El difícil equilibrio de Massa

“La ancha avenida del medio” que supo profesar Sergio Massa como candidato presidencial durante la campaña electoral del 2015, parece haberse convertido, al menos por algunos momentos, en una “estrecha calle del medio”. No porque haya disminuido la cantidad de sus seguidores sino por lo difícil que le resulta en ocasiones al actual diputado nacional, mantenerse como una alternativa real al macrismo y al peronismo.

Desde que emergió en el 2013 en las elecciones legislativas, ganándole al kirchnerismo en una alianza bonaerense con el PRO, Massa siempre avizoró que debía diferenciarse del Frente para la Victoria (FPV) y del PRO.

Con esa estrategia afrontó las elecciones presidenciales de 2015, pero claramente su posición no contemplaba que la UCR, la segunda estructura política mas importante de la Argentina detrás del peronismo (con gobernadores, intendentes, legisladores nacionales y provinciales) estableciera una alianza con Mauricio Macri y Elisa Carrió (Coalición Cívica), que derivó en Cambiemos, el actual frente gobernante.

El tercer puesto del ex intendente de Tigre, detrás de Macri y de Daniel Scioli, siguió alimentando la idea de la “tercera posición”, pero ante el nuevo tablero político y de poder en la Argentina, cada vez resulta más difícil establecer esa opción.

Si bien en la dialéctica Massa juega a ser “distinto” del gobierno y del FPV, intentando desmarcarse permanentemente, lo cierto es que le cuesta bastante salir de la telaraña en la que quedó atrapado.

La gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, tiene línea directa con Massa y no es extraño que se repitan las llamadas entre ambos por temas de gestión en la provincia de Buenos Aires. ¿Por qué? Porque Massa de alguna manera cogobierna con Vidal. Dada la falta de legisladores propios que tiene Cambiemos en la provincia, el PRO terminó sellando un acuerdo con Massa: apoyó a las leyes del gobierno provincial a cambio de cargos. Así, el presidente de la Cámara de Diputados bonaerense es el massista Jorge Sarghini.

Daniel Arroyo (candidato a vicegobernador de Felipe Sola) y Mario Meoni (ex intendente de Junín que perdió la comuna), estrechos colaboradores del Frente Renovador, son directores del Banco Provincia; el sub es Carlos Vittor contador (ex funcionario del municipio de Tigre y de la ANSES); en tanto como subtesorero aparece Facundo Fernández, apoderado del Frente Renovador y secretario de Economía de San Fernando.

En el Senado provincial, el massismo se quedó con la vicepresidencia segunda, a cargo del cuñado del jefe del Frente Renovador, Sebastián Galmarini; en tanto la Secretaría de Relaciones Institucionales quedó a cargo de Germán López.

Incluso en su momento trascendió que fue Massa quien sentó al camporista José Ottavis ante Vidal, cuando el dirigente kirchnerista aún manejaba el bloque del FPV. Ottavis debió dejar ese rol, producto de la ofensiva del PJ ortodoxo por desplazar a La Campora, pero mantiene intacto su vínculo con el ex intendente de Tigre.

Respecto del gobierno nacional pasa algo similar. Por un lado, miembros del massismo como Adrián Pérez o Francisco Delgado pasaron directamente a ser funcionarios de la administración de Mauricio Macri.

La posición de Massa respecto de la ley antidespidos padeció ese doble estándar que tiene el Frente Renovador con el gobierno nacional. Massa tiene un fluido diálogo con el titular de la Cámara de Diputados y principal operador del gobierno, Emilio Monzó. Y también con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Han sido varias las ocasiones en que Monzó y Frigerio visitaron a Massa en su casa de Tigre para acordar algo, relacionado con alguna ley del Congreso Nacional.

Pero con la ley antidespidos, el jefe del Frente Renovador se topó con la heterogeneidad de la fuerza que formó para la campaña electoral.

“El Frente Renovador tiene tantas diferencias como miembros”, ironizó un integrante del gabinete nacional de Mauricio Macri, días después de que el propio Presidente invitara a Massa a “no votar con el kirchnerismo”, a favor de la ley contra los despidos.

Mas allá de la chicana de Macri, el diputado nacional terminó acordando con el peronismo, porque necesitaba ocultar las discrepancias y reclamos internos que surgieron en torno a la doble indemnización y la suspensión de despidos.

Fue el titular del PJ nacional, el diputado sanjuanino José Luis Gioja, el que lo convocó a él y a otros dirigentes como Diego Bossio, para avanzar en el tratamiento en Diputados de la Ley Antidespidos, sin cambios referentes a la PYMES, como lo pretendía el Frente Renovador. Esa convocatoria a los distintos “peronismos” fue avalada por el bloque del Frente para la Victoria con Héctor Recalde a la cabeza.

“¿Massa está con el gobierno o con el Frente para la Victoria?”, se preguntó un experimentado dirigente radical, que añadió una chicana: “¿Como se sentirá Margarita Stolbizer al ver que Sergio vota con el peronismo oficial y disidente?”. Massa y Stolbizer había establecido una agenda parlamentaria que pareció desvanecerse con el debate por una ley que suspendiera los despidos.

Mientras el peronismo se mantenga dividido, el Frente Renovador sigue siendo una opción plural, que excede al pejotismo. Sin embargo, si el PJ se unifica como tal para las elecciones del 2017, y el oficialista Frente Cambiemos hace lo propio, en tanto el kirchnerismo queda como una tercera opción electoral, es muy poco lo que queda para repartir entre el massismo y otras expresiones.

¿Estará cerca la hora en que Sergio Massa vuelva al PJ nacional o termine convirtiéndose en un firme aliado o miembro del frente oficialista?

Una lectura opositora muy riesgosa

El escenario electoral ingresa esta semana en su último mes antes del “25-O”, el día de los comicios generales que podrían decidir al Presidente que suceda a Cristina Fernández o a los dos competidores que se disputarán el ballottage por la Casa Rosada el 24 de Noviembre.

En el último tramo de la larguísima campaña electoral, lo acontecido hasta aquí, con un ojo puesto en las elecciones, podría resumirse en tres actos.

Primer acto: Daniel Scioli gana las PASO y queda a solo 1 punto y media del 40 por ciento.

Segundo acto: Mauricio Macri no crece lo esperado porque Sergio Massa no se desintegró.

Tercer acto: Scioli y Massa critican a Macri. Scioli porque lo considera su rival y Massa porque quiere desalojarlo del “segundo lugar”.

¿Cómo se llama la obra?

El “nombre de la obra” puede ser cualquiera, sin embargo una rara sensación invade el clima opositor. El antikirchnerismo está apostando todo, absolutamente todo, a un ballottage que ni siquiera está asegurado, habida cuenta de algunos indicadores que se dieron en la última semana.

En principio, distintas encuestas ratificaron el 1, 2 y 3 de Scioli, Macri y Massa, en ese orden. Difieren los porcentajes, pero algunas de ellas reflejaron lo que por estas horas comienza a asemejarse a una posibilidad: si Scioli llega a los 40 puntos, será Presidente.

Ocurre que desde las PASO y, ayudado por el caso Niembro, Macri se amesetó al igual que Scioli, pero la diferencia es que el candidato del Frente para la Victoria le sacó una ventaja de 14 puntos en las primarias (38 frente a 24), mientras que el postulante del PRO, cuyo objetivo era profundizar la polarización con el gobierno y hacerse de los votos que habían ido a la canasta de Massa, no logró esa meta hasta ahora.

¿El crecimiento de Massa a quién beneficia? Si Massa crece, sin superar a Macri que es lo que en apariencia estaría ocurriendo, el beneficiario de esa disputa opositora es Scioli, siempre que alcance los 40.

Ahora bien, si Massa superara a Macri ubicándose en segundo lugar y forzara un ballottage con Scioli, otro podría ser el escenario. “Sergio es nuestro peor competidor en una segunda vuelta porque nos disputa el voto peronista”, admitió un operador oficialista.

Contra todos los pronósticos políticos y periodísticos, Scioli viene despegándose del kirchnerismo día a día. Filtrando los eventuales nombres de su gabinete sin ningún kirchnerista, dejando a La Cámpora de lado de las decisiones importantes, formulando propuestas económicas –como las de mañana en el Teatro Opera- con claras diferencias con las aplicadas por Cristina Fernández, y dejando de lado a su otrora “comisario político” y compañero de fórmula, Carlos Zannini.

Scioli ha establecido una mesa chica en la que no está Zannini. Allí pueden verse a los gobernadores Juan Manuel Urtubey (Salta), Maurice Closs (Misiones) y Sergio Urribarri (Entre Ríos), además del santafesino Omar Perotti, así como el titular de Anses, Diego Bossio o al Secretario de Seguridad, Sergio Berni. Ningún kirchnerista de paladar negro.

Tanto Urribarri como Bossio y Berni, en algun momento fervientes kirchneristas, han puesto al “peronismo” y al “pragmatismo” por encima de todo, y hace tiempo se alinearon absolutamente a Scioli.

Ni Zannini, Axel Kicillof, Andrés “Cuervo” Larroque, Eduardo “Wado” de Pedro, José Ottavis, Carlos Kunkel, Diana Conti, Edgardo Depetri o Agustín Rossi, por citar dirigentes ultra K, forman parte de la mesa chica y muchos de ellos ni siquiera de la mesa ampliada sciolista.

Así como Scioli parece deshacerse de kirchneristas y camporistas, Macri hizo lo propio con sus socios. El escándalo que obligó a Macri a aceptar la renuncia a su candidatura a Fernando Niembro, marcó la soledad en la que queda el PRO en algunos decisiones trascendentales. Prácticamente ni la UCR ni el núcleo de la Coalición Cívica que lidera Elisa Carrió salió a respaldar al periodista deportivo.

¿No será necesario que Macri muestre como tal a Cambiemos, con una mayor participación de dirigentes que no sean del PRO para este último mes de campaña? Semanas atrás hubo un intento en recorrer el interior con el mendocino Julio Cobos, lo cual pareció efectivo. Habrá que ver si el papel de Macri junto al radical y candidato a gobernador de Tucumán, José Cano, sumó o restó. Tal vez sería productivo que Cambiemos intensifique actividades con Ernesto Sanz y Elisa Carrió, para ofrecer una imagen de un frente que, por ahora, parece ser sólo PRO.

Si la oposición quiere ir al ballottage, debe mostrar cohesión, un bloque homogéneo capaz de gobernar sin ser desbordado por internas o diferencias.

Pero la no formulación de propuestas ni de posibles integrantes de un gabinete nacional marcan una carencia en la estrategia de Cambiemos. Sería un error para la oposición creer que el “antikichnerismo” es un estadio consolidado, estable, fijo.

La cantidad de votantes que se mantendría fiel a su voto en las PASO se habría reducido de manera alarmante en los últimos días. Esa fidelidad habría pasado del 80 por ciento al 65. Es decir, que un 35 por ciento del electorado podría cambiar su voto. No obstante, nadie asegura si eso indicaría un giro oficialista u opositor.

La memoria debe tener presente que el kirchnerismo-peronismo parecía destinado a desaparecer en el 2009 cuando la oposición venció en las legislativas con el tridente Macri-Francisco de Narváez-Felipe Sola en la provincia de Buenos Aires. Dos años mas tarde, Cristina Fernández arrasó con el 54% de los votos, compuesto por votos de fieles y ajenos.

En el 2013 venció las legislativas Sergio Massa y hoy se ubica tercero. La oposición debería aprender de los tropiezos.

Scioli se sincera y Macri piensa en noviembre

A 50 días de las elecciones generales del 25 de octubre, Scioli salió a jugar fuerte, no sólo desmarcándose ya del cepo kirchnerista sino desafiando a su principal rival, Mauricio Macri, a informar quiénes lo acompañarán en un eventual gabinete nacional.

Mientras muchos vaticinaban dos meses atrás que Carlos Zannini iba a ser un “cepo” para Scioli, que Cristina Fernández iba a mover los hilos de un eventual gobierno desde El Calafate y que La Cámpora se transformaría en una suerte de policía para hacer cumplir el “proyecto”, el candidato del Frente para la Victoria hizo lo que su chip le indica, lo que es su esencia: desmarcarse.

Zannini pasó a ser un islote dentro del archipiélago de nombres que está armando Scioli para su eventual gobierno y en el que la pura cepa kirchnerista está ausente.  “Está en otro poder, el Poder Legislativo”, ironizó un dirigente sciolista sobre el posible futuro del actual compañero de fórmula de Scioli. La excepción K serán Gabriel Mariotto y Jorge Taiana que también tendrían su despacho en el Poder Ejecutivo, aunque de seguro a nivel de Secretaría de Estado.

El círculo netamente sciolista ocuparía lugares claves para una eventual administración de Scioli. Alberto Pérez (Jefe de Gabinete), José “Pepe” Scioli (Inteligencia, la AFI), Oscar Cuartango (Trabajo), Alejandro Collia (Salud), Ricardo Casal (Justicia), Gustavo Marangoni o Martín Ferré (Anses), Carlos Gianella (AFSCA), Jorge Telerman (Cultura) y Gustavo Ferrari (Secretaría de Legal y Técnica).

En materia económica, el equipo estará compuesto por Miguel Bein (Finanzas), Mario Blejer (en otra área económica desde dónde se sentará con los organismos financieros internacionales), Silvia Batakis (Hacienda) y Miguel Peirano (Producción industrial).

Dirigentes que vienen de ser intendentes bonaerenses, también tendrán su lugar en un eventual elenco ministerial como Alejandro Granados (Defensa) y Fernando Espinoza (Territorios y Ciudades). En tanto dos ex funcionarios de segunda línea del gobierno de Cristina Fernández que continuarán serían Sergio Berni (Seguridad), Lino Barañao (Ciencia y Tecnología) y Diego Bossio, en un cargo aún a definir.

Los gobernadores que desembarcarían en la Casa Rosada son José Urribarri (Entre Ríos), Maurice Closs (Misiones) y Jorge Sapag (Neuquén), de quien siempre Scioli destacó su conocimiento en materia energética. En tanto el santafesino Omar Perotti suena para el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, así como Daniel Filmus en Educación.

¿Le ofrecería Scioli la Cancillería al cordobés José Manuel de la Sota? Nadie en el círculo sciolista se anima a negar esa posibilidad pero tampoco quieren alimentarla, en medio de la competencia electoral y cuando “el Gallego” está jugando con Macri y Sergio Massa. Raúl Follonier hoy cumple la función de lobbista, mas que de canciller en las sombras.

Macri establece un juego distinto, apuntando directamente a un armado para un ballottage. El frente Cambiemos no cree que Scioli salga del amesetamiento en el que se encuentra e incluso se entusiasma con encuestas que otorgan una leve ventaja de María Eugenia Vidal sobre el candidato del FPV, Aníbal Fernández.

No fue casual en los últimos días las intensas reuniones de Aníbal con los intendentes bonaerenses, así como el encuentro del PJ bonaerense en Mar del Plata: Scioli sabe que necesita que los jefes comunales se metan más en la campaña para llegar a 45 puntos en territorio bonaerense. Y los intendentes consideran que los votos de Aníbal Fernández dependen exclusivamente de los votos que tenga Scioli.

Difícilmente Macri de a conocer los nombres de quiénes lo acompañarán en un eventual gabinete nacional. Porque no será estrictamente PRO sino que debería abrir la mano a sus socios del radicalismo y de la Coalición Cívica y, tal vez, hasta el Frente Renovador de Sergio Massa y al delasotismo.

Ocurre que Macri habla con Massa y con De la Sota. Quiere establecer un pacto en silencio de apoyo, entre las fuerzas opositoras, al candidato que llegue al ballottage contra Scioli. Hacer campaña juntos, llamar al voto por el aspirante opositor, establecer líneas generales de gobierno.

Para ello, el jefe de Fobierno porteño pretende que Scioli apenas lo aventaje por 4 o 5 puntos el 25 de octubre, e ir por todo en la segunda vuelta de Noviembre.

Por lo pronto, mañana la oposición volverá a mostrarse “unida” para pedir por mayor transparencia en los comicios del 25 de octubre. Los operadores políticos antikirchneristas saben que no hay tiempo, aunque el Gobierno quisiera, para resolver ese problema de fondo y hasta ahora es el mejor argumento que ha encontrado para cuestionar al oficialismo y hacerse eco en la sociedad.

Por eso resulta difícil que Macri salga a pelear con Scioli en el terreno que propone el dirigente peronista, el de los nombres que lo acompañarán en un eventual gobierno.

La disputa entre dos formas de hacer campaña

Daniel Scioli y Mauricio Macri no solo representan a dos espacios políticos que, al menos en teoría, están en las antípodas, y pujan por habitar la Casa Rosada a partir del 11 de diciembre próximo. También representan dos estilos de hacer política, dos estrategias de campaña claramente distintas.

En las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del próximo domingo se sabrá si la campaña sciolista fue mas efectiva que la macrista, o viceversa.

Si esa disputa se ejemplificara como una pelea de boxeo por el Título Mundial, los analistas podrían recurrir a la siguiente descripción: el campeón –el gobierno, Scioli-, a sabiendas de sus cualidades, debe administrar el desarrollo de la pelea sin cometer errores, tratando de evitar que el rival conecte alguno de sus golpes. En tanto el retador –Macri- es quien debe demostrarle al jurado que ha hecho mérito suficiente para convencerlos de que el nuevo monarca debe ser él. Nada de eso parece ocurrir.

Scioli no necesitaría proponer nada, salvo que quisiera diferenciarse del gobierno kirchnerista de los últimos doce años. Pero si no se explaya sobre algún tema en especial, el electorado debería inferir que las cosas marcharán igual, y serán resuelta con las mismas herramientas que en la última década.

En cambio Macri, que ha hecho del “cambio” su slogan, aún no ha explicado en qué consiste y, por el contrario, se ha comprometido a conservar varias de las políticas del kirchnerismo como la estatización de YPF, de Aerolíneas Argentinas o la Asignación Universal por Hijo (AUH), al margen de marcar diferencias en la administración de esas empresas y recursos. Los votantes poco saben aún, qué es lo que cambiaría en la Argentina si el frente Cambiemos llega al poder.

La estrategia del PRO, diseñada por el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba, tiene que ver, precisamente, con no explicar nada, ni ensayar propuestas, ni dar detalles de eventuales medidas de gobierno. El objetivo es trabajar con las “expectativas” de la gente y alentar un “cambio”, un país “mejor” para los argentinos, con “mejor” salud, educación, seguridad, sin pobreza ni inflación.

Del otro lado, Scioli apela a una campaña tradicional, basada en el aparato peronista, esto es, gobernadores, intendentes, dirigentes y el “movimiento obrero” como columna vertebral. Un esquema demasiado tradicional para albergar los cambios que ha sufrido el electorado en el último cuarto de siglo, con generaciones que poco saben de Perón, Evita y del rol sindical.

No obstante, Scioli también apela a las “expectativas” cuando repite una y otra vez la frase de cabecera de Carlos Menem que acuñó por siempre, “lo mejor está por venir”, atada a términos dinámicos en los orígenes del peronismo como “trabajo”, “producción”, “desarrollo”.

Los spots de campaña son claros para marcar diferencias entre Scioli y Macri. El gobernador bonaerense juega con la palabra “victoria” y la utiliza como premio para hombres y mujeres que se esfuerzan en sus trabajos, en sus tareas cotidianas. La cultura del trabajo, del esfuerzo, “para una Argentina mejor”.

El jefe de Gobierno porteño, en tanto, se muestra cerca de la gente a quien llama por su nombre, reflejando cercanía con ellos. Están los que como Macri, quieren un “cambio”, los que “descubren” una faceta llana poco conocida del candidato o quienes simplemente lo abrazan, en la puerta de sus casas o en el interior de sus propias casas,  como el salvador de la Argentina que viene.

Ambas formas de hacer campaña no hablan demasiado bien de la ciudadanía. De los unos que adhieren a un discurso demasiado transitado por las campañas peronistas, con lugares comunes y dirigida a quienes quieren construir su camino en la vida trabajando, como si ningún político lo haya prometido antes, y ninguno tampoco haya incumplido. Además, muchos han crecido precisamente desconociendo al trabajo como una herramienta leal.

Los otros, no preguntan cómo el candidato opositor cumplirá sus compromisos para que todo esté mágicamente mejor, de un día para el otro. Y parecen conformarse con que alguien los abrace, les sonría y toque el timbre de sus casas para darle su apoyo, sin recibir nada a cambio, salvo esperanzas.

¿Los motivos de una campaña de estas características? Muchos. La sociedad argentina primero creía en las plataformas políticas, esas decenas de hojas donde un partido explicaba qué iba a ser su candidato presidencial y cómo lo haría, si ganaba las elecciones. Pero los políticos no respetaron la plataforma. Luego creyeron en los discursos con promesas acerca de las medidas que tomarían si llegaban a la Casa Rosada. Pero los políticos no cumplieron sus dichos y alguno incluso llegó a confesar que si hubiera dicho lo que haría, nadie lo hubiera votado.

Finalmente, los argentinos hoy solo creen en una mirada, un gesto, una palabra, una actitud, un traspié, un tuit o una foto. Suponen que es un buen o mal candidato. Y votan casi intuitivamente, sin certezas. En todo caso, se preguntan, ¿alguien está convencido de lo que está votando?

Ahora es el turno de Scioli vs. Macri

El triunfo del candidato porteño de Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, no sólo le permitió al PRO retener la hegemonía en la Ciudad para empezar a transitar la “Década Macrista” sino también sirvió como puntapie inicial de la campaña que ahora cobra protagonismo y que parecía lejana: la pelea por la Presidencia de la Nación.

El triunfo en los comicios porteños tuvo un sabor amargo y quedó reflejado en el clima tenso durante el escrutinio en el bunker del PRO en Costa Salguero, debido a la estrecha diferencia entre Rodríguez Larreta y Martín Lousteau que finalmente se cristalizó en unos 54 mil votos.

El macrismo seguirá sin mayoría propia en la Legislatura porteña pero su gestión podría tener una ventaja respecto a la de su antecesor. No es lo mismo para el PRO negociar los votos legislativos con el kirchnerismo, en mucho temas -como el de los “trapitos”- que con ECO, la fuerza de Lousteau con la que hay mas afinidades que discrepancias.

Por eso, los porteños quizás puedan esperar que una serie de problemas sin resolver por falta de consenso en esta nueva etapa se resuelvan en base a una negociación entre PRO y ECO, que deberá revalidar en el 2016 que es la segunda fuerza porteña.

Lousteau, en tanto, se convirtió en la estrella política que estuvo apunto de arrebatarle la Ciudad al PRO, con apenas dos años de estadía política en la Capital Federal, primero como parte de UNEN y al poco tiempo como jefe de una nueva fuerza política.

El joven economista intentará ser prescindente de la campaña presidencial, al menos hasta que el horizonte aclare y haya certeza entre ganadores y perdedores de este 2015 electoral. En su estrategia anida, seguro, el interrogante de si su figura cruzará la General Paz para inmiscuirse en algún entramado nacional o sólo se limitará a cumplir con su rol de diputado nacional con el objetivo de sentar las bases de una alternativa política en la Ciudad.

En cuánto a “las grandes ligas”, la campaña presidencial se relanza hoy. El propio Daniel Scioli intentó minimizar el triunfo del PRO en la Ciudad y, rápido de reflejos, llamó a Lousteau para felicitarlo y volvió a manifestarse por la plena autonomía de la Ciudad. Música para los oídos de los habitantes de la Ciudad, aunque el electorado en la Capital Federal no se caracteriza por besar la mano de quien los acaricia.

Scioli es conciente que necesita remontar la imagen del kirchnerismo e imprimirle su sello distintivo en distritos como la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. De otro manera, no le alcanzará con una ventaja clara en la provincia de Buenos Aires para contrarrestar el crecimiento de la oposición en los principales centro urbanos del interior del país, y en la Capital Federal.

Macri no llega a hoy con todos los triunfos que su equipo fantaseó –Santa Fe, Córdoba- pero sí lo hace con el envión de un posicionamiento de su figura en las provincias claves.

No en vano Macri intentó anoche nacionalizar el triunfo porteño y marcó claramente sus discrepancias y no tuvo empacho en marcar los logros kirchneristas como la asignación universal por hijo o la estatización de Aerolíneas Argentinas, YPF y los fondos de la Anses. Para diferenciarse, dijo que los administraría mejor, que erradicará la pobreza y que pretende una Justicia independiente y que no se persiga a quien piense distinto.

La foto a la que aspira el PRO el 9 de agosto a la noche en la provincia de Buenos Aires, contados los votos de las PASO, es que María Eugenia Vidal aparezca como la postulante más votada en la provincia, más allá de que a nivel fuerzas, la sumatoria de la fórmula Aníbal Fernández-Martín Sabbattella con la de Julián Domínguez-Fernando Espinoza supere a nivel fuerzas al frente Cambiemos.

“Con el posicionamiento en el interior del país y un 30% en la provincia de Buenos Aires, no hay manera de que Scioli nos saque una ventaja de diez puntos, es más, no sea cosa que ocurra al revés”, señaló un operador macrista.

En el comando sciolista la preocupación no es menor. Más allá de la burbuja del “Scioli ya ganó” que se instaló semanas atrás en la opinión pública, lo cierto es que las encuestas serias otorgan una suerte de “empate técnico” entre Scioli y Macri, con una diferencia de 2 o 3 puntos.

El dilema de Scioli es revertir lo que en el PRO consideran, “un techo” a su crecimiento, a partir del acompañamiento de Carlos Zannini en la fórmula. ¿Efectivamente Zannini limita a Scioli? ¿O Scioli logrará despegarse del cepo kirchnerista para atraer a los indecisos?

De uno u otro lado de la General Paz coinciden en que los números del electorado entre kirchneristas y antikirchneristas, oficialistas y opositores, es muy similar, por lo que ambos bandos miran a los “ni”, al electorado independiente.

Macri comenzará desde hoy una etapa de campaña “de cercanía con la gente”, “muchas redes sociales” y “bastante Conurbano”. Scioli comenzará un raíd por las provincias donde al kirchnerismo le fue mal en las elecciones provinciales. Macri en la Provincia, Scioli en Ciudad y el Interior. Ambos apuntando a lo mismo.

Está claro que el 9 de agosto será una suerte de “gran encuesta real”, en la que ambos medirán fuerzas pero también sabrán cuántos votos tendrá Sergio Massa, sector al que sciolistas y macristas consideran también clave porque si se polariza las PASO entre Scioli y Macri, el voto del Frente Renovador se dividirá, vaya uno a saber en qué proporción, entre uno y otro candidato presidencial.

La campaña vacía

A 28 días de las elecciones primarias, ¿es posible que la Argentina llegue a elegir a un Presidente que no se sepa qué va a hacer con los principales problemas que aquejan a los argentinos, como la inseguridad, el desempleo, el narcotráfico o la corrupción?

Daniel Scioli (Frente para la Victoria) no explica cómo va a erradicar el narcotráfico que ha crecido peligrosamente en la Argentina al decir del propio Papa Francisco ni tampoco cuál va a ser su política exterior; Mauricio Macri (PRO) no dice de qué manera va a erradicar el cepo cambiario y la inflación tan rápidamente como alguna vez sugirió ni tampoco cuáles serán sus primeras medidas para luchar contra la inseguridad.

A cuatro semanas de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), que definirá cuántos votos tiene el oficialismo y cuántos la oposición, el electorado votará a ciegas en lo que a propuestas se refiere. La mayoría votará, en cambio, sensaciones, suposiciones, interpretaciones o fantasías sobre la vida o apariencia de uno u otro candidato a la Casa Rosada, pero nadie sabe qué harán si llegan al máximo poder político de la Argentina.

La polarización de la elección presidencial 2015 muestra a los dos protagonistas vacíos de propuestas, no porque nos las tengan, sino porque es “políticamente incorrecto” desde el punto de vista de la estrategia diseñada por los equipos de campaña, explicar cómo solucionarán los problemas que aquejan a los argentinos.

Apenas hubo algún cruce entre Scioli y Macri en torno a la continuidad o no de políticas del kirchnerismo como la estatización de YPF, de Aerolíneas Argentinas y de los fondos de la Anses, así como la Asignación Universal por Hijo (AUH), los planes sociales, el programa Fútbol para Todos (FPT) o la planta de Estado Nacional.

Mientras, el resto de los candidatos que corren detrás como Sergio Massa y José Manuel de la Sota de Una Nueva Alternativa (UNA), o Margarita Stolbizer (Progresistas), son lo que mas propuestas plantean en torno a la Educación, la Salud, la Seguridad con la reforma del Código Penal o el ataque a la corrupción.

Está claro que la necesidad de captar votos y de meterse en la pelea presidencial los obliga a Massa, De la Sota y Stolbizer a especular menor, porque es mucho mas lo que tienen para perder.

Hasta el momento, la campaña preelectoral estuvo caracterizado por un falso dilema: “continuidad”, el kirchnerismo, o “cambio”, el macrismo. ¿Por qué es falsa? Porque ni Scioli representa la plena continuidad del proyecto kirchnerista ni Macri cambiará todo lo actuado hasta ahora, sobre todo cuando se habla de planes sociales como la AUH, o algunas estatizaciones como los fondos de la Anses, Aerolíneas e YPF.

Suena bien el slogan la “continuidad” versus el “cambio”, pero todo es superfluo como los argumentos con los que hasta ahora cuentan los votantes para elegir por uno u otro candidato.

El gurú de Macri, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, le ha aconsejado a su candidato a principio del año, cuando el actual Jefe de gobierno porteó se había comprometido a eliminar impuestos y a acabar con la inflación y el cepo cambiario inmediatamente, ahorrarse las propuestas.

Durán Barba hizo hincapié en las elecciones brasileñas en las que asesoró a Marina Silva y puso cómo ejemplo qué ella planteó una serie de propuestas de gobierno que fueron muy criticadas por lo que debió poner sus energías en aclararlas y terminó desgastándose y diluyendo sus posibilidades electorales. Macri le hizo caso.

Lo de Scioli tiene otro perfil porque tratándose del candidato del gobierno, el electorado sabe qué hizo y qué no hizo el kirchnerismo en estos 12 años como para avalarlo o no. Sí está claro que el actual gobernador bonaerense debería estar preocupado por atraer el voto de los argentinos que consideran que el Frente para la Victoria no hizo suficiente para combatir el narcotráfico, la inseguridad, la inflación y la falta de energía. Pero de eso no se habla.

Es de esperar que para octubre, la sociedad esté votando programas de gobierno, además de nombres, pero tal vez sea demasiado tarde. El voto “a ciegas” que emitirá el 9 de agosto próximo, seguramente posicionará al candidato oficialista y a un rival opositor –posiblemente Macri, si es que Massa no da una sorpresa- y serán ellos dos los que concentren, sin haberse comprometido a mejorar nada de la Argentina que viene, el voto de octubre.

Triunfos repartidos que mantienen el suspenso para las presidenciales

Ni Mauricio Macri ni Daniel Scioli pudieron cerrar una jornada de verdadero festejo a nivel nacional y debieron contentarse con triunfos distritales, importantes para la construcción política de sus fuerzas pero que no pudieron convertirse en aportes reales a los proyectos presidenciales de cada uno de ellos.

La “ola amarilla” fue contemplada por el PRO a principio de 2015 como un cierre de mitad de año, el 5 de julio por la noche, con un festejo de máxima: las victorias en las elecciones de Santa Fe -con Miguel del Sel-, en Córdoba -con la coalición que tanto costó construir entre la UCR, el PRO y el juecismo- y por supuesto en la Ciudad, en primera vuelta si era posible.

Sin embargo, ese objetivo comenzó a diluirse con el traspié santafesino, en una larga y oscura noche de Del Sel que chocó contra los “aparatos” socialista y peronista, algo que el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba siempre relativizó pero que terminó costándole al PRO dos provincias de las “grandes”.

Precisamente, Córdoba también significó un traspié para el proyecto “Macri Presidente”. No porque el resultado de anoche sorprendiera con la victoria del delasotista Juan Schiaretti sobre el radical Oscar Aguad, sino porque Macri depositó toda su confianza en armar un frente, pese a su marcada heterogeneidad como juntar a los radicales con Luis Juez, además del ex árbitro Héctor Baldassi, creyendo que podía ganarle al oficialismo la provincia.

En el bunker macrista se conformaban con saber que Macri sigue siendo el candidato presidencial mejor posicionado en la provincia mediterránea.

La Ciudad de Buenos Aires fue la única brisa de aire fresco que recibió el PRO, aunque la idea de disputar una segunda vuelta le quitó el sabor pleno de un festejo y deja, aunque sea por dos semanas, con las manos vacías a Macri.

Salvando las distancias, tampoco fue una gran noche para Scioli y la meta que se planteó. En lo que va del cronograma electoral 2015, el kirchnerismo ganó sólo tres de las nueve provincias que se pusieron en juego. Además del triunfo del peronista Sergio Casas en La Rioja, el Frente para la Victoria se impuso en Salta con Juan Manuel Urtubey y en Tierra del Fuego de la mano de Roxana Bertone.

Lo preocupante es que la oposición se impuso en cuatro de los cinco grandes distritos: Mendoza, Santa Fe, Córdoba y Ciudad de Buenos Aires, que juntos suman casi el 30 por ciento del electorado nacional. Mas aún, en los tres últimos, el kirchnerismo salió tercero.

Así como el peronismo recuperó Tierra del Fuego, en el “Superdomingo” de ayer por primera vez el kirchnerismo quedó relegado a ser la tercera fuerza en la Capital Federal, ya que ECO de Martín Lousteau no sólo disputará el ballottage sino que se consolidó como la segunda minoría en la Legislatura porteña.

A partir de hoy a nivel nacional comienza otra etapa de la campaña electoral, en la que el mapa de la Argentina, si se mantiene la polarización, se dividirá como un River-Boca en sciolistas y macristas.

Obviamente Una Nueva Alternativa (UNA) de José Manuel de la Sota y Sergio Massa intentará consolidar un nicho electoral de peronistas antikirchneristas, así como Margarita Stolbizer explotará la beta progresistas. Pero lo más probable es que las PASO de agosto terminen blanqueando la polarización cuyo destino es impredecible.

Mas allá de la “sensación” de continuidad que el Frente para la Victoria ha instalado en la opinión pública, cuando se observan las encuestas mas serias, el resultado siempre es el mismo: entre 3 y 5 puntos de diferencia entre Scioli y Macri. En otras palabras, teniendo en cuenta el error estadística, un empate técnico.

Ni la ola amarilla llegó para recrear la idea de “Macri Presidente”, ni la ola naranja arribó para establecer con una sucesión de triunfos provinciales la percepción de un “Scioli Presidente”.  Ambos deberán salir al campo de juego para ganarse los votos que le permita a uno de ellos ser el próximo Presidente de la Nación

Scioli y Macri van por los “ni”

A sólo cuatro meses de las elecciones presidenciales de octubre, que marcarán el principio del fin de la era Kirchner para dar lugar a otro apellido como ilustre habitante de la Casa Rosada, el escenario electoral se encuentra claramente polarizado entre Daniel Scioli y Mauricio Macri.

Si se toma al total de los votantes a nivel nacional como si fuera un torta, en términos de elección presidencial la percepción sería la de “tres tercios”: un tercio kirchnerista, un tercio antikirchnerista y un tercer tercio “ni”.

En ese tercio están centradas las expectativas electorales tanto de Scioli como de Macri, o sea del Frente para la Victoria y del frente Cambiemos.

La decisión de la presidenta Cristina Fernández de competir en las elecciones generales con la fórmula Scioli-Carlos Zannini obligó al PRO a jugarse por una fórmula pura, como la compuesta por Macri-Gabriela Michetti.

Mientras que para el peronismo, la decisión de Cristina es acertada y lo que hace es, por primera vez en mucho tiempo, mostrar “unidad” entre el PJ y el kirchnerismo, para el PRO esa movida los beneficia. Ambos sectores piensan lo mismo: planteado con esos nombres y de esa manera, queda mas que claro quién es la “continuidad” y quién es el “cambio”. Lo que no queda para nada claro es qué quiere la sociedad.

¿Es real que ese tercio “ni” quiere realmente un cambio?¿O en verdad quiere continuar con las mismas políticas, pero con algunos cambios de estilo? Hay dudas. La mayoría de las encuestas describen a ese segmento “ni” como quienes consideran que el Gobierno hizo muchas cosas bien pero cometió errores; que hizo mal las cosas aunque tuvo algunos aciertos; que prefiere cierta continuidad con algunas correcciones; que opta por cambios aunque manteniendo algunas políticas.

Lo concreto es que, faltando apenas 40 días para las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), los dos principales candidatos ya fueron elegidos de antemano y sólo se expondrán a una suerte de “gran encuesta vinculante” en la que sabrán, Scioli y Macri, con cuantos votos cuenta cada uno.

Scioli no presentará rivales, será candidato único, por lo cual los votos que tendrá serán los del FPV; en tanto Macri disputará una interna con Ernesto Sanz (UCR) y con Elisa Carrió (Coalición Cívica) por lo que los votos que obtenga serán menos que los que obtendrá el frente Cambiemos. Por eso, en caso que Scioli obtenga mas votos que Macri, la diferencia podría ser mucho mayor, teniendo en cuenta que el postulante del PRO divide votos. Pero si quien saca mas votos es Macri que Scioli, el jefe de Gobierno porteño tendrá mas para crecer habida cuenta que habría que añadirle los votos conseguidos por Sanz y Carrió. En uno u otro escenario, para el debate posterior quedarán las especulaciones en el sentido de si los votos radicales y de la Coalición se encolumnarán detrás de Macri o no, dada la volatilidad del sufragio.

En la pelea por el tercer lugar han quedado los precandidatos de Una Nueva Alternativa (UNA) José Manuel de la Sota y Sergio Massa, así como la candidata de Progresistas, Margarita Stolbizer. La perspectiva de esos dos sectores podría llegar a ser “testimonial” si Scioli y Macri confirman una polarización contundente en las PASO. Ahora bien, si uno de ellos se impone por mas de cinco o seis puntos sobre el otro, esos dos sectores mas los votos de otros postulantes como Adolfo Rodríguez Saá, pasarán a convertirse en la presa a cazar por el kirchnerismo y el macrismo para triunfar en primera vuelta en octubre.

Las próximas elecciones en la Ciudad de Buenos Aires y en Córdoba son importantes para los habitantes de ambos distritos. Pueden incluso llevar cierto optimismo a los competidores nacionales pero en nada influirán a la hora de las internas presidenciales de Agosto.

Allí el votante dejará de lado el “chip provincial” utilizado en los comicios locales de Mendoza, Santa Fe, Córdoba y Capital Federal (aproximadamente el 23 por ciento del padrón nacional) para colocarse el “chip nacional” y echar mano a otra u otras variables para elegir al próximo presidente.

La guerra de los vice

El cierre para la presentación de las listas de las fórmulas presidenciales y precandidatos a diputados y senadores nacionales, gobernadores en 11 provincias y al Parlasur, dejó expuesta la realidad de cada una de las fuerzas políticas por la manera en que designaron a los aspirantes a la Vicepresidencia de la Nación.

En primer lugar, el máximo exponente de ese cargo, el actual vicepresidente Amado Boudou, a partir del 11 de diciembre será un ciudadano mas, sin fueros que le sirvan de paraguas ante el granizo de imputaciones judiciales –la mayoría de ellas vinculadas a casos de corrupción- que caerán sobre sus espaldas.

Boudou tiene doble procesamiento –causa Ciccone y por los papeles irregulares de un auto Honda- pero está en lenta marcha la denuncia en su contra por enriquecimiento ilícito, la acusación mas evidente y que será todo un desafío para el vicepresidente, ya que los bienes a su nombre y a nombre de sociedades atadas a él, de ninguna manera –según la denuncia- podrían haber sido adquiridas con los sueldos percibidos como titular de Anses, ministro de Economía y finalmente vicepresidente.

Quienes aspiran a sucederlo, fueron designados en distintas circunstancias, lo que de alguna manera refleja el rol que cada uno de ellos tendrá en las PASO de agosto, en las elecciones de octubre y, uno de ellos, a partir del 10 de diciembre, ocupando el segundo cargo mas relevante de la Nación.

En el caso del oficialismo, el Frente para la Victoria, el candidato presidencial Daniel Scioli no eligió a su compañero de fórmula sino que, diplomáticamente, Cristina Fernández se lo impuso, como era de esperar y en ejercicio de su poder. Mas allá que desde el sciolismo insistieron en que fue Scioli quien eligió a Carlos Zannini, está claro que la decisión sobre la designación del “Chino” surgió de la jefa de Estado.

La estrategia de designarle un compañero de fórmula a Scioli y presentarlo como que quien la eligió es el actual gobernador no es nueva, ocurrió dos veces antes del nombramiento de Zannini. En el 2007, cuando Kirchner eligió a Scioli para la gobernación bonaerense, le ofreció la candidatura a vice a Alberto Balestrini, para que luego Scioli relatara un supuesto ofrecimiento. Mas evidente aún fue el caso de Gabriel Mariotto, a quien Cristina nombró en el 2011 y se lo notificó a Scioli, que estuvo un día entero sin confirmarlo, como una manera de manifestar su desagrado por el compañero de fórmula. En el caso de Zannini, idem.

Pero lo que muestra la designación de Zannini es el interés del kirchnerismo y de Cristina Fernández por “asegurar” que el proyecto K no se desvíe si Scioli llega a la Casa Rosada. Con la presencia del vice y con el Congreso nacional y algunos funcionarios de segunda y tercera línea en el Estado copados por La Cámpora, el kirchnerismo pretende establecer un “cepo” alrededor de Scioli.

La designación de Gabriela Michetti como vice de Mauricio Macri, quien si bien irá a internas contra Ernesto Sanz (UCR) y Elisa Carrió (Coalición Cívica) la ventaja a su favor es contundente, se dio en otro contexto. Si bien el secretario de Gobierno porteño Marcos Peña cumplía con los requisitos de un dirigente del PRO puro, leal y muy cercano en la confianza de Macri, la designación de Zannini junto a Scioli obligó a los hombres de Bolivar 1 a elegir a alguien que, además, pudiera sumar votos propios.

Michetti no llegaba con los antecedentes de “lealtad” a Macri, ya que había rechazado dos ofrecimientos de su jefe político: como candidata a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires en 2013 y como postulante a vice a principio de año, decisión que la llevó a competir en la interna por la jefatura de gobierno porteño y, ante el desaire, Macri apoyó a Horacio Rodríguez Larreta, quien la derrotó.

Sin embargo, Michetti tiene un nivel de conocimiento nacional a diferencia de Peña, lo que ante el complejo escenario “triunfalista” y de fortaleza del kirchnerismo, obligó al PRO a elegirla como acompañante de Macri.

Distinta fue la situación del vice de Sergio Massa. Hasta el año pasado, el ex intendente de Tigre, vencedor de las elecciones legislativas del 2013 podía optar entre los principales dirigentes del país para designar a su compañero de fórmula. Sin embargo, una serie de “errores”, como él mismo definió, tanto en el armado político, como en la lectura del escenario electoral y en la comunicación, lo llevaron a caer en las encuestas a un cómodo tercer lugar.

Ese panorama cambió la visión de muchos dirigentes que se “peleaban” en otro tiempo por ser el vice de Massa. El propio Roberto Lavagna se negó a acompañar el titular del Frente Renovador en las PASO de Agosto.

Massa empezó a tener inconvenientes para encontrar una figura que le aportara votos y tuviera un alto nivel de conocimiento. La imposibilidad de encontrar ambos valores en una misma persona lo llevó a ofrecerle la vice al electo intendente de Salta, Gustavo Saénz.

Saénz, que sólo le aporta a Massa la representación de una parte del Norte argentina pero nada más, sabe que si no llega a la Presidencia igual podrá asumir la conducción de la capital salteña a partir de diciembre.

Algo similar ocurrió con la elección del compañero de fórmula de Margarita Stolbizer en el frente Progresistas. La jefa del partido GEN ofreció la candidatura a vice al saliente gobernador de Santa Fe, el socialista Antonio Bonfatti; al sindicalista de la CTA Autónoma, Pablo Micheli; y al titular de la Coalición Cívica, Pablo Javkin, con igual resultado: todos la rechazaron.

Finalmente, “Margarita” encontró a su compañero de ruta en el sindicalista cordobés Miguel Angel Olaviaga, subsecretario adjunto de la Federación Argentina de empleados de Comercio y Servicios (FAECYS) que a nivel nacional preside Armando Cavalieri.

Si el Frente para la Victoria gana en octubre, el vicepresidente será una cuña del kirchnerismo en un gobierno sciolista; si vence Macri, Michetti será una extensión del poder presidencial del PRO;  si ganara Massa, Saénz sería un apéndice del titular del Ejecutivo; y si triunfara Stolbizer, la dirigente tendría un brazo sindical de origen peronista en la vicepresidencia.

Ni Macri ni Scioli pudieron festejar

La pelea por la Presidencia que vienen polarizando Daniel Scioli y Mauricio Macri no logró plasmarse en ninguna de las dos elecciones provinciales que se celebraron ayer, en Río Negro y en Santa Fe.

Macri sigue sin reflejar su potencial electoral y el kirchnerismo refleja altibajos en los comicios locales.

En Río Negro, el candidato proclamado públicamente sciolista y que contó con el respaldo y campaña de la presidenta Cristina Fernández, fue duramente derrotado, por casi 20 puntos por un Alberto Weretilneck, que despegó a tiempo su candidatura del paraguas a nivel nacional de Sergio Massa y provincializó los comicios.

Además de vencer a Cristina y a Scioli, Weretilneck, quien no había sido elegido gobernador sino vice, y asumió en el Ejecutivo rionegrino tras la muerte de Jorge Soria, también clausuró la cerrera por la gobernación de Pichetto, quien admitió que este fue su útlimo intento.

El reves del kirchnerismo no fue tan contundente en Santa Fe donde Omar Perotti, que siempre aclaró que es peronista y no reparte elogios ni mucho menos hacia el gobierno nacional, hizo un excelente papel al quedar relegado a un tercer lugar en las PASO de abril pasado y sin embargo crecer casi 8 puntos, quedando a menos de dos puntos de los primeros lugares ocupados por Miguel Lifschitz y Miguel Del Sel.

Obviamente un tercer lugar, por más que sea con resultados provisorio y a pocos votos de los primeros puestos, no es motivo de festejo. De ahí el silencio tanto de Scioli como de los integrantes del gobierno nacional.

Del otro lado, quien se quedó sin un festejo que parecía asegurado fue Macri, quien viajó a Santa Fe para levantarle la mano a Del Sel y manifestar que “el cambio es irreversible”, pero terminó criticando al oficialismo santafesino por proclamar un triunfo y asegurando que el verdadero ganador era el ex Midachi.

Macri comenzó a descubrir que no será sencillo replicar con hechos, con elecciones provinciales ganadas, su presunto liderazgo opositor o, en todo caso, sus reales chances de vencer el Frente para la Victoria.

Hasta el momento, el postulante del PRO no pudo capitalizar las elecciones provinciales de Salta, ni de Chaco -donde la candidata Aida Ayala fue vapuleada en la interna- ni de Santa Fe, anoche. Por delante quedan Córdoba, donde hasta ahora las encuestas dan claro ganador al delasotista Juan Schiaretti y la Ciudad e Buenos Aires, que le daría un respiro.

Está claro que los comicios provinciales no son trasladables a la experiencia nacional. En 2011, el kirchnerismo predió los comicios distritales en Córdoba, Santa Fe y Capital Federal. Sin embargo, Cristina Fernández terminó vapuleando a los candidatos presidenciales opositores Hermes Binner, el propio Macri que se bajó y Eduardo Duhalde, sacando el 54,11 por ciento de los votos.

“La elección presidencial es otra cosa, pero si tu principal rival, Scioli, marcha primero en las encuestas, tenés que demostrar que podés ganarle“, razonó un sexagenario dirigente peronista, con varias batallas electorales a cuestas.

Casi fuera de la discusión o, como aseveró el fin de semana, “estamos terceros”, Sergio Massa estuvo ausente del fin de semana de elecciones, y su candidato, Oscar “Cachi” Martínez apenas reunió el 3,66 por ciento de los votos, mientras que en Río Negro Weretilneck, que se había declarado massista tiempo atrás, se desligó del Frente Renovador cuando se enteró de la caída en las encuestas del ex intendente de Tigre.