Las elecciones generales de octubre, en las cuales tendremos la posibilidad de elegir un presidente por los próximos 4 años, presentan innumerable cantidad de imponderables por develar pero una certeza: ni Cristina Fernández ni Máximo Kirchner van a ocupar el sillón de Rivadavia luego del 10 de diciembre. Esta verdad de Perogrullo es la que más preocupa a la Presidente. Saber que después de 12 años nadie de su familia va a estar en el poder la inquieta. Su hijo ha logrado conformar y consolidar -con todos los medios disponibles a su favor, claro está- un conglomerado de poder económico (negocios familiares) y político (La Cámpora) de relevancia endogámica. Ese inmenso dominio no le ha dado -por motivos que no pretendo aquí analizar- la posibilidad de ser una opción electoral viable para su facción. La presidente sabe que hay varios frentes de tormenta que se avecinan y, emprendedora como es, va a tratar de ponerles coto. En el frente judicial, a diferencia de lo que ocurrió con el menemismo -donde los hechos de corrupción se debían investigar sobre situaciones pasadas y fortunas presentes- el kirchnerismo tiene sociedades que perduran en el tiempo y que pueden ser tanto su sostén como su derrumbe. Continuar leyendo
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¿Existe el núcleo duro K?
La oposición, el kirchnerismo, los encuestadores, los periodistas, los analistas políticos y todo aquel que se precie de estar inmerso en el mundillo de la política argentina tiene al menos una idea formada –que no significa que sea compartida- de lo que es el kirchnerismo de paladar negro. Lo que habitualmente se discute es cuál es ese porcentaje de ciudadanos que apoyan de manera acrítica al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Para los analistas de opinión más renombrados esto puede variar entre un 20 % y un 30% del electorado. Sin embargo, y ante la imposibilidad de la Presidente de presentarse a un tercer mandato, lo interesante es ver lo que puede suceder con el traspaso de esa masa de apoyo, con la que supuestamente cuenta ella, a los candidatos que finalmente proponga el Frente para la Victoria en las elecciones generales.
Son varios los dirigentes del oficialismo que pugnan por el favoritismo de Cristina Kirchner y así poder hacerse de una base de sustentación que les permita alcanzar el poder y luego gobernar (política agonal y política arquitectónica). Sin embargo, ni Julián Domínguez, ni Sergio Urribarri, ni Aníbal Fernández, ni Agustín Rossi, ni Jorge Taiana y ni siquiera Florencio Randazzo tienen posibilidad alguna de ganarle a Daniel Scioli una interna tal como están legisladas las PASO. Continuar leyendo
Un Gobierno inmune a las demandas de la sociedad
El principal cambio que debería auspiciar el próximo gobierno -cualquiera sea el elegido- es lograr que aquellos que no comulguen con alguna o ninguna de sus políticas no se sientan extranjeros en su tierra. Si bien las palabras de la Presidente han sido fluctuantes en ese sentido, siempre quedó la sensación, avalada también por sus acciones, que se siente más cómoda en la confrontación que en la concordia. Es más, algunos slogans típicos lanzados por el kirchnerismo, tal como “el amor vence al odio”, siempre dejaron la sensación de no tener relación con los hechos y ser una mera burla para todos aquellos que fuimos puestos del otro lado de la grieta. Continuar leyendo
Poderes subyacentes y peligrosos
Doce años de kirchnerismo lograron que, incluso quienes siempre fuimos críticos, estemos anestesiados o, cuando menos, acostumbrados a intervenciones y situaciones propiciadas desde el Poder Ejecutivo Nacional que serían inimaginables para ciudadanos de otras democracias, incluso de América Latina. El caso Nisman desnudó muchos de los infortunios por los que atravesamos durante los últimos años y para los cuales es casi imposible llevar registro. Tuvo que suceder una tragedia humana, política e institucional de enorme envergadura para comprender que muchas cosas se hacen muy mal en la Argentina.
Uno de estos puntos, tal vez el más visible, es la falta de seriedad y profesionalismo en la comunicación presidencial. En la cadena nacional del pasado viernes, la Presidente se mostró sorprendida porque algunos integrantes del Poder Judicial (fiscales y abogados) solicitaron mayor mesura en sus dichos sobre la muerte de Alberto Nisman. Conjeturas, hipótesis cruzadas, rumores y demás habladurías estuvieron en boca de Cristina Kirchner desde que se conoció el hecho. Sin dudas que todas ellas van en contra del declarado principio de “dejar actuar a la justicia”. Ser la máxima autoridad en un país presidencialista es lo que aconseja no actuar como un ciudadano más. El cargo tiene una responsabilidad que no le impide expresarse libremente sino que le “pide” hacerlo con prudencia. Esa prudencia que el jefe de gabinete le reclama al senador republicano Marco Rubio.
Contrariamente a lo que Cristina Kirchner piensa, no es el grupo Clarín, y todos los medios “opositores”, quienes devalúan su palabra sino que ella misma es la que lo hace. La imperiosa necesidad del Gobierno de afianzar su propia hipótesis choca de frente con la independencia judicial. Más aún, esa insistencia en la supuesta “relación íntima” entre el experto en informática Diego Lagomarsino y el fiscal realmente devalúa fuertemente la palabra presidencial y deja en clara evidencia la intención de direccionar la investigación hacia un crimen pasional.
La segunda cuestión que suscita gravedad es que la Presidente se declare víctima de su propio servicio de inteligencia. Esta situación es curiosa en un Gobierno que lleva 12 años ininterrumpidos en el poder. Resulta bastante evidente que el haber conducido primero la SIDE y luego la SI por caminos alternativos al de la ley, no haber recurrido nunca al control parlamentario, y usar este servicio para beneficio de la propia facción, traía aparejado el riesgo de que finalmente escape a su control. Cuando se promueven carpetazos, es factible que en algún momento salgan en direcciones no queridas. Pedir que actúen conforme a derecho cuando se los venía utilizando de una forma sinuosa es una tarea difícil, más para aquellos gobiernos/regímenes que están en retirada. Los países de la ex Unión Soviética tienen innumerables y trágicos ejemplos de esta situación durante el período de transición. El misil de alto impacto extraviado hace algunos días por el Ejército Argentino –noticia opacada por el caso Nisman- podría ser también un alarmante ejemplo.
Cuando todas estas circunstancias parecen sacar al gobierno de su eje opta, con cierto éxito, por instalar nuevos temas en agenda. Así sucede con la propuesta de Roberto Carlés para reemplazar a Raúl Zafaroni como miembro de la Corte Suprema. Está claro que un abogado de 33 años, kirchnerista militante está destinado a levantar polvareda, pero el gobierno de Cristina sabe que es un revuelo harto preferible a las sospechas que sobrevuelan sobre su participación en la muerte del fiscal.
Si hay algo que debe reconocérsele al kirchnerismo es que hace honor al pregonado “nunca menos”. En momentos donde muchísimos sectores sociales, políticos y judiciales cuestionan severamente a la procuradora Alejandra Gils Carbó por su notoria sumisión a las órdenes de la Presidente –habría que tener en cuenta qué opositores (hoy indignados) votaron a favor de su designación- propone en la nueva ley de inteligencia dejar bajo responsabilidad de la Procuración las “escuchas legales” o “pinchaduras”. Pretende al mismo tiempo designar un director y un subdirector para la proyectada Agencia Federal de Inteligencia con acuerdo del Senado (donde tiene mayoría) y con una estabilidad de 4 años en el cargo.
El kircherismo, al menos en su versión pura y dura, ya no será gobierno a partir de diciembre de este año. No obstante ello queda bastante claro que todavía conserva en sus manos una alta capacidad de daño. Sería importante que los candidatos presidenciales con opciones de triunfo, con la apoyatura de los partidos que representan, y la coordinación de asociaciones (como el Club Político Argentino) puedan consolidar un entendimiento que impida transformar las instituciones en una tierra arrasada donde agentes públicos descarriados, estructuras paralelas al Estado hípercorruptas, lealtades cruzadas y “bombas” activadas por doquier, nos conminen a tener que soportar largos años más de decadencia.
La Gran Scioli
Hace unos días, Daniel Scioli presentó en el barrio de Abasto su libro autobiográfico Mil imágenes, testimonios, un hombre, un sueño: La Gran Argentina, y lo hizo rodeado de familiares, dirigentes políticos, empresarios y gente de los medios de comunicación y la farándula. Auditorio ecléctico y variopinto que hizo honor a su idea de nunca confrontar. Como no podía ser de otra manera, es un libro basado en las imágenes de su vida como deportista y como político; el único texto lo conforman los epígrafes de las fotografías.
Si bien podría ser considerado como un típico dirigente justicialista capaz de adaptarse mágicamente a cada circunstancia política para permanecer en el poder, a Scioli lo distingue una formidable capacidad para conservar lazos con los distintos sectores del peronismo que supieron cobijarlo. Llegó a su primer cargo político en el año 97` como diputado nacional de la mano del ex presidente Carlos Menem (del cual fue un acérrimo defensor). Exceptuando el breve interregno de gestión de Fernando De La Rúa, el ex motonauta revistió siempre en las filas del oficialismo. Fue Secretario de Turismo y Deporte durante el gobierno de Eduardo Duhalde y luego invitado a conformar la fórmula presidencial con Néstor Kirchner, que se alzó con la primera magistratura en el 2003; en el 2007 emigró a la provincia de Buenos Aires para ser electo gobernador de la provincia más importante del país, cargo que conserva hasta el día de hoy. Resulta difícil, hasta para sus propios colaboradores, asignarle logros relevantes en la gestión de la cosa pública o ideas políticas transformadoras; sus mayores virtudes son la prudencia y la constancia. Continuar leyendo
Carrió puso sus patitos en fila
Elisa Carrió ha provocado esta semana un terremoto político de proporciones. Luego de varios amagues donde había dejado en claro que pretendía que el FAUNEN se abra a otras fuerzas políticas (particularmente al PRO de Mauricio Macri) para de esa forma tener posibilidades de derrotar al peronismo en sus dos versiones, finalmente entendió que esa chance no coincidía con los tiempos y las decisiones que se tomaron al interior del partido mayoritario del Frente (la UCR) y decidió dar el portazo. Lo hizo, por supuesto, a su manera, dejando títulos para todos los gustos y, fundamentalmente a mi criterio, dando definiciones políticas de envergadura. Quedará para otro momento intentar saber si esta decisión fue o no consensuada con el propio presidente del partido radical, Ernesto Sanz, que, por responsabilidad partidaria y carácter, no podía tomar tal camino.
Está claro que su estilo de construcción política no estuvo jamás basado en la mesura. En ese sentido, podríamos decir que es la antítesis política del gobernador Daniel Scioli; sin embargo, la diputada Carrió ha logrado algo que es realmente difícil de conseguir en política y en la vida: conjugó en un solo gesto las éticas de la convicción y la de la responsabilidad. Animándose a desafiar al mismísimo Max Weber, para quien la ética de la responsabilidad (por él definida), es la única aplicable en política, Lilita podría proponer una tercera categoría. Sus convicciones le indicaron que gran parte de los males que azotan al país se los debemos al peronismo, haciendo fundamentalmente hincapié en la corrupción, la inseguridad y el narcotráfico, una tríada que no puede entenderse por separado. Entendió a su vez que la responsabilidad como dirigente hoy pasa precisamente por evitar que el próximo gobierno sea del mismo signo político, bajo el cartel de kirchnerismo crítico (Sergio Massa) o de kirchnerismo oficial edulcorado (Daniel Scioli).
Denostada en innumerables ocasiones por su discurso incendiario y sus convicciones mesiánicas, en esta ocasión (y lo viene haciendo desde hace ya largos años), ha demostrado tener perfectamente en claro cuáles deberían ser los objetivos políticos de toda oposición (alcanzar el poder) y cómo conseguirlos. Incluso ha tomado decisiones que, a la luz de los acontecimientos, han sido muy pragmáticas. Un ejemplo claro ha sido su alianza con Pino Solanas, inentendible desde el punto de vista de las ideas, pero útil como forma de dejar al kirchnerismo sin representación política en el Senado por el distrito federal. Ahora considera que el único candidato que tiene posibilidades de derrotar al peronismo es el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri y se mueve en esa dirección.
Con los números que manejan actualmente la mayoría de los encuestadores, la segunda vuelta estaría definiéndose entre dos patas del justicialismo quienes, vale rememorar, estuvieron muy cerca de acordar antes de las últimas elecciones legislativas. Nuevamente las internas del PJ definidas en una elección nacional. Dado el particular sistema de doble vuelta que rige en la Argentina –permitiendo el triunfo directo con un porcentaje superior al 45% o bien superando los 40 puntos porcentuales mientras sea igual o mayor a 10 % la diferencia con el segundo- como bien señala Carrió, el kirchnerismo no estaría tampoco muy lejos de retener el poder a través del gobernador bonaerense, incluso cuando la opinión pública es hoy mayoritariamente crítica de su gestión.
Desde una visión peronista, quien fuera director del CONFER durante las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner y es un histórico dirigente peronista, Julio Bárbaro, coincide con Carrió en que “la gente votaría a quien le gane a los K”. Lo que en tal caso quiere evitar la diputada oriunda del Chaco es que la final se juegue entre dos contendientes que, con sus diferencias, han tenido un fuerte protagonismo durante ambos gobiernos del matrimonio.
No les falta razón a aquellos sectores más ideologizados del Frente UNEN al decir que esta Lilita no es la misma de años atrás. Sin dudas, sus posturas políticas hoy se encuentran más cercanas a una fuerza de centro o centro derecha que a la izquierda tradicional. En ese sentido, es entendible que fuerzas como Libres del Sur no quieran participar de unas PASO con el PRO, pero no lo es tanto en el caso del radicalismo. Carrió interpela con lógica pura a quienes son parte de UNEN al decirles que ella le quiere “ganar a Macri. Ahora si nosotros, el panradicalismo, no le podemos ganar a Macri, ¿cómo le vamos a ganar al PJ?”
Está claro que varios dirigentes importantes de la UCR tienen un diagnóstico semejante al de la líder de la Coalición Cívica pero por responsabilidad partidaria (Sanz) o por propio interés (Morales) no pueden tomar una decisión como la de ella. Sin embargo, seguramente serán muchos los radicales que sigan su camino –con otros modos y otras consecuencias- si tanto las encuestas como la decisión del órgano partidario se mantienen como hasta el momento.
Como decía en la columna anterior Panorama del “mercado” electoral argentino, no hay espacio para cuatro candidatos y mucho menos si lo que se pretende es derrotar a un kirchnerismo light (Scioli) o a un kirchnerismo crítico (Massa), los cuales pueden tener otras formas (el gobernador) y hasta otras ideas (el líder del Frente Renovador) pero que comparten la dinámica de construcción de poder y ejercer el control de los poderes del Estado con el oficialismo. Así sea porque el justicialismo deba descansar hasta “purgarse de kirchnerismo” (textual definición de un amigo empresario) o bien para poder tener finalmente una alternancia de poder en la Argentina, la decisión y el camino emprendidos por Elisa Carrió la muestran como una de las dirigentes políticas más racionales y responsables del país.
Panorama del “mercado” electoral argentino
Ya en la recta final del ante último año de gestión del kirchnerismo, los candidatos que creen tener posibilidades de sucederlo afinan sus tácticas para comenzar un 2015 con una estrategia político-electoral definida. En ese contexto, hay candidatos a los que les cuesta leer sus posibilidades concretas o bien son renuentes a aceptarlas. Resulta bastante evidente que el “mercado” electoral argentino no tiene lugar hoy para 4 candidatos competitivos; léanse UNEN, Frente para la Victoria-PJ, Pro y Frente Renovador. En una perspectiva mucho más realista, varios importantes miembros de UNEN han comenzado a acercarse a quienes consideran que pueden estar en la “pelea” electoral del año próximo. Las opciones con las que cuentan pasan por el diputado Sergio Massa y por el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri. Continuar leyendo
El Muro y la grieta
Mañana se conmemora el 25º aniversario de la caída del Muro de Berlín. Sin temor a las paradojas fue denominado por sus constructores como Muro de Protección Antifascista, aunque en Occidente se lo conoció -mucho más acertadamente- como Muro de la Vergüenza. Formó parte de las fronteras internas de Alemania durante 28 años por decisión de la República Democrática Alemana (RDA) y como intento de poner un límite al masivo éxodo que ciudadanos de Alemania Oriental emprendían hacia la República Federal Alemana (RFA) a través de Berlín. Su caída implicó el desmoronamiento final de la URSS y de los regímenes de aquellos países que habían adherido al Pacto de Varsovia. La puerta de Brandenburgo será seguramente el epicentro de los festejos por ser ésta un emblema de la unión entre los alemanes. ¿Tendremos los argentinos un símbolo de tamaña importancia como para que nos oriente durante los próximos años? Continuar leyendo
De la justicia social al agujerito en la pared
No es justo negarle al kirchnerismo el haber recuperado algunos aspectos del peronismo original. El fuerte intervencionismo sobre la economía, la personalización de la política y la ayuda social, la decidida vocación anitiliberal, una política exterior zigzagueante, el desdén hacia la ética pública y el intento de control de los medios no son un despreciable currículum para presentarse como dignos herederos de Perón y Evita. Lo que sí sucede es que, como todo final de ciclo que atraviesa una crisis, debe amoldarse a las restricciones que la realidad le impone. La cruzada antiimperialista ya es más difícil de sostener en los hechos cuando los dólares se necesitan como agua en el desierto. La política exterior no tiene ya la compañía de gobiernos regionales que ven en la paridad de sus fuerzas internas un llamado a la moderación y la prudencia, así es que ya no existe el paraguas que permite fletar un tren de la alegría como el que Diego Maradona y Hugo Chávez (con sector VIP incluido obviamente) opusieron a la visita de Bush a Mar del Plata. Continuar leyendo
Cristina nos salvó
El camino hacia las elecciones presidenciales del año próximo le presenta al kirchnerismo distintas opciones de ruta. Llevar un candidato que responda a sus más puros lineamientos políticos (un títere sin poder propio como el gobernador entrerriano Sergio Urribarri), optar por el único funcionario del Gobierno que conserva algo de imagen positiva, pero que difícilmente se imponga en la interna del Frente para la Victoria y que, en última instancia, tampoco inspiraría confianza su disposición a sumirse al papel de delegado de Cristina (léase Florencio Randazzo), o ir por un acompañamiento condicionado, negociado y maniatado para el gobernador Daniel Scioli.
Todas estas opciones pueden ir acompañadas, o no, por la candidatura de la propia Presidente para algún cargo electivo. En el primero de los casos, las chances de obtener un resultado favorable son nulas por lo cual arriesgar capital político en un candidato que no superaría los 10 puntos porcentuales no parece una decisión inteligente; la segunda opción permitiría, con una campaña fuerte y mucho dinero puesto a su servicio, que el ministro del Interior y Transporte –previo triunfo en las elecciones PASO- pueda tener una buena performance en la primera vuelta que le permita entrar al ballotage donde se toparía con un mayoritario rechazo a la continuidad de un modelo que socialmente es visto como agotado; y la tercera opción -la más factible- tiene el lógico inconveniente de que todos los corralitos (permítaseme el término enojoso para el inconsciente colectivo) no sean suficientes para que una vez obtenida la primera magistratura se produzca la tantas veces pronosticada ruptura entre sciolismo y kirchnerismo.
Todos estos escenarios tienen su origen en la imposibilidad que tiene Cristina Kirchner de presentarse a una nueva elección presidencial. Retrocediendo en el tiempo, vemos que la razón última de esta imposibilidad reside en que la Presidente no pudo repetir la fenomenal elección que realizó en el 2011 (se impuso con el 54% de los votos) y cayó en el 2013 los veinte puntos porcentuales que le imposibilitaron sumar los legisladores necesarios para ir por una reforma constitucional. Con ésta, no sólo podría haberse habilitado a una re-reelección sino que también podría haber modificado el amplio conjunto de normas de orden constitucional, legislativo y reglamentario que regulan la competencia electoral nacional. ¿Quién asegura, por ejemplo, que junto con la mencionada habilitación para una reelección indefinida, no se podría haber eliminado el mecanismo de segunda vuelta (ballotage) para que la primera minoría pueda alzarse con la presidencia sin necesitar más que un voto por encima de su inmediato perseguidor? ¿Alguien podría aseverar que si hubiera sido necesario para una “Cristina Eterna” volver a una elección indirecta, con modificación distrital incluida, ello no hubiera sido abordado? Con un núcleo duro consolidado en alrededor de 30 puntos, una oposición con muchas dificultades para acordar, y un Gobierno que ha hecho hasta lo imposible por dinamitar el sistema de partidos, esto le hubiera dado grandes chances para el 2015.
Estando a un paso ya de transformar estas líneas en un contra fáctico sin demasiado sentido, el punto importante es que la Presidente ha abortado sus propias posibilidades de eternizarse en el poder por varias razones surgidas de su propia voluntad y convencimiento, entre las que podemos mencionar sus trabas ideológicas, las cuales le impidieron continuar con políticas necesarias para -por ejemplo- evitar la restricción cambiaria; un excesivo voluntarismo, que le hizo desoír voces del propio oficialismo que advertían de groseros errores en materia de política fiscal y monetaria; un enfrentamiento con actores a los cuales había tenido durante largo tiempo a su lado; y una burocracia estatal que sumó militancia al tiempo que restó capacidad y así puso en evidencia a un Estado grande e ineficiente que no pudo cumplir con muchas de las promesas de obra pública y gestión de empresas estatales sobre las cuales había generado altas expectativas, al menos en buena parte de la población. Esta durísima herencia con la cual tendrá que cargar el próximo gobierno (y todos nosotros también por supuesto) es la que le generó al propio kirchnerismo una merma electoral tan contundente.
¿Qué hubiera sucedido si la jefa de Estado optaba por una opción a la boliviana? Evo Morales supo combinar su discurso anticapitalista con un moderado pragmatismo económico. Usó el fenomenal incremento de producción y precio del gas para poner a uno de los países más pobres de la región en la senda de un crecimiento vigoroso que, en palabras del ex ministro de Hidrocarburos Álvaro Ríos, hoy le permite decir que Bolivia “respira gas”. Morales, mediante una interpretación forzada del texto de su Carta Magna y el apoyo de un Tribunal Constitucional dócil a su poder, pudo presentarse en la última elección y sacar un 60% de votos que seguramente le permita reformar nuevamente la Constitución y consolidar así un régimen hegemónico que a esta altura parece no tener freno. Paradójicamente, el crecimiento económico de ese postergado y necesitado país vecino resulta nocivo para la idea republicana de la democracia y la alternancia en el poder, pero seguramente las heridas se verán recién al final del recorrido.
Como quien estuvo al borde de caer en un abismo que finalmente parece haber evitado, deberíamos estar atentos para aprender las lecciones. Los empresarios, que ahora en el coloquio de IDEA, se animan a vociferar sus críticas al modelo on the record tienen la cuota de responsabilidad que les cabe a quienes sabían que el rumbo no era el correcto -o bien que se estaban cometiendo graves errores en materia de política económica- pero optaron, por temor o para no perder prebendas y privilegios, por un acompañamiento que permitió que el gobierno se consolide en sus desaciertos y mentiras.
En un relato que aparece como circular, vale la pena retomar el primer párrafo para sentirse aliviado al observar que el movimiento político que va a gobernar el país por doce años tiene ahora objetivos mucho más modestos, que el “vamos por todo” tuvo que tomar atajos que no tienen la misma capacidad de daño que una nueva presidencia podría haber desatado sobre las instituciones del país y que, aunque cueste decirlo y -aún más- reconocerlo, la recesión económica, la restricción de divisas, la inflación, y una creciente inseguridad, entre otros flagelos, nos “salvaron” de la consolidación de un régimen político hegemónico que hubiera sido aún peor para la salud de la República.