El futuro de Cristina Kirchner

La atención política en relación al año próximo se centra en los candidatos, los cargos y las alianzas. Pero nada se sabe o poco se habla sobre del futuro de CFK. John Adams, segundo presidente norteamericano, sentenció que “No hay nada más patético que un ex presidente”. En Estados Unidos, los ex presidentes, a los que se le construye una biblioteca y archivo oficial, continúan con tareas de conferencistas o bien se dedican a hobbies y actividades que por su exposición no hay podido desarrollar. Así, George W. Bush, expuso hace poco una colección de cuadros de su autoría o Jimmy Carter continúa dando conferencias por todo el mundo.

En Argentina, el tema es un poco más complejo. Tanto Menem, como Alfonsín, Duhalde y hasta Kirchner, se han mantenido en actividad. Todos volvieron a la política activa, incluso a ocupar cargos nacionales. Los dos primeros volvieron a ocupar cargos en el Senado y Kirchner murió siendo diputado nacional. Duhalde intentó ser presidente, pero con magros resultados.

Lo cierto es que los ex presidentes se convierten en un problema o bien “en algo que está ahí”. Sobre CFK es mucho lo que se podría especular. Al igual que su marido, Carlos Menem o Alfonsín, ella podría mantenerse en la política activa, incluso encabezar la oposición en caso que el Frente Para la Victoria pierda las elecciones de 2015. Son varios tres los escenarios que podrían abrirse en este sentido.

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Brasil campeón mundial en cantidad de ministerios

Ya comenzó a rodar la pelota del Mundial de Fútbol que se juega en Brasil. El mundial reúne a países de todos los continentes, y pone, al menos en términos deportivos, a todos en igualdad de condiciones. En primera ronda, todos jugarán la misma cantidad de partidos. Luego, quienes logren superar esa instancia, comenzarán a disputar para lograr llegar a la final. Más allá de las diferencias económicas, políticas y sociales, todos tienen chances de ganar. En este sentido, países con un alto PBI, como Australia o Estados Unidos, tienen menos chances que países con PBI medianos  como Argentina o México. Países que vienen de crisis económicas profundas, como España o Portugal, pueden tener más chances incluso que países relativamente más  estables como Corea del Sur o  Suiza.

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“No saben lo lindo que es tener Vicepresidente”

El llamado a indagatoria a Amado Boudou vuelve a poner sobre la mesa el tema de la función del Vicepresidente. En diciembre de 2011, Cristina Fernández de Kirchner, luego de asumir su segundo mandato, dijo: “No saben lo lindo que es tener vicepresidente”, ironizando sobre su conflictiva relación con Julio Cobos. Lo cierto es que, a lo largo de estos 30 años, ningún presidente gobernó en colaboración con su vice, sino que en todos los casos la relación fue difícil y conflictiva.

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La inflación ministerial argentina

Entre las funciones del presidente se encuentra la designación de funcionarios. Esto es así en la mayoría de los países, y el presidente puede nombrar y remover a sus colaboradores más cercanos, sean estos Ministros o Secretarios. Nuestros país tiene una particularidad aún mayor: el presidente puede hacer cambios en la estructura del gabinete vía decreto. Salvo la Jefatura de Gabinete de Ministros, cuyo cargo se encuentra en el artículo 100 de la Constitución Nacional, el resto de los ministerios pueden ser modificados por el solo arbitrio presidencial.

Argentina mantuvo durante muchos años (desde 1940 hasta bien entrados los 90) una estructura modesta, que según el estudio liminar de Waldino Suarez (1985), no superó los ocho ministerios. Esta estructura se mantuvo casi igual durante los primeros años de la democracia y hasta el año 2000, donde se amplió a diez carteras. En 1994 se incluyó en la reforma de la Constitución la Jefatura de Gabinete, por lo tanto en 20 años de gobiernos democráticos, la estructura del gabinete no sufrió grandes cambios, más allá de las denominaciones de los ministerios.

En 2001, se sumaron algunas carteras como Turismo, Deporte y Cultura y Seguridad Social, que aumentaron a trece el número de ministros. En 2002, Eduardo Duhalde, volvió a once ministerios, con la inclusión del Producción dentro del gabinete. Los cambios siempre respondían a visiones políticas de los mandatarios y también a cuestiones coyunturales.

Durante el mandato de Néstor Kirchner y hasta 2007 la estructura no sufrió cambios, pero al asumir CFK se creó un nuevo ministerio, Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Se comenzó aquí un proceso muy particular en donde la Presidente crea un ministerio siempre que la situación lo amerita o lo cree conveniente. En 2008, en plena crisis con el campo, se creó el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. Lo mismo ocurrió en 2010, cuando a partir de una problemática que se repite, se decidió separar Justicia y Seguridad y este último pasó a ser Ministerio, bajo las órdenes de Nilda Garre.

A fines de 2008, CFK creó el Ministerio de Industria, que en gran parte retornaba la idea del Ministerio de Producción de Duhalde, que fue absorbido por Economía al asumir Roberto Lavagna el cargo. El nuevo ministerio, a cargo de Débora Giorgi, parece ser una potestad del peronismo, siendo Perón quien lo creó en 1949 por primera vez.

Pero la seguidilla de designaciones no se termina ahí. En 2010 se creó el ministerio de Turismo, que se mantiene hasta hoy. A esto se le suma, el Ministerio de Cultura, a cargo de la cantante Teresa Parodi, creado en los últimos días.

En la mayoría de los casos, y desatendiendo los principios republicanos y democráticos, la presidente decidió estos cambios vía decreto, modificando la Ley de Ministerios y ahorrando el engorroso trámite de enviar al Congreso una nueva ley.

La actual estructura ministerial es en total de dieciséis ministerios, exactamente del doble de lo que Waldino Suarez describe durante su análisis entre 1940 y 1980, que se mantuvo durante los dos primeros gobiernos democráticos y casi un 50% más que durante el período 2000-2003.

Variación de la cantidad de Ministerios desde 1983 hasta la actualidad (elaboración propia)
graficoministerios

Si comparamos con los países limítrofes, Argentina tiene apenas más ministerios que Uruguay, que cuenta con trece carteras y queda por detrás de Chile con veintiuno o Brasil con veinticinco ministerios.

La estructura ministerial de Argentina se mantuvo durante los primeros gobiernos democráticos y se transforma en una estructura de carácter semi-rígida en tanto su conformación se ha mantenido relativamente estable desde la recuperación democrática. La parte de “estructura rígida” está compuesta por: Interior, Educación, Salud, Economía, Defensa, Relaciones Internacionales y Culto, Justicia y

Trabajo, que con cambios en denominaciones o traspaso de áreas, se mantuvo sin cambios desde 1983. Pero el carácter semi-rígido de la estructura ministerial, también se conjugó con diferentes mutaciones que a los largo de los últimos 30 años han producido cambios en la misma. Estos cambios, aunque no modifican de manera drástica el gabinete, ya que esta estructura semi-rígida y como plantea María Eugenio Coutinho (2007), permite cierta flexibilidad del gabinete y, sobre todo, dinamismo ante los cambios y coyunturas. El gabinete argentino, no sólo permitió esto, sino que fue permeable a los estilos y estrategias de los presidentes de turno. Así, y particularmente desde 2003, se han producido grandes cambios, con creación de nuevas áreas con carácter de Ministerio.

A nivel regional, en casi todos los países, hay un Ministerio de Cultura, o semejante. No es menos cierto, su importancia y relevancia en materia de los procesos de inclusión y desarrollo social, como así también de diversidad y tolerancia de las diferentes culturas, más aún si pensamos en la necesidad de afianzar procesos que permitan construir nuevas subjetividades y reforzar la idea de ciudadanía.

Pero, no es menor el detalle, de que a este gobierno le quedan poco más de 500 días, y que no tiene posibilidad de reelección, por lo cual es poco, o nada, lo que un nuevo Ministerio puede aportar, más en materia de cultura donde los procesos son más complejos y por tanto, más extensos.

Así, como en el mundo del naturismo, Jean-Baptiste Lamarck inmortalizó la frase “la función crea al órgano”, desde la política podríamos agregar, que el órgano no crea a la función.

Volver a empezar: tres escenarios posibles del traslado a la Capital

Como en la moda, en política todo vuelve.  Así como semanas atrás volvió la idea de los “cortes programados” para evitar los problemas por la crisis energética, algo ya implementado en 1989, o la política de derechos humanos del gobierno actual, que es una continuación de la iniciada en 1983, en los últimos días el traslado de la capital volvió a surgir.

En abril de 1986, desde Viedma, Raúl Alfonsín lanzó la idea de fundar la segunda república y trasladar la capital a esa ciudad, “hacia al Sur, hacia al mar, hacia al frío”. El objetivo era descentralizar la Ciudad de Buenos Aires, evitando que se conjugue el poder económico y poder político en una misma metrópolis, y fortalecer el federalismo. El proyecto incluía la provincialización de la Ciudad de Buenos Aires, según la idea de Alfonsín en una provincia del Río de la Plata, junto con los municipios bonaerenses circundantes. Asimismo, se establecía el traslado de la capital al ejido Viedma (Río Negro) – Carmen de Patagones (Buenos Aires) – Guardia Mitre (Río Negro). Funcionando los primeros dos como base de la administración pública nacional y los poderes del Estado, y el último como villa urbana para que vivan los funcionarios y empleados públicos.

La semana pasada el debate volvió a la luz con el extraño anuncio de Julián Domínguez, presidente de la Cámara de Diputados, de su idea de trasladar la capital, no al sur, sino al norte argentino. Domínguez declaró que hay que repensar el país y que en ello debe incluirse una visión estratégica, mirando no hacia el Atlántico, sino hacía el Pacífico, hacia China y el mundo árabe. Tres escenarios posibles se abren ante este proyecto:

1)     Traslado de la capital al Norte. De prosperar este proyecto, se deroga la ley 23.512, que establece el traslado de la capital a Viedma, aún en vigencia, se sanciona una nueva ley que fije el lugar definitivo del traslado y se propone una reforma constitucional que fije la nueva capital, que incluya a Buenos Aires, no como ciudad autónoma, sino como provincia, y que cree un nuevo territorio federal. Para eso debe fijarse a donde mudar la capital, según Domínguez al “gran norte”. Esto podría ser Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca o La Rioja, si se extiende el concepto de “norte” y se da lugar a la idea de crecer hacia el Pacífico. A excepción de Santiago del Estero y Tucumán, las restantes son lindantes con Chile y ofrecen una salida al Pacífico. El proyecto de Domínguez no contempla que Salta y Tucumán se encuentran entre las 10 provincias más pobladas de Argentina y que el norte es de las zonas más pobladas del país, a diferencia de La Pampa y la Patagonia. Esto generaría aún mayor concentración de población en el norte y centro y generaría los mismos inconvenientes que posee hoy la Ciudad de Buenos Aires y conurbano bonaerense.

2)     Traslado de la capital hacia otra provincia. De resolverse el traslado de la Capital, algo que sin lugar a dudas daría una nueva visión del federalismo y que separe el puerto y la actividad financiera y económica del centro político, se establece un punto medio del país. Como Brasilia, que es un punto equidistante de los distintos extremos del país, trasladar la capital al norte equivaldría a dejar aislado al Sur del país, con distancias superiores a las actuales hacia la capital. Un punto medio podría ser alguna provincia del centro, como La Pampa, San Luis o Mendoza. Esta última, si bien linda con Chile, es la quinta provincia más poblada de nuestro país y podría traer los mismos inconvenientes que ya se nombraron. Las otras dos podrían ser posibles soluciones. La Pampa tiene límites con varios municipios de la provincia de Buenos Aires, lo cual podría generar un conglomerado urbano que sirva de asiento a la administración pública y a las viviendas particulares. Aquí, el problema subyace en la idea de Domínguez de poner en producción nuevas zonas del país, algo viable en el norte. Las provincias del centro son mayormente agroproductoras, y además cuentan con cierto desarrollo industrial. El viejo proyecto de Viedma sería aquí una opción, ya que permite poner en producción miles de hectáreas que actualmente no se encuentran productivas.

3)     Reforma de la Constitución y no traslado de la capital. El último escenario es quizás el más político. Se resuelve y acuerda el traslado de la capital. Se acuerda para ello una ley y la reforma constitucional. La sola reforma de la constitución habilitaría por medio de un fallo judicial un tercer mandato constitucional de la actual mandataria, ya que al jurar con la nueva Constitución, se le permitiría una nueva reelección. Esto dotaría de un poder revitalizado a la Jefa de Estado, y sobre todo, resolvería la interna del gobierno. Con sólo lograr esto, la mandataría se vería habilitada a poder ser eventual candidata y mantener una cuota de poder importante para los próximos dos años. El traslado de la capital será un proyecto que podrá comenzar a trabajarse, pero que será ejecutado por el nuevo gobierno dado los tiempos necesarios para acondicionar una nueva ciudad para recibir a los poderes públicos y a la administración pública federal. Esto podría ser el eje de la campaña del gobierno, con el objetivo de mantenerse en el cargo cuatro años más.

Para finalizar, dos temas no son incluidos en estos escenarios, pero deben ser pensados. El primero, es ¿qué pasará con la Ciudad de Buenos Aires? Su posible provincialización podría ser la opción para conformar un nuevo estado subnacional, incluyendo como en el plan de Alfonsín a los municipios lindantes. Esto permitirá repensar el conurbano y será una posible solución a los problemas sociales y económicos de esa zona. Por otro lado, deben pensarse los costos. Tal como sucedió en 1986 cuando Cafiero hizo críticas al proyecto de Alfonsín por la situación económica, pensar ahora en el traslado podría ser un impulso a la obra pública y con ello a toda la actividad económica. Lo cierto es que en el actual contexto de caída de las reservas y de un crecimiento del déficit fiscal, un proyecto de semejante envergadura necesitaría de una cantidad de recursos económicos que el Estado por sí solo no podría costear.

El traslado de la capital, como proyecto de reforzar el federalismo, descentralizar el país y repensar geopolíticamente el desarrollo nacional, es sin ningún lugar a dudas un debate no saldado. Lo cierto es que como sucedió en 1986, se requiere de una firme decisión política, pero, sobre todo, de un consenso político y económico amplio y extendido, algo que para el actual gobierno no sería fácil de lograr.

La declaración de Rosario como punto de partida

“Con el radicalismo sólo no alcanza”, declaró Julio Cobos días después de triunfar en su provincia en octubre pasado. “…Pero sin el radicalismo no se puede”, agregó el presidente de la UCR, Ernesto Sanz en varias declaraciones. Así, dos de los máximos referentes del radicalismo dieron señales de la necesidad de construir un frente nacional que dispute la presidencia en 2015, tanto al kirchnerismo como al massismo y al PRO.

En esta línea, la reunión celebrada en Rosario el pasado 30 de diciembre en la que participaron el presidente de la UCR, el Partido Socialista, la Coalición Cívica, el GEN, Libres del Sur y el Frente Cívico es una muestra de esta intención compartida de consolidar una alianza de cara a las elecciones generales de 2015 que se transforme en una opción de poder por fuera del peronismo. Ese es, quizás, el punto central y nodal de la convergencia política de sectores tan disímiles: consolidar una alianza política sin el peronismo. Replicar el Acuerdo Cívico y Social salvando errores del pasado, y mejorar y ampliar el FAP parece el camino a seguir. La experiencia de UNEN y otras alianzas provinciales, como la de Santa Fe -donde socialistas y radicales componen un espacio común-, son espejos a mirarse y parecen ser estrategias exitosas que permiten pensar en un gobierno de coalición a partir de diciembre de 2015.

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Cinco hipótesis sobre la sucesión presidencial

El 2014 será la antesala de lo que podría suceder en 2015 cuando haya elecciones presidenciales en Argentina. Durante el año próximo, los distintos frentes, alianzas y partidos políticos comenzarán a tejer estrategias y se develarán los posibles contendientes para las PASO del año siguiente. Esta situación no escapa al oficialismo, que enfrentará en 2015 una situación atípica en materia de elecciones. Sin reelección posible y sin la posibilidad de la reforma constitucional que otorgue esa chance a la actual mandataria, el FpV deberá ir a elecciones presidenciales sin el apellido Kirchner en su boleta por primera vez en doce años. Ante este escenario, son varias las hipótesis y trayectorias que podría seguir el oficialismo de cara al 2015. Aquí cinco posibles hipótesis para la sucesión presidencial. Continuar leyendo

El Código Civil de Francisco

Los avances legislativos de los últimos años apuntaban a dar la imagen de un Estado laico, más allá de los planteos y desplantes de la Iglesia Católica. La sanción de las leyes de Matrimonio Igualitario, Identidad de Género y hasta Fertilización Asistida, eran muestras claras de un Estado que había decidido legislar en temas sensibles, por sobre los intereses propios de la corporación eclesiástica.

La discusión del Código Civil parece, por el contrario, encaminarse hacia el rumbo opuesto de lo antes dicho. Las presiones de la Iglesia han sido tenidas en cuenta y se incluyeron cambios que podrían dar señales contrarias a la laicidad del Estado. En ese sentido, quizá una de los más llamativas sea el art. 146, que mantiene a la Iglesia Católica como “Persona Jurídica Pública”, es decir, queda homologada al Estado Nacional, las provincias y los estados extranjeros, y que, según el artículo 148, estaría por encima del resto de los otros credos reconocidos legalmente, que serían “Personas Jurídicas Privadas”.

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Desnudando el discurso “democratizador de la UBA”

La elección del rector de la UBA trae aparejada la discusión por la “democratización”, sobre todo, impulsada por los que se dicen de “izquierda”, quienes mediante tomas violentas y piquetes terminan siendo los verdaderos privatizadores. Como muestra falta ver cómo tristemente, y luego de décadas de excelencia, los históricos colegios Nacional de Buenos Aires y el Carlos Pellegrini tienen más vacantes que postulantes, o cómo cada vez más, la oferta universitaria privada, algunas de dudosa calidad, gana terreno por sobre un estudiantado que ahora piensa dos veces si quiere ir a la UBA. Nadie que trabaje ocho horas y tenga dos horas de viaje desde su casa avala que, cuando llega a su facultad, ésta esté tomada por 20 personas, muchas veces con consignas absurdas, otras veces con reivindicaciones importantes, pero haciendo del método un hábito, y con un doble estándar que cuesta que sea sostenido por estudiantes universitarios.

Pero veamos los puntos:

1) “Democratización”: La democracia es un régimen político, en realidad lo que están queriendo decir, es que quieren cambiar la forma de gobierno y la representación (es decir la distribución del poder). En criollo: no quieren un cogobierno y quieren que a las autoridades la elijan los estudiantes casi exclusivamente. También quieren eliminar el claustro de graduados y que haya sólo dos, para poder confrontar “los estudiantes que luchan” versus “la casta profesoral”; muy linda la foto, pero la realidad amerita visiones un tanto menos infantiles y maniqueas.

2) “Representación estudiantil”: Mezclar profesores y estudiantes es mezclar zanahorias y manzanas. Para comparar dos cosas estas deben ser “comparables” (Sartori). Ahora bien, hablemos de la representación estudiantil. En la Facultad de Sociales el trotskismo sacó casi 4.000 votos, eso le dio tres consejeros directivos, mientras que el reformismo de la Facultad de Económicas sacó casi 16.000 votos (cuatro veces más) y sin embargo sacó tres consejeros directivos. ¿Esto no lo ponen en discusión?

3) “Un hombre un voto”: Si el rector se eligiera de manera directa habría tres facultades (Económicas, Medicina y Derecho) que elegirían prácticamente al Rector (concentran más del 50% del estudiantado). No sería muy representativo para las 10 facultades restantes, un rector de Veterinaria (como es ahora) sería imposible. Supuestamente es muy “troska” la idea, pero en los soviets de la ex URSS se elegían 32 diputados para cada república. No importaba la cantidad de electores, algunos tenían miles y otros millones.

4) “Reforma del estatuto UBA”: En 2006 se reformaron cerca del 80% de los artículos del estatuto de la UBA, entre ellos se bloqueó la posibilidad de re-reelección. Ahora bien, que faltan cosas, faltan. Pero también hay que ser serios y dar las discusiones en los ámbitos de cogobierno. Un estatuto es como una Constitución, no se puede cambiar todos los años, no es serio y es puro oportunismo político hacerlo justo antes de la elección de un nuevo rector.

5) “Ampliar el cogobierno”: La inclusión de los no docentes es algo que si bien sería positivo para algunas áreas de gobierno de la UBA, sería discutible para otras (como reformas de planes de estudio o régimen de concursos docentes). Sin embargo, creo que esta discusión es  auspiciosa y habría que profundizarla. Lamentablemente, los mismos sectores de izquierda que dicen defender esta reivindicación, estigmatizan a los trabajadores no docentes como “la patota” o la “burocracia sindical”.

En conclusión, en los últimos 28 años (luego de la normalización), han pasado rectores de distintas facultades y de distintos sectores políticos. Por el contrario, quienes se embanderan atrás de este discurso “democratizador”, militan en un partido que ha llevado sistemáticamente a los mismos dirigentes en todas las elecciones en los últimos 30 años. Son los mismos que tienen secuestrada a la FUBA (Federación Universitaria de la UBA), en donde no les molesta tener “voto indirecto y ponderado”, en donde no se presentan balances, ni se respeta su estatuto al inventar engendros como “copresidentes”, sólo para seguir teniendo a la gremial estudiantil al servicio de minorías que no ganan en  ninguna de las tres facultades más grandes de la UBA.

Hay que discutir, hay que consensuar, hay que reformar. Pero una universidad con más de 300.000 estudiantes, con 78 carreras grado y donde 4 de los 5 argentinos galardonados con el Premio Nobel fueron estudiantes, graduados y profesores de ella, amerita seriedad, honestidad y libertad para discutir. La “democracia universitaria” no puede ser defendida a los golpes y por encapuchados. Nada más funcional a la privatización de la UBA que las tomas, aprietes y las persecuciones a los docentes. Nada más absurdo que impedir que sesionen los ámbitos democráticamente electos para exigir “democratización”. Defendamos la UBA, que en definitiva, es la institución educativa insignia, no sólo de “Buenos Aires”, sino de la República Argentina.

La autonomía amarrada: el Puerto de Buenos Aires

En materia portuaria, el gobierno porteño sigue amarrado al capricho y la jurisdicción del gobierno nacional. La pelea por el Puerto de Buenos Aires no es nueva, desde 1813 hasta acá ha tenido varios capítulos, muchos por todos conocidos. Pero el problema ya no radica en las regalías portuarias, sino en la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, reconocida en la reforma constitucional de 1994.

Este nuevo capítulo surge con la sanción de la Constitución de 1994, donde se otorga el carácter de “Ciudad Autónoma” a Buenos Aires, y esto incluye, además de la elección democrática de sus autoridades políticas, de sus propios tribunales de justicia y su Constitución, del manejo del puerto. La llamada “Ley de Puertos” Nº 24.093, transfería los puertos a las provincias, con la única excepción de la Ciudad de Buenos Aires, que por decreto quedaba bajo jurisdicción federal.

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