Por: Alfredo Atanasof
Nicolás Maduro se encuentra ante un desafío personal ineludible en los próximos comicios venezolanos: sostener el mito del Chávez eterno, luego de una apoteosis popular a la que fue elevado.
Del triunfador de las elecciones dependerá que Venezuela se transforme en Canaán o en Sdoma, y que la llamada “marea roja” pueda continuar unida con un Maduro debilitado y con dudosos dones místicos, que asombrosamente salieron a la luz estos últimos días de campaña.
La continuidad de los acuerdos comerciales entre los dos países que comparten las políticas populares por sobre los lineamientos estratégicos de una Nación insertada en el mundo y la masificación de un estilo extrovertido de contener al pueblo son motivos preponderantes para que el Gobierno argentino demuestre especial interés.
El misticismo en el que fue colocada la figura de Chávez y a Maduro como una suerte de profeta obliga a pensar que el aparato bolivariano hará lo imposible por continuar en el poder luego de 14 años, y apelarán a la figura del fallecido líder como un Mesías que necesita un heredero.
Tanto es así que el actual presidente encargado se presenta como “el hijo de Chávez” y también cómo garantía de continuidad de un modelo que aún no puede romper la dependencia petrolera. Mientras la inflación supera los 20 puntos, algunos ya hablan de una devaluación del 80% y las expropiaciones de empresas privadas continúan vigentes.
Este modelo, al que intentan eternizar, tiene la pobreza más alta del subcontinente y un asistencialismo extremo, que explica un Estado quebrado, sumado a una escasez de alimentos básicos, constantes cortes de energía eléctrica, una disparada de los mercados paralelos de divisas y un descomunal déficit fiscal de más del 15 por ciento.
Por su parte, el candidato opositor Henrique Capriles enfrenta un reto sin precedentes al tener la posibilidad de gobernar una Venezuela chavizada y virar el rumbo de un país con potencial comercial, pero con nulo diálogo internacional que permita la apertura de nuevos y auspiciosos mercados.
Los escasos sondeos indican que Maduro tendría más chances que Capriles, con todo el aparato a su favor y con estrellas como Diego Maradona apoyando el show popular en Caracas, una desigualdad evidente de los candidatos en materia de acceso a los medios de comunicación y en las garantías generales para la competencia electoral, pero con la advertencia de un país que, se sabe, ya está partido en dos.
Sin dudas, la incógnita es si el ganador podrá estar a la altura de las circunstancias de mantener el liderazgo en la región conseguido por Chávez, y qué pasará con la permanente suba de precios y la devaluación de su moneda.
Cuando la política se basa en el ocultamiento de la realidad, se convierte en una bomba de tiempo, que tarde o temprano provoca situaciones de peligro. Cualquier parecido con la realidad argentina no es mera coincidencia.