Inflación: el arte de discutir lo indiscutible

Probablemente pocas cosas resulten más frustrantes, no ya para un especialista en temas monetarios, sino para un simple economista de formación básica, que tener que estar discutiendo sobre las causas de la inflación. De hecho, la simple observación de que los precios que ingresan en el índice de precios al consumidor (y también en el resto) están denominados en unidades monetarias debería ser una muestra más que suficiente para que los economistas keynesianos-estructuralistas-marxistas locales pudieran comprender la naturaleza monetaria del proceso. Esto es, así como cuando aumenta la oferta de cualquier bien por encima de su demanda (dado todo lo demás como constante), su precio respecto al resto de los bienes cae, con el dinero pasa exactamente lo mismo. De este modo, cuando sube la cantidad de dinero por encima de su demanda, el poder de compra de la unidad monetaria se reduce y, con ello, la cantidad de dinero que se necesita para comprar la misma cantidad de bienes sube. Así, cuando esta suba en los precios monetarios (pérdida del valor del dinero) es persistente en el tiempo, se define como inflación.

Sin embargo, pese a más de cinco mil años de evidencia empírica mundial, las lecciones monetarias de gigantes como Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek, Milton Friedman y Robert Lucas Jr., entre otros, y junto a la experiencia local de los últimos setenta años (momento en el cual Juan Domingo Perón nacionalizó el Banco Central), en los que se le quitaron trece ceros a la moneda, pasando por dos hiperinflaciones, resulta casi imposible de creer que no se haya aprendido nada sobre el tema. Es más, parecería que para la gran mayoría de los economistas argentinos es imposible de asimilar la famosa consigna del padre del monetarismo, que señalaba: “La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario y esta se contuvo solamente cuando se impidió que la cantidad de dinero continuara creciendo demasiado rápidamente; y este remedio resultó eficaz, se hubieran adoptado o no otro tipo de medidas”. Continuar leyendo

Vigilancia de precios: ¿El regreso de Axel Moreno?

Pocos días después del triunfo electoral de Mauricio Macri en la segunda vuelta y luego del levantamiento parcial del cepo cambiario, durante el último bimestre de 2015 y el mes de enero del presente año, los precios mostraron un salto en su tasa de variación que ha puesto a toda la población en estado de alerta respecto al futuro de la tasa de inflación, lo cual toma una mayor relevancia frente a la cercanía de las negociaciones en las paritarias.

Ante dicha situación inflacionaria, tanto el Presidente como algunos de sus ministros han realizado declaraciones altamente desafiantes hacia el empresariado; están buscando establecer un techo a las negociaciones salariales y, para ponerle la frutilla al postre, se ha deslizado la idea de lanzar un programa para vigilar los precios de los supermercados. Todo esto, puesto en blanco y negro, no es ni más ni menos que el típico programa keynesiano de políticas de ingresos que se ha venido ensayando en el país desde mediados del siglo XX hasta la fecha (salvo en los períodos de 1959-1962, 1967-1968 y 1991-2005, donde los precios fueron libres) y que siempre han fracasado, es más, sin ir más lejos, no es muy distinto (salvo por las formas, esperemos) de lo que hacía Guillermo Moreno. Continuar leyendo

Un límite al malestar social

Culminado el primer mes del año, luego del salto en la tasa de inflación durante los meses de diciembre y enero y de la presentación del programa económico por parte del ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, nos encontramos frente al inicio de las negociaciones salariales (paritarias) entre los sindicatos y el Gobierno. Según la forma en que se presenten, pueden derivar en situaciones de alta o de baja inflación.

Naturalmente, al momento de analizar el nivel de salarios no sólo deberían considerarse los precios (y por ende su tasa de variación, inflación), sino también la evolución del nivel de la productividad (marginal) del trabajo, ya que el salario de equilibrio viene determinado por el producto entre estos últimos dos conceptos. Así, cuando la tasa de variación de los salarios nominales excede a la suma del crecimiento de los precios y de la productividad del trabajo, las ganancias de las empresas caen y así se reduce la demanda de trabajo, lo que genera desempleo (esto castiga en mayor medida a los trabajadores menos calificados del mercado, ya que son los que estarían dispuestos a trabajar por menores salarios reales).

Por otra parte, en el caso opuesto, las empresas tendrán rentas extraordinarias que podrán aplicar a: demandar más trabajo, o acumular capital, o ahorrar (lo que implica financiar la inversión en otros sectores de la economía), donde cada una de estas alternativas conlleva la creación de nuevos puestos de trabajo y mejores salarios reales. Continuar leyendo

El delgado equilibrio del plan de Alfonso Prat-Gay

Recientemente, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, presentó su programa económico para los próximos cuatro años. En primer lugar, vale la pena destacar que, frente a la pésima calidad de las políticas implementadas por el kirchnerismo, representa un salto cualitativo enorme, ya que por los menos, desde el vamos, los números presentados guardan la consistencia formal en lo contable. Sin embargo, a la luz de su estrategia para la salida del cepo, ello nos condena a una política económica de baja calidad, la cual se caracteriza por un bajo crecimiento, una lenta reducción de la tasa de inflación y la toma de riesgos importantes en el plano monetario y financiero.

 Caracterización del programa

En cumplimiento de las promesas de campaña, se reduce la presión fiscal en 1,3% del PIB, al tiempo que se encara una reducción del gasto público de 2,3% del PIB, lo que permitirá mejorar el superávit fiscal en 1% en el 2016 y luego mejoraría en un 1,5% año a año hasta el 2019, para llevar el déficit primario de 5,8% del PIB a 0,3% del PIB. Al mismo tiempo, dicha dinámica, para el resultado primario, implicaría que el déficit fiscal global arranque en niveles cercanos al 7% del PIB y caiga gradualmente hasta el 3,4%. Si bien poco más de la mitad de deuda está en manos de agencias públicas y parte será financiado por el Banco Central (BCRA), implica una carga financiera del 7% del PIB (unos 30 mil millones de dólares anuales) que requerirá de un muy buen trabajo para que el programa llegue a buen puerto.

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El desafío antiinflacionario

Luego de cuatro años de la instauración del cepo cambiario, la administración del presidente Mauricio Macri, en cumplimiento de su promesa electoral, puso fin a las tortuosas restricciones que operaban sobre el mercado de cambios. En este sentido, el levantamiento del cepo implica una mejora del bienestar mediante un conjunto de efectos tanto directos como indirectos. Así, respecto del primero de los casos, la liberación de las restricciones cambiarias supone que cada uno de los individuos que opera en la economía llevará a cabo las transacciones que considere necesarias para maximizar su bienestar, en el plano personal y en el general.

Por otra parte, en cuanto a los efectos indirectos, se explican por los impactos sobre el resto del sistema. Así, el cepo cambiario equivalía a fijar un precio debajo del equilibrio de mercado, que al producir un exceso de demanda en dicho mercado generaba un exceso de oferta en el resto de la economía, lo que implicaba: altas tasas de interés (bonos), presión sobre los precios (dinero), retracción del nivel de actividad económica por habitante (bienes) y menor demanda de empleo productivo (trabajo), que se traducía en desempleo (que se ocultaba detrás de estadísticas con criterios artísticos y empleo público), caída del salario y precarización de las condiciones laborales. Por lo tanto, al levantarse la restricción cambiaria, si bien el precio de la moneda extranjera subirá, el exceso de demanda desaparecerá y con ello se cerrarán los excesos de oferta en el resto de los mercados, junto con sus efectos nefastos. Continuar leyendo

La imposibilidad de aplicar metas de inflación en el Banco Central

Sin lugar a dudas, a juzgar por los resultados en materia de inflación a lo largo de la historia del país, el desempeño del Banco Central (BCRA) está muy lejos de ser materia de orgullo. Concretamente, previo a su creación, en 1935, la cantidad de dinero de alta potencia (base monetaria) crecía a una tasa del 6%, mientras que la inflación y el tipo de cambio subían a un ritmo en torno al 3% y 4% anual. A su vez, en los primeros diez años de operación, la cantidad de dinero pasó a crecer a un ritmo del 14%, mientras que la inflación y el tipo de cambio lo hicieron al 6 y 2 por ciento.

Sin embargo, luego de la estatización del órgano de control monetario en el año 1946, la tasa de crecimiento promedio de la cantidad de dinero se disparó a niveles del 130%, mientras que las tasas de inflación y de devaluación treparon a niveles del 160 y 150 por ciento. Por lo tanto, el desempeño del Banco Central desde mediados del siglo XX ha sido altamente cuestionable. Además, sus marcas registran períodos de muy alta inflación, dos hiperinflaciones y la destrucción de cinco signos monetarios (en rigor, son seis si se tiene en cuenta que los actuales pesos dejaron de ser convertibles en el año 2002), motivo por el cual debería resultar claro que la misión del BCRA tiene que ser reconsiderada muy seriamente. Continuar leyendo

Dólar: esa verde pasión de la economía argentina

El debate cambiario, tanto por la búsqueda de un nivel de referencia (precio) como por sus potenciales efectos sobre el nivel general de precios (inflación), se ha apoderado del centro de la escena. El exiguo nivel de reservas del Banco Central —que, limpias de préstamos con Bancos Centrales, deudas pendientes de pago y encaje bancarios, perforarían la línea de los cinco mil millones de dólares— es el testimonio de una política monetaria inconsistente e insostenible.

Si bien es cierto que sería factible tener tipo de cambio fijo sin reservas, ello sólo sería posible si se cumpliera por lo menos una de las siguientes condiciones: (i) una demanda de dinero granítica a la baja —y, según el caso, hasta fuertemente creciente—, (ii) un acceso irrestricto e instantáneo al mercado de capitales, o (iii) una absoluta flexibilidad a la baja en el gasto público (para sacar pesos que sobran vía superávit). Naturalmente, Argentina no cumple ni por asomo con ninguno de estos puntos, por lo cual si optara por un tipo de cambio administrado, debería contar con una enorme cantidad de reservas, pero no las tiene.

Por lo tanto, el país deberá elegir entre la opción de una libre flotación del dólar o un fuerte aumento de los controles, los cuales no sólo hacen subir la tasa de interés, presionan sobre los precios y hacen caer el PIB per cápita, el empleo y el salario real, sino que además ponen en jaque las libertades individuales (como es el caso de Venezuela). Continuar leyendo

Dinero, precios y tipo de cambio

El debate en torno a la devaluación y el traspaso a precios

Actualmente, en la economía argentina, por liberación cambiaria o por inconsistencias que llevan a la no sostenibilidad del actual esquema, se da por descontado que más temprano que tarde habrá una devaluación de la moneda local. Asociado a ello y a la luz de la traumática historia de las devaluaciones en nuestro país, se ha comenzado a discutir entre los economistas profesionales sobre el traspaso a precios (pass-through) de la medida. Sin embargo, dicho debate está contaminado por el uso del herramental analítico keynesiano, el cual, como de costumbre, es desacertado y su formato conceptual es equivalente a sostener que el Sol brilla más fuerte sólo porque los empresarios heladeros han decidido reabrir sus locales de ventas.

Siguiendo a John Maynard Keynes (capítulo 21 de la Teoría general): “El nivel general de precios depende, en parte, de la tasa de remuneración de los factores productivos que entran en el costo marginal y, en parte, de la escala de producción como un todo, es decir (considerando conocidos el equipo y la técnica), del volumen de ocupación”. Por lo tanto, bajo esta óptica, muchos economistas toman el precio del dólar como un determinante del nivel general de precios, por lo que cuando el tipo de cambio sube (la moneda se deprecia), habría un traspaso a precios. Continuar leyendo

Crecer requiere mucho más que buenos modales

 Afortunadamente, luego de tanto tiempo de estar discutiendo la coyuntura económica de corto plazo, el debate ha girado hacia los temas del crecimiento y el desarrollo. Sin embargo, ya sea por ignorancia o por falta de entrenamiento en la materia, muchas de las presentaciones son por demás inconsistentes y cargadas de un voluntarismo extremo, las cuales no son más que una mera expresión de deseo, cuyo resultado final será un inexorable fracaso.

El punto de partida de un proceso de crecimiento y desarrollo sostenido en el tiempo implica entender que durante los últimos doce años no ha existido crecimiento genuino, sino que solo hemos sido testigo de una recuperación cíclica, o como se suele denominar en finanzas a este tipo de movimientos: el rebote del gato muerto. Esta situación se vuelve por evidente cuando se observa que el PIB en dólares por habitante se ubica por debajo del que se registró en el año 1998 (15.000 dólares a moneda constante), que además tenemos casi el doble de pobreza y la misma distribución del ingreso. A su vez, si el país hubiera logrado mantenerse en su tendencia de largo plazo, el PIB por habitante sería el doble y el triple si se toma en cuenta que hemos vivido el mejor contexto internacional de la historia. Continuar leyendo

Inquietante avance sobre las libertades individuales

Mediante la puesta en vigencia el decreto 1.311/2015 que regula la ley n.º 27.126 que ha creado la Agencia Federal de Inteligencia, el Gobierno ha gestado un nuevo avance en contra de las libertades individuales. Es más, dicho avance, cuando se lo analiza desde una visión de conjunto, en la que se contempla la sanción de las leyes de abastecimiento, la antiterrorista, la penal cambiaria y los embates contra el Poder Judicial, todo ello deja de manifiesto el intento del Poder Ejecutivo por instaurar un régimen del tipo socialista totalitario.

El decreto en cuestión no solo contradice las propias leyes de inteligencia que reglamenta y es inconstitucional, sino que además permite el espionaje sobre actividades lícitas. Concretamente, en el anexo I, donde se tipifica la nueva doctrina de inteligencia nacional, se habilita el espionaje sobre grupos económicos o financieros, bancos, empresas y compañías financieras que impulsen terrorismo o desestabilización de Gobiernos democráticos mediante corridas bancarias y cambiarias, desabastecimiento y golpes de mercado. Continuar leyendo