece es que no queda más remedio, frente a este planteo, que rezar al Dios que sea para que acabe pronto, lo antes posible. Pelear para que ocurra y confiar en que morirá la menor cantidad de gente posible en esta Tercera Guerra Mundial en capítulos. Hoy hay en el mundo 22 zonas de conflicto armado en desarrollo, el 90% de ellas protagonizadas por ISIS o sus franquicias.