Por: Walter Schmidt
Ni Mauricio Macri ni Daniel Scioli pudieron cerrar una jornada de verdadero festejo a nivel nacional y debieron contentarse con triunfos distritales, importantes para la construcción política de sus fuerzas pero que no pudieron convertirse en aportes reales a los proyectos presidenciales de cada uno de ellos.
La “ola amarilla” fue contemplada por el PRO a principio de 2015 como un cierre de mitad de año, el 5 de julio por la noche, con un festejo de máxima: las victorias en las elecciones de Santa Fe -con Miguel del Sel-, en Córdoba -con la coalición que tanto costó construir entre la UCR, el PRO y el juecismo- y por supuesto en la Ciudad, en primera vuelta si era posible.
Sin embargo, ese objetivo comenzó a diluirse con el traspié santafesino, en una larga y oscura noche de Del Sel que chocó contra los “aparatos” socialista y peronista, algo que el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba siempre relativizó pero que terminó costándole al PRO dos provincias de las “grandes”.
Precisamente, Córdoba también significó un traspié para el proyecto “Macri Presidente”. No porque el resultado de anoche sorprendiera con la victoria del delasotista Juan Schiaretti sobre el radical Oscar Aguad, sino porque Macri depositó toda su confianza en armar un frente, pese a su marcada heterogeneidad como juntar a los radicales con Luis Juez, además del ex árbitro Héctor Baldassi, creyendo que podía ganarle al oficialismo la provincia.
En el bunker macrista se conformaban con saber que Macri sigue siendo el candidato presidencial mejor posicionado en la provincia mediterránea.
La Ciudad de Buenos Aires fue la única brisa de aire fresco que recibió el PRO, aunque la idea de disputar una segunda vuelta le quitó el sabor pleno de un festejo y deja, aunque sea por dos semanas, con las manos vacías a Macri.
Salvando las distancias, tampoco fue una gran noche para Scioli y la meta que se planteó. En lo que va del cronograma electoral 2015, el kirchnerismo ganó sólo tres de las nueve provincias que se pusieron en juego. Además del triunfo del peronista Sergio Casas en La Rioja, el Frente para la Victoria se impuso en Salta con Juan Manuel Urtubey y en Tierra del Fuego de la mano de Roxana Bertone.
Lo preocupante es que la oposición se impuso en cuatro de los cinco grandes distritos: Mendoza, Santa Fe, Córdoba y Ciudad de Buenos Aires, que juntos suman casi el 30 por ciento del electorado nacional. Mas aún, en los tres últimos, el kirchnerismo salió tercero.
Así como el peronismo recuperó Tierra del Fuego, en el “Superdomingo” de ayer por primera vez el kirchnerismo quedó relegado a ser la tercera fuerza en la Capital Federal, ya que ECO de Martín Lousteau no sólo disputará el ballottage sino que se consolidó como la segunda minoría en la Legislatura porteña.
A partir de hoy a nivel nacional comienza otra etapa de la campaña electoral, en la que el mapa de la Argentina, si se mantiene la polarización, se dividirá como un River-Boca en sciolistas y macristas.
Obviamente Una Nueva Alternativa (UNA) de José Manuel de la Sota y Sergio Massa intentará consolidar un nicho electoral de peronistas antikirchneristas, así como Margarita Stolbizer explotará la beta progresistas. Pero lo más probable es que las PASO de agosto terminen blanqueando la polarización cuyo destino es impredecible.
Mas allá de la “sensación” de continuidad que el Frente para la Victoria ha instalado en la opinión pública, cuando se observan las encuestas mas serias, el resultado siempre es el mismo: entre 3 y 5 puntos de diferencia entre Scioli y Macri. En otras palabras, teniendo en cuenta el error estadística, un empate técnico.
Ni la ola amarilla llegó para recrear la idea de “Macri Presidente”, ni la ola naranja arribó para establecer con una sucesión de triunfos provinciales la percepción de un “Scioli Presidente”. Ambos deberán salir al campo de juego para ganarse los votos que le permita a uno de ellos ser el próximo Presidente de la Nación