Por: Alfredo Atanasof
Tras la muerte de Hugo Chávez Frías, el desafío de la región radica en la alternativa de profundizar la chavización o fijar un rumbo moderado.
Es por demás claro que su deceso genera un vacío en el espacio geopolítico regional, que aún no tiene quién lo cubra.
El verdadero interrogante a resolver es saber si la señora Presidenta y el vice venezolano Nicolás Maduro podrán continuar con una relación de conveniencia económica e ideológica que iniciaron Néstor y Chávez.
No hay que olvidar que el dirigente bolivariano fue un socio estratégico para los Kirchner: resolvió la falta de financiamiento internacional -con un mayor interés que la banca europea- y se ofreció a encabezar negocios energéticos, como el caso de PDVSA, que pasó sin éxito por nuestro país y quedó envuelto en sospechas de corrupción.
Venezuela fue y es nuestro principal socio en la firma de tratados bilaterales. Los convenios suscriptos con el país caribeño llegaron a representar el 27 por ciento del total a nivel mundial y el 42 por ciento de los regionales.
Asimismo, ese lazo se amplió con la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), una plataforma que bloqueó cualquier relación de los países integrantes con el resto del mundo.
Sin embargo, la relación bilateral con Venezuela siempre dio espacio a la polémica, como el escándalo por la valija con 800 mil dólares de Antonini Wilson, destinados a aportar a la campaña presidencial de Cristina Kirchner, que destapó las conexiones de Claudio Uberti y su rango de “embajador paralelo”, como se lo llamó por esos días.
Hubo muchos puntos de entendimiento entre Néstor Kirchner y Hugo Chávez que reafirmaron su relación como líderes de la región: el desprecio por la oposición, el control de los poderes del Estado y la manipulación de los medios de comunicación, son sólo tres claros ejemplos de los intereses en común que ambos mandatarios compartían.
Luego de la muerte de Néstor, el dirigente venezolano fue un importante sostén para la Presidenta. Resta saber si Maduro podrá continuar ese camino trazado o, de lo contrario, Argentina deberá comenzar una apertura hacia mercados genuinos y recuperar el terreno perdido.