Por: Walter Schmidt
El escenario electoral ingresa esta semana en su último mes antes del “25-O”, el día de los comicios generales que podrían decidir al Presidente que suceda a Cristina Fernández o a los dos competidores que se disputarán el ballottage por la Casa Rosada el 24 de Noviembre.
En el último tramo de la larguísima campaña electoral, lo acontecido hasta aquí, con un ojo puesto en las elecciones, podría resumirse en tres actos.
Primer acto: Daniel Scioli gana las PASO y queda a solo 1 punto y media del 40 por ciento.
Segundo acto: Mauricio Macri no crece lo esperado porque Sergio Massa no se desintegró.
Tercer acto: Scioli y Massa critican a Macri. Scioli porque lo considera su rival y Massa porque quiere desalojarlo del “segundo lugar”.
¿Cómo se llama la obra?
El “nombre de la obra” puede ser cualquiera, sin embargo una rara sensación invade el clima opositor. El antikirchnerismo está apostando todo, absolutamente todo, a un ballottage que ni siquiera está asegurado, habida cuenta de algunos indicadores que se dieron en la última semana.
En principio, distintas encuestas ratificaron el 1, 2 y 3 de Scioli, Macri y Massa, en ese orden. Difieren los porcentajes, pero algunas de ellas reflejaron lo que por estas horas comienza a asemejarse a una posibilidad: si Scioli llega a los 40 puntos, será Presidente.
Ocurre que desde las PASO y, ayudado por el caso Niembro, Macri se amesetó al igual que Scioli, pero la diferencia es que el candidato del Frente para la Victoria le sacó una ventaja de 14 puntos en las primarias (38 frente a 24), mientras que el postulante del PRO, cuyo objetivo era profundizar la polarización con el gobierno y hacerse de los votos que habían ido a la canasta de Massa, no logró esa meta hasta ahora.
¿El crecimiento de Massa a quién beneficia? Si Massa crece, sin superar a Macri que es lo que en apariencia estaría ocurriendo, el beneficiario de esa disputa opositora es Scioli, siempre que alcance los 40.
Ahora bien, si Massa superara a Macri ubicándose en segundo lugar y forzara un ballottage con Scioli, otro podría ser el escenario. “Sergio es nuestro peor competidor en una segunda vuelta porque nos disputa el voto peronista”, admitió un operador oficialista.
Contra todos los pronósticos políticos y periodísticos, Scioli viene despegándose del kirchnerismo día a día. Filtrando los eventuales nombres de su gabinete sin ningún kirchnerista, dejando a La Cámpora de lado de las decisiones importantes, formulando propuestas económicas –como las de mañana en el Teatro Opera- con claras diferencias con las aplicadas por Cristina Fernández, y dejando de lado a su otrora “comisario político” y compañero de fórmula, Carlos Zannini.
Scioli ha establecido una mesa chica en la que no está Zannini. Allí pueden verse a los gobernadores Juan Manuel Urtubey (Salta), Maurice Closs (Misiones) y Sergio Urribarri (Entre Ríos), además del santafesino Omar Perotti, así como el titular de Anses, Diego Bossio o al Secretario de Seguridad, Sergio Berni. Ningún kirchnerista de paladar negro.
Tanto Urribarri como Bossio y Berni, en algun momento fervientes kirchneristas, han puesto al “peronismo” y al “pragmatismo” por encima de todo, y hace tiempo se alinearon absolutamente a Scioli.
Ni Zannini, Axel Kicillof, Andrés “Cuervo” Larroque, Eduardo “Wado” de Pedro, José Ottavis, Carlos Kunkel, Diana Conti, Edgardo Depetri o Agustín Rossi, por citar dirigentes ultra K, forman parte de la mesa chica y muchos de ellos ni siquiera de la mesa ampliada sciolista.
Así como Scioli parece deshacerse de kirchneristas y camporistas, Macri hizo lo propio con sus socios. El escándalo que obligó a Macri a aceptar la renuncia a su candidatura a Fernando Niembro, marcó la soledad en la que queda el PRO en algunos decisiones trascendentales. Prácticamente ni la UCR ni el núcleo de la Coalición Cívica que lidera Elisa Carrió salió a respaldar al periodista deportivo.
¿No será necesario que Macri muestre como tal a Cambiemos, con una mayor participación de dirigentes que no sean del PRO para este último mes de campaña? Semanas atrás hubo un intento en recorrer el interior con el mendocino Julio Cobos, lo cual pareció efectivo. Habrá que ver si el papel de Macri junto al radical y candidato a gobernador de Tucumán, José Cano, sumó o restó. Tal vez sería productivo que Cambiemos intensifique actividades con Ernesto Sanz y Elisa Carrió, para ofrecer una imagen de un frente que, por ahora, parece ser sólo PRO.
Si la oposición quiere ir al ballottage, debe mostrar cohesión, un bloque homogéneo capaz de gobernar sin ser desbordado por internas o diferencias.
Pero la no formulación de propuestas ni de posibles integrantes de un gabinete nacional marcan una carencia en la estrategia de Cambiemos. Sería un error para la oposición creer que el “antikichnerismo” es un estadio consolidado, estable, fijo.
La cantidad de votantes que se mantendría fiel a su voto en las PASO se habría reducido de manera alarmante en los últimos días. Esa fidelidad habría pasado del 80 por ciento al 65. Es decir, que un 35 por ciento del electorado podría cambiar su voto. No obstante, nadie asegura si eso indicaría un giro oficialista u opositor.
La memoria debe tener presente que el kirchnerismo-peronismo parecía destinado a desaparecer en el 2009 cuando la oposición venció en las legislativas con el tridente Macri-Francisco de Narváez-Felipe Sola en la provincia de Buenos Aires. Dos años mas tarde, Cristina Fernández arrasó con el 54% de los votos, compuesto por votos de fieles y ajenos.
En el 2013 venció las legislativas Sergio Massa y hoy se ubica tercero. La oposición debería aprender de los tropiezos.