El ajuste al Garrahan, un cachetazo a la salud pública

En estas últimas semanas, la desfinanciación del Hospital Garrahan por parte del Gobierno de la Ciudad se coló en la agenda pública y se transformó en un una clara muestra de la tendencia al ajuste y al corrimiento del Estado porteño de sectores clave.

El financiamiento del Garrahan se realiza conjuntamente entre la Ciudad y la Nación desde el año 1989, cuando, a través del decreto 815, ambas jurisdicciones se comprometieron a aportar el 50 por ciento cada una. Sin embargo, el Gobierno de la Ciudad ha incumplido con la obligación de realizar su aporte en cinco de los ocho años de gestión macrista.

Los trabajadores del hospital comenzaron a denunciar el incumplimiento del Pro y pusieron en evidencia que a partir de 2014 el Ejecutivo porteño no sólo incumplió, sino que profundizó la desfinanciación. En 2014 no aportaron el 14% de los fondos comprometidos ($126.000.000 de un total de $900.000.000) y la proporción se elevó durante este 2015 al 25% (más de $340.000.000 de un total de los $1.324.000.000 comprometidos). Es decir que sumando estos dos años, el Gobierno de la Ciudad no ha transferido más de $467.000.000 que debía enviar, totalizando una deuda de $550.000.000 desde 2008 a la fecha.

Entre los argumentos utilizados para defenderse, Horacio Rodríguez Larreta eligió responsabilizar a los trabajadores por no adaptarse al ajuste. El propio Macri y otros funcionarios del Pro fueron más allá: expresaron que no deberían financiar al Hospital ya que la mayoría de sus pacientes no son porteños, como si la salud pública tuviera que quedar restringida a razones jurisdiccionales. Una barbaridad.

Para nosotros, la salud pública no sólo debe ser gratuita y de excelencia, sino también incondicionalmente universal. Pero aun con la lógica mercantilista que utiliza el Pro, este último pretexto se basa en una curiosa omisión. En efecto, así como el Gobierno de la Ciudad financia el 50 por ciento del presupuesto de un hospital cuyos pacientes no son, en su mayoría, porteños; los ingresos que la jurisdicción percibe tampoco son generados únicamente por porteños. Por caso, la Ciudad recaudó en 2014 más de $40.000 millones a través del impuesto por ingresos brutos (el cual representa, a su vez, el 63% del total de los ingresos percibidos por la Ciudad). Dicho impuesto se nutre del aporte del conjunto de los trabajadores que se desempeñan en la Ciudad; y de ese total, el 48% vive en el Gran Buenos Aires. En resumen, una proporción muy importante de los ingresos que percibe el Ejecutivo porteño es generada por las mismas personas a las que Macri pretende cobrarles la atención en el Garrahan.

La Ciudad de Buenos Aires tiene el centro de salud público pediátrico más importante de Argentina. El Garrahan atiende casi el 40% de los casos de cáncer pediátricos del país. Allí se realizan el 60% del total de los trasplantes pediátricos y el 80% de los hepáticos. Con la decisión política del desfinanciamiento, el Pro pone en riesgo la calidad y la prestación de servicios de un centro de excelencia.

Además, el desfinanciamiento del Hospital Garrahan se inscribe en el marco de una política general de abandono presupuestario de la salud por parte del PRO. En efecto, el macrismo ha disminuido la porción del presupuesto destinada a tal área, del 22,18% del total en el año 2010, al 18,18% en 2015.

Resulta obsceno que el Ejecutivo porteño aduzca falta de presupuesto para el Hospital y destine partidas millonarias para Niembro, para pautas publicitarias fantasmas y empresas de amigos que llamativamente son adjudicatarias de las contrataciones directas por montos exorbitantes.

El acuerdo transitorio al que llegaron los trabajadores con el Gobierno de la Ciudad fue producto de la movilización de toda la comunidad del Garrahan. En definitiva, la lucha de quienes conciben a la salud como un derecho básico inalienable y como uno de los derechos que el Estado debe defender y garantizar es el único dique de contención para evitar futuros atropellos y restablecer el 100 por ciento de financiamiento por parte del gobierno porteño.

El último bochorno del PRO

El apuro de Mauricio Macri por sacarse una foto con un subte renovado y así fortalecer su alicaída campaña presidencial le está costando muy caro a los porteños. En abril de 2014 el PRO había prometido que para febrero de este año los vagones de la línea B serían reemplazados por modernas formaciones adquiridas al metro de Madrid. Los trenes no eran cero kilómetro, sino usados, pero sostenían que de esta manera la renovación iba a ser más rápida y menos costosa. Transcurridos ya seis meses de 2015, ninguna de las dos premisas se concretó. Los porteños pasaremos el verano sin los coches con aire acondicionado, que quedaron postergados para marzo del año próximo.

El jefe de gobierno había anunciado con bombos y platillos que los nuevos vagones (CAF 6000), supuesta joya comprada a los españoles, iban a estar en funcionamiento en marzo de 2015. Para ello, claro, invirtió millones de pesos en reformas y cerró la red durante los fines de semana, porque las nuevas máquinas no eran adaptables a nuestra red. Continuar leyendo

El diario problema del transporte en la ciudad

En la Ciudad de Buenos Aires no se viaja nada bien. Este es un dato de la realidad que lamentablemente nos toca comprobar (y padecer) a diario a todos los porteños y porteñas.

Sin embargo, desde que asumió como Jefe de Gobierno a fines de 2007, Mauricio Macri ha hecho realmente poco para mejorar esta situación. A pesar de la prédica de los funcionarios del PRO, que acentúan la necesidad de desincentivar la utilización del automóvil y de tal modo contribuir a la descongestión del tránsito, las medidas que tomaron al respecto han sido en algunos casos insuficientes, y en otros, directamente contraproducentes.

Las bicisendas son iniciativas saludables y bien orientadas, pero no resuelven el problema estructural de transporte. Además, su emplazamiento se concentra en la zona norte y en el microcentro de la Ciudad, y brilla por su ausencia en las comunas del sur. Continuar leyendo

El macrismo continúa desatendiendo las áreas sociales

La Ciudad de Buenos Aires tiene el segundo presupuesto más grande del país en el volumen global (después del correspondiente a la Provincia de Buenos Aires). A su vez, el proyecto presentado por el oficialismo porteño para el ejercicio 2015 prevé un aumento en el presupuesto total del 43% en términos nominales respecto del sancionado en 2014.

Sin embargo, a pesar de la abundancia de recursos con los que cuenta la Ciudad, las áreas que más requieren de un Estado presente, activo, que contribuya a reducir las desigualdades y a mejorar las condiciones de vida de la población (fundamentalmente de los sectores vulnerados), siguen siendo cada vez más relegadas en la asignación de fondos.

En efecto, resulta especialmente llamativa la sistemática reducción de la participación de los servicios sociales en el presupuesto total: desde 2010, la proporción destinada a dicho rubro ha ido disminuyendo año a año, y para 2015 resulta inferior en 7,7 puntos porcentuales a la de aquel año.

Asimismo, dos áreas sustanciales como lo son educación y vivienda, que han sido profundamente desatendidas por el macrismo durante toda su gestión, y que durante 2014 atravesaron crisis de particular envergadura, han estado lejos de ser priorizadas en la asignación de los recursos.

En el caso del área educativa, a principios de este año la implementación del fallido sistema de inscripción online puso en evidencia una situación que no es novedosa en la Ciudad de Buenos Aires: la existencia de 7.500 chicos que no pueden acceder a la escuela pública porque no tienen vacantes. Pero a pesar de que la resolución de esta problemática precisaría un shock de inversión, la participación de este rubro en el total del presupuesto disminuyó por cuarto año consecutivo.

Por su parte, el área de vivienda sólo incrementó en 0,26 puntos porcentuales su participación en el total respecto de 2014. Después de haber reducido su participación durante los últimos años dramáticamente, resultará imposible resolver la situación de déficit habitacional en la que se encuentran alrededor de 500.000 porteños y porteñas (entre los cuales 275.000 habitan villas y asentamientos precarios).

A su vez, el proyecto de presupuesto 2015 elaborado por el ejecutivo porteño también evidencia la irresponsabilidad con la que el PRO ha manejado las cuentas de la Ciudad. En efecto, el exponencial endeudamiento atravesado por la Ciudad durante estos años (cuyo pasivo está cerca de cuadruplicarse desde que asumió Macri), obliga a destinar cada vez más recursos al cumplimiento de las obligaciones contraídas. En particular, el monto de las partidas destinadas a pagar la deuda pública previsto en el proyecto de presupuesto para 2015 duplica al de 2014.

En definitiva, a pesar de la gran abundancia de recursos con los que cuenta la Ciudad de Buenos Aires, el proyecto de presupuesto presentado por el macrismo para el año próximo sigue desatendiendo demandas de vastos sectores sociales.

Para Macri, el subte no es derecho sino mercancía

Mauricio Macri decidió este jueves dar marcha atrás con el aumento de la tarifa del subte previsto después de que su gobierno (Sbase) subiera la tarifa técnica de la red un 37 por ciento, llevándola de $7,47 a $10,26 pesos. La determinación del jefe de Gobierno porteño de congelar la suba obedece a dos posibles motivos: no quería pagar el costo político en medio de su campaña presidencial para 2015 o los números de esa tarifa técnica estaban tan inflados que hacían que su planteo fuera inverosímil. Creemos que es un poco de las dos cosas.

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El aumento del subte genera inflación

El aumento de la tarifa del subte que se implementará desde este viernes es justificado por Mauricio Macri como un ajuste inflacionario, según sus propias declaraciones. Sin embargo, con esta explicación, el líder del PRO oculta una gran contradicción, que quedará materializada cuando los pasajeros deban empezar a abonar 4,50 pesos para utilizar el servicio. En realidad, es el propio Macri quien produce inflación al subir el costo del boleto, e incurre de esta manera en comportamientos similares a los de la mayoría de los formadores de precios, que atentan contra el bolsillo de los argentinos bajo la excusa de la suba de costos.

En 2012, el precio del pasaje se incrementó un 127 por ciento, cuando pasó de 1,10 a 2,50 pesos. Un año más tarde, el incremento acumulado ascendió a un 218 por ciento, cuando la tarifa aumentó a 3,50 pesos. Y en este 2014, con el precio de 4,50, llegó a una suba de 309 por ciento en dos años. Sobra decir que el incremento es ampliamente superior a cualquier tasa inflacionaria, incluso a la previsión del 24 por ciento para 2014 que el propio Gobierno de la Ciudad fijó en el Presupuesto de dicho año.

Con sus argumentos, el Jefe de Gobierno engaña a la sociedad. Este nuevo aumento de tarifa, más que estar motivado por la inflación, es el que termina incentivándola. La política tarifaria del transporte puede ser un mecanismo de propagación inflacionaria (de este modo la implementa Macri) o, por el contrario, puede funcionar como un ancla al aumento de los precios, en caso de que el Estado subsidie el precio del boleto.

Además, Macri incurre en una segunda mentira, cuando sostiene que “los aumentos inflacionarios hay que pagarlos o se deteriora el servicio”. Él mismo dijo que está comprometido a mejorar el funcionamiento del subte. Sin embargo, es evidente que durante su gestión el servicio ha empeorado constantemente. El martes, por caso, Roberto Pianelli, Secretario General de la Asociacion Gremial de los Trabajadores del Subte y Premetro, denunció que desde hace dos años en la línea A hay 50 viajes menos por día, y en las líneas B, C y D, 20 menos.