Por: José Cruz Campagnoli
En la Ciudad de Buenos Aires no se viaja nada bien. Este es un dato de la realidad que lamentablemente nos toca comprobar (y padecer) a diario a todos los porteños y porteñas.
Sin embargo, desde que asumió como Jefe de Gobierno a fines de 2007, Mauricio Macri ha hecho realmente poco para mejorar esta situación. A pesar de la prédica de los funcionarios del PRO, que acentúan la necesidad de desincentivar la utilización del automóvil y de tal modo contribuir a la descongestión del tránsito, las medidas que tomaron al respecto han sido en algunos casos insuficientes, y en otros, directamente contraproducentes.
Las bicisendas son iniciativas saludables y bien orientadas, pero no resuelven el problema estructural de transporte. Además, su emplazamiento se concentra en la zona norte y en el microcentro de la Ciudad, y brilla por su ausencia en las comunas del sur.
Por su parte, el sistema de Metrobús ha sido eficiente en las avenidas 9 de Julio y Juan B. Justo, en donde redujo considerablemente el tiempo de los viajes, pero ello no se ha verificado en el caso del denominado “Corredor Sur”, cuyos efectos en tal sentido son sensiblemente menores.
A su vez, la extensión del sistema a través de nuevas arterias ha estado plagada de polémicas e irregularidades. Por caso, tras la movilización de vecinos y de la comunidad educativa, los funcionarios macristas tuvieron que confirmar que este año no construirán el Metrobús proyectado por la Avenida Paseo Colón, cuya traza requería la demolición del Centro Isauro Arancibia (donde estudian chicos y chicas en situación de calle), del centro clandestino de detención “Club Atlético” y del Centro de Atención Integral a la Niñez y la Adolescencia (Caina). Asimismo, el Metrobús del “Corredor Norte” (actualmente en construcción) constituye un ejemplo escandaloso de utilización de los fondos de los porteños en función de la campaña presidencial de Mauricio Macri: mientras que la mitad del recorrido de este Metrobús se encuentra en Vicente López, el municipio gobernado por el primo del Jefe de Gobierno porteño tan sólo aporta algo más del 10% de los fondos para la obra (siguiendo la misma lógica que la reciente donación de ambulancias a municipios del conurbano vinculados políticamente con el macrismo).
Amén de estas situaciones vergonzosas, una estrategia verdaderamente eficaz para comenzar a resolver los problemas de tránsito de la Ciudad de Buenos Aires precisa de una considerable extensión de la red de subterráneo, además de una importante mejora de la calidad del servicio. Pero el PRO ha hecho todo lo contrario.
No ahondaremos en su conocida promesa de construir 10 kilómetros de subte por año: a pesar de la grandilocuencia de su compromiso de campaña, Macri ni siquiera ha construido un kilómetro por año en lo que va de su gestión. Por ello, los 52 kilómetros de extensión de la red de subte de Buenos Aires están bien lejos de los 226 kilómetros del Distrito Federal de México, de los 103 kilómetros de Santiago de Chile (que se inauguró hace apenas 30 años y hoy duplica a la de Buenos Aires, con una población de apenas el 10%), o de los más de 60 kilómetros de San Pablo y Caracas.
Pero no sólo la red no se ha extendido. A su vez, como consecuencia de una constante y acentuada suba de tarifas (que logró aumentar el precio del boleto más de 300% en apenas tres años), cada vez son menos los pasajeros que viajan en subte. En efecto, entre 2011 y 2013 la cantidad de pasajeros transportados se redujo en casi un 20%.
Entonces, en lugar de promover la profunda reorganización del sistema de transporte que la Ciudad de Buenos Aires precisa, el macrismo ha decidido poner en práctica algunas iniciativas fáciles de visibilizar y rápidas de implementar, pero que no resuelven verdaderamente un problema que afecta a todos los porteños y porteñas, cada uno de los días de la semana.