Las empresas reducen la deuda externa

Es un fenómeno que se agudizó desde principios de año con la caída de líneas de crédito, principalmente para inversión y capital de trabajo, por el creciente riesgo de que se pongan trabas para el repago, como ocurre con el giro de dividendos a casas matrices de compañías extranjeras radicadas en el país.

De este modo, se agregó otro factor que explica la creciente sangría de las reservas en divisas del Banco Central, como claramente mostró el balance cambiario de la entidad al cierre del primer trimestre y que se estima se profundizó en el siguiente.

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La inflación la generan todos

En el último anuncio de seis medidas asistenciales para los sectores de menores ingresos de la población la Presidente encomendó a los empresarios a que no aumenten los precios en respuesta al incentivo al consumo que generará poner en millones de argentinos unos 1.400 millones de pesos por mes, durante un año.

Dijo Cristina Kirchner: “Y hablando de los precios, es necesario comenzar a hablar claramente porque parece ser que, cuando se habla de los precios, los aumentara Moreno o los aumentara Cristina Fernández de Kirchner. Y mis queridos amigos y compañeros y los que no son compañeros, empresarios, comerciantes pequeños, medianos, chicos, regulares, los que ponen los precios son ustedes. Entonces, creo que vamos a tener que hacer un esfuerzo. Y también, como son ustedes muchas de los anunciantes más importantes que tienen los medios de comunicación, sean escritos, orales, televisivos, terminan hablando del Gobierno de los precios y no terminan hablando de ustedes”.

Es obvio que los empresarios aumentan los precios de sus productos y servicios, sea porque estacionalmente se contrae la oferta, en el caso de los productos del campo, sea porque se reactiva la demanda, como el turismo, sea porque se alienta la suba de los costos, con más impuestos, con alza de salarios e incremento de los costos de importación de insumos con más burocracia, etcétera.

Pero también es un precio el salario de la economía, el cual se determina en convenciones paritarias, pero con clara orientación del Ministerio de Trabajo del porcentaje a consensuar, un porcentaje que luego se propaga por el resto de la economía.

Así como es un precio el tipo de cambio de la moneda nacional por una extranjera que determina arbitrariamente el Banco Central, con una variación diaria o semanal según sea el criterio apreciar o depreciar el peso.

Por supuesto que el precio del dinero es la tasa de interés, la cual regula el Banco Central a través de sus licitaciones de letras (operaciones de mercado abierto) o de la determinación del dinero que deben mantener las entidades autorizadas indisponible en sus tesoros para atender los requerimientos del público (encajes). Y muchas veces acude al auxilio del Banco Nación para que intervenga en el mercado prestando o pidiendo cancelación de créditos a las entidades privadas (call money).

Y también contribuye a la suba de los precios al consumidor la política impositiva de la Nación, las provincias y los municipios, cuando alienta el aumento de los impuestos y tasas.

Sin embargo, parece más simple cargar todas las culpas de la alta tasa de inflación “al empresario monopolista y oligopolista”, es decir concentradores de la oferta de bienes para vender a una demanda atomizada (más de 40 millones de habitantes), como sostienen los principales referentes del Gobierno, porque aún no aprendieron que en una economía abierta al mundo se puede también atomizar la oferta si se deja espacio a la competencia sana de las importaciones (sin dumping social y precios de liquidación).

Dinero espúreo
Junto a todo lo anterior se agrega el efecto del desborde del gasto público, en todos los órdenes: nacional, provincial y municipal, por sobre la capacidad de financiamiento con los recursos de la recaudación tributaria, tasas y tarifas, porque en forma directa e indirecta requieren del auxilio de la emisión de dinero por parte del Banco Central.

Y no se trata de ser un ultraortodoxo monetarista que indica que la tasa de expansión de la cantidad de dinero en poder del público es la principal responsable del nivel del alza promedio de los precios de la economía, porque hay que agregar un componente no menor: la confianza de las familias y consecuente deseo de acrecentar o disminuir los saldos monetarios reales (cantidad de dinero respecto del PBI).

Es que en modo simple, la cantidad de dinero debe ser equivalente a la totalidad de bienes que se producen por su precio promedio. Por tanto, si sube el PBI, se requerirá más cantidad de dinero para comprarlo. En ese escenario, más dinero no es sinónimo de más inflación.

El problema aparece cuando por políticas y acciones que enturbian el ciclo de los negocios se fomenta la creación de dinero para financiar un desmedido aumento del gasto público y entonces en lugar de elevarse proporcionalmente la cantidad de bienes se incentiva el alza de los diferentes precios de la economía. De ahí surge el denominado impuesto inflacionario, cuyo principal responsable es la Administración Pública. Y éste no es un punto menor, no sólo por las distorsiones que genera, sino porque además de ser regresivo -afecta más a los que menos tienen-, no es coparticipable con las provincias y los municipios, como gran parte del resto de los impuestos, excluidos los vinculados con el comercio exterior y la caja de jubilaciones.

Cuando esos movimientos se tornan sostenidos y generalizados, es decir abarca a todos los sectores: gobierno, empresas y familias, se cae en un escenario inflacionario en el que todos tienen una cuota de responsabilidad. Incluso, la Presidente y sus ministros y secretarios, porque son los que fomentan una política centrada en impulsar el consumo, sin un paralelo incentivo a la producción, la inversión y el comercio exterior.

Alta capacidad ociosa
Los últimos datos del Indec sobre el uso de la capacidad productiva en la industria, correspondiente a abril, dieron cuenta de que en el promedio general se observa un grado de inutilización de las plantas fabriles de poco más de 24%. Es decir que casi un cuarto del potencial de producción se encuentra parado.

Las razones de ese fenómeno -que lejos de atenuarse se ha acentuado, se elevó en tres puntos porcentuales- son el exceso de regulaciones y limitaciones al proceso productivo, como las que impiden la fluidez de las importaciones de insumos básicos, pese a que no se producen en el país; las limitaciones para exportar que impuso una deliberada política de alta inflación y apreciación del peso (sólo atenuada en los últimos meses), porque deriva en alza de los costos en dólares y saca de mercado a la producción nacional y también los desaciertos en la política externa que han llevado a trabar las ventas aun a socios del Mercosur.

La inflación nunca podrá bajar por decreto o por un Estado gendarme a niveles tolerables, menos de 5% anual, sino cuando las políticas monetaria y fiscal y de ingresos estén orientadas hacia ese objetivo, lo cual no implica abandonar las acciones asistenciales para los más necesitados y las regulaciones de los mercados, sino de llevarlas a cabo sin conflictos entre los objetivos y los instrumentos que se elijan.

De la década ganada al decenio perdido

El ministro de Economía, Hernán Lorenzino, sorprendió a comienzo de la semana a propios y extraños cuando confesó públicamente que la cotización del dólar en el mercado paralelo le hace reír mucho, porque no midió el origen del resurgimiento de ese mercado en los últimos meses. Y, lo que es peor, sus consecuencias sobre la economía de las empresas y en especial de la mayoría de las familias argentinas.

Sobre todo porque considera que se trata de un mercado inexistente y dio a entender que es un invento de los periodistas, “interesados en impulsar una megadevaluación y atacar un modelo cuyo norte es garantizar los ejes de este modelo, los cuales no se tocan, son el crecimiento y el empleo, por eso no vamos a devaluar”, aseveró sin convicción ni autoridad.

Es que el Indec, organismo intervenido que está sobre su órbita, pero no sobre su guía, ha informado en los últimos días que el ritmo de crecimiento del PBI es ahora la mitad del que acusaba un año atrás y que de 165 mil personas que se incorporaron al mercado de trabajo en un año en busca de un empleo apenas lograron su objetivo 48 mil, esto es, menos de la tercera parte. El resto se sumó a la legión de desocupados.

Pero no sólo eso, insiste con que “este Gobierno no va a devaluar”, pero el Banco Central de la República Argentina, que hace más de un año abandonó su autonomía y se puso a las órdenes de la Secretaría de Hacienda para cubrir el desbordado déficit fiscal, aceleró la tasa de devaluación del peso (en el acotado mercado oficial) a 22% anual, alineándose a la desaceleración de la inflación que provoca el enfriamiento de la economía.

“El dólar negro es una herramienta más para presionar al Gobierno para lograr una devaluación. Sigue siendo ilegal, es un mercado que no tiene referencia clara de precio. Me río mucho cada vez que veo la cotización”, sostuvo el funcionario en una entrevista, y desafió al periodismo a revelar sus fuentes, por presumir que difunde un dato que no existe, simplemente porque se resiste a recorrer la calle y leer lo que está pasando, no ya en el “interior profundo” como le gustaba en el pasado hacer referencia la Presidente de la Nación, sino a metros de su despacho.

Aún no empezó el invierno, pero ya se siente
No se trata de seguir haciendo todo lo contrario a lo que se dice, ni de fomentar una megadevaluación del peso, que es lo que hace el Gobierno cuando ajusta la paridad cambiaria más de 21% al año y salta a más de 30% para el caso del productor de trigo, según anunció Cristina Kirchner dos semanas atrás y luego rubricó en el Boletín Oficial, sino de adoptar políticas económicas contrarias a las puestas en práctica desde los últimos días de 2011.

Y no parece que el camino sea partir de un nuevo blanqueo de capitales, ahora llamado exteriorización de moneda extranjera, para oficializar el mercado de cambios paralelo que el propio ministro niega pero que junto a cuatro funcionarios de su área y del Banco Central reconoció en la defensa del proyecto en el plenario de comisiones en el Senado de la Nación.

Menos aún sostener que “es una mentira que no haya opciones de ahorro en pesos”, cuando la renta que se ofrece a los ahorristas se ubica no sólo muy por debajo de la tasa de devaluación del peso, sino más aún de la tasa de inflación que enfrenta a diario, independientemente de la medición que difunde el Indec.

Sobre todo porque la cantidad de familias afectadas por la pérdida de vitalidad de la actividad económica y erosión de sus ingresos supera en más de 10 veces a la que aún tiene alguna capacidad de ahorro y es la que padece en mayor cuantía el efecto de la destrucción de puestos en la actividad privada, el recorte y supresión de horas extras en las fábricas y el comercio y la que, según el Indec, ha comenzado a sufrir el efecto desaliento, esto es el retiro del mercado de trabajo porque observa que las puertas se cierran en lugar de abrirse.

No hace falta ser psicólogo para advertir que la risa del ministro de Economía lejos de ser de alegría es nerviosa y de impotencia, ante la carencia de ideas y de capacidad técnica para revertir decisiones de política que en poco más de 18 meses transformó lo que se creía sellar como una década ganada, en un decenio que finaliza con tendencia a revivir las peores épocas institucionales y económicas de la larga historia de decadencia y de pérdida de oportunidades para la mayor parte de los argentinos.

La Presidente comunicó ayer seis anuncios destinados a incentivar el consumo interno, con la inyección a partir de junio de $1.400 millones, a través de la suba de los subsidios familiares, asignación universal por hijo y otras asistencias destinadas a favorecer la capacidad de compra de los hogares argentinos. Significa el equivalente a un aumento de la demanda privada de 1,4% por mes, la cual anualizada representará menos de un punto porcentual.

Pero como paralelamente no se anunciaron medidas vinculadas con el fomento de la inversión productiva, no hay motivos para pensar en un impulso de la actividad productiva y por tanto la mayor parte del impacto recaerá sobre los precios, pese a que ahora se los busque contener con movimientos políticos y juveniles, carentes de idoneidad. Podrán hacer que no suban los precios, pero no que se elaboren más productos y que éstos lleguen a las góndolas.

Lejos de responder a iniciativas innovadoras y con visión de futuro, parece un avance acelerado hacia el pasado, pese a su probado fracaso.

Las tensiones fiscales y comerciales elevan el cambio del dólar libre

Funcionarios del gobierno sostienen que desde 2003 no existen tensiones en el mercado de cambios, no obstante idearon un nuevo blanqueo de capitales destinado exclusivamente a atraer al tesoro del Banco Central los dólares acumulados por empresas y familias.

Según se reveló en conferencia de prensa el martes último, los líderes del equipo económico estimaron que dentro de la fronteras hay guardado fuera del circuito financiero más de u$s40.000 millones, esto es, más que las reservas en divisas que custodia la autoridad monetaria. Y más de tres veces ese monto en paraísos fiscales y cuentas en blanco fuera del país.

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Plazo fijo vs dólar o el karting vs un fórmula 1

La historia económica argentina es muy rica en experiencias sobre el paso de un régimen de tipo de cambio fijo y consecuente caída en atraso cambiario por no acompañar el ritmo de la inflación, a sistemas cambiarios flotantes que se inician con paridades altas y competitivas, pero que luego derivan en retrasos y deterioro de la competitividad de los productores de bienes y servicios cuando se acelera el alza de precios por desequilibrios fiscales crecientes.

En el primer caso se asiste a un escenario en que los inversores, y también las familias, tienden a financiar sus actividades y consumos con ahorros en moneda extranjera, porque observan que sus excedentes en pesos rinden más en colocaciones a interés en el sistema financiero.

Por el contrario, en el segundo, cuando la paridad cambiaria flotante empieza a ser manipulada como ancla inflacionaria, habida cuenta de la alta dependencia de la producción manufacturera del componente importado y de la toma de precios del mercado internacional de los sectores exportadores, en particular de cereales y oleaginosas, se despierta la tendencia al ahorro en dólares, en detrimento de las imposiciones en pesos.

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La reforma judicial mina la inversión productiva

La iniciativa del Poder Ejecutivo de avanzar hacia lo que eufemísticamente denominó la “democratización de la justicia”, ya que sin debate avanza a ritmo sospechosamente vertiginoso en el Congreso de la Nación, ya se ha cobrado innumerables víctimas en términos de calidad de vida de la población, porque conspira contra los emprendimientos privados y la consecuente creación de empleos y mejora de la participación de los asalariados en la distribución de la riqueza que se genera cada año.

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