¿Cuánto nos sale el Fútbol Para Todos?

La semana pasada el programa Fútbol Para Todos (FPT) volvió a estar en los titulares de los principales medios de comunicación cuando trascendió la noticia de que Marcelo Tinelli finalmente había rechazado hacerse cargo de la transmisión del fútbol argentino. Las razones deberían ser obvias. Los condicionamientos que le imponía el propio gobierno eran ridículos. Se esperaba que el famoso conductor pusiera la plata, se hiciera cargo de la gestión y las eventuales pérdidas y futuras inversiones, pero dejándole poco o nulo margen para la toma de decisiones.

Era esperable que no se llegara a un acuerdo teniendo en cuenta que el FPT se ha convertido en un instrumento de propaganda y manipulación de masas al mejor estilo goebeliano donde un gobierno utiliza miles de millones de pesos del presupuesto público para hacerse autopropaganda. Recordemos que utilizar fondos públicos como si fueran propios y encima para hacer política partidaria es fascismo en estado químicamente puro. En este sentido, el broche de oro de este enorme desmanejo fraudulento de fondos vino de la empresaria inmobiliaria y agitadora profesional Hebe de Bonafini cuando sentenció que “el FPT no está para hacer plata sino para hacer política” (sic). A confesión de parte, relevo de prueba.

Pero me gustaría detenerme unos minutos para mostrarles la cantidad de dinero que se va en financiar estos programas sin ningún tipo de utilidad pública, y también para poner un poco de perspectiva sobre estas cifras.

Desde que se estatizó el fútbol argentino, el FPT ya lleva despilfarrados la friolera de 6.500 millones de pesos si se contempla el presupuesto de este año. Cerca del 57% de ese dinero se va a en pago de derechos a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), 26% en publicidad y el restante 17% en gastos de producción y comercialización.

Lo que es llamativo es que en cuanto a los gastos en publicidad, prácticamente la totalidad de la pauta proviene de fondos que aporta el gobierno. No hay publicidad privada. Es decir, que la única propaganda que llega a la totalidad de los hogares argentinos es el autobombo de los actos del Frente para la Victoria y las supuestas bondades de las empresas estatizadas por el kirchnerismo. En la misma línea, y siguiendo el modus operandi al que nos tiene acostumbrados el gobierno de la década ganada, las partidas asignadas a la producción del FPT se adjudicaron de manera directa a un puñado de productoras y empresas afínes al gobierno (son las mismas que realizan la producción de los actos del gobierno en la Casa Rosada). Pero esto no es nuevo, las estatizaciones de empresas y de estos estrafalarios programas fueron siempre un festín para los corruptos y su círculo de empresarios afínes, que se enriquecían a costa de enormes presupuestos pero siempre a costa del pueblo que financia las enormes pérdidas de estos dislates.

Pero vean las prioridades y el costo social de este disparate. Si tomamos el total del gasto acumulado del FPT desde su inicio hasta el presupuesto estimado para este año, con ese dinero se pudieron haber construido más de medio millón de viviendas sociales, más de 46 hospitales públicos, y cerca de ochocientas escuelas. Los recursos siempre son escasos, por eso lo que se malgasta tiene un enorme costo social, ya que son recursos que ya no están disponibles para atender las verdaderas necesidades del país.

Por todos estos motivos estamos realizando una campaña on-line para que todos los argentinos de bien puedan dar su “like” y ayudarnos a decirle basta al Fútbol Para Todos. Con las firmas que juntemos vamos a elevar nuestro reclamo al Congreso de la Nación. ¡Es ahora o nunca!

 

Si no somos nosotros, ¿quién?; si no es ahora, ¿cuándo?

El PRO, quien se identifica por representar al espacio centrista, viene haciendo un gran labor en cuestiones de gestión pública; sin embargo, para gobernar y construir una alternativa viable con poder a nivel nacional es necesario, la otra parte, la política lisa y llana.

En este contexto, desde PRO Libres queremos aportar a esta causa. Nos ofrecemos a colaborar para la organización del partido Propuesta Republicana a lo largo y a lo ancho del país; con el afán de construir un partido estructurado, con una conducción nacional, representativa de los diferentes distritos y con conducciones locales.

¿Cómo se logra esto? Dándole más importancia a los comuneros, produciendo una plena descentralización y buscando a los referentes de cada pueblo y dejarlos hacer. Aquí yace la bolilla primera de la construcción política: generar internas democráticas para permitir la convivencia en paz entre personas disconformes, resolviendo sus diferencias por medios pacíficos y legales.

De esta manera, se promueven liderazgos alternativos, se renuevan las ideas y se inyecta de energía la estructura dinamizándose a través de la amplia participación de los afiliados. Con cimientos sólidos que dan agilidad al maniobrar político, fundamentales para enfrentar la alta complejidad de una organización y de su contexto tan volátil, se puede aspirar a alcanzar el desafío de conseguir un millón de afiliados a nivel nacional para generar sentido de pertenencia y miembros comprometidos con las ideas y su consecuente accionar.

Tenemos en nuestras manos una oportunidad histórica de ofrecer una alternativa a la hegemonía del gobierno kirchnerista, a los reciclados y al chavismo más fundamentalista, disfrazado de oposición.

En los últimos sondeos que manejan varias consultoras porteñas confirman que Mauricio Macri se encuentra en un pico de popularidad con un 60 por ciento de imagen positiva y su gestión alcanza el 70 por ciento de aprobación.

Es el momento de arriesgarnos a cambiar para capitalizar todos estos logros legitimados por los ciudadanos, la clave estará en la lista de legisladores, siempre y cuando, volvamos a hablar de política. La misma que en las PASO exigió y premió la ciudadanía.

El silencioso fraude a la democracia

Hay diversas formas de hacer fraude que atentan contra la democracia, pero hay una de ellas que es tratada de manera tan sigilosa que suele pasar desapercibida.

Los dirigentes y los partidos políticos del país, en gran medida, parecieran desconocer una regla elemental de la democracia, basada en el predominio de las mayorías, que a su vez reconocen a las minorías, a las cuales hay que respetar sus derechos y, además, concederles cuotas de participación. De allí surge la necesidad de darles la posibilidad a los ciudadanos de elegir a los representantes que crean más idóneos para que integren las listas partidarias, para que luego se enfrenten a otras fuerzas políticas.

La falta de democracia partidaria es el silencioso fraude que sufre el sistema democrático de nuestro país. Esto es realmente muy grave, pues son estas organizaciones políticas y su élite dirigencial los que determinan las listas de candidatos, programas de gobierno o políticas públicas, una vez en el poder, marginando absolutamente de la toma de decisiones a todos los ciudadanos con legítimo derecho de participar y monopolizando la oferta electoral que tendrá la ciudadanía.

El argumento pueril que se suele esbozar para no respetar las internas democráticas es que dividen y generan conflictos. Esta falacia se desvanece con el mero hecho de comprender que la democracia no es un sistema para poner a todos de acuerdo sobre todas las discordias posibles, sino para permitir la convivencia en paz entre personas disconformes, resolviendo sus diferencias por medios pacíficos y legales. 

Algunos síntomas que reflejan las heridas democráticas son el declive en la concurrencia a las urnas, menor identificación partidaria, caída en el número de afiliados y militantes, sumado a la pérdida de confianza en los partidos, como también una tendencia alcista hacia una centralización oligárquica del poder. A raíz de esto, el compromiso cívico le está dando la espalda a los partidos políticos y al proceso electoral para encauzarse por otros carriles, como organizaciones no gubernamentales o grupos civiles que no se sienten cómodos ni representados con las estructuras partidarias.

De esta manera es como los partidos se debilitan, se fragmentan, proscriben y ningunean a los mejores hombres, convirtiéndose en estructuras vacías, sin dinámica, dedocratizadas por el “líder” y su cúpula. Entonces, vale la pena preguntarse: ¿cómo habrán de gobernar estos partidos en democracia, si no son capaces de ejercerla internamente?

Por ello, los partidos juegan un rol clave en la construcción de un sistema democrático saludable, que nos permita a los ciudadanos participar activamente en pie de igualdad en el juego interno de las organizaciones políticas, ya que es nuestro deber elegir a los mejores candidatos para que nos representen, como también tener la oportunidad de ser elegidos si nos sentimos aptos para ello.

Es decir que si los políticos y sus partidos actuaran con respeto a las minorías y a las normas democráticas, seguramente más personas estarían participando en política y tendríamos una democracia más plena. Sin embargo, eso significaría que los caudillos podrían perder poder. ¿Se animarán a correr ese riesgo en favor de la democracia?

Las PASO son una extraordinaria oportunidad para demostrar qué políticos y qué partidos no sólo hablan de democracia, sino que la practican.

Ibarra, no nos tomes por idiotas

Esta semana, Aníbal Ibarra presentó un proyecto para regular los alquileres de viviendas en la Ciudad de Buenos Aires. En pocas palabras, consiste en fijar precios máximos a los alquileres cobrados mensualmente, prohibir cualquier tipo de ajuste en los valores, bajar comisiones cobradas por martilleros y aumentar impuestos a propiedades desocupadas.

Para abordar este tema, es fundamental analizar el cambio en las doctrinas jurisprudenciales sobre el “poder de policía” del Estado; desde una concepción de poder policía “restringido” a uno “amplio”.

Esa doctrina surge en el caso “Ercolano c/Lanteri de Renshaw” del 28 de abril de 1922, donde se cuestionó la constitucionalidad de una ley de congelamiento de los alquileres, ya que esta norma interfería en un contrato voluntariamente celebrado por las partes.

La visión acorde con la Constitución de 1853, ratificando al poder de policía limitado, es expresada en ese fallo por la posición minoritaria del presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina en ese entonces, mi tatarabuelo el juez Antonio Bermejo. Esta doctrina limitaba la acción interventora y regulatoria del Estado a cuestiones relacionadas con la seguridad, la salud y la moral pública, dejando incapaz al Estado para intervenir en la libertad contractual de los individuos. Sostenía, a tal efecto, que la reglamentación del precio de la locación es incompatible con el derecho de usar y disponer de la propiedad, con el principio de su inviolabilidad y con la prohibición de alterar las garantías fundamentales con leyes reglamentarias, consignadas respectivamente en los art. 14, 17 y 28 de la Constitución.

La Corte Suprema, sin embargo, en voto mayoritario se adscribiría aquí al concepto “amplio” del poder de policía, conforme al cual la reglamentación podía restringir los derechos de propiedad allí donde concurriera un interés público intenso. Sobre esa pauta, la Corte entendió que el Congreso podía intervenir en la materia y regular el precio.

Lamentablemente, al adoptar esta postura, la Corte mostró un total desconocimiento de la más básica teoría económica, afectando al derecho de propiedad privada, la libertad contractual y la seguridad jurídica, lo cual destruyó el mercado inmobiliario durante décadas, desalentando toda oferta de viviendas con destino al alquiler.

A diferencia de los argumentos populistas del legislador, bien sabemos que la principal razón del aumento de la demanda alquileres y, por ende, de su precio, es la carencia de un sistema de créditos, el cual se torna imposible en este contexto inflacionario y de poca seguridad jurídica. Quizá Aníbal se olvide que el Banco Ciudad, a pesar del difícil panorama económico, facilitó a los porteños el acceso a miles de viviendas con sus créditos hipotecarios hasta que el kirchnerismo, del cual es parte, le quitó los fondos judiciales que utilizaban para otorgar los créditos, por el mero hecho atacar al que gestiona correctamente.

Han pasado más de 90 años de ese histórico fallo, es momento de madurar como sociedad, aprender de los desaciertos, volviendo al criterio restringido para afianzar la seguridad jurídica, la confianza económica y la estabilidad política.

Si permitimos que controlen nuestra historia y nuestro presente, repitiendo argumentos arcaicos y falaces, controlarán nuestro futuro y volveremos a cometer los mismos errores. Por eso, te pido Ibarra, no nos tomes por idiotas.

Las PASO, una oportunidad de renovación

Desde muy joven me apasionó la política, y viví consustanciado con las ideas de la libertad y los principios republicanos que otrora fueran la base de nuestra organización como Nación.

Lamentablemente, crecí en medio de la vorágine populista que desde hace varias décadas se adueñó de la República. Sin embargo, ante la adversidad, siempre defendí con fervor estos ideales como también la democracia partidaria. Es decir, que los electores se expresen en las urnas para elegir a los candidatos que consideran más idóneos para llevar adelante la defensa de sus ideas en los cuerpos colegiados de la república.

Siguiendo mis principios, luego de un arduo trabajo en los grupos juveniles, el 10 de diciembre de 1985, asumí como concejal de la Ciudad de Buenos Aires (hoy legislador), banca a la que accedí con el apoyo de la juventud y a través de elecciones directas y democráticas, venciendo las actitudes “dedocráticas” en contra.

Como saben, falta poco tiempo para las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) que se desarrollarán el 11 de agosto, en las que elegiremos a los candidatos a diputados y senadores nacionales por la Ciudad de Buenos Aires.

Claramente, ésta es una gran oportunidad para ejercer la democracia partidaria y comenzar a solucionar la crisis de representatividad que sufre el sistema político argentino.

En la Argentina la hegemonía del kirchnerismo no es eterna. Depende, eso sí, de la oposición, generar una alternativa sólida, con dinámica interna y con dirigentes surgidos de las bases partidarias, que pueda darle al país un gobierno republicano que esté a la altura de los desafíos que el mundo demanda.

En este sentido, desde PRO Libres queremos contribuir a esta causa presentando nuestra lista de candidatos a las PASO y es necesario que los demás afiliados a nuestro partido, que deseen ser candidatos, se presenten a lo largo y a lo ancho del país, para estimular la más amplia participación y democracia interna, con una pluralidad de figuras, expertos y cuadros, de modo que el PRO pueda transformarse en la gran fuerza nacional de las ideas que representa.

Es por eso que hoy, como en esos años, he retomado la actividad político-partidaria con el compromiso de luchar por la libertad, la república y la democracia interna y externa, para que el espíritu y la letra de la Constitución no sean sólo ideas escritas sino una realidad palpable.

Después de muchos años espero volver a representar a los ciudadanos, esta vez desde la Cámara baja, donde garantizaremos la protección de nuestras vidas, libertades y propiedades, terminando con los atropellos de parte de los agentes del “progresismo”, y de quienes quieren imponernos, a través de la suma del poder público y con la complicidad de los cuerpos legislativos, lo que no pudieron imponernos por las armas.

El peso se derrite, la Argentina también

Me gustaría que sean parte del evento que hicimos el martes pasado que despertó la curiosidad de cientos de ciudadanos y por eso los invito a imaginarse que estamos frente al Banco Central con un billete congelado como lo muestra esta imagen y a escuchar atentamente estas palabras:

Les hablo de la inflación, de esa inflación que nos derrite como se derrite esta barra de hielo. Nos derrite nuestros ahorros, nuestro poder adquisitivo y, en suma, nuestros sueños de una vida mejor.

No quiero entrar a la discusión de cuanto es el nivel de la inflación. Ustedes lo viven cuando van al supermercado o salen a comer. Pero todos sabemos que el Indec y Cristina mienten. El tema es por qué pasa esto y cómo se puede solucionar. La barra de hielo se sigue derritiendo al igual que nuestro poder adquisitivo.

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Volver al futuro

La semana pasada, el régimen kirchnerista ha utilizado el histórico edificio del Congreso Nacional para asestar un golpe de gravedad institucional al sistema republicano de gobierno consagrado por la Constitución Nacional.

Un verdadero golpe de estado que atenta contra su letra y, por sobre todo, contra su espíritu.

El artículo 29 de la Ley Fundamental establece, con toda claridad: “El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria”.

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¡Nos están robando!

Nuestro salario se derrite como una barra de hielo y pierde valor todos los días.


¿Recuerdan estos precios?

 

¿Quién es el culpable? ¿Clarín? ¿Fondos buitres? ¿FMI? ¿Grupos concentrados? ¿Comerciantes? ¡NO nos dejemos engañar! ¡El único culpable de la inflación es el gobierno nacional y su banco central!

La inflación la genera el Gobierno Nacional emitiendo más dinero que la demanda de la gente, con el fin de pagar sus estrafalarios gastos. Es un impuesto que pagamos de forma indirecta. Es el más inmoral de los impuestos porque ataca al fruto de nuestro trabajo y perjudica, más que nada, a los ciudadanos con menos recursos. Lo pagamos para mantener empresas ineficientes y deficitarias como Aerolíneas Argentinas; lo pagamos para que el Gobierno financie Fútbol para Todos, propaganda estatal y 678.

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La (i)rresponsabilidad de los funcionarios

Uno de los principios del régimen democrático-republicano es el de la responsabilidad de los funcionarios. Es el principio de rendición de cuentas, que incluso tenía un antecedente en un sistema monárquico y absolutista como el de la colonia española: el juicio de residencia.

En esa época, se sometía los virreyes a un proceso en el cual debían demostrar que no se habían enriquecido o actuado ilícitamente en su cargo; si se comprobaba lo contrario se los podía multar o inhabilitar para continuar su carrera pública. Claro que esto nunca se aplicaba al rey.

Más de 200 años después, en la Argentina, muchos funcionarios parecen haber heredado del régimen imperial prerrogativas cuasi monárquicas, que los colocan en situaciones de impunidad y a cubierto de investigaciones por los posibles ilícitos que cometan, sin que siquiera tengan que afrontar algo parecido a un “juicio de residencia”.

Los funcionarios no sólo deben velar por los intereses públicos, sino también responder ante los ciudadanos por las tareas que ejerzan. También deberían demostrar en firma fehaciente que no se han beneficiado indebidamente en lo personal utilizando las influencias, mecanismos o infraestructura del Estado.

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Argentina y Venezuela: el verdadero desafío

Es imposible no recordar al peronismo de los años 40 y 50 cuando pensamos en el chavismo venezolano y en el recientemente desaparecido Hugo Chávez. Tanto Perón como Chávez eran militares y cada uno de ellos se respaldó en el poder de las Fuerzas Armadas.

Ambos irrumpieron después de una democracia degradada. Ambos fueron caudillos carismáticos y de fuertes personalidades. Los dos contaron con una situación de bonanza económica derivada de las exportaciones (producción agropecuaria en un caso y petróleo en otro). Y los dos implantaron gobiernos con el apoyo de los más pobres, pero ejercieron el poder en forma autoritaria, apostando a reelecciones indefinidas y la supresión de las libertades públicas. Uno y otro consideraron a sus opositores como enemigos de la patria.

También crearon una red de ayuda, que contribuyó a reforzar su recuerdo entre los más humildes, pero que en realidad fueron gigantescos mecanismos clientelares. Esos subsidios no iban sólo a los más pobres: Perón y Chávez también crearon una “burguesía” empresarial protegida, ineficiente y prebendaria.

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