“Contado con liqui”, el dólar que más sube

En un mercado de cambios intervenido, desdoblado en los hechos y con precios distorsionados entre el circuito oficial -al que sólo se accede para operaciones de comercio exterior y las autorizadas para turismo- y el paralelo -donde el billete físico se consigue un 54% más caro-, aparece otra cotización que sincera la percepción del valor del peso argentino en el exterior: el “contado con liquidación”.

Este tipo de cambio surge de la transferencia legal de activos argentinos, sean bonos o acciones, a una cuenta en el exterior, para ser vendidos y hacerse de dólares. Lo habitual es que se efectivice a través de papeles locales que cotizan en Nueva York (los ADR) o títulos públicos argentinos emitidos en dólares que tengan mayor liquidez. La brecha entre el “liqui” y el dólar oficial alcanza hoy el 62 por ciento. Estas transacciones son legales, las cursan sociedades de Bolsa que cobran una comisión cercana al 2% y son supervisadas por el Mercado de Valores.

Continuar leyendo

El dólar en Argentina y el ejemplo venezolano

El anuncio de una devaluación en Venezuela generó en la Argentina un intenso contrapunto acerca de la posibilidad de que esa iniciativa se aplique en el país, para erradicar el virtual desdoblamiento del mercado de cambios, en el que coexisten un dólar oficial para turismo y comercio exterior, y otro incipiente pero en crecimiento en el circuito paralelo.

Después de registrar una inflación del 3,3% en enero, el gobierno de Hugo Chávez decidió establecer una nueva tasa de 6,3 bolívares por cada dólar, que significó una devaluación del 32% de la moneda venezolana o, lo que es lo mismo, un salto del precio del dólar oficial del 46 por ciento. Sin embargo, el dólar informal, que en Venezuela llaman coloquialmente “lechuga verde”, no se contuvo con la medida adoptada el 13 de febrero, sino que en apenas tres semanas el billete que se transa en las calles se disparó 30%, desde 19,5 bolívares a 25 bolívares. Casi en forma inmediata se diluyó el efecto devaluatorio y se trasladó al mercado paralelo. Con más lentitud, pero inexorablemente, se traducirá en más inflación para bienes y servicios.

Continuar leyendo

Quién gana y quién pierde con el cepo al dólar

Todos los actores de la economía, desde consumidores a grandes empresarios y el propio Estado, son afectados en forma directa o indirecta por el “cepo” cambiario que deja al arbitrio de la AFIP y el Banco Central la autorización para comprar dólares. Sólo con mencionar a algunos de los involucrados en este esquema cambiario se advierte que hay claros ganadores y perdedores según su capacidad de acceso a la divisa norteamericana.

Entre los ganadores está el Gobierno, que adquiere dólares a 5 pesos -el precio oficial- y también paga a $5 por cada dólar que valen los productos que compra en el exterior, como el gas y el petróleo que importan Enarsa e YPF.

Los turistas integran el grupo de los beneficiados. Los argentinos que viajaron al exterior con dólares oficiales recibieron una suerte de subsidio por veranear en el extranjero, por ejemplo, con la contratación de paquetes en pesos. Por los pagos con tarjeta fuera del país se aplica un recargo de 15%, muy inferior a la brecha entre el dólar oficial y el libre, hoy en 53 por ciento.

Los agentes turísticos locales ganan además con el flujo de turismo receptivo: muchos extranjeros encuentran a la Argentina atractiva y aún barata, al financiar su estadía con ventas en el mercado paralelo. De todos modos, por primera vez en 10 años, el 2012 arrojó un déficit de dólares por el intercambio turístico. Los extranjeros dejaron en el país u$s3.095,7 millones, contra u$s3.185,3 millones -sin contar divisas en efectivo adquiridas en el mercado informal ni las compradas antes del cepo- que gastaron los argentinos en el exterior.

En las últimas semanas hubo versiones sobre “manos amigas” del Gobierno que vendieron dólares en la plaza informal para que el precio del dólar “blue” baje. Sin fundamentos sobre cómo se producen estas operaciones, en las que deben usarse divisas en blanco para transacciones sin registrar, se mencionó en este rumor a casas de cambio, bancos y hasta organismos oficiales. De existir esta intervención, habría una inigualable ganancia al comprar dólares al tipo de cambio oficial y venderlos al precio paralelo.

Aquellos importadores que acceden al mercado oficial, en su mayoría proveedores de la industria local, también son vencedores en este esquema. Un caso llamativo de esta ventaja cambiaria es el de aquellos que compraron automóviles premium fabricados fuera del Mercosur, que se comercializan en pesos al tipo de cambio oficial. La venta de coches de lujo, si bien es insignificante en términos macroeconómicos, aumentó 10% en 2012.

Por supuesto que los operadores del mercado paralelo del dólar también ganan: el spread entre el precio de compra y el de venta puede superar holgadamente el 5 por ciento.

Los perdedores

En este listado aparecen los asalariados en pesos: el alza del “blue” gradualmente se traslada a precios y afecta al bolsillo de los trabajadores y sus familias.

Indirectamente, los bancos se benefician a través del incremento de los depósitos en pesos, por la falta de opciones para invertir en moneda local, aunque el retiro de colocaciones en dólares es un perjuicio. Sólo las acciones dieron ganancias importantes, atadas al incremento del dólar libre, pero este mercado es muy volátil, para entendidos y contraindicado para el corto plazo. El panel Merval ganó en promedio un 21% en enero, pero ya pierde 5% en el transcurso de febrero.

Si bien el Banco Central regula el precio del dólar con sus intervenciones en el mercado mayorista, sufre la fuga de capitales. La salida de depósitos en dólares horada las reservas, al igual que la merma en las liquidaciones por exportaciones del agro y la venta de dólares por turismo.

Los exportadores que cobran $5 por cada dólar que se paga por sus productos en el mercado internacional resignan parte del beneficio que les reportaría un tipo de cambio más alto.

En esta breve reseña hay que incluir al mercado inmobiliario, que tradicionalmente opera en dólares y está paralizado por el cepo. Apenas los contratos de alquiler y las ventas en pesos de proyectos a estrenar o fideicomisos al costo mantienen algún ritmo de actividad. Esta retracción se evidencia también en la pérdida de empleo en el sector construcción y la caída en el registro de proyectos para edificar.

La soja y el doble filo del tipo de cambio atrasado

En enero los productores de soja liquidaron por exportaciones la mitad que en el mismo mes de 2012. Esta reducción significó unos u$s1.400 millones, en un mes tradicionalmente positivo para sumar reservas a las arcas del Banco Central. Los activos de la entidad ganaron en enero de 2012 unos u$s218 millones, mientras que en el mismo período de 2013 cedieron 640 millones de dólares. Esta pérdida se explica en parte porque los productores agropecuarios vendieron un 55% menos oleaginosa en el arranque del año, a la espera de mejores precios internacionales para su producto y de un tipo de cambio oficial más ventajoso, pero, sobre todo, porque la última cosecha -39,9 millones de toneladas- fue 19% menor a la de la campaña anterior.

Cuando en marzo de 2008 se desató la disputa entre el Gobierno y los productores sojeros por la aplicación de retenciones móviles para el principal producto de exportación argentino, sorprendió la iniciativa del Banco Central de colocar importantes posiciones vendedoras de dólares en el mercado mayorista para bajar la cotización. Así fue que la divisa retrocedió cerca de 6%, a $3,04, precio en el que osciló entre junio y agosto de aquel año, como una forma de escarmentar a quienes habían comprado dólares con la especulación de una suba importante, así como instar a un recorte de la rentabilidad de la soja, aun cuando por entonces se hacía efectivo el cese de comercialización por el paro agrario. Como los exportadores deben liquidar los dólares que ingresan al tipo de cambio oficial, una baja de la paridad reduce la cantidad de pesos que reciben a cambio de su producto.

A diferencia del 2007, el actual escenario macroeconómico acota el margen del Gobierno para depreciar el peso y mejorar la competitividad a través del tipo de cambio, debido a que el propio Estado es el mayor importador, en particular en materia energética, rubro que demandó compras al exterior por u$s9.266 millones el año pasado. Un dólar más alto obligaría al Gobierno a desembolsar más pesos para adquirir las divisas necesarias para esas operaciones, cuando las cuentas fiscales están muy ajustadas.

En el 2001, último año de la convertibilidad, la tonelada de soja promedió un precio de u$s172, con una retención del 3,5% que no se destinaba al Estado, sino a fondear un subsidio para la industria aceitera. El productor recibió entonces una media de u$s166 por tonelada, mientras que en la actualidad percibe unos u$s347 por tonelada (u$s534 en el mercado de Chicago menos el 35% de retenciones), que se liquidan al tipo de cambio de 5 pesos. Con esos $1.735 por tonelada, se pueden comprar sólo u$s226 en el mercado paralelo.

Mientras que la alícuota de las retenciones aumentó por diez y el precio internacional de la soja creció tres veces, el ingreso del productor aumentó 36% en dólares, una proporción significativamente menor, cuando muchos costos en moneda norteamericana en el mercado interno lo hicieron por encima de ese rango. Con el correr de los años y la creciente inflación, lo que no se logró por retenciones móviles se consiguió por atraso cambiario: los ingresos por la soja crecieron más para el fisco que para el productor.

Es por eso que al recibir en su bolsillo un 58% menos que el valor en el mercado exterior, y con la actual brecha entre el dólar “blue” y el oficial, hay reticencia de los chacareros a liquidar la cosecha, a la espera de que la divisa oficial se acerque más a los seis pesos, como sugirió el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Por el mismo motivo, no es de extrañar la inquietud oficial que se evidencia en las inspecciones de la AFIP a los campos en las últimas semanas.

En tanto, esta tasa de cambio afecta la rentabilidad en las áreas marginales de siembra, impulsa el acopio de granos en las silo-bolsas, posterga el ingreso de dólares al fisco y a las reservas del Banco Central, desincentiva la inversión en un sector muy competitivo y empobrece a la economía en general.

La caída de reservas, contracara del dólar “blue”

Las reservas del Banco Central mostraron un retroceso de u$s 640 millones en enero y contabilizaron en dos años una pérdida de u$s10.004 millones desde el récord histórico de u$s 52.654 millones el 26 de enero de 2011. Si bien los actuales u$s 42.650 millones cuadruplican el stock de hace una década, en plena crisis post-convertibilidad, resignaron un 19% desde su nivel máximo. ¿Qué origina esta pérdida?

La merma en las arcas del Banco Central obedece en primer término al pago de deuda pública en dólares con fondos de la entidad, a la vez que la emisión de pesos a cuenta del Tesoro para financiar gasto corriente horada el valor del peso: estos activos en moneda extranjera son el respaldo del circulante y su retroceso se traduce en elevada inflación y afecta el poder de compra de los salarios en el mercado interno.

El 6 de abril de 2012 entró en vigencia la nueva Carta Orgánica del Banco Central, establecida por la Ley 26.739, que elimina la relación fija entre la base monetaria y las reservas internacionales.  Según la normativa, el nivel de los activos que la entidad que preside Mercedes Marcó del Pont debe mantener está relacionado con su “capacidad para atender las demandas del balance de pagos”. Cumplido este objetivo, “las reservas que excedan ese nivel podrán ser utilizadas exclusivamente para el pago de deudas soberanas”, mientras que permite “un canal adicional de financiamiento al Gobierno nacional equivalente al 10% de sus ingresos en efectivo” a través de adelantos transitorios.

Otro factor que socava las reservas y se advierte en este inicio de 2013 es el de una menor liquidación de exportaciones, en particular desde el agro. Los productores esperan una mayor cotización para el dólar oficial, hoy al filo de los 5 pesos, después de que el secretario de Comercio Interior estimara que podría alcanzar los 6 pesos para fin de año, un 20% más. Asimismo, hay expectativas de mejora en los precios de los granos en el mercado internacional que impulsan a los agricultores a confiar en resguardo de la “silo-bolsa” y no apurar la venta de su producto.

Sin embargo, la mitad de la baja de reservas la sigue explicando en 2013 la salida de depósitos en dólares de los bancos privados. Estas colocaciones se contabilizan como reservas en concepto de encajes de las entidades financieras. Hasta el 25 de enero se “fugaron” del sistema financiero u$s 252 millones, según datos del BCRA, con un promedio superior a los u$s 60 millones por semana. Desde que se instauró el “cepo” cambiario el 31 de octubre de 2011  se retiraron 7.113 millones de dólares.

La liquidez de pesos, excesiva si se la confronta con el respaldo que tienen en moneda dura, incentiva a los ahorristas a procurarse de dólares en el mercado informal, por efecto de las restricciones de la AFIP y el Banco Central. Este impedimento para atesorar dólares genera un clima de desconfianza: el que tiene dólares no se desprende de ellos y el que los tiene en una cuenta prefiere retirar sus depósitos y hacerse de los billetes físicos.

Todos estos elementos se conjugan para explicar el inesperado salto del dólar libre a 8 pesos. Emisión, inflación, déficit fiscal, retraso cambiario, contracción de las exportaciones y escasez de billetes se retroalimentan y presionan a un mercado paralelo diminuto, pero explosivo.

De qué dólar hablamos cuando hablamos de dólar

El incremento del dólar informal volvió a colocar al billete verde en el centro del debate económico del verano, pero el abanico de cotizaciones de la divisa excede ampliamente este mercado marginal y tiene variedad de lecturas según desde dónde se lo observe o negocie.

Existe un dólar oficial o minorista, que es el de la cotización de las casas de cambio y bancos autorizados a operar la divisa en la plaza regulada por el Banco Central y la AFIP. Este dólar, a $4,98, tiene escasas transacciones por las restricciones oficiales aplicadas a partir del 31 de octubre de 2011 e incide, por ejemplo, en el llamado “dólar turista” de referencia para viajar al exterior y para los pagos con tarjeta fuera del país, con un recargo del 15% sobre el dólar oficial (hoy a $5,73).

La cotización “turista” sigue resultando barata para los consumidores y esta sensación se evidencia en el incremento del stock de crédito en dólares con tarjeta, que volvió a crecer en enero, después de cuatro meses en baja.

Hay otro dólar, el más significativo por su volumen, que es el mayorista o interbancario. Este precio es la referencia real del mercado, aunque sólo se utiliza para operaciones entre bancos, empresas y el comercio exterior. El mercado mayorista opera entre 300 y 400 millones de dólares diarios y es donde interviene el Banco Central para fijar el precio en lo que se denomina la “flotación administrada” y abastecerse de divisas para incrementar las reservas. Por lo general, éste se sitúa en un plano intermedio entre los precios de compra y venta en el circuito minorista, que, a su vez, replican casi de inmediato las variaciones del mayorista. Este dólar es ahora de 4,9725 pesos.

Otra referencia para el dólar es el financiero o “contado con liquidación”. Su valor se establece por la cotización de las acciones o los bonos argentinos, dividida por la cotización en dólares de estos mismos activos en el exterior. Es decir, el “contado con liqui” refleja el precio del dólar que convalidan los operadores financieros en transacciones legales de fuga de capitales, llamadas así porque producen la salida de dólares del mercado financiero local para ser colocados en el exterior.

Este dólar financiero promedia hoy $7,63 y reproduce, entre muchos factores analizados por los actores del mercado, la relación entre reservas y masa monetaria, el riesgo país argentino o los indicadores de actividad económica locales. Por ejemplo, si tomamos la cotización de la acción de YPF, ésta es de $119,45 en la Bolsa de Buenos Aires. Si se divide esa cifra por los u$s15,70 que cotiza YPF en Wall Street, resulta un dólar implícito de 7,61 pesos.

Al “contado con liqui” se lo denomina “blue chip” en la jerga de la City financiera. Fue así que se acuñó el término “blue” para llamar al billete que manejan las “cuevas” en el circuito informal. El dólar “blue” opera, según fuentes del sector, entre 30 y 40 millones de dólares diarios, aunque según fuentes oficiales esta cifra podría ser inferior, en torno a u$s10 millones diarios. Como fuere, es menos del 10% de lo operado en el mercado mayorista, aunque no es un número para desdeñar: supera ampliamente el monto diario negociado en acciones en la Bolsa porteña.

Como en otras etapas de la historia argentina, cuando algo se prohíbe surgen múltiples denominaciones o eufemismos para referirse a la misma cosa. Así, el “blue” es también el “dólar libre” (el único al que el ahorrista accede sin controles oficiales), paralelo (se comercializa en un circuito a la sombra del oficial), informal o negro (no queda registro de las transacciones), ilegal (lo realizan individuos sin autorización oficial para operar divisas extranjeras), marginal (sus negocios son minúsculos aunque, lamentablemente, crecientes), entre otras definiciones. Su precio, hoy de $7,66, es muy volátil pues pocas operaciones pueden hacerlo subir o bajar de forma abrupta.

Aunque es improbable anticipar un precio de equilibrio para la divisa norteamericana, es útil mirar la brecha: es habitual que coincida el rango entre los dólares mayorista y financiero (ahora en 53,4%) con el de los dólares oficial y libre (53,8%).

Por lo general, el dólar libre es ligeramente más barato que el “contado con liqui”, por la simple razón de que en el segundo, al ser formal, se cobra una suerte de comisión por la intermediación financiera en las operaciones, registradas y declaradas. Esta relación se revierte estos días cuando la plaza informal está muy demandada y escasean los billetes físicos.

Señales de alerta para la economía

Algunos indicadores conocidos la última semana muestran un desempeño mediocre de la actividad económica en 2012 y trazan un sendero difícil para una recuperación consistente este año. Según cifras del propio Indec, la producción industrial retrocedió 1,2% el año pasado, mientras que Estimador Mensual de Actividad Económica aumentó 1,8% en noviembre, para acumular en los primeros once meses de 2012 un alza de 1,9% frente al año anterior, lejos del 5,1% de crecimiento que se pautó en el Presupuesto.

Por otro lado, la consultora Orlando Ferreres & Asociados indicó que la inversión interna bruta descendió 6,4% el año pasado y que el PBI se contrajo 0,3% en comparación a 2011.

Argentina es uno de los países de la región que menos creció en 2012 y puede serlo también en 2013, además de ser uno de los que más inflación tiene en el mundo y de los pocos en los que faltan dólares, cuando éstos abundan en América Latina. Los gobiernos tienen dificultades para evitar la apreciación de las monedas.

El debate por la elevada inflación se extiende ahora al débil crecimiento. La pregunta es si una cosecha récord y mayores exportaciones a Brasil serán suficiente arrastre para reactivar la economía local en 2013.

Las restricciones a la importación afectaron la actividad, retrajeron el empleo y contribuyeron al incremento de los precios internos. Las restricciones cambiarias generaron un clima de incertidumbre que quitó impulso a la inversión, estrangularon al sector inmobiliario y perjudicaron a la construcción. La suba del dólar informal también generó la expectativa de que muchos de los precios van a seguir subiendo a su ritmo.

La inflación comenzó a erosionar el consumo: los pesos valen menos frente a los bienes, a la vez que cae la recaudación en términos reales y se resienten las cuentas públicas. A diferencia de años anteriores, la emisión de pesos del Banco Central ya no es un incentivo para la demanda y el consecuente aumento de la oferta, sino que se traslada casi sin escalas a los precios.

El Gobierno logró algunos de los objetivos que se propuso, pero con alto costo. El superávit comercial alcanzó la importante suma de u$s12.690 millones, con baja de exportaciones e importaciones. La compra de bienes de capital, es decir, maquinarias y herramientas para la producción, decreció un 13 por ciento. El “cepo” al dólar frenó la fuga de capitales y preservó las divisas en manos oficiales para importar energía y pagar deuda, pero se perdieron reservas, trepó el dólar paralelo y aumentó en exceso la masa monetaria, por adelantos y giro de utilidades del BCRA al Tesoro nacional.

Aunque parezca contradictorio, el enfriamiento de la economía, que comenzó hace 15 meses en coincidencia con las restricciones para comprar dólares, asoma hoy como el único efecto moderador para la suba de precios minoristas. La fuerte desaceleración de la actividad es una preocupación que empieza a desplazar al dólar o la inflación. El efecto recesivo de las restricciones demuestra que las salidas de corto plazo no pueden reemplazar un plan económico integral.