A 205 años del nacimiento de Alberdi

En estos días se habla mucho de Tucumán y muy poco de un tucumano. Quizás esta sea una explicación de cómo están las cosas. El país que a comienzos del siglo XX estaba entre los más avanzados del planeta en la actualidad navega en un mar de mediocridad e intrascendencia que pocos presagiaban cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial. En algún momento nos salimos del camino, perdimos el rumbo y ya nunca más pudimos retomar la senda del crecimiento continuo que experimentamos desde el último tercio del siglo XIX en adelante.

En resumidas cuentas, nos apartamos de la Constitución de 1853 y dejamos que los ventajeros de turno se apropiaran del Estado para satisfacer sus propios intereses. Aquella Constitución nacida de la necesidad de establecer un gobierno con poderes limitados que garantice los derechos individuales y la propiedad privada fue producto de un grupo de convencionales que siguieron casi al pie de la letra las sugerencias realizadas por Juan Bautista Alberdi en su libro “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”. Precisamente un día como hoy pero de 1810, nacía este destacado tucumano que tanta influencia ejerció en el progreso argentino; aunque para ello no se valió de cargos públicos ni de fortuna familiar. No utilizó la violencia ni contó con grupo de matones a sueldo, ni gozó de simpatías compradas a fuerza de planes sociales o el otorgamiento del tan ansiado “pase a planta permanente”. Continuar leyendo

¿Qué te han hecho, Tucumán?

Urnas quemadas, votos comprados, bolsones de comida, periodistas agredidos e irregularidades en el escrutinio de las mesas electorales. Son estas las señales del deterioro al que fue sometido el sistema republicano en Tucumán. Produce una profunda tristeza ver la situación a la que ha sido sometida esta insigne provincia generadora de algunos de los más grandes hombres de la patria. Solo el poder absoluto de una clase política que no tiene el más mínimo respeto por los principios republicanos y el estado de derecho ha podido sumirla en esta situación.

Lamentablemente, en los comicios celebrados el domingo 23 de agosto se han producido todo tipo de trampas y manejos clientelares con el objetivo de ganar las elecciones que permitan mantenerse en el poder a los candidatos del oficialismo. ¿Acaso la victoria tiene que ser a cualquier precio con tal de conservar sus privilegios y sus fuentes de recursos de dudosa transparencia? ¿Conocen estas personas la gloriosa historia de esta provincia que nos ha proporcionado a todos los argentinos un sinnúmero de próceres? Quizás convenga un breve recordatorio para aquellos que han olvidado el extraordinario aporte que realizó esta provincia al nacimiento y al progreso de la patria en sus momentos fundacionales. Continuar leyendo

Historiografía a la argentina

Nuestro país es sorprendente por donde lo miremos. Desde casi todos los aspectos de análisis siempre encontramos alguna peculiaridad que, para bien o para mal, nos diferencia de otras sociedades. La historia nacional es uno de esos ámbitos que distintas generaciones de estudiosos y escritores han utilizado para dar forma a la idea de país que mejor definía sus aspiraciones ideológicas o políticas. Cierto es que la historia, como cualquier otro quehacer humano, está influenciada irremediablemente por una carga subjetiva de la que nadie se puede desprender.

Asistimos en la actualidad a una oleada de publicaciones históricas que refleja, a su vez, un creciente interés por parte del público en general por saber cómo ha sido nuestro pasado y cómo hemos llegado a ser lo que somos. Lamentablemente, los escritores que más repercusión han tenido en este público son los que han encarado sus trabajos bajo el análisis de una historia conspirativa, que presenta a la sociedad argentina desde sus comienzos como víctima de una conspiración interminable en la que solo cambian los conspiradores, pero no las víctimas de esa conspiración.

Seguramente, el lunes salió más de un suplemento histórico en los distintos periódicos del país haciendo referenciar a otro aniversario de la muerte del padre de la patria y, especulo que muchos de ellos tuvieron un enfoque como el que señalara en los párrafos anteriores. Continuar leyendo

Alberdi y la independencia

En 1837, Juan Bautista Alberdi escribió su primera obra de trascendencia titulada Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho. En este trabajo entre otras cosas aborda el tema de la independencia y destaca la diferencia que existe entre la independencia exterior y la independencia interior. Esta distinción, realizada a 21 años del 9 de julio de 1816, contiene ideas que son de plena vigencia. Alberdi sostiene en su escrito que en 1816 se consiguió la independencia del dominio español, pero que quedaba por conseguir algo que era mucho más importante y complejo: la independencia de los gobernantes que se harían cargo de los destinos del país desde ese momento. En otras palabras, se trataba de lograr la libertad individual para los habitantes. Alberdi temía los abusos de poder que sucedían durante el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas (1835-1852), quien lo hacía con la suma del poder público otorgada por la Legislatura de la provincia de Buenos Aires. Por este motivo, en la Constitución de 1853 se estableció en el artículo 29 que todo aquel político que otorgara facultades extraordinarias o suma del poder público sería considerado infame traidor a la patria. Se ve que aquellos que han otorgado facultades extraordinarias (i.e. “decretos de necesidad y urgencia”, “emergencia económica”, etc.) a los detentadores del Poder Ejecutivo en los últimos 15 años han pasado por alto este artículo de la Constitución Nacional.

Por eso creemos que es importante volver sobre Alberdi y la distinción que hace entre la independencia externa, que ya está ampliamente alcanzada, y la independencia interna, que hace casi 200 años estamos tratando de alcanzar. Decía Alberdi en 1837: “Nuestros padres nos dieron una independencia material: a nosotros nos toca la conquista de una forma de civilización propia, la conquista del genio americano. Dos cadenas nos ataban a Europa: una material que tronó; otra inteligente que vive aún. Nuestros padres rompieron la una por la espada; nosotros romperemos la otra por el pensamiento. Esta nueva conquista deberá consumar nuestra emancipación. La espada, pues, en esta parte cumplió su misión. Nuestros padres llenaron la misión más gloriosa que un pueblo tiene que llenar en los días de su vida. Pasó la época homérica, la época heroica de nuestra revolución. El pensamiento es llamado a obrar hoy por el orden necesario de las cosas, si no se quiere hacer de la generación que asoma el pleonasmo de la generación que pasa… Pasó el reinado de la acción, entramos en el del pensamiento. Tendremos héroes, pero saldrán del seno de la filosofía. Una sien de la patria lleva ya los laureles de la guerra; la otra sien pide ahora los laureles del genio. La inteligencia americana quiere también su Bolívar, su San Martín. La filosofía americana, la política americana, el arte americano, la sociabilidad americana son otros tantos mundos que tenemos por conquistar”. Continuar leyendo

“Sobre la libertad de escribir”

Con este título comienza un escrito que Mariano Moreno publicó en la Gaceta de Buenos Aires el 21 de junio de 1810. Había pasado casi un mes desde la instauración del primer gobierno patrio, y Moreno ya comenzaba a llamar la atención sobre la importancia crucial que tenía el tema de la libertad de expresión. El país daba los primeros pasos hacia la independencia total, lo cual se iba a lograr en 1816, y uno de los principios fundamentales que se debían consagrar (además de la conformación de los órganos de gobierno y la elección de sus representantes) era el de la libertad de opinión. Las colonias españolas habían estado sometidas durante siglos a un estricto régimen de control de prensa, razón por la cual si realmente se quería establecer una ruptura con el pasado, se debía garantizar la libre discusión de ideas en todo el territorio de lo que fuera, hasta ese momento, el Virreinato del Río de la Plata. En su alegato, Moreno sostuvo que el uso monopólico del derecho a la publicación de periódicos y libros, había servido para que los pueblos se mantuvieran ignorantes y esclavizados durante generaciones, y se preguntaba si una ley que consagrara la libertad de prensa “¿no sería la obra más aceptable a la humanidad, porque la pondría a cubierto de la opresora esclavitud de sus preocupaciones, al dar ensanche y libertad a los escritores públicos para que las atacasen a viva fuerza, y sin compasión alguna?”

Mariano Moreno representaba al sector más radicalizado de los hombres que encabezaron nuestro proceso de emancipación nacional. Por esta razón, era también quien buscaba con más ahínco desterrar todo vestigio del antiguo régimen, siendo su oposición a mantener el tratamiento honorífico a las nuevas autoridades gubernamentales uno de los hechos que más resonancia tuvo por aquellos días (ver su escrito sobre Supresión de los honores del Presidente, publicado en la Gaceta de Buenos Aires el 8 de diciembre de 1810). Este tipo de posturas lo llevó a ser mirado cada vez con más recelo por parte del sector  conservador dentro del gobierno, liderado por Cornelio Saavedra, quien poco a poco logró neutralizar la influencia de Moreno en la Junta Grande, razón por la cual finalmente decide alejarse del gobierno, y emprende una misión diplomática por Brasil y Europa con el objetivo de conseguir, para el gobierno patrio, el reconocimiento de las potencias extranjeras. Lamentablemente, nunca llegaría a cumplir su misión ya que murió en alta mar, al poco de partir desde Río de Janeiro, el 4 de marzo de 1811.

De todos modos, en los escasos meses en los que participó del gobierno, Moreno logró dejar una huella imborrable en la historia nacional. Desde la Gaceta de Buenos Aires, periódico que fundó el 7 de junio de 1810 y cuyo lema era “Tiempos de rara felicidad, aquellos en los cuales se puede sentir lo que se desea y es lícito decirlo“, impulsó como primera medida la idea de poder escribir sin reparos todo aquello que uno pensara. Por ello, en el artículo al que hacemos referencia en esta columna decía: “Dése acceso a la verdad y a la introducción de las luces y de la ilustración: no se reprima la inocente libertad de pensar en asuntos del interés universal; no creamos que con ella se atacará jamás impunemente al mérito y la virtud, porque hablando por sí mismos en su favor y teniendo siempre por árbitro imparcial al pueblo, se reducirán a polvo los escritos de los que, indignamente, osasen atacarles. La verdad, como la virtud, tienen en sí mismas su más incontestable apología; a fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen en todo su esplendor y brillo: si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria.”

El primer paso para vivir en un verdadero sistema republicano consiste en garantizar la libertad de expresión para todo el mundo. Como sostuvo el autor inglés John Stuart Mill en su obra On Liberty: “Si toda la humanidad, menos una persona, fuera de una misma opinión, y esta persona fuera de opinión contraria, la humanidad sería tan injusta impidiendo que hablase como ella misma lo sería si teniendo poder bastante impidiera que hablara la humanidad… [ya que] si la opinión es verdadera se les priva de la oportunidad de cambiar el error por la verdad; y si es errónea, pierden lo que es un beneficio no menos importante: la más clara percepción y la impresión más viva de la verdad, producida por su colisión con el error”.

En este sentido, los que callan a las voces disidentes pierden la oportunidad de acercarse al conocimiento de la verdad, porque piensan que ellos mismos son los únicos detentadores de la misma. Stuart Mill sostuvo que “negarse a oír una opinión, porque se está seguro de que es falsa, equivale a afirmar que la verdad que se posee es la verdad absoluta. Toda negativa a una discusión implica una presunción de infalibilidad.” Lamentablemente, esto último parecería ser la idea que predomina en nuestro país en las actuales circunstancias. La soberbia del poder, conseguido con mayorías circunstanciales y perentorias, suele confundir a los gobernantes, que creen que “sus verdades absolutas” durarán por siempre sin poder apreciar que en un futuro no muy lejano serán ellos mismos los que estarán clamando por sus derechos a expresarse libremente. En este sentido, sería importante que todos pudiéramos comprender que una opinión diferente es solamente el resultado natural de los gustos diversos que tenemos las personas, además del ejercicio de un derecho básico como es el de discrepar con la opinión de los demás. Eso no nos convierte en mejores o peores personas, ni en enemigos. Es una paradoja de nuestros tiempos que por un lado se hacen grandes manifestaciones en defensa de los derechos a ser diferentes y por otro lado se ataca a aquellos que se atreven a manifestar una opinión distinta a la de los demás. Es en beneficio de todos garantizar el derecho a la libertad de expresión.

El problema no son los extranjeros sino la impunidad

Seguramente la mayoría de los que lean esta columna tienen en su árbol familiar algún antepasado que emigró al país en búsqueda de un futuro mejor. Es sorprendente que en un país de inmigrantes se los quiera estigmatizar como causantes de la ola de delitos que presenciamos a diario en los últimos años. Más aún: si miramos más detenidamente el origen de la gran inmigración en Argentina veremos que la misma fue producto de la necesidad de mano de obra para construirla en sus años fundacionales.  Continuar leyendo

Alberdi imaginó un país, Roca lo hizo posible

Un 19 de octubre, hace justo cien años, fallecía Julio Argentino Roca, hombre decisivo de la República Argentina a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Nacido en la Provincia de Tucumán el 17 de julio de 1843, fue para muchos quien llevara a los hechos la ideas que otro tucumano, Juan Bautista Alberdi, pusiera por escrito en sus Bases. Podríamos decir que estos dos tucumanos se complementaron a la perfección. Alberdi imaginó un país, Roca lo hizo posible. De hecho, Alberdi en las Bases hablaba de la transición de una República posible a una República verdadera.  Para ello era necesario consolidar la organización nacional, con una autoridad fuerte que tuviera poder efectivo en todo el país, que promoviera la inmigración y la llegada de capitales para generar el progreso económico y social del país. Continuar leyendo

Educación y esclavitud

En el artículo La Economía de la Esclavitud, el economista afroamericano Thomas Sowell analiza el impacto que tuvo la economía del sistema esclavista y las externalidades negativas que el mismo generó en el sur de los Estados Unidos. Es interesante considerar algunos de los temas que propone en su artículo a la luz de las reformas que se implementarán en el sistema educativo de la Provincia de Buenos Aires a partir de 2015. Sobre todo porque las medidas que se toman en el presente suelen tener un impacto muy profundo en el futuro. Continuar leyendo

El “crimen de la guerra”

En las últimas semanas hemos sido testigos del recrudecimiento de las acciones bélicas en  Israel y Ucrania. La guerra es siempre una catástrofe que no se puede justificar bajo ninguna circunstancia y así lo expresó Juan Bautista Alberdi en su escrito de 1870: El Crimen de la Guerra. Por lo general se cree que el texto fue escrito en repudio a la Guerra del Paraguay o Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), pero la realidad es que Alberdi escribió ese texto (que sería publicado luego de su muerte) para presentarlo al concurso de la “Liga Internacional y permanente para la Paz” que se llevó a cabo en Europa al finalizar la Guerra Franco-Prusiana.

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Crisis de deuda: una lección de la historia

Como consecuencia de la resolución de la Corte Suprema de Estados Unidos de no revisar el fallo del Juez Thomas Griesa, el gobierno se ve inmerso en un verdadero dilema sobre cómo resolver este problema sin profundizar los costos ya asumidos por su impericia o desidia. Lamentablemente, esta no es la primera vez que el país se ve inmerso en una crisis provocada por un alto endeudamiento o condiciones macroeconómicas externas poco favorables. Veamos por caso lo que sucedió durante la presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880), quien debió afrontar la crisis de 1873-76.

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