Por: Walter Schmidt
Hay dos maneras de ganar una partida de truco: mintiendo o con una carta fuerte. En la política también se puede ganar mintiendo con promesas falsas pero no siempre el resultado es lineal. En cambio, si el candidato tiene “un as en la manga”, las consecuencias se pueden palpar, mas allá del margen de error.
El PRO de Mauricio Macri empezó a tomar conciencia que si hoy se votara a Presidente, quien se impondría sería Daniel Scioli, del Frente para la Victoria. Sabe que si ese resultado favorable al bonaerense se confirma en las PASO de agosto próximo, es muy probable que el jefe de gobierno porteño también se convierta en el principal candidato de la oposición. Scioli vs Macri.
Sin embargo para la oposición, que viene enredada en la pelea macrismo vs massimo, descuidando lo principal, el electorado, no hay certeza alguna de que el oficialismo, kirchnerismo o peronismo –depende del intérprete- tenga perdido un eventual ballottage.
Esa confusión se traslada a la campaña. El Frente para la Victoria no necesita explicarle al votante en qué consiste su propuesta porque mal o bien es quien gobierno a nivel nacional. En cambio la oposición, que predica “un cambio” o “un cambio justo”, sí debe decirle a la gente qué hará con temas claves porque necesita que el votante cambie el producto que viene consumiendo hace 12 años por otro, al mismo precio, pero de otra marca.
El problema para Macri es la provincia de Buenos Aires, donde la alianza con el radicalismo le reditúa muy poco pese a los 17 intendentes que posee la UCR. El PRO debe decidir si quiere asegurarse una mejor performance en territorio bonaerense en las PASO para ir tranquilo a las elecciones nacionales o si apuesta todo a la polarización con Scioli, dejando sin chances a Massa.
“Si Massa no se baja y saca en octubre entre 10 y 12 por ciento, que es lo que mide hoy para nosotros, no nos alcanza, y el kirchnerismo puede llegar a ganar en primera vuelta”, reflexionó un dirigente del PRO. Ese análisis tiene que ver con otra proyección: que el ex intendente de Tigre seguirá perdiendo dirigentes peronistas que volverán con el sciolismo y sólo quedará integrado por antikirchneristas, que son votos que deberían ir a Macri.
No es casual que, a raíz de ese escenario, el macrismo se divida en tres corrientes: 1) Los que piensan que con un PRO puro Macri se ubicará segundo en las PASO y luego concentrará el voto opositor con un Sergio Massa desinflado o bajándose de la candidatura; 2) Los que ven necesario un acuerdo con Francisco de Narváez para subir la intención de voto en la Provincia y asegurarse un importante volumen de votos con la suma del resto del país; 3) Quienes sostienen que deben insistir para que Massa sea el candidato a gobernador bonaerense de una alianza amplia y así asegurar la victoria nacional de Macri.
Un importante consultor político explicaba el caso del massismo de una manera muy pragmática: “El caso Massa-De Narváez es al inverso que el resto. En la Provincia, los candidatos a gobernador miden menos que los candidatos a presidente, por eso el papel de Scioli y Macri, llevando votos para sus fórmulas provinciales será clave. Pero en el Frente Renovador es a la inversa, hoy De Narváez tiene mas votos que Massa. Por el De Narváez sale a reclamar una gran interna, porque sabe que no le alcanza con Sergio”.
En las tres perspectivas, el PRO apuesta a que Massa siga disminuyendo su intención de voto, producto de la fuga de dirigentes. Al respecto, un operador kirchnerista hizo trascender que “esta semana, un intendente bonaerense dejará el Frente Renovador para volver al Frente para la Victoria”.
El problema del Frente Renovador como tal es que es un espacio compuesto fundamentalmente por dirigentes peronistas, algunos de ellos sin reconciliación con el kirchnerismo pero muchos de ellos solo “descontentos”, estado de ánimo que puede cambiar respecto al oficialismo, si observan que el massismo no les garantizará su poder territorial.
“¿Vos crees que un intendente va a querer perder su municipio por jugar con un candidato que va tercero?”, asegura un operador sciolista. Está claro que hay intendentes que, mas allá del espacio que ocupen y el candidato a gobernador o a presidente con el que se referencien, ganarán las elecciones de agosto y de octubre sin problemas. Los inconvenientes radican para aquéllos jefes comunales como Luis Acuña de Hurlingham, que de ninguna manera tienen asegurada la reelección y deben privilegiar antes su territorio que cualquier cuestión ideológica.
“Nosotros queremos ganar, qué me importa el proyecto”, bramó un intendente del kirchnerismo, cuando unos meses atrás, un operador político del massismo intentó convencerlo que se pasara a las filas del Frente Renovador.
Por eso no es casual que prácticamente todos los intendentes peronistas en el massismo tengan un aceitado diálogo con el ministro de Seguridad provincial, Alejandro Granados, que es considerado otro intendente mas porque toda su carrera la forjó en el municipio de Ezeiza. El propio Darío Giustozzi o Jesús Cariglino ya venían desde hace tiempo dialogando con Granados.
La fórmula bonaerense del PRO descansa, por ahora, en María Eugenia Vidal y Juan Gobbi, intendente radical de Chascomús. Sin embargo, en esa nueva coalición admiten que si bien “Macri tiene un 26 por ciento de intención de voto en la provincia”, el corte de boleta entre postulante a presidente y a gobernador “es tradicional”, por lo que no creen que esa propuesta supere los 20 puntos.
La apuesta a un ballottage antikirchnerista es muy peligrosa. Scioli podría peronizar una campaña para la segunda vuelta, dejando de lado la impronta kirchnerista con el objetivo de ganar. ¿Qué peronista podría no acompañar una convocatoria de unidad? Muy pocos.