Por: Juan Gasalla
Todos los actores de la economía, desde consumidores a grandes empresarios y el propio Estado, son afectados en forma directa o indirecta por el “cepo” cambiario que deja al arbitrio de la AFIP y el Banco Central la autorización para comprar dólares. Sólo con mencionar a algunos de los involucrados en este esquema cambiario se advierte que hay claros ganadores y perdedores según su capacidad de acceso a la divisa norteamericana.
Entre los ganadores está el Gobierno, que adquiere dólares a 5 pesos -el precio oficial- y también paga a $5 por cada dólar que valen los productos que compra en el exterior, como el gas y el petróleo que importan Enarsa e YPF.
Los turistas integran el grupo de los beneficiados. Los argentinos que viajaron al exterior con dólares oficiales recibieron una suerte de subsidio por veranear en el extranjero, por ejemplo, con la contratación de paquetes en pesos. Por los pagos con tarjeta fuera del país se aplica un recargo de 15%, muy inferior a la brecha entre el dólar oficial y el libre, hoy en 53 por ciento.
Los agentes turísticos locales ganan además con el flujo de turismo receptivo: muchos extranjeros encuentran a la Argentina atractiva y aún barata, al financiar su estadía con ventas en el mercado paralelo. De todos modos, por primera vez en 10 años, el 2012 arrojó un déficit de dólares por el intercambio turístico. Los extranjeros dejaron en el país u$s3.095,7 millones, contra u$s3.185,3 millones -sin contar divisas en efectivo adquiridas en el mercado informal ni las compradas antes del cepo- que gastaron los argentinos en el exterior.
En las últimas semanas hubo versiones sobre “manos amigas” del Gobierno que vendieron dólares en la plaza informal para que el precio del dólar “blue” baje. Sin fundamentos sobre cómo se producen estas operaciones, en las que deben usarse divisas en blanco para transacciones sin registrar, se mencionó en este rumor a casas de cambio, bancos y hasta organismos oficiales. De existir esta intervención, habría una inigualable ganancia al comprar dólares al tipo de cambio oficial y venderlos al precio paralelo.
Aquellos importadores que acceden al mercado oficial, en su mayoría proveedores de la industria local, también son vencedores en este esquema. Un caso llamativo de esta ventaja cambiaria es el de aquellos que compraron automóviles premium fabricados fuera del Mercosur, que se comercializan en pesos al tipo de cambio oficial. La venta de coches de lujo, si bien es insignificante en términos macroeconómicos, aumentó 10% en 2012.
Por supuesto que los operadores del mercado paralelo del dólar también ganan: el spread entre el precio de compra y el de venta puede superar holgadamente el 5 por ciento.
Los perdedores
En este listado aparecen los asalariados en pesos: el alza del “blue” gradualmente se traslada a precios y afecta al bolsillo de los trabajadores y sus familias.
Indirectamente, los bancos se benefician a través del incremento de los depósitos en pesos, por la falta de opciones para invertir en moneda local, aunque el retiro de colocaciones en dólares es un perjuicio. Sólo las acciones dieron ganancias importantes, atadas al incremento del dólar libre, pero este mercado es muy volátil, para entendidos y contraindicado para el corto plazo. El panel Merval ganó en promedio un 21% en enero, pero ya pierde 5% en el transcurso de febrero.
Si bien el Banco Central regula el precio del dólar con sus intervenciones en el mercado mayorista, sufre la fuga de capitales. La salida de depósitos en dólares horada las reservas, al igual que la merma en las liquidaciones por exportaciones del agro y la venta de dólares por turismo.
Los exportadores que cobran $5 por cada dólar que se paga por sus productos en el mercado internacional resignan parte del beneficio que les reportaría un tipo de cambio más alto.
En esta breve reseña hay que incluir al mercado inmobiliario, que tradicionalmente opera en dólares y está paralizado por el cepo. Apenas los contratos de alquiler y las ventas en pesos de proyectos a estrenar o fideicomisos al costo mantienen algún ritmo de actividad. Esta retracción se evidencia también en la pérdida de empleo en el sector construcción y la caída en el registro de proyectos para edificar.