Massa pone en juego su futuro político

Sergio Massa se juega su futuro político en las próximas horas. Esta noche se reunirá con los cada vez menos intendentes bonaerenses que le quedan y con ellos decidirá si baja su candidatura presidencial o persiste en ella, con una clara debilidad. Mañana tiene previsto comunicar su decisión a la prensa.

La estrategia de Massa tratando de forzar hasta último momento a Mauricio Macri para que acepte un acuerdo con el Frente Renovador, ya sea yendo a una “gran interna” presidencial o bien aceptándolo como su candidato a gobernador bonaerense, no hizo mas que poner en evidencia la estrepitosa caída que sufrió en los últimos meses el proyecto nacional del ex intendente de Tigre.

El fracaso de la jugada de bajar a De Narváez obliga a Massa a bajarse o a afrontar el vaciamiento de su partido a manos del kirchnerismo y del macrismo.

Massa ha perdido con el correr de los meses nada menos que nueve intendentes: Sandro Guzmán (Escobar), Raúl Othacehe (Merlo), Jesus Cariglino (Malvinas Argentinas), Gustavo Posse (San Isidro), Humberto Zúccaro (Pilar), José Eseverri (Olavarría),  Daniel Bolettieri (Almirante Brown), Daniel Bolinaga (Arrecifes) y Carlos Oreste (Coronel Pringles).

Además, se alejaron uno de los co-fundadores del espacio (Darío Giustozzi), dirigentes bonaerenses de peso como Baldomero “Cacho” Alvarez de Olivera, Miguel Saredi y Juan José Alvarez, y el último, Francisco de Narváez.

Si bien desde el massismo adujeron que la baja de De Narváez fue para obligar a Macri a acordar y dejarlo en evidencia ante quienes quieren unir a la oposición para derrocar al kirchnerismo, resulta difícil que, tras no haber resultado esa jugada, “el Colorado” vuelva a subirse a la carrera bonaerense. Sin estructura, con un referente nacional como Massa debilitado y la continuidad de la fuga de dirigentes, la peor decisión que puede tomar De Narváez es rever su renunciamiento y mantener su candidatura.

¿Es posible que algún intendente se quede en el massismo, para jugar con un candidato presidencial devaluado y con un candidato a gobernador bonaerense poco competitivo, ya que hasta ahora solo parece quedar en la grilla Mónica López -salvo que resuciten y se preste a ello, Felipe Sola?

Partiendo de la base que Gabriel Katopodis (San Martín) terminará jugando dentro del Frente para la Victoria, al massismo por estas horas solo le quedan 12 intendentes en el principal territorio del país, menos de los que tiene el radicalismo en la provincia, que actualmente ostenta 17.

El Frente Renovador conserva, por ahora, a  Carlos Selva (Mercedes), Luis Acuña (Hurlingham), Joaquín de la Torre (San Miguel), Julio Zamora (Tigre), Luis Andreotti (San Fernando), Mario Meoni (Junín), Martín Caso (Rojas), Germán Di Cesare (General Alvarado), Carlos Puglielli (San Andrés de Giles), Fernando Carballo (Magdalena), Gustavo Bevilacqua (Bahía Blanca) y Javier Mignaquy (General Viamonte). Muy poco para pelear una candidatura presidencial desde la provincia de Buenos Aires ya que en el resto del país la intención de voto del tigrense es deficiente.

¿Cuánto podría aportarle su sociedad con el cordobés José Manuel de la Sota en el experimento Una Nueva Argentina (UNA)? Algunos puntos, no más. Pero a esta altura, lo que parecía ser un trámite, una interna con De la Sota, podría convertirse en un dolor de cabeza. ¿Qué pasaría si en unas PASO presidenciales De la Sota vence a Massa? Sería, al menos por unos años, el enfriamiento de la carrera política del jefe del Frente Renovador.

Sergio Massa no cuenta con mucho margen de decisión. Si bien él y su esposa Malena Galmarini no dejan de aferrarse a que son “jóvenes”, la persistencia de Massa como candidato presidencial agravaría aún más las críticas que el diputado nacional acarrea en el ambiente político por su actitud hacia sus pares. Parte de la negativa de Macri tiene que ver son ese manejo del ex intendente de Tigre, que mostró cuando ambos fueron juntos en la provincia, en las elecciones del 2013, y Massa relegó a último momento al macrismo a algunos puestos expectantes en la lista.

Massa podría quedar con “pocos amigos” en la política si no toma la decisión correcta. Mas allá de sus jóvenes 42 años, la política podría sancionarlo con una de las peores consecuencias: la indiferencia.

Sin embargo, una decisión consensuada, tratando de hacer lo mejor para dañar a la menor cantidad de dirigentes posibles, pueden conservarlo como un referente político a nivel nacional y así, darle nuevas oportunidades en el futuro. Como solía decir el general Perón a sus discípulos, “a veces es necesario dar un paso atrás para luego dar dos hacia delante”.

La duda de Macri: ¿Massa o De Narváez?

Hay dos maneras de ganar una partida de truco: mintiendo o con una carta fuerte. En la política también se puede ganar mintiendo con promesas falsas pero no siempre el resultado es lineal. En cambio, si el candidato tiene “un as en la manga”, las consecuencias se pueden palpar, mas allá del margen de error.

El PRO de Mauricio Macri empezó a tomar conciencia que si hoy se votara a Presidente, quien se impondría sería Daniel Scioli, del Frente para la Victoria. Sabe que si ese resultado favorable al bonaerense se confirma en las PASO de agosto próximo, es muy probable que el jefe de gobierno porteño también se convierta en el principal candidato de la oposición. Scioli vs Macri.

Sin embargo para la oposición, que viene enredada en la pelea macrismo vs massimo, descuidando lo principal, el electorado, no hay certeza alguna de que el oficialismo, kirchnerismo o peronismo –depende del intérprete- tenga perdido un eventual ballottage.

Esa confusión se traslada a la campaña. El Frente para la Victoria no necesita explicarle al votante en qué consiste su propuesta porque mal o bien es quien gobierno a nivel nacional. En cambio la oposición, que predica “un cambio” o “un cambio justo”, sí debe decirle a la gente qué hará con temas claves porque necesita que el votante cambie el producto que viene consumiendo hace 12 años por otro, al mismo precio, pero de otra marca.

El problema para Macri es la provincia de Buenos Aires, donde la alianza con el radicalismo le reditúa muy poco pese a los 17 intendentes que posee la UCR. El PRO debe decidir si quiere asegurarse una mejor performance en territorio bonaerense en las PASO para ir tranquilo a las elecciones nacionales o si apuesta todo a la polarización con Scioli, dejando sin chances a Massa.

“Si Massa no se baja y saca en octubre entre 10 y 12 por ciento, que es lo que mide hoy para nosotros, no nos alcanza, y el kirchnerismo puede llegar a ganar en primera vuelta”, reflexionó un dirigente del PRO.  Ese análisis tiene que ver con otra proyección: que el ex intendente de Tigre seguirá perdiendo dirigentes peronistas que volverán con el sciolismo y sólo quedará integrado por antikirchneristas, que son votos que deberían ir a Macri.

No es casual que, a raíz de ese escenario, el macrismo se divida en tres corrientes: 1) Los que piensan que con un PRO puro Macri se ubicará segundo en las PASO y luego concentrará el voto opositor con un Sergio Massa desinflado o bajándose de la candidatura; 2) Los que ven necesario un acuerdo con Francisco de Narváez para subir la intención de voto en la Provincia y asegurarse un importante volumen de votos con la suma del resto del país; 3) Quienes sostienen que deben insistir para que Massa sea el candidato a gobernador bonaerense de una alianza amplia y así asegurar la victoria nacional de Macri.

Un importante consultor político explicaba el caso del massismo de una manera muy pragmática: “El caso Massa-De Narváez es al inverso que el resto. En la Provincia, los candidatos a gobernador miden menos que los candidatos a presidente, por eso el papel de Scioli y Macri, llevando votos para sus fórmulas provinciales será clave. Pero en el Frente Renovador es a la inversa, hoy De Narváez tiene mas votos que Massa. Por el De Narváez sale a reclamar una gran interna, porque sabe que no le alcanza con Sergio”.

En las tres perspectivas, el PRO apuesta a que Massa siga disminuyendo su intención de voto, producto de la fuga de dirigentes.  Al respecto, un operador kirchnerista hizo trascender que “esta semana, un intendente bonaerense dejará el Frente Renovador para volver al Frente para la Victoria”.

El problema del Frente Renovador como tal es que es un espacio compuesto fundamentalmente por dirigentes peronistas, algunos de ellos sin reconciliación con el kirchnerismo pero muchos de ellos solo “descontentos”, estado de ánimo que puede cambiar respecto al oficialismo, si observan que el massismo no les garantizará su poder territorial.

“¿Vos crees que un intendente va a querer perder su municipio por jugar con un candidato que va tercero?”, asegura un operador sciolista. Está claro que hay intendentes que, mas allá del espacio que ocupen y el candidato a gobernador o a presidente con el que se referencien, ganarán las elecciones de agosto y de octubre sin problemas. Los inconvenientes radican para aquéllos jefes comunales como Luis Acuña de Hurlingham, que de ninguna manera tienen asegurada la reelección y deben privilegiar antes su territorio que cualquier cuestión ideológica.

“Nosotros queremos ganar, qué me importa el proyecto”, bramó un intendente del kirchnerismo, cuando unos meses atrás, un operador político del massismo intentó convencerlo que se pasara a las filas del Frente Renovador.

Por eso no es casual que prácticamente todos los intendentes peronistas en el massismo tengan un aceitado diálogo con el ministro de Seguridad provincial, Alejandro Granados, que es considerado otro intendente mas porque toda su carrera la forjó en el municipio de Ezeiza. El propio Darío Giustozzi o Jesús Cariglino ya venían desde hace tiempo dialogando con Granados.

La fórmula bonaerense del PRO descansa, por ahora, en María Eugenia Vidal y Juan Gobbi, intendente radical de Chascomús. Sin embargo, en esa nueva coalición admiten que si bien “Macri tiene un 26 por ciento de intención de voto en la provincia”, el corte de boleta entre postulante a presidente y a gobernador “es tradicional”, por lo que no creen que esa propuesta supere los 20 puntos.

La apuesta a un ballottage antikirchnerista es muy peligrosa. Scioli podría peronizar una campaña para la segunda vuelta, dejando de lado la impronta kirchnerista con el objetivo de ganar. ¿Qué peronista podría no acompañar una convocatoria de unidad? Muy pocos.

Macri arrancó primero en la campaña

“Hoy Mauricio empezó realmente la campaña presidencial y arrancó en punta”, reflexionó un encumbrado asesor macrista, en medio del alborotado festejo del PRO en Costa Salguero.

Macri golpeó primero en esta disputa de a tres por el sillón de Rivadavia que han propuesto junto a Daniel Scioli (FPV) y Sergio Massa (FR) y que tendrá su primera final en Agosto, con las PASO de los postulantes presidenciales y la segunda en octubre, en las elecciones generales.

Macri aprobó la última materia que le faltaba para recibirse como el líder del PRO: la de imponer un candidato y que este triunfe, pese a que a primera vista Horacio Rodríguez Larreta corría muy detrás de Gabriela Michetti.

“No tenía otra salida que apostar a Horacio, no solo porque es la continuidad sino porque Gabriela proponía un neomacrismo peligroso”, sostiene un funcionario del gabinete de la Ciudad, para justificar que Macri haya apostado públicamente por Rodríguez Larreta en detrimento de Michetti.

Con la resolución de la interna del PRO en la Ciudad a su favor, Macri termina con una serie de problemas hacia dentro, que también comprendían a la provincia de Córdoba, donde el viernes pasado consiguió presentar la fórmula a la gobernación que pretendía: el radical Oscar Aguad, acompañado por el macrista Héctor Baldassi. A ello se suma Luis Juez candidato a senador y Ramón Mestre, que irá por la reelección de la intendencia de la capital cordobesa.

Con la Ciudad y Córdoba resueltas; Santa Fe encaminado con su candidato Miguel del Sel, si es que el escrutinio final no da ninguna sorpresa de mal gusto; y Mendoza casi ganado junto a los socios radicales que llevan a Alfredo Cornejo a la gobernación, Macri se liberó de los problemas internos para encarar la campaña presidencial. Y lo hizo nada menos que con un volumen de votos en la Ciudad, apenas unos puntos por debajo de un triunfo en primera vuelta el 5 de julio próximo.

Podría decirse que, en el primer tramo de la maratón que tiene como meta la Casa Rosada, Macri terminó primero.

Tras asimilar el aforismo político de que “a veces hay que tragarse algunos sapos”, Scioli puso el rostro para acompañar a Mariano Recalde, a quien algunos funcionarios como Aníbal Fernández sindicaron como el joven que había logrado recuperar el segundo lugar en la ciudad para el Frente para la Victoria, cuando en realidad el kirchnerismo salió tercero.

Pero el problema del kirchnerismo no muere en un festejo demasiado anticipado. El problema de las huestes de Cristina Fernández es que es probable que el 19 por ciento obtenido por el partido sea el techo y que nadie de otra fuerza traslade sus votos a Recalde.

La perspectiva de ECO, en cambio, es que Martín Lousteau puede seguir creciendo a expensas del voto de Gabriela Michetti, por ejemplo. Aunque con repetir la performance de ayer, Lousteau estaría compitiendo en un ballottage con un ganador casi seguro, más allá de la diferencia de votos, como Rodríguez Larreta.

Mientras, el otro presidenciable, Massa, dejó en soledad a su candidato, Guillermo Nielsen, que no alcanzó el 1,5 por ciento de los votos, y negó al candidato presidencial del Frente Renovador de un delfín en la Ciudad. Para colmo, Massa había apostado su poco capital porteño a que Michetti le ganara a Rodríguez Larreta y así socavar la candidatura de Macri. Tampoco ese ardid le salió bien.

Lousteau y Zamora, dos agradables sorpresas

Con su segundo lugar, Lousteau dio la primera sorpresa. Basó su campaña en la discusión y la crítica constructiva con el PRO, en función de propuestas o gestión, nunca en términos ni ideológicos ni personales-despectivos. Aprovechó su capacidad pedagógica para llegar a los porteños e incursionó en recursos tecnológicos como un video en Internet sobre el estado de algunos hospitales porteños después de recorrer la ciudad en la bicicleta tan marketinera de la gestión PRO.

Pausado, paciente y racional, Lousteau le dio nuevos aires a la disputa política.

La segunda sorpresa fue el eterno dirigente de izquierda Luis Zamora. Prácticamente no se lo vio en ningún programa de TV, ni en radio ni en medios gráficos, así como tampoco se percibieron afiches suyos empapelando alguna calle porteña. Una de las pocas imágenes de Zamora fue repartiendo volantes son su propuesta en la calle Florida o en alguna otra intersección medianamente transitada.

El anti-candidato mediático fue uno de los dos dirigentes de izquierda –la otra fue Myriam Bregman del Frente de Izquierda (FIT)- que logró romper la barrera del 1,5 por ciento de los votos. No sería extraño que Zamora aumente considerablemente su intención de voto, ahora que el electorado porteño cree que el PRO, de la mano de Rodríguez Larreta, se encaminará hacia un inevitable triunfo en julio.

Semejanzas del menemismo y el kirchnerismo

El gobierno ya no tiene posibilidad alguna de conseguir un nuevo mandato para su líder por imposibilidad de la Constitución Nacional que no le permite una tercera presidencia. Pero el verdadero problema es que en el oficialismo no confían en el mejor candidato presidencial para la sucesión, quien fuera vicepresidente en el inicio de la actual gestión. Es más, lo consideran un rival mas que un dirigente propio. La oposición, en tanto, armó un frente electoral competitivo y sube en las encuestas de opinión a través e promesas y denuncias de corrupción. El modelo parece desvanecerse junto con su líder y, al parecer, esa corriente peronista va a ser un “ismo” mas en la historia contemporánea del PJ.

El relato corresponde a fines de 1999. El presidente Carlos Menem, pese a reiterados intentos, no había logrado forzar un tercer mandato, vía reforma constitucional. El por entonces mejor candidato del peronismo era Eduardo Duhalde, que no tenía el apoyo de Menem y, mas aún, se había convertido en enemigo del Presidente. De la vereda de enfrente, el radicalismo de Raúl Alfonsin y Fernando de la Rúa se unía en un frente electora con el Frepaso de Carlos “Chacho” Alvarez para dar nacimiento a la Alianza. ¿Puede traspolarse aquél escenario al actual?

Muchos podrán decir que hay paralelismos. Cristina Fernández es quien no tiene tercer mandato, el mejor candidato del oficialismo y ex vicepresidente de Néstor Kirchner, es Daniel Scioli, en quien el kirchnerismo y la Presidenta no confía. Así lo ha dejado en claro recientemente el diputado Carlos Kunkel, un hombre del círculo íntimo presidencial, quien ubicó a Scioli entre los peronistas con algunos “matices de liberalismo moderado”. En tanto en la oposición, se lanzó el flamante frente electoral compuesto por el radicalismo y Mauricio Macri (PRO).

Sin poner el acento en la diferencia de coyunturas y el peso específico de aquellos y estos protagonistas políticos, las similitudes son inevitables.

Pero hay mas. El menemismo al igual que el kirchnerismo, fueron procesos políticos de mas de una década que tomaron el país inmerso en profundas crisis económicas y que debieron afrontar, sobre el final, duras sospechas por parte de la sociedad tras un crimen con connotaciones políticas y mafiosas. En enero de 1997, Menem fue apuntado por el dedo acusador de la opinión pública por el crimen del reportero gráfico José Luis Cabezas; en enero pero de 2015, Cristina Fernández padeció el mismo dedo acusador con la muerte del fiscal Alberto Nisman.

Los índices también golpearon el final de ciclo de ambas gestiones. En el último tramo del menemismo, en las encuestas que evaluaban al gobierno de Menem, el 44 por ciento calificaba al gobierno de malo y muy malo; pero el 31 por ciento consideraba que era regular y algo mas del 12 por ciento que era bueno o muy bueno.

Los números, en un hipotético ensayo comparativo benefician un poco más al kirchnerismo. La última encuesta de Poliarquía arroja que el 35 por ciento considera mala la gestión de Cristina Fernández y el 21 mala con algunos logros; pero el 30 cree que es buena con errores y el 13 muy buena.

Quizás, en lo que respecta a la situación económica de los dos gobiernos peronistas –o al menos en nombre del Peronismo- que administraron  la Argentina desde el retorno de la democracia, el kirchnerismo aventaje al menemismo: el mismo sondeo da cuenta que el 42 por ciento de los encuestados manifiesta que su situación económica es positiva, el mismo porcentaje que es regular y el 15 por ciento que es mala.

Mas allá de los aspectos largamente negativos que pueda desarrollarse acerca de la década de los 90, esa aceptación que aún tenía la administración menemista en 1998 se reflejó años después cuando, pese a todo, Menem ganó las elecciones presidenciales del 2003 por 24,45 por ciento frente al 22,24 de Kirchner. Aunque al riojano no le alcanzó para volver a la Casa Rosada, habida cuenta de que en el balotaje iba a ser arrasado por el santacruceño.

¿Podría pasar lo mismo con Cristina Fernández si el próximo presidente realiza una pésima gestión, volver en el 2019? Es muy aventurero. Lo único cierto es que, según Poliarquía, el 45 por ciento de los argentinos pretende que el próximo gobierno cambie algunas cosas y continúe otras; el 24 quiere que se prosiga con todas las políticas. Ambos sectores, podrían encerrar un 69 por ciento. Sólo el 30 manifiesta la necesidad de un cambio radical de las políticas.

De ser así, ¿El votante está pidiendo cambios de fondo o solamente está reclamando un cambio de estilo, menos confrontativo y verticalista y con una mayor búsqueda de consenso?

Los desafíos del nuevo escenario político

Ernesto Sanz, el presidente de la UCR, fue el artífice de llevar a su partido nuevamente a una instancia semifinal de la que puede salir victorioso o con una derrota que lo margine, como dirigente, de la discusión partidaria en la etapa por venir a partir de diciembre.

El radicalismo recobró momentáneamente los bríos que lo llevaron en los 80 y parte de los 90 a ser el segundo partido en importancia, la alternativa al peronismo. Dos gobiernos fallidos por distintas circunstancias, el de Raúl Alfonsin y el de Fernando de la Rúa, le quitaron ese rol y destrozaron el sistema bipartidista convirtiéndolo en el PJ y el resto. Ese “resto”, fue mutando en distintos nombres y liderazgos que aparecían y desaparecían.

En los últimos años, después del letal “2 por ciento de los votos” que obtuvo de la mano del ahora filokirchnerista Leopoldo Moreau en las elecciones presidenciales del 2003, la UCR intentó alcanzar el bote de salvación por distintas vías.

En 2007, el entonces titular de la UCR, Gerardo Morales, entabló una alianza para llevar como candidato a presidente a Roberto Lavagna; en el 2011, el entonces postulante presidencial radical Ricardo Alfonsin, armó un frente llevando al peronista disidente Francisco de Narváez como candidato a gobernador bonaerense. Ambas aventuras terminaron en derrotas estrepitosas sin que nada le quedara al centenario partido, además del descrédito.

El actual es el tercer desafío en esa materia. Perspicaz, Sanz se ocupó de anticipar que un frente con Mauricio Macri implicaba no sólo competir contra él en internas sino un compromiso de compartir el gabinete nacional si el Jefe de gobierno porteño llegara a la Casa Rosada en diciembre. Catorce año después del fallido proyecto de la Alianza, un radical volvería a integral un elenco ministerial. Fuerte.

La apuesta no parece estar mal a simple vista. Sin un candidato fuerte para ganar en octubre (ni Sanz ni Julio Cobos lo son) , una alianza con el PRO le permitiría a los radicales llegar al poder, además de asegurarse varias provincias y aumentar la cantidad de gobernadores de boina blanca.

Pero en política “2 + 2” no siempre da “4”. Un frente no quiere decir que los votos de Macri se suman automáticamente al de los radicales. Esa cuenta ya la hicieron Gerardo Morales y Ricardo Alfonsin antes. ¿Qué tiene para perder el partido? No mucho. Ni Sanz, ni Cobos ni Morales ni Ricardo Alfonsin lideran el radicalismo. Mas aún, la UCR no tiene un líder desde la muerte de “Don Raúl” y, a diferencia del Peronismo que a los líderes los “construye”, el radicalismo necesita que sean “naturales”. Muy difícil.

Por eso si las cosas salen mal, los radicales tendrán mas gobernadores y seguirán, como hasta ahora, sin un referente partidario. Por el contrario si llegan al poder, Sanz se convertirá en su líder y cómo le ira a un eventual gobierno comandado por Macri, es un exceso de futurología periodística.

Macri, en tanto, logra sacarle una importante ventaja a su contrincante, en la pelea por el liderazgo opositor: Sergio Massa.

Massa queda prácticamente aislado en el armado opositor. Sin los radicales, el PRO y la centroizquierda (Margarita Stolbizer, Pino Solanas y los socialistas) que llevarán una alternativa propia, se queda sin socios políticos y escasos candidatos. La apelación a “la gente” que puede hacer el ex intendente de Tigre no es menor, dada su juventud y su probada audacia, pero en términos electorales-presidenciales puede resultar escaso.

¿Cambia el escenario político? Depende de Macri y de Sanz. Si logran construir una alianza, borrando hacia atrás la Alianza UCR-Frepaso, habrán cambiado el mapa político argentino. En ese caso, el oficialismo será el mas perjudicado.

Quizás la excusa del acuerdo de Macri con la UCR sirva al Peronismo para exigir, ya no reclamar a la presidenta Cristina Fernández, que diseñe una campaña electoral con candidatos para ganar. El PJ no puede esperar ver qué pasa con el nuevo frente para diseñar su estrategia. Ningún intendente o gobernador quiere perder sus prebendas y volver al llano por los juegos de poder de una Presidenta saliente y sin reelección.

El desafío de Daniel Scioli también se agiganta. Ya no basta con su figura y con atarse al proyecto kirchnerista. Mas que nunca, para no sufrir un ballottage anti K, Scioli necesita del abrazo peronista, desde Cristina Fernández a Eduardo Duhalde.

Scioli está convencido que la sociedad no quiere un “cambio” como profesa su contrincante Macri, sino que espera “continuidad con cambios” respecto del gobierno de Cristina.

Ahora bien, agotado el menemismo, Carlos Menem hizo poco y nada para ayudar a Eduardo Duhalde, entonces candidato presidencial por el oficialismo, a triunfar en los comicios presidenciales y quien venció fue, en ese entonces, el “cambio”, la dupla De la Rúa-Chacho Alvarez. ¿Volverá a repetirse la historia?

El dedo de CFK

El adelanto de la campaña electoral, prevista formalmente para mediados de 2015 pero que durante todo el 2014 fue presentando a los principales candidatos, se convirtió en un dolor de cabeza para la presidente Cristina Fernández.

Si bien luego de la derrota en las elecciones legislativas del 2013, que enterraron cualquier posibilidad de re-reelección de Cristina Fernández, muchos sectores de la oposición pensaron que el oficialismo o el peronismo oficialista estaba terminado, la realidad viene demostrando que no es así.

Si bien este año comenzó con un Daniel Scioli como el principal competidor oficialista en tercer o cuarto lugar en la mayoría de las encuestas, sobre el fin del año el gobernador bonaerense culmina peleando cabeza a cabeza con Mauricio Macri o, en el peor de los casos, con Macri y con Sergio Massa.

¿Cómo puede hacer Cristina Fernández para no respaldar la candidatura de Scioli?

Si la Presidente optara, como aspiran muchos precandidatos del Frente para la victoria como Florencio Randazzo, Sergio Urribarri, Julián Domínguez o Agustín Rossi, por elegir un candidato “mas kirchnerista”, que no sea el bonaerense, estaría dejando de lado al candidato que mas mide en cualquier encuesta. ¿Cristina puede darse el lujo de apostar a perdedor? A esta altura, no.

Pero además, un gesto de Cristina contra el mandatario bonaerense, a quien sus pares de otras provincias aceptan como el principal aspirante del oficialismo a la Casa Rosada, hoy sería boicotear la principal carta que tiene el peronismo para continuar siendo gobierno mas allá del 2015. Difícilmente los gobernadores peronistas que planean retener sus provincias, así como los intendentes de todo el país, aceptarían una jugada, por más que venga de la jefa de Estado, que haga correr riesgo su permanencia en el poder.

Tal vez la decisión mas acertada que debería tomar la primera mandataria sea la de levantarle la mano al vencedor de las internas del Frente para la Victoria, sin tallar a favor de uno u otro postulante.

¿Es posible para la Presidente y para el kirchnerismo encorsetar a Scioli?

La fantasía política sostiene que Cristina podría designarle a Scioli su compañero de fórmula, alguien de paladar negro, así como nombrarle la totalidad de la lista de legisladores nacionales. No obstante, es sabido, el rol del vicepresidente en la Argentina es meramente decorativo y protocolar. En lo que hace al ejercicio del poder, un vicepresidente puede estar o no, da lo mismo. Si no, habría que preguntarle a Amado Boudou, sin quien la Presidente puede gobernar el país, tranquilamente.

Ya hubo un intento de Cristina Fernández de nombrarle a Scioli un comisario político en la provincia, tal como ocurrió con Gabriel Mariotto, a quien designó candidato a vicegobernador de prepo, sin consultar a Scioli. ¿Qué pasó? Mariotto hoy es uno de las principales espadas sciolistas en la provincia.

La misma fantasía habla de hacer ingresar al Congreso Nacional a dirigentes que respondan a Cristina Fernández cuando haya dejado el poder, de manera tal de mantener latente al kirchnerismo.  ¿Es necesario explicar que los diputados responden al partido y ese partido en la mayoría de las veces responde al Presidente?¿Acaso no ha pasado ya, en la reciente historia argentina, que la lapicera del Presidente es mas fuerte que cualquier liderazgo ideológico?

La suerte de Scioli podría estar en manos del radicalismo. El frente UNEN está prácticamente destinado al fracaso como tal si participa con la integración de fuerzas que hoy presenta. Su principal candidato, que según la encuesta varía entre Julio Cobos y Hermes Binner, no supera el 7 u 8 por ciento de los votos.

Tal como lo plantean algunos dirigentes, la única manera que UNEN pueda aspirar a la Presidencia sería estableciendo alguna alianza con otros referentes opositores como Macri y/o Massa. Si la UCR decidiera, unilateralmente, establecer un frente con el PRO o el Frente Renovador, automáticamente ese espacio pasaría a pelear el primer lugar con el gobernador bonaerense.

¿Está el radicalismo en condiciones de romper con UNEN? En marzo próximo, inevitablemente la UCR se reunirá para analizar el escenario electoral. Las opciones, proyectadas en el tiempo, serían permanecer en UNEN pero sin ninguna posibilidad de llegar a la Casa Rosada mas que ganar algunas provincias o bien establecer algún frente con otras fuerzas.

Obviamente, la segunda decisión haría volar por los aires al frente de centro-izquierda, ya que tanto los socialistas de Binner, como Proyecto Sur de Pino Solanas dejarían el espacio. Aunque Elisa Carrió podría mantener sus pies adentro, si la sociedad se establecer con el PRO de Macri.

Lo único claro a esta altura es que tres candidatos por la oposición –Macri, Massa y Cobos o Binner- es demasiada ventaja para el Frente para la Victoria, Peronismo oficialista o como se llame, que viene ratificando en cada encuesta que se hace, que contiene alrededor de un 30 por ciento de adhesiones y que, de ninguna manera, eso se traduce en que el principal referente opositor recaudaría automáticamente el 70 por ciento restante. Sencillamente porque Scioli, para mucha gente, no es considerado un kirchnerista, sino como él mismo se definió recientemente: peronista, cuyo partido es el núcleo del Frente para la Victoria.

¿Quién es el dueño del 30% K?

Mas allá del desprestigio de varios encuestadores que le han vendido su alma al diablo, despilfarrando la credibilidad que ostentaban en los 90 como gurúes de la política, las pocas mediciones serias que quedan coinciden en que el universo de votantes que aprueba la gestión de Cristina Fernández, que son kirchneristas o bien adhieren al modelo K ronda entre el 25 y el 30 por ciento del electorado.

En el mas acotado de los casos, estamos hablando de una cuarta parte de la sociedad, porcentaje que cualquier candidato desearía tener como base.

Ahora bien, aquel precepto utilizado tanto por el emperador romano Julio César como por Napoleón continúa vigente: “Divide y reinarás”.

Si los candidatos antikirchneristas son varios, ese 25 o 30 por ciento se hace fuerte, desequilibrante. Al menos por ahora, el PRO lleva a Mauricio Macri como candidato a presidente; el Frente Renovador a Sergio Massa; y el Frente Amplio Unen (FAU) a Hermes Binner o Julio Cobos. Cuatro partidos en pugna por el sillón de Rivadavia.

Volviendo al kirchnerismo, ¿quién será el dueño de esos votos?

En principio quien arranca en punta es Daniel Scioli, gobernador de Buenos Aires. En un escenario oficialista en el que la presidente Cristina Fernández no designó a nadie “su” candidato todavía, Scioli aparece a la cabeza de cualquier sondeo entre los postulantes del Frente para la Victoria. Es decir, supera por lejos a Florencio Randazzo, Agustín Rossi, Sergio Urribarri, Anibal Fernández, Julián Domínguez o Jorge Taiana.

El sciolismo parte de esta cuenta. Si Scioli gana la interna del Frente para la Victoria, entonces ese 25 o 30 por ciento de votantes lo acompañará en las elecciones generales. Pero a ese porcentaje, Scioli, por su perfil mas amplio y con llegada a sectores que no son tradicionalmente kirchneristas, sumaría otros 5 o 6 puntos mas. Ergo, rondaría los 35 puntos que, por lo menos, lo ubicarían en un eventual ballottage.

Pero esa lectura es lineal. Varios dirigentes-candidatos del oficialismo, como Randazzo, Urribarri o Domínguez, consideran que la Presidente finalmente se inclinará por uno de ellos. De ser así, ¿Scioli seguirá siendo el mejor posicionado para las PASO del FPV o correría el riesgo de ser derrotado por el candidato de Cristina? En ese caso, ¿iría por afuera? Todo es posible, hoy.

Lo paradójico es que cualquiera de los otros candidatos presidenciales del oficialismo que no sea Scioli perdería con Macri, Massa, Binner o Cobos en un ballottage.

Es allí cuando se dispara la idea de que Cristina Fernández apostaría a perdedor y preferiría que gane un opositor para conservar el poder desde el peronismo y, quién sabe, volver en un próximo mandato como candidata o ser la madrina de ese “retorno” del kirchnerismo al poder.

El otro punto que concluyen las encuestadoras mas serias es que mas de la mitad del electorado no pretende un cambio radical en el país después del 2015 sino conservar lo que está bien y corregir lo malo. De esa manera, parece reflejarse una vez más el “voto conservador” que históricamente han tenido los argentinos siempre que una gestión no derive en una crisis.

Por eso, para el kirchnerismo la variable negativa es la economía. Con una inflación que no baja del 30 por ciento anual, con la merma del poder adquisitivo que se traduce en reducción del consumo, con situación conflictivas como las suspensiones y la falta de llegada de nuevas inversiones, será imposible para cualquier candidato que enarbole las banderas del kirchnerismo triunfar en las generales del 2015.

Mas aún. De agravarse la situación económica, la propia Cristina Fernández dejará el poder con serios cuestionamientos y una imagen muy deteriorada que la incapacitará, a la vista de la sociedad, para ser jefa de la oposición o pergeñar cualquier estrategia con el objetivo de regresar directa o indirectamente (a través de otro dirigente) al poder.

 

Una alianza nacional entre Macri y la UCR, cada vez más posible

“Por ahora, 2 mas 2 no son 4. Pero si en algún momento dan 4 o más, seguro que nos vamos a sentar a conversar”.

La reflexión matemática, aplicada a la política electoral, corresponde a un dirigente radical con importante ascendente en el centenario partido. ¿A qué se refería? A que por ahora, la cuenta de los votos del PRO con los de la UCR no da una suma lineal sino que algunos votantes de uno u otro partido no los votarían si van juntos.

Ahora bien, esa reflexión fue hecha antes de la elección en la ciudad cordobesa de Marcos Juárez, que sirvió como experimento exitoso de una alianza entre el PRO, el partido de Mauricio Macri, y la UCR de Ernesto Sanz y Julio Cobos.

Lo sucedido ayer no hace mas que comprobar que en diciembre de este año o, a mas tardar en marzo del 2015, el PRO y la UCR se sentarán a definir si van juntos a las elecciones nacionales o no. Es una hipótesis tenida en cuenta por ambos.

Los dos partidos aguardarán a fin de año o principio del 2015 para auscultar quién mide mejor. Si el que mide mejor es Macri, se habrá salido con las suyas en el sentido de intentar liderar la oposición que enfrente al Frente para la Victoria en las urnas. Luego habrá que ver si ese supuesto escenario se plasma en un acuerdo entre partidos, o bien si Macri se transformará en el “buen amigo” de los radicales, para que el público de la UCR tenga vía libre para votarlo.

Si quien mide mas es Cobos, será el PRO el que se acerque a ese partido, con la sola expectativa de formar parte de algo mas grande y no “quedar afuera” de la posibilidad de llegar a la Casa Rosada, al menos como “socio”.

En principio, la experiencia piloto de Marcos Juárez podría amplificarse a toda Córdoba, llevando una fórmula común macristas y radicales, que incluyan a Héctor Baldassi por un lado, y al tándem Oscar Aguad y Ramón Mestre por el otro. La sola posibilidad de derrotar al delasotismo, seduce por demás a la UCR que desde hace años viene batallando por regresar al poder cordobés.

Pero la raíz de ese proceso de posible alianza entre Macri y los radicales está creciendo geométricamente: en otras provincias como Tucumán, Corrientes, Santa Cruz, Formosa, Entre Ríos, Catamarca, Chaco y Mendoza, el germen del PRO-UNEN ya está sembrado.

El desafío para el macrismo es cómo traducir la cantidad de acuerdos provinciales que tiene con la UCR en apoyo a la candidatura presidencial de Macri. Sobre todo en aquéllas provincias -como en Córdoba o Tucumán- donde las elecciones serán desdobladas: primero se votará gobernador y legisladores locales y, mas tarde a Presidente, y legisladores nacionales.

En la intimidad, en el PRO apuestan a que el posicionamiento del Jefe de gobierno porteño como principal opositor llevará a los radicales a repensar esto del Frente Unen junto a los socialistas y poner sobre la balanza: o mantener ese frente con Hermes Binner, Pino Solanas y Elisa Carrió o bien utilizar un acuerdo con el macrismo para ir por el triunfo en unas diez provincias y hacer crecer, nuevamente y después de mucho tiempo, la alicaída estructura radical de gobernadores e intendentes.

Lo cierto es que, también en la intimidad, pero de la UCR, evalúan esa posibilidad e incluso señalan que si el precio a pagar por un alianza con el PRO es que se alejen del frente el espacio de Pino Solanas y del Movimiento Libres del Sur, estarían dispuestos a pagarlo.

Solo es cuestión de tiempo.