La oposición, el kirchnerismo, los encuestadores, los periodistas, los analistas políticos y todo aquel que se precie de estar inmerso en el mundillo de la política argentina tiene al menos una idea formada –que no significa que sea compartida- de lo que es el kirchnerismo de paladar negro. Lo que habitualmente se discute es cuál es ese porcentaje de ciudadanos que apoyan de manera acrítica al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Para los analistas de opinión más renombrados esto puede variar entre un 20 % y un 30% del electorado. Sin embargo, y ante la imposibilidad de la Presidente de presentarse a un tercer mandato, lo interesante es ver lo que puede suceder con el traspaso de esa masa de apoyo, con la que supuestamente cuenta ella, a los candidatos que finalmente proponga el Frente para la Victoria en las elecciones generales.
Son varios los dirigentes del oficialismo que pugnan por el favoritismo de Cristina Kirchner y así poder hacerse de una base de sustentación que les permita alcanzar el poder y luego gobernar (política agonal y política arquitectónica). Sin embargo, ni Julián Domínguez, ni Sergio Urribarri, ni Aníbal Fernández, ni Agustín Rossi, ni Jorge Taiana y ni siquiera Florencio Randazzo tienen posibilidad alguna de ganarle a Daniel Scioli una interna tal como están legisladas las PASO.
En dirección contraria a lo que los más fervorosos repiten con insistencia -que la única conductora del espacio es la Presidente- las encuestas muestran que cuanto mayor es la distancia y la independencia del candidato respecto a su “jefa política”, mayores son las chances de imponerse en la interna. Hay varias hipótesis, aún no contrastadas, que podrían explicar el fenómeno. Probablemente haya cierta desconfianza a la proclamación de un títere al que Cristina Kirchner pueda manejar, es decir, de repetir aquella fórmula popularizada en la frase “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. Tampoco funcionó el intento de buscar el reemplazante en la propia familia presidencial y así lograr un nuevo récord para el Guinnes; esto lo saben quienes midieron las posibilidades de una candidatura presidencial de Máximo Kirchner y se encontraron con que hasta le costaría ganar una elección local en El Calafate.
Florencio Randazzo parece estar ahora muy cerca de la Presidente pero queda claro que no es más que un intento de, en esta primera etapa, ganarles la pulseada a los contrincantes “menores” de la interna y consolidarse como único oponente de Scioli para las PASO. El ministro del Interior y Transporte es un candidato que muestra permanentemente intenciones de construir un capital político propio. De hecho, en varias oportunidades ha tenido esos matices que le permiten también acercar algún porcentaje de ese electorado oficialista que aún conserva criterio propio. En ese terreno, sin embargo, será muy difícil “pelearle” a Daniel Scioli. El gobernador de Buenos Aires ha hecho de la indefinición una forma de hacer política. Sólo con observar que sus potenciales votantes se dividen, casi por mitades, entre los que quieren la continuidad de las políticas del gobierno y quienes quieren el cambio, queda todo dicho. Esa no es la única característica del gobernador difícil de contrarrestar ya muchos de los que evalúan su gestión en la provincia de manera regular o incluso deficiente también planean votarlo.
En este contexto, tal vez la mejor opción con la que cuente la Presidente sea llenar la lista del Frente para la Victoria de “leales” sin votos. Sin embargo, seguramente no puede quitarse de la cabeza que por más leal que parezcan muchos de ellos terminarán encolumnándose con quien les den la esperanza de continuidad que con ella no tienen (Gabriel Mariotto sobrevuela su cabeza). La Presidente también debería tener en cuenta que el haber construido una militancia con apetencia de ocupar lugares privilegiados en la estructura del estado en esta ocasión le va a jugar en contra.
En el discurso de apertura de sesiones Cristina Kirchner le dijo al senador Gerardo Morales -durante ese show de chicanas a legisladores de la oposición- que probablemente la tengan en poco tiempo dando el debate entre ellos. Tal vez haya sido la señal más clara hasta el momento de que muy probablemente sea candidata a un cargo legislativo en las próximas elecciones. Acostumbrada desde hace décadas a vivir de, por y para la política, le costaría demasiado volver al llano sector de la sociedad civil. También es probable que haya comprendido que ante las múltiples causas en las que ella, su familia, socios o funcionarios cercanos están involucrados, y que parecen activarse cada vez con mayor fuerza, no resulte muy conveniente confiar en que el Ejecutivo que viene, por más fiel que parezca, vaya a jugar su capital político en pos de evitar que su antecesora -y otrora jefa política- sea juzgada y condenada.