Por: Juan Gasalla
Algunos indicadores conocidos la última semana muestran un desempeño mediocre de la actividad económica en 2012 y trazan un sendero difícil para una recuperación consistente este año. Según cifras del propio Indec, la producción industrial retrocedió 1,2% el año pasado, mientras que Estimador Mensual de Actividad Económica aumentó 1,8% en noviembre, para acumular en los primeros once meses de 2012 un alza de 1,9% frente al año anterior, lejos del 5,1% de crecimiento que se pautó en el Presupuesto.
Por otro lado, la consultora Orlando Ferreres & Asociados indicó que la inversión interna bruta descendió 6,4% el año pasado y que el PBI se contrajo 0,3% en comparación a 2011.
Argentina es uno de los países de la región que menos creció en 2012 y puede serlo también en 2013, además de ser uno de los que más inflación tiene en el mundo y de los pocos en los que faltan dólares, cuando éstos abundan en América Latina. Los gobiernos tienen dificultades para evitar la apreciación de las monedas.
El debate por la elevada inflación se extiende ahora al débil crecimiento. La pregunta es si una cosecha récord y mayores exportaciones a Brasil serán suficiente arrastre para reactivar la economía local en 2013.
Las restricciones a la importación afectaron la actividad, retrajeron el empleo y contribuyeron al incremento de los precios internos. Las restricciones cambiarias generaron un clima de incertidumbre que quitó impulso a la inversión, estrangularon al sector inmobiliario y perjudicaron a la construcción. La suba del dólar informal también generó la expectativa de que muchos de los precios van a seguir subiendo a su ritmo.
La inflación comenzó a erosionar el consumo: los pesos valen menos frente a los bienes, a la vez que cae la recaudación en términos reales y se resienten las cuentas públicas. A diferencia de años anteriores, la emisión de pesos del Banco Central ya no es un incentivo para la demanda y el consecuente aumento de la oferta, sino que se traslada casi sin escalas a los precios.
El Gobierno logró algunos de los objetivos que se propuso, pero con alto costo. El superávit comercial alcanzó la importante suma de u$s12.690 millones, con baja de exportaciones e importaciones. La compra de bienes de capital, es decir, maquinarias y herramientas para la producción, decreció un 13 por ciento. El “cepo” al dólar frenó la fuga de capitales y preservó las divisas en manos oficiales para importar energía y pagar deuda, pero se perdieron reservas, trepó el dólar paralelo y aumentó en exceso la masa monetaria, por adelantos y giro de utilidades del BCRA al Tesoro nacional.
Aunque parezca contradictorio, el enfriamiento de la economía, que comenzó hace 15 meses en coincidencia con las restricciones para comprar dólares, asoma hoy como el único efecto moderador para la suba de precios minoristas. La fuerte desaceleración de la actividad es una preocupación que empieza a desplazar al dólar o la inflación. El efecto recesivo de las restricciones demuestra que las salidas de corto plazo no pueden reemplazar un plan económico integral.