El 2015 inició con un recrudecimiento del accionar terrorista y esta vez el punto elegido para los ataques fue la capital de una de las potencias mundiales: Francia. Es que, a pocos días de iniciarse el año, el mundo se desayunó con la noticia de que hombres armados ingresaron a la redacción del semanario de humor Charlie Hebdo con objetivos claros de venganza por caricaturas del profeta Mahoma.
Esto constituyó un verdadero ataque a la libertad de expresión y un duro golpe para Francia, con una masacre que adquirió características que no se sufrían en ese país desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el atentado a la revista satírica fue apenas el inicio de una serie de hechos sangrientos que se prolongaron por tres días y que dejaron hasta el momento el saldo de unos 20 muertos.
¿Fallaron los servicios de inteligencia o era imposible de prever? Es una pregunta que resuena por estas horas entre los franceses, quienes aún no salen del shock. Lo cierto es que el país entero se encuentra en alerta máxima y se mantiene en vilo ante la posibilidad de que se desaten nuevos ataques.
El repudio a los hechos fue generalizado, pero Francia, lejos de paralizarse, desplegó todas sus fuerzas de seguridad a lo largo del territorio para evitar nuevos actos terroristas, al tiempo que el presidente François Hollande convocó a una manifestación para homenajear a las víctimas, demostrar la unidad nacional y defender la libertad y la tolerancia.
Desde el punto de vista político, los ataques produjeron marcadas divisiones: desde la ultraderecha, encabezada por Marine Le Pen, se lamentaron por las víctimas pero no tardaron en reflotar la idea de llamar a un referéndum para aplicar la pena de muerte en estos casos.
Lo único cierto es que, además de las contiendas políticas y del rédito que algunos partidos le pretendan sacar a estos hechos, el ataque recrudece la xenofobia entre los mismos habitantes, ya que tras el atentado terrorista a la redacción de la revista se produjeron en París diversos ataques contra mezquitas y comercios típicos de la cultura musulmana.
Es posible que esta masacre en París no haga otra cosa que fomentar el rechazo contra la inmigración, un controvertido tema para Europa en el que varios países ya tienen posturas claras en contra. De todas formas, el miedo al mundo musulmán despertado tras este atentado es funcional a los defensores del nacionalismo y siembra la incertidumbre para los más de seis millones de musulmanes que habitan Francia, constituyéndose como la segunda comunidad en ese país.
Después de la barbarie desatada en París, el desafío para Francia –además de prevenir nuevas masacres- será cómo plantear un vínculo con la comunidad musulmana sin desconfianza ni resentimientos tras el atentado a Charlie Hebdo.