Evitar un nuevo Bosnia

Cuando se trata de evaluar lo que está bien y lo que está mal en las conductas y los conflictos humanos, es habitual estar ante una difícil decisión pues el ámbito de colisión tanto de las ideas como de las acciones a menudo incluyen zonas grises. Cuando se trata de interpretar una guerra civil, la tarea se vuelve aún más escabrosa debido a que la urgente necesidad de detener la tragedia debe superar la tentación de repartir culpas y responsabilidades.

De vez en cuando, sin embargo, nos enfrentamos a un conflicto en el que tomar partido es a la vez ‘una posibilidad teórica pero también un imperativo moral’. Exactamente a esa categoría pertenece esta crisis que ha sumido a Siria en una tragedia de magnitud por los últimos de tres años. Es por eso que uno siente cierta sensación de indignación ante los que tratan el asunto con sus tibios “sí, pero no” (para evitar tomar partido) lo que al final del día, equivale y significa llanamente tomar partido por los malhechores y asesinos.

Tiempo atrás, en el marco de una de mis conferencias en Boston, un oficial de alto rango de la administración del presidente de EEUU, Barack Obama, me dijo que actuarían duramente ‘para frenar la masacre del pueblo sirio a manos de Bashar Al-Assad si se comprobaba la utilización de armas neuro-toxicas en suelo sirio’ (el propio Obama hizo también la misma promesa). Ese era el momento de la ‘línea roja’ de Washington, me indicó. Luego, el mundo vio que nada de eso sucedió y la esperanza de los sirios que esperaban ayuda ante su sufrimiento se desvaneció por completo. El año pasado, un alto funcionario del gobierno francés declaró que el presidente de Francia, François Hollande, ‘estaba listo, incluso para una acción militar’ que pusiera fin a la carnicería de Siria. Pero por supuesto, eso fue antes de que Obama realizara su espectacular huida de la región, dejando solo al desventurado e inepto Hollande. Si Francia pretendía maquillar sus traiciones históricas en el Oriente Medio y el Levante en Siria, todo lo que sucedió es que París reincidió en su conducta artera y dual hacia los pueblos árabes.

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Irak: reaparece el fantasma de Saddam

 

Cualquier persona que por estos días escuche noticias sobre Irak escuchara el batir de tambores de guerra. El primer ministro Nuri Al-Maliki parece estar preparándose para un asalto militar contra los grupos opositores en la provincia de Anbar, específicamente con la ciudad de Falluyah como blanco principal de su ofensiva para acabar con la sedición sunita que alberga los residuales leales a Saddam Hussein, hoy asociados con elementos de Al-Qaeda. Aunque puede ser demasiado tarde para debatir la conveniencia de tal medida o para ofrecer consejos sobre la solución de la crisis. Sin embargo, el mejor consejo que Maliki podría tomar es el de reconsiderar su estrategia militar.

Puede parecer que el primer ministro tenga la situación a su favor pues el nuevo ejército iraquí con casi un millón de hombres, incluidas las fuerzas armadas regulares y los equipos de seguridad y policiales es controlado absolutamente por él. También tiene algunos aliados entre las tribus árabes sunitas en Anbar, incluyendo parte de la As-Sahwah (una coalición que ayudó a derrotar la resistencia favorable a Saddam hace casi una década). Su estrategia patriotera también goza de apoyo entre varios grupos chiítas dentro del país. El referente de la política iraquí chiíta, Sheikh Mokhtada Al-Sadr, ha suavizado su tono beligerante de otros tiempos contra Maliki en nombre de la solidaridad chiíta, lo cual fortalece al primer ministro en sus planes militares y lejos de buscar un consenso político, cada vez lo empuja más hacia la salida armada.

Es claro que el primer ministro está dispuesto a buscar un tercer mandato en las próximas elecciones generales, el ha conseguido un impresionante nivel de apoyo extranjero. Los mulás iraníes, a quienes nunca les simpatizo porque pensaban que era el hombre de Washington en Irak, ahora lo apoyan y sostienen que es la única figura chiíta iraquí capaz de mantener unida a la comunidad ante los próximos desafíos políticos locales y regionales. También la administración Obama está jugando ficha a favor de Maliki proporcionándole sofisticados aviones no tripulados y misiles. Algunos círculos en Washington y Teherán están propagando la idea que EEUU y la República Islámica tienen un interés compartido en el aplastamiento de los grupos de la resistencia sunita iraquí, tanto igual que en el mantenimiento de un debilitado presidente Bashar Al-Assad en Siria para mantenerlo como marioneta a manipular de forma conjunta.

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El regreso de Rusia

Usted puede llamarlo como desee: ‘iniciativa rusa o repliegue estadounidense’. Como quiera que la llame, esta realidad llevó a Bashar Al-Assad a encontrar sobre la hora un milagroso acuerdo diplomático en el que prometió renunciar a sus armas químicas, evitando así un ataque militar que hubiera significado la caída de su régimen. Lo mismo para el caso de la República Islámica de Irán, que ha demostrado, en la profesionalidad de sus diplomáticos, estar muy por encima del actual ‘amateurismo diplomático norteamericano y europeo’.

Sin embargo, la realidad a la que nos enfrentamos no es más que a una debilidad Occidental nunca vista en materia de Oriente Medio. Tanto es así, que Moscú ha propinado a Washington y Bruselas, pero en particular el presidente Obama, una paliza diplomática inolvidable no sólo en lo referente a la crisis siria, también está ocurriendo lo propio en las posiciones que Irán está recuperando con apoyo diplomático ruso en materia del levantamiento de sus sanciones económicas, de la continuidad de su programa nuclear y del afianzamiento político regional.

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Barack Obama: el “modelo de rendición preventiva”

El secretario de Estado de los EEUU, John Kerry, adelantó el martes pasado el plan de su gobierno sobre la guerra civil siria, que de ponerse en práctica tal y como la diplomacia estadounidense lo plantea, está condenado al fracaso desde el primer minuto en que se intente implementar. Según Kerry, “el resultado de la guerra siria no se definirá en el campo de batalla sino en una mesa de negociaciones”. Hasta allí está muy bien, aplausos para Kerry. Lo he señalado en reiteradas oportunidades meses atrás. “La guerra civil siria no se puede ganar y debe ser suprimida”. La pregunta es: ¿por qué la administración Obama esperó hasta aquí para ofrecer una salida diplomática? Si el señor Kerry conociera la historia de los conflictos árabes en particular y del mundo en general, debería saber que en determinadas fases de un conflicto armado “los resultados de todas las guerras se han determinado en el campo de batalla”.

Lo explicaré sencillo: ‘Las guerras ocurren cuando un statu quo que garantiza un equilibrio de poderes contradictorios dentro de un sistema político deja de funcionar. Cuando eso sucede, el status quo se vuelve intolerable para uno o más de los elementos que coexisten en su interior. Luego, sucede que uno o más de esos elementos tratan de romper el status quo por la fuerza, lo que provoca conflictos con otros elementos que están presentes en ese escenario con intereses reflejados en el orden político existente.

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Siria: se debe preservar la nación-estado por sobre el estado sectario

A medida que EEUU y Rusia se preparan para verificar los trabajos de desmantelamiento de las armas químicas en Siria, algunos think tanks en Washington y Moscú están tratando de revivir la idea de dividir el país devastado por la guerra en miniestados.

Todo es muy similar al debate previo a las elecciones de Irak en 2003, tras la liberación de la tiranía baasista de Saddam Hussein. Incluso una serie de libros editados recientemente en los EEUU avanzan sobre el tema de dividir Siria en miniestados, igual que el Irak actual fue repartido fácticamente en tres cantones: chiíta, sunita y kurdo.

Recuerdo exactamente un enfrentamiento verbal que tuvo sobre el tema el senador Joseph Biden, actual vicepresidente de los EEUU, con el senador John McCain. En esa discusión, Biden insistió en que Irak era un estado artificial y no podía sostenerse. Lo que el actual vicepresidente no entendía ni comprende actualmente es que todos los Estados árabes, y también los EEUU, son artificiales, sencillamente porque ninguno cayó del cielo completamente formado y menos en sus circunstancias actuales.

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El Acuerdo Kerry-Lavrov sobre Siria

Con su acuerdo sobre las armas químicas de Siria, el presidente Barack Obama ha provocado un estruendoso silencio en torno a su estilo de liderazgo. Sus amigos hablan de un golpe diplomático, sus adversarios afirman que ha cometido un error que ningún otro presidente de EEUU se habría permitido cometer.

Es innegable que ambos puntos de vista están abiertos a la discusión: el acuerdo Kerry- Lavrov puede ser un buen golpe diplomático para Moscú, pero no para Washington, y claramente ha sido una victoria demoledora de Putin, quien ha logrado encauzar la cuestión siria como planeaba. Recorriendo la crisis siria desde el principio, es claro que se trató de una revuelta de la ciudadanía contra un régimen que le niega sus derechos políticos y humanos, que aplastó las demandas populares con matanzas indiscriminadas en las que han muerto más de cien mil personas en los últimos treinta meses. Esto dio lugar a que la idea de una intervención fuera tomando cuerpo en la comunidad internacional, ello a fin de detener las matanzas y ayudar a los sirios a encontrar un camino hacia un nuevo sistema político que garantizara su seguridad. Pero esto no sucedió, todos y cada uno de los líderes de los países centrales esquivaron su responsabilidad en el caso sirio.

Ahora, centrando el problema en el arsenal de las armas químicas del régimen, Putin ha vuelto a incendiar Siria, tanto en el problema originario como en la solución. La salida que se busca es colocar ese arsenal bajo supervisión internacional a fin de ser desmantelado. Pero no se aborda el eje central del verdadero problema: se deja de lado las masacres ejecutadas por el Estado sirio con armas convencionales.

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La guerra siria no se puede ganar

Estados Unidos continua sin comprender que debe desarrollar una política intermedia entre la estrategia de ‘ir por todo’ de George Bush y ‘la parálisis’ de Barack Obama, que ahora busca el apoyo del voto democrata en el Congreso para, eventualmente, compartir responsabilidades ante un nuevo fracaso como Irak o Afganistán, o para compartir la humillación de retirarse sin intervenir luego de enviar gran parte de su flota a las costas de Siria.

Lo concreto es que para resolver el conflicto sirio se debe considerar el caso de Irak. La lección de Siria es que allí están en juego profundos intereses y conflictos entre corrientes históricas: Arabia Saudita-Qatar-Irán, suníes contra alawitas y chiitas y, por si fuera poco también kurdos contra árabes. Pero hay similitudes con Irak, donde EEUU debió mantener sus tropas un tiempo más para ayudar a transitar del sectarismo al pluralismo y no intentar resolver las cosas con unas elecciones insustentables como las 2010. Si decidieron ir allí, debieron quedarse lo necesario y no huir pavorosamente como lo decidió el señor Obama en su tiempo.

El modo de detener la guerra siria debe ser proporcionar un marco legal que asegure a los alawitas que no habrá venganza contra ellos en la era post-Assad. Esto liberaría el peligro real de que Siria se convierta en un Estado fallido ganado por el caos y que la guerra continúe profundizando el odio sectario. Se equivoca el gobierno estadounidense y también el francés cuando emiten declaraciones apoyando la idea de rendición de cuentas de Assad y sus allegados. Esas posiciones son entendidas por la secta alawita -a la que el presidente y su familia pertenecen- como una lucha a muerte y aleja cualquier posibilidad de reconciliación en el país.

Lo que debe primar es un programa de “verdad y reconciliación” como el que ayudó a resolver graves conflictos en Sudáfrica e Irlanda del Norte. Un proceso de transición podría comenzar con expertos internacionales y locales del régimen y de los rebeldes. Los partidarios de Assad que acordaran cooperar podrían obtener una amplia amnistía y bien podrían integrar un nuevo gobierno de transición. Ello detendría la guerra civil. A los alawitas que no están en el círculo íntimo de Assad se les debe ofrecer la seguridad de que no habrá represalias contra ellos; no cabe duda que muchos alawitas están con Assad porque temen que su caída comprometa su propia supervivencia. La gran mayoría cree que serán ejecutados sin opción alguna y este hecho está ayudando a Assad a militarizar toda la secta en una lucha de vida o muerte.

El tiempo se agota para Siria y el país se derrumba hacia un Estado fallido y anárquico. Con los los coches bombas estallando en Damasco, algunos de los comandantes rebeldes ya están tomando justicia por mano propia y actúan igual a los shabihas (paramilitares del régimen). Sin una solución política, Siria se transformara en un infierno por largo tiempo.

Lo cierto es que Siria es el espejo de Irak. La única forma de ver ahí una transición moderada y pluralista es con un acuerdo y un programa consensuado por una resolución de Naciones Unidas respaldada por Rusia y con un árbitro que seduzca, convenza y obligue a todas las partes a vivir juntas. 

La guerra siria no se puede ganar. Sólo se puede suprimir. Eso es el Oriente Medio y el Mundo Árabe. Es hora de que Occidente lo entienda y se pregunte qué fines desea y persigue en la región. Y en tal caso, más nos vale que escojan los medios adecuados para alcanzarlos, nos gusten o no, porque lo que allí suceda impactará en todo el mundo.

Los Estados Unidos y la Unión Europea deben comprender que no pueden cambiar sus políticas regionales y no pagar el precio por ello.

Comunidad internacional y crisis Siria: “opciones estratégicas”

Dos años y cinco meses después del comienzo de la revolución siria y su posterior transformación en abierta guerra civil, la comunidad internacional se encuentra en una encrucijada histórica: intervenir directamente con el objetivo de destituir el régimen del presidente Bashar Al Assad para ayudar a construir un poder alternativo en Damasco o respaldar con poder suave a la oposición al punto de empujar al régimen a negociar su salida sin más opciones.

La administración estadounidense declaró el pasado 10 de junio que comenzaría el proceso de armar a la oposición. El Pentágono indicó que considera también otras medidas, incluyendo, muy posiblemente, una zona limitada de exclusión aérea sobre el asediado país. Pero incluso en este punto, el juego final de EEUU en Siria es incierto. Washington aún debe explicar sus planes estratégicos regionales con respecto de Irán y Hezbollah por un lado y a las milicias salafistas y yihadistas por el otro.

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Sin líneas rojas: el conflicto intersectario árabe

Cuando el influyente clérigo Yusuf Al-Qaradawi llamó en su sermón del pasado viernes a los musulmanes suníes a unirse masivamente a los rebeldes que luchan contra el régimen del presidente sirio, Bashar al-Assad, lo que hizo efectivamente fue quitar el manto de hipocresía reinante en el mundo árabe islámico en torno del desenfrenado enfrentamiento histórico entre sunitas y chiítas en el Oriente Medio.

Qaradawi dijo que no era su intención demonizar a todos los musulmanes chiítas -lo cual es difícil de creer conociendo sus posiciones- pero ese ha sido precisamente el efecto de sus palabras que inflamaron más aún la confrontación en curso. El clérigo suní denunció a la secta alawita (rama del islam chiita) a la que pertenece Bachar Al- Assad, como “más infiel que los cristianos y los judíos“. Extendiendo, precisamente, a todos los chiítas la demonización que indicó no iba a hacer. También sostuvo que la organización chiíta Hezbollah (cuyo nombre se traduce como “partido de Dios”) es realmente “el partido del diablo.”

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