Canto a la Argentina

El casi seguro candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, dijo hace poco que si no obtiene la victoria, el futuro será muy negro para su país. Podría llegar a ser… la Argentina.

Como los padres de otras épocas que asustaban a sus hijos con el cuco para que tomaran la sopa, Trump nos usó a nosotros como la encarnación de todos los males. No nos dejó solos: incluyó también a Venezuela.

No deberían preocuparnos las frases de un sujeto tan estrafalario y peligroso. En todo caso, son los propios norteamericanos quienes deberían reflexionar acerca de qué les ocurre como para que alguien que ha centrado su campaña en la vulgaridad, el patoterismo verbal y la xenofobia tenga chances reales de ser su próximo presidente.

Pero el cuco de Trump ha sido empleado otras veces, por personas más respetables. A esa condición nos empujó el kirchnerismo. Traigo a colación esta anécdota porque ilustra de un modo contundente el enorme desafío que tenemos por delante. Hay que revertir más de medio siglo de decadencia. Como lo señalé en otras oportunidades, el kirchnerismo profundizó nuestras patologías, pero no las creó. Continuar leyendo

El relato de los hechos

Parecería que algunos añoran el relato. No me refiero a los kirchneristas residuales, esos que practican una ilusoria “resistencia” y llegan con su jefa a Comodoro Py como si protagonizaran el desembarco en Normandía. De ellos no se puede esperar otra cosa. Más asombrosos son quienes votaron a Cambiemos y desearían que el anterior relato fuera sustituido por uno macrista. Atribuyen esa supuesta falencia a errores de comunicación y ciertas voces mencionan un déficit de liderazgo presidencial.

No han comprendido el cambio y no advierten que este ya empezó. Si algo implica una ruptura con el pasado que dejamos atrás el 10 de diciembre, es que no tenemos, ni queremos tener, liderazgos mesiánicos, que todos los días, desde la pantalla, a la manera del Gran Hermano orwelliano, nos adoctrinen.

El de Mauricio Macri es un liderazgo democrático, republicano, abierto, que no se pretende infalible y, por ende, sabe escuchar. Un liderazgo que se permite la rectificación cuando está convencido de algún error. Un liderazgo que busca persuadir, antes que imponer. Continuar leyendo

El pasado y el futuro, las dos caras del 13 de abril

La declaración indagatoria de Cristina Elisabet Fernández de Kirchner ante el juez Claudio Bonadio fue menos un acto procesal que una puesta en escena. Es inconcebible que, en lugar de dar las explicaciones que correspondan en relación con la declaración indagatoria a la que fue citada, la ex Presidente haya organizado un show, con militantes de La Cámpora que pretendían actuar como su guardia pretoriana, y haya presentado un escrito que es un mero panfleto político de baja estofa. El respeto a las instituciones exigía de su parte otra actitud, más decorosa y ajustada sustancial y formalmente a los cánones de un acto judicial.

El posterior discurso de Cristina Kirchner nos la mostró como siempre, viviendo una realidad paralela en la que ella es una eterna víctima de una conspiración universal. De los millones de dólares que su irresponsabilidad le hizo perder al Banco Central no dijo una palabra. De la fortuna que ella y sus amigos forjaron en la función pública, tampoco.

Sin embargo, hay algo positivo en esa impúdica exhibición del kirchnerismo: nos recuerda qué lejanos quedan los tiempos de autoritarismo que vivimos hasta tan sólo cuatro meses atrás. La ex Presidente tal vez comprendería, si tuviera el espíritu abierto, que no necesitaba cadenas nacionales. Todos los canales de noticias, aun los que no le tienen ninguna simpatía, transmitieron sus palabras. En buena hora que lo hicieran: vienen muy bien estos recordatorios del abismo que logramos sortear. Continuar leyendo

De empresarios y testaferros

El empresario es una persona imprescindible para el desarrollo de un país. Tiene una idea, crea algo, brinda un servicio. Es útil a la sociedad. Reúne el capital y el trabajo, crea empleo, satisface necesidades, innova. Sobre todo, arriesga.

Lázaro Báez no es un empresario, salvo que despojemos a esta palabra de todo lo que tiene de positivo. Era hasta no hace tanto tiempo un modesto cajero de una sucursal del Banco Nación en Río Gallegos. Hoy es dueño de una constructora que ganaba todas las licitaciones en Santa Cruz, posee infinitas hectáreas, importantes hoteles, se mueve en tres aviones privados… Nadie en su sano juicio puede creer que un rayo súbitamente le transmitió al cajero en 2003 todos los talentos y las oportunidades de un empresario. Báez es una simple máscara de Néstor y Cristina Kirchner. Su socio formal en algunas empresas, pero en verdad es el hombre que usaron para acumular una indebida fortuna, hecha de sobreprecios y de coimas. Báez expresa de la manera más torpe ese capitalismo de amigos que es el veneno del capitalismo sano, tan necesario para crear riqueza auténtica y mejorar la calidad de vida de la gente.

Es común en los Estados Unidos que se hable con admiración del self made man, el hombre de modestos orígenes que a fuerza de trabajo y de ingenio se transforma en un poderoso empresario. Un Andrew Carnegie, por ejemplo, inmigrante escocés que trabajaba desde niño en una empresa de ferrocarriles y llegó a ser un magnate del acero y un extraordinario filántropo. Báez es su contracara: un día es un oscuro cajero de un banco, al siguiente tiene una empresa constructora poderosa. Su condición es tan evidente que bien podría ilustrar, cuando se escriba, el Manual del Testaferro. Continuar leyendo

El país normal cumple dos meses

Se han cumplido dos meses desde la asunción de Mauricio Macri. Es un lapso escaso para un balance de su Gobierno, pero suficiente como para identificar algunos rasgos que probablemente se vayan acentuando a lo largo de la gestión.

En primer lugar, se respira un clima de normalidad que hacía muchos años no teníamos. No hay cadenas nacionales, no hay puestas en escena constantes, no hay una figura que invade casi diariamente nuestros hogares con el dedo levantado para señalar enemigos por todas partes. No hay propaganda política del Gobierno en la transmisión de los partidos de fútbol. No hay relatores militantes. No hay programas que desde los medios estatales se dediquen a hostigar a los adversarios del oficialismo. No hay anuncios de obras que ya fueron anunciadas varias veces. No hay convocatorias abruptas a gobernadores, empresarios y sindicalistas para servir de decorado a discursos presidenciales cuyo contenido se ignora previamente. Continuar leyendo

El último relato de Víctor Hugo Morales

La rescisión del contrato de Víctor Hugo Morales con Radio Continental, por decisión de la empresa, fundada en reiterados incumplimientos del periodista, fue denunciada por este como un caso de censura a la libertad de expresión, de la que acusó al Gobierno de Mauricio Macri.

A las pocas horas, el kirchnerismo organizó una manifestación en apoyo de Morales en Plaza de Mayo. Allí el relator futbolístico dio un discurso en el que repitió los lugares comunes de esa corriente política y se presentó como una víctima de oscuros poderes. Pero el intento de hacer aparecer su despido como un acto de censura estatal es ridículo. Radio Continental es una empresa privada que adopta sus decisiones con entera libertad. Ahora, por lo menos. Durante el período kirchnerista, la presión del Gobierno la obligó a mantener en su programación a Morales, pese a que este no cumplía su contrato y a que había llevado a la emisora a niveles muy bajos de rating.

Hubo, entonces, si así podemos llamarla, una censura inversa: la que el Gobierno kirchnerista ejerció contra Radio Continental, al privarla de su derecho a decidir su programación y el elenco de locutores y periodistas que la llevan adelante con absoluta libertad.

Desde el advenimiento de la administración de Cambiemos, los medios saben que no hay presiones ni censuras. El pluralismo es una parte esencial del programa del nuevo Gobierno, que no es inspira en Venezuela, sino en los países democráticos más avanzados del mundo. Pero el kirchnerismo cree que todos son de su condición y en cada decisión empresarial ve la mano del Estado. Le cuesta imaginar un país fundado en la libertad.

El caso de Morales es patético. Se sabe que fue un cálido amigo de altos militares durante la última dictadura uruguaya, con quienes jugaba al fútbol y comía asados, y que elogió sin reservas a la dictadura argentina por su organización del Mundial 78; que tuvo en su país problemas de índole policial que nada tenían que ver con la defensa de la democracia, aunque luego quiso fabricarse un pasado más heroico.

Gran relator de fútbol, sedujo a muchos por su facilidad de palabra, pero su súbita conversión al kirchnerismo le fue mermando el prestigio que había ganado. No es por su preferencia política que se lo critica. Lo extraño, lo inexplicable, es que tan sólo semanas antes de su transformación era muy severo en sus comentarios sobre el Gobierno kirchnerista y la fortuna de los Kirchner. Hasta podía haberse aceptado que coincidiera con algunas de las políticas de esa administración, aun después de tales comentarios, como las referidas al Fútbol para todos. Sin embargo, no se quedó ahí: pasó a ser un incondicional propagandista de los Kirchner.

Nunca supo explicar qué había originado una mutación tan abrupta, que lo alejó de sus pares del periodismo independiente. Siempre se había jactado de su independencia, hasta —decía— trataba de usted a los jugadores de fútbol para conservar respecto de ellos una distancia que le permitiera juzgarlos con imparcialidad, y de buenas a primeras se convirtió en un obsecuente de un Gobierno autoritario y corrupto. Si no median razones económicas en ese giro, es un asunto de aristas psicológicas muy complejas. En cualquier caso, asumió voluntariamente un rol servil muy del paladar de los señores del Calafate.

Nadie lo ha perseguido. Más bien, el Estado, hasta el 10 de diciembre pasado, lo había privilegiado. Ahora es una persona más, que como tantos periodistas deberá buscar un medio al que le interese contratarlo. Aparecerán muchos, sin dudas, pero acaso muy pocos puedan satisfacer las pretensiones económicas de este “resistente”, corifeo de Cuba y del chavismo, que tiene un departamento en Nueva York para alojarse cuando acude al Metropolitan Opera House, que vive en los edificios más caros de los barrios más exclusivos de Buenos Aires y que pasea su cuerpo de bon vivant por las principales ciudades europeas.

Víctor Hugo Morales quedará en la historia del relato futbolístico de la Argentina, pero su fama no podrá desligarse de la que también le corresponde como un campeón de la hipocresía.

2015, de la incertidumbre a la esperanza

Ha finalizado el 2015. Fue un año intenso. Es probable (así lo deseamos, así lo necesitamos) que haya marcado un punto de inflexión en la historia argentina.

Habíamos señalado, desde el comienzo del año, que existía una voluntad de cambio en nuestro país y que eran muchos los signos que indicaban la llegada de un fin de ciclo.

Pero gran parte de la sociedad, al tiempo que reclamaba ese cambio, era escéptica respecto de su efectiva posibilidad de concreción. Es que doce años de kirchnerismo habían generado cierta sensación de invulnerabilidad.

Recordemos que uno de los primeros acontecimientos políticos de 2015 fue la Convención de Gualeguaychú de la Unión Cívica Radical (UCR), que permitió la conformación de Cambiemos. Ahora lo vemos en retrospectiva como algo natural y necesario, pero nada indicaba antes que ese acuerdo pudiera aprobarse. Continuar leyendo