Por: Dardo Gasparre
Con la misma convicción con que tantos especialistas predicaron la salida gradual del cepo para evitar una explosión, según ellos, ahora hablan de la necesidad de un largo y cuidadoso gradualismo en la baja del gasto. Algunos confían en el solo uso de manejos monetaristas para controlar la inflación, hasta tanto el crecimiento salvador concurra oportunamente para licuar cualquier exceso en que se hubiera incurrido.
A esto se agregan los nuevos avances sobre el Estado, como el escandaloso caso de Cresta Roja, que debería resolverse con todos los implicados presos: dueños, abogados, jueces, síndicos, ex gobernantes y comisión interna, en vez de resolverse con cortes de la autopista a Ezeiza protegidos adecuadamente por la Policía. Un caso emblemático, porque concentra en un ejemplo singular todas las circunstancias que nos pueden llevar no sólo a un error conceptual grave, sino a perder la única oportunidad de acabar con nuestro perverso sistema fiscal. Se pueden cambiar nombres, detalles, rubros, pero los argumentos de todos los factores son los mismos.
Hay en el Gobierno y en sus partidarios un temor, que puede ser justificado, a que cualquier episodio de calle pueda culminar no sólo en saqueos y tomas, sino en algún muerto oportuno que coloque en situación de martirio, lucha y protesta a los violentos a sueldo del kirchnerismo.
Comento en mi TimeLine de Twitter que ello aun con el Estado haciendo de bolsero y vendiendo publicidad. Fútbol para Todos perderá 1.7oo millones por año. Y me responde un seguidor: “Eso generaría mucho mal humor en un país muy volátil, para eso tiene que afirmarse bien y luego pensar en algo tan drástico”.
Habla como si se tratase de eliminar la vacunación infantil. ¡Le tiene miedo a cortar un mecanismo corrupto y doloso, innecesario y prebendario! No le importa el agua potable, ni las escuelas, ni que el hospital Posadas tenga la tercera parte del presupuesto que este engendro. Miedo a la amenaza de que Mauricio Macri sufra el tratamiento de Fernando de la Rúa.
Eso torna muy difícil hacer lo que se debería: no negociar con cualquiera que aplique medidas de coerción, tomas, piquetes o similares. En su lugar, el Gobierno cae en el error de hablar con ellos y esgrimir una frase fatal: “Mientras dure el corte, no vamos a negociar”, que es la trampa que obliga a satisfacer cualquier demanda. Ese tipo de situación lleva no solamente a que el Estado esté aumentando aunque sea transitoriamente el gasto, sino a que se creen precedentes muy difíciles de revertir.
Cuando se les puntualizan estos hechos, el Gobierno y sus partidarios-hinchas reaccionan con enojo: “Recién acabamos de asumir, no nos pidan milagros”. Deberían tomar esas reflexiones como un sano y amistoso consejo, no como una crítica.
También el Gobierno debe salir lo más rápidamente posible de la trampa de tratar de subsanar los casos individuales para dedicarse a crear un marco que aumente la actividad y la generación global de empleos, que es lo que propuso. Perder tiempo y más dinero en casos individuales que son casi todos como Cresta Roja sólo mellará su prestigio y lo sacará del camino correcto.
Otro punto en común es la necesidad de no afectar los “derechos adquiridos” de quienes recibieron ventajas inaceptables que paga toda la sociedad y quieren seguir recibiéndolas. Así, Hernán Lombardi, con su mejor tono bondadoso, explica que no seguirá 678 y que la TV pública será pluralista y cultural. El hecho de que la TV pública tenga un presupuesto anual del triple de las fuerzas de seguridad parece no merecer ningún análisis. ¿No será hora de preguntarse si hace falta una TV pública? ¿No hay ya cientos de mecanismos para llevar cultura a toda la sociedad y para atender las necesidades de las zonas de frontera? ¿En serio se cree que es posible hacer eficiente a la burocracia del Estado mezclada con los corruptos sistemas de producción artística?
El famoso presupuesto en base cero, imprescindible si en serio se quiere ir a una reforma federal del sistema rentístico, la coparticipación y el gasto, se opone a estos mal llamados derechos adquiridos. Si eso no se entiende, la federalización del sistema es una frase más para que pomposamente la repitan los opinadores.
Y mientras se dilapidan mil millones por año en esta entelequia de la TV cultural, 43 gendarmes mueren en una ruta desastrosa, a golpes, como vacas. Preferimos creer que fueron víctimas de un atentado. El atentado es tener fuerzas de seguridad sin armas, sin logística, sin equipamiento, sin siquiera un ómnibus en condiciones dignas. El asesino de los gendarmes fue el gasto descontrolado y mal distribuido.
Lo mismo que pasa con Cresta Roja. Miles de millones de regalo, tirados a un pozo sin fondo inútil, para beneficio de una asociación ilícita. Una masa de trabajadores que siempre fueron innecesarios y ahora son carne de cañón. Y la solución, para los sensibles, es darle más dinero a ese monstruo.
Aquí entra otro factor común. La sociedad en su carátula sensible. “¡Pobre gente!”, dicen todos. “¡Cuántas familias en la calle si el Estado se desprendiese de tantas organizaciones y entes inútiles!”. Creen que con esa sensibilidad políticamente correcta ayudan a la gente y al Gobierno. No se dan cuenta de que es todo lo contrario. Eternizan la mendicidad. Ayudan a los ladrones del gasto escondidos detrás de la burocracia. Y debilitan al Gobierno al exigirle sensibilidad que no están dispuestos a pagar.
Y algo más. Escondidos detrás de los empleados públicos, ñoquis o no, están los verdaderos grandes ladrones del gasto, que no hace falta descubrir, sino expulsar.
El gasto en las condiciones actuales es insostenible. Tanto en sus valores como en sus asignaciones y sus términos relativos. No aguanta el más elemental análisis. No se puede dejar eso para “cuando las cosas estén más tranquilas”, ni se puede postergar para esperar a que el crecimiento tape las rocas que la burocracia ha acumulado.
Será mucho más difícil el crecimiento con esta estructura y este nivel de gasto. Y nos llevará a un endeudamiento adicional improductivo y peligroso. No se puede dejar todo el robo y la ineficiencia en pie y además hacer los gastos y las inversiones que se necesitan impostergablemente.
Debe empezarse hoy a bajar el gasto. Orgánicamente, con un plan de abordaje y con una estructura especializada paralela a la tarea de Gobierno. He dado varias ideas de fondo que no repetiré aquí. El gradualismo es cobardía intelectual. Como en el cepo.
Una buena parte de los expertos no tiene la menor idea de gestionar. En esas condiciones, siempre es mejor encontrar excusas y prudencias. Total, después se puede acusar al Gobierno de haber desperdiciado el tiempo.
También la sociedad deberá en este rubro demostrar que se merece el Gobierno que cree merecer. La manera de apoyarlo no es meterle miedo, ni silenciar la opinión, ni darle tiempo para cuando haya gobernabilidad. Ahí será tarde. Para la gran masa del pueblo, gobernabilidad es demagogia y populismo.
Cuando se enfrente con el próximo piquete o el próximo corte de ruta, recuérdelo. Casi seguro ese piquete ocurre porque su Gobierno está haciendo lo que debe hacer.