No irriten al siervo

Con la simplificación dialéctica que nos caracteriza, sobre todo al periodismo, calificamos rápidamente de fascismo y de escrache a las agresiones verbales grupales o individuales espontáneas que están sufriendo algunos ex funcionarios kirchneristas. O las descalificamos, más bien.

No son aceptables esos actos, ni son recomendables, ni resultan plausibles de ningún modo, espontáneos o no. Pero no deberíamos apresurarnos a calificar a la sociedad de totalitaria o cobarde por esos sucesos.

Luego de doce años de autocracia creciente, rematados por ocho bajo el pie de una señora que hablaba con Dios y desde un púlpito en cadena lanzaba bravuconadas y admoniciones sobre las cabezas de los ciudadanos, la sociedad está corroborando que fue gobernada por una banda de ladrones despreciables y desaforados.

Si bien esa situación no es novedosa, la fuerza de las imágenes, de las declaraciones de algunos cómplices, la exhibición de mansiones, los montos, los mecanismos de robo y ocultamiento, el cinismo de los personajes, la impunidad, la grosería de los modus operandi, las cifras que se manejan, los nombres que van apareciendo y la evidencia de que todo está podrido, han indignado a la sociedad hasta la bronca. Continuar leyendo

Una libra de carne

Mauricio Macri mira ya a las elecciones de 2017. No tiene otro camino. Su apuesta en los dos próximos años es apenas mostrar algunos logros de relativa importancia, pero no a costa de perder el apoyo del Congreso en leyes que necesita imperiosamente para que el país vuelva a funcionar.

En ese malabarismo, debe oscilar entre desilusionar a quienes esperan decisiones fundacionales y desairar a quienes no quieren resignar ni un centavo en el robo futuro, no conformes con el robo pasado, estatal y privado.

La clave es llegar a esas elecciones con un razonable nivel de popularidad, sin que en el camino se hayan producido desastres en materia social, política, económica, de salud o de seguridad.

Esto parece un objetivo muy pequeño, pero, sin embargo, es esencial para poder enfocar cambios en serio, que implícitamente se sobreentendieron con el nombre de su alianza. Continuar leyendo

Cambiemos (si podemos)

Hay quienes empiezan a sentir que el Gobierno de Cambiemos los ha desilusionado. No siento lo mismo: lo que ocurre, o no ocurre, era previsible. Nadie debió ilusionarse, en primer término. Las razones son varias.

La más evidente es la convicción de que el sistema democrático que nos rige es una estafa a la voluntad popular. Y ni siquiera hablaré de fraude. La lista sábana anula toda posibilidad de que los diputados tengan voluntad propia. El cambio del infame Pacto de Olivos que entronizó a los partidos en la Constitución lo convalida y graba a fuego. Con los senadores ocurre algo similar, aunque más constitucional. Son herramientas de los gobernadores en su búsqueda incesante de fondos.

En esas condiciones, las herramientas de negociación son la caja, los cargos, la obra pública y la deuda. El mismo sistema que se usó en Ciudad Autónoma de Buenos Aires para gobernar en minoría. Imposible creer que de ese sistema surgirá alguna reforma profunda en ningún orden.

La segunda convicción sobre el sistema democrático es más profunda. Tengo serias dudas de que tanto en Argentina como en cualquier otro lado la mayoría quiera minimizar el Estado, ceder lo que considera sus derechos adquiridos o simplemente sus derechos divinos. No es cierto que la gente se venda por un pancho: se vende por un plan, un subsidio, una dádiva, un permiso para delinquir, un puesto, un sistema educativo que otorgue títulos sin esfuerzo ni talento. Continuar leyendo

Gobernabilidad, miedo y sensibilidad: hacia más gasto

Con la misma convicción con que tantos especialistas predicaron la salida gradual del cepo para evitar una explosión, según ellos, ahora hablan de la necesidad de un largo y cuidadoso gradualismo en la baja del gasto. Algunos confían en el solo uso de manejos monetaristas para controlar la inflación, hasta tanto el crecimiento salvador concurra oportunamente para licuar cualquier exceso en que se hubiera incurrido.

A esto se agregan los nuevos avances sobre el Estado, como el escandaloso caso de Cresta Roja, que debería resolverse con todos los implicados presos: dueños, abogados, jueces, síndicos, ex gobernantes y comisión interna, en vez de resolverse con cortes de la autopista a Ezeiza protegidos adecuadamente por la Policía. Un caso emblemático, porque concentra en un ejemplo singular todas las circunstancias que nos pueden llevar no sólo a un error conceptual grave, sino a perder la única oportunidad de acabar con nuestro perverso sistema fiscal. Se pueden cambiar nombres, detalles, rubros, pero los argumentos de todos los factores son los mismos.

Hay en el Gobierno y en sus partidarios un temor, que puede ser justificado, a que cualquier episodio de calle pueda culminar no sólo en saqueos y tomas, sino en algún muerto oportuno que coloque en situación de martirio, lucha y protesta a los violentos a sueldo del kirchnerismo. Continuar leyendo

Sabotaje a la gobernabilidad

Ante la sorpresa de toda la población, la doctora Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de los 40 millones de argentinos, como se presenta en cada una de sus diatribas, ha dicho estentórea y claramente no permitirá que un Gobierno elegido democráticamente cambie lo que considere oportuno cambiar.

Ha convocado para ello a sus partidarios, a sus sembrados recientes y anteriores en el sistema de Justicia y otras áreas vitales del Gobierno, a sus gremios amigos, a los trabajadores, a los estudiantes, a La Cámpora y a todo el aparato de prepotencia y temor del que se ha rodeado siempre el peronismo, desde su mismísimo fundador.

Es decir, la Presidente de la nación ha llamado a la rebelión, si no a la sedición, y ha prometido una feroz resistencia activa a cualquier cambio que se intente hacer a lo que ella considera las conquistas logradas en su gestión.

No tiene sentido perder tiempo en analizar los déficits de personalidad y psicológicos de la mandataria, que la han llevado a tantas agresiones y a tantos dislates. Continuar leyendo

El miedo es la herencia sin beneficio de inventario

Nuestro Código Civil incluye desde siempre la figura del beneficio de inventario para adir, o sea, aceptar una herencia. Provisión no eliminada, diluida ni devaluada por el reciente malón jurídico que se abatió sobre ese cuerpo legal.

Tal figura permite que el heredero, antes de adir, pueda revisar y eventualmente rechazar la herencia que recibe, que, al componerse de activos y pasivos, puede esconder alguna desagradable sorpresa. Lo protege así de las locuras, los desaguisados, los errores, los delitos y los abusos en los que pueda haber incurrido el dueño de los bienes.

Desgraciadamente, la Constitución no prevé lo mismo para el país y en especial para sus ciudadanos. La herencia que deja un Gobierno no puede recibirse con beneficio de inventario y rechazarse. Cuando los Gobiernos son populistas e irresponsables, valga la redundancia, esa herencia suele convertirse en una hipoteca.

Eso es lo que está por pasarnos. La herencia de Cristina Fernández de Kirchner será un colosal pasivo que no podemos rechazar ni individualmente ni como país. Los desmanejos, los despropósitos y los dispendios incurridos por el kirchnerismo habrían justificado, sin lugar a dudas, otra de las figuras del Código Civil: la que posibilita a los herederos a pedir judicialmente la declaración de insania o de conducta temeraria de su pariente para inhibirlo en el manejo de los bienes que pasarán a su descendencia. Continuar leyendo

Un debate decoroso y con pocas sorpresas

¿ Cuáles son, en este momento político, los objetivos concretos de Mauricio Macri y Daniel Scioli? Los objetivos son en realidad un objetivo: quitarle dos o tres puntos de votos a Sergio Massa.

¿Cuál es el objetivo de Sergio Massa? Ser una alternativa futura del peronismo cuando pase el tiempo del kirchnerismo, ahora o en una próxima crisis, y colocar la mayor cantidad posible de intendentes y diputados en el conurbano, o donde se pueda.

Con esos objetivos, Macri y Massa fueron al debate y Scioli eligió ser un clon de Cristina y no ir para no exponerse a ninguna pregunta. Escuchando los diálogos de anoche está claro que hubiera sido muy embarazoso para el gobernador tener que defender la gestión de su jefa espiritual en vez de explicar su plataforma.

Entre ir y pasar un papelón y no ir y quedar como poco respetuoso y poco democrático, eligió el segundo camino como un mal menor. En términos de pura especulación política, probablemente hizo bien en no ir. En cuanto los aspectos democráticos y de respeto por la ciudadanía, no forman parte de la preocupación kirchnerista.

Esto significa que los K buscarán los votos que pueden llegar a faltarle para ganar en primera vuelta por otros caminos.

En cuanto al debate en sí, estuvo organizado con una estructura muy rígida, con los candidatos muy resguardados y autoprotegidos bajo un juego de reglas conversado y discutido como si hubiera sido el tratado de Letrán.

Antes de hablar de los temas que se tocaron, hablaremos de los que no se tocaron. No se habló de economía. Ni una palabra. Esa ausencia resulta tan notoria que transforma el debate en una acción testimonial, más que una real confrontación de proyectos e ideas.

Por eso los candidatos tampoco explicaron los cómo. Con que recursos mejorarían la enseñanza, la seguridad, la democracia, la lucha contra el narco, los beneficios jubilatorios (Massa prometió un impactante 82% móvil desde el 1 de enero para todos los jubilados) y otras propuestas.

La economía se tocó tangencialmente con la unanimidad obvia en estar en contra de la pobreza, la adulteración de cifras del INDEC y la falta de crecimiento que mencionó Macri, y la necesidad de generar empleo que mencionaron todos.

Macri avanzó con sus ideas de un plan de infraestructura, bajar la inflación a un dígito y modificar las escalas del impuesto a las Ganancias. Massa empezó con una frase muy sintomática: “Argentina no es un desastre como dicen algunos, ni tampoco es una fiesta”. ¿A quién quería salvar?

Fue interesante notar que Margarita Stolbizer en especial y los demás candidatos, atacaron mucho al gobierno de Cristina y poco al de Scioli, justificando algunas suspicacias previas. Sólo Macri se preguntó quién gobernaría si fuera elegido Scioli: ¿Cristina, Scioli, Zannini o Aníbal Fernández?

También el jefe de Gobierno se lució cuando repreguntó a Stolbizer si en el marco de su preocupación por el crecimiento del narco se sentiría cómoda si la lucha contra la droga en la provincia de Buenos Aires fuera a estar encabezada por Aníbal Fernández. La candidata eludió la respuesta. Otra vez haciendo recordar las sospechas previas.

Nicolás Del Caño y Adolfo Rodríguez Saá no merecen demasiados comentarios en estas pocas líneas. Fueron invitados formalmente y así actuaron.

Massa dio la sensación de tener ideas y programas bastante articulados y estudiados, e hizo una buena entrega discursiva de ellos, más sólida que la de Macri. Con un buen golpe de efecto al usar sus segundos para hacer silencio en un acto de repudio por el faltazo de Scioli.

Macri estuvo agudo en algunas respuestas y muy bien en su entrega del minuto final. No estuvo tan feliz en algunas repreguntas. Las propuestas de educación y corrupción de Massa fueron concretas e impactantes. Nunca criticó a Scioli.

Macri también estuvo fuerte al enunciar su proyecto de una agencia especial contra la droga y delitos federales. Y Massa planteó buenas ideas sobre imprescriptibilidad de los delitos de corrupción y apoderamiento de activos de corruptos y narcos.

El debate resultó interesante en sus dos primeros bloques y se diluyó con un formato de preguntas sobre la seguridad, aborto y cambios en el código penal que los candidatos eludieron olímpicamente.

Fue un buen primer intento, pero debe recordarse para el futuro que estos debates son útiles cuando un candidato es puesto en apuros por su contrincante, lo que aquí se evitó con empeño.

La pregunta que usted quiere hacer es “¿quién ganó?” Muy parejo. Ni Macri ni Massa defraudaron. Estuvieron bien preparados y mostraron ideas claras en lo que propusieron. No seria serio imaginar que por este debate vaya a cambiar el caudal electoral de cada uno.

En cuanto a Scioli, dijimos que debería buscar los votos que le faltan, si le faltan, por otro camino. Y ya sabemos por experiencia que los caminos del kirchnerismo son inescrutables.

El kirchnerismo no debate. Opera.

Deuda eterna o inversión externa

Perdón por no ocuparme de los temas del momento con los que nos distraernos para no arriesgar opiniones de fondo. Seguiré analizando lo que los candidatos deben enfrentar si son electos presidente y lo que aparentemente están pensando hacer, suponiendo que estén pensando.

Daniel Scioli y Sergio Massa están jugados al endeudamiento, tanto para financiar el gasto como para eliminar el cepo y también para la imprescindible renovación y hasta revolución de la infraestructura, que lleva 20 años de atraso como mínimo. Mauricio Macri ha hablado a veces de inversión, pero con bastante timidez y sin precisar las áreas. Ahora lo oculta.

Los estatistas conciben la deuda como el único mecanismo de financiamiento y lo mismo ocurre con nuestra sociedad, que tiende a acostumbrarse a la mediocridad de pensamiento y espíritu con sorprendente facilidad. Nuestros políticos son dignos de esa sociedad. Se ha llegado al error de llamar inversores a los que compran un bono.

A esos políticos, casi todos estatistas, no les cabe la idea de inversión privada. Necesitan que sea el Estado el que funcione como gran hacedor y que se endeude para ello. Lo mismo ocurre con nuestros empresarios prebendarios. Necesitan un Estado estúpido con quien contratar y que les pague más de lo que corresponde y tome deuda para pagarles. Eso les permite prescindir de la competencia y de la necesidad de ser eficientes y obtener rápidas ganancias en juicios manejados por abogados vendidos. Continuar leyendo

Más deuda para financiar subsidios

Como no soy político ni lo quiero ser, cumpliré mi promesa de adivinar lo que harán los presidenciables si tienen la suerte, o el sino, de ser elegidos. Como siempre, seguimos analizando rubro por rubro lo que proponen y lo que inferimos de cada propuesta.

Avancemos hoy con el tema subsidios. Es parte de la política sobre el gasto (es hora de que haya alguna), pero tiene sentido considerarlo como un rubro aparte por sus implicancias.

La tentación de bajarlos de un golpe alcanza a los principistas liberales y a los gradualistas. Unos porque comprenden el daño de un método que promueve el consumo de bienes escasos, otros porque un sablazo a este rubro les permitiría no tener que hacer cirugía mayor en el gasto, lo que no saben cómo hacer. Ni quieren.

Aquí Daniel Scioli y su grupo están pensando en un sinceramiento muy rápido en las tarifas y más gradual (¿cien años?) en los transportes, aunque el nuevo presupuesto del actual Gobierno no prevé una eliminación drástica en ningún rubro.

Mauricio Macri declama la necesidad de reducirlos, pero salva a los más carenciados. Su posición es aún algo vaga. Tampoco está agitando un cambio instantáneo. El esquema que usó en la ciudad de Buenos Aires no es buen presagio.

Sergio Massa también es gradualista. No ha sido contundente en este punto. Pero hace la concesión casi religiosa de mantenerlos para los más pobres. Defina “pobres”. En este aspecto, como en todos, sus programas son estéticos, no para llevarlos a la práctica. Continuar leyendo

Parche patriótico al sistema de comicios

Vengo sosteniendo en este diario y en mi blog que entre este absurdo mecanismo de elecciones, las PASO, la boleta sábana, los partidos, las cuasicolectoras, los reglamentos internos de cada Cámara y el monopolio corruptor de los partidos, solamente un ultraoptimista puede llamar a nuestro sistema “democracia” y menos defenderlo como si fuera el Evangelio.

No soy original. Está ocurriendo lo que predijera Tocqueville sobre la democracia hace 180 años. No tema, no lo mandaré a leerlo.

Las quejas populares por las escandalosas elecciones en Tucumán parecen habernos despertado a los ciudadanos y a la oposición, que ahora amaga con proponer reformar el sistema antes de que el kirchnerismo haga valer la ley del almacenero: “El que suma la libreta gana”.

Pese a lo que opina Sergio Massa, la idea de saltar de la precariedad colonial de hoy a un voto nacional electrónico en 40 días es técnica y prácticamente inviable. Cualquiera que haya intentado implantar un sistema modesto de facturación en su empresita lo sabe.

Ni que hablar de las abuelas antidigitales, que temen, aún desde un conocimiento algo supersticioso, el hackeo, la pérdida de anonimato (se ve que no usan Internet) y otros terribles males que acarrearía tal modernización. Esa discusión llevaría a un debate de muchos meses. Continuar leyendo