Por: Dardo Gasparre
Nuestro Código Civil incluye desde siempre la figura del beneficio de inventario para adir, o sea, aceptar una herencia. Provisión no eliminada, diluida ni devaluada por el reciente malón jurídico que se abatió sobre ese cuerpo legal.
Tal figura permite que el heredero, antes de adir, pueda revisar y eventualmente rechazar la herencia que recibe, que, al componerse de activos y pasivos, puede esconder alguna desagradable sorpresa. Lo protege así de las locuras, los desaguisados, los errores, los delitos y los abusos en los que pueda haber incurrido el dueño de los bienes.
Desgraciadamente, la Constitución no prevé lo mismo para el país y en especial para sus ciudadanos. La herencia que deja un Gobierno no puede recibirse con beneficio de inventario y rechazarse. Cuando los Gobiernos son populistas e irresponsables, valga la redundancia, esa herencia suele convertirse en una hipoteca.
Eso es lo que está por pasarnos. La herencia de Cristina Fernández de Kirchner será un colosal pasivo que no podemos rechazar ni individualmente ni como país. Los desmanejos, los despropósitos y los dispendios incurridos por el kirchnerismo habrían justificado, sin lugar a dudas, otra de las figuras del Código Civil: la que posibilita a los herederos a pedir judicialmente la declaración de insania o de conducta temeraria de su pariente para inhibirlo en el manejo de los bienes que pasarán a su descendencia.
Siguiendo con el símil del anciano y sus herederos, esos actos irresponsables y dispendiosos en contra del legado familiar suelen agravarse y acelerarse en los momentos finales de su existencia. Tal es lo que está pasando: al final de la vida institucional de la Presidente se ha acelerado y potenciado el daño al patrimonio común.
En una columna para este medio, Claudia Peiró escribía, en agosto de 2014 que este Gobierno argüía sistemáticamente que no era culpable de las herencias recibidas para justificar sus decisiones. Nosotros, los ciudadanos, no tenemos ese derecho, lamentablemente. Nos ha llegado el momento de prepararnos para pagar las deudas contraídas en contra de nuestra voluntad, a veces sin nuestro conocimiento y siempre irresponsablemente.
Surge rápidamente el tema de las ventas de dólar futuro como un ejemplo cercano de desarreglo que trae reminiscencias de los finales del proceso, donde se gestaron tantos millonarios amigos por arbitrariedades como esta.
Pero se puede agregar en un rápido repaso el pésimo manejo de los holdouts, desde 2005 a la fecha, en cada una de las instancias de ese culebrón de despropósitos, cuyos efectos pagaremos todos.
También el cepo cambiario tuvo consecuencias que condicionarán varios años el accionar de los Gobiernos y los factores económicos, al igual que el distanciamiento con el Fondo Monetario Internacional, el incumplimiento con el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (salvo los casos de juicios adquiridos por fondos cercanos al vicepresidente, que se pagaron al contado, hace pocos meses).
La evaporación del patrimonio del Banco Central, la destrucción criminal del peso, la virtual ruptura de relaciones con Estados Unidos forman parte de la hipoteca cuyas cuotas nos perseguirán por una generación. No hace falta dar más ejemplos, que el lector conoce muy bien, de lo que se hereda en esta monstruosa hipoteca.
Un nuevo Gobierno tendrá una dolorosa y cuidadosa tarea para salir de tamaño atolladero y al mismo tiempo mantener en funcionamiento a la sociedad y al país. Pero como el kirchnerismo quiere legarnos su propio albacea, que, además, sea el continuador de las tropelías y las sandeces que han dilapidado esta herencia, se produce una pirueta dialéctica digna de estudio (Suponiendo que haya quedado alguna usina de conocimiento).
Por esa pirueta, el kirchnerismo sale a acusar a Cambiemos por los supuestos modos en que resolverá cada una de las hipotecas que le deja y que él mismo ha originado. Así, lo acusa por la forma en que cree que resolverá el despropósito de los holdouts. O por los mecanismos que adivina que usará para resolver la inflación deliberada que le tocará.
El Gobierno ataca pasando facturas por los dramas que él mismo ha provocado, criticando las hipotéticas soluciones al desempleo que ha generado con la destrucción de la competitividad, las importaciones y las exportaciones, por ejemplo.
O lo acusa por el ajuste del gasto que ha gestado alevosamente al incorporar cientos de miles de inútiles partidarios como parásitos del sistema o como beneficiarios de las tercerizaciones con retorno, que ahora forman parte de la herencia con patrimonio negativo que recibiremos los argentinos.
Y, por el mismo precio, mete miedo a los votantes, que pagarán la hipoteca que deja, esgrimiendo como virtud de su gestión los que son tremendos errores, para llamarlos de un modo benévolo. Es como decirles a los chicos que no se vacunen contra la polio, porque la vacuna da fiebre. Con ese mismo nivel de ignorancia deliberada e irresponsabilidad.
Además de dejarnos los costos de su gestión insensata e ignorante, el kirchnerismo pretende imponer, ahora con el despreciable uso del miedo, su albacea continuador para seguir aumentando con despilfarro el pasivo de la herencia.
Lo único que nos debe aterrorizar es el precio que deberemos pagar por la corrupción y el populismo que nos lega Cristina Fernández.