A no olvidarse de Félix Díaz

“Sabemos dialogar y no queremos seguir sintiéndonos usados”, tituló el cacique Félix Díaz la semana pasada. Lo hizo como respuesta a la indiferencia del Estado nacional, que continúa ignorando los reclamos de los pueblos originarios. Ayer el kirchnerismo, hoy Cambiemos: al líder indígena le sobran razones para sentirse utilizado.

En diciembre pasado, Mauricio Macri le prometió a Félix Díaz que aceptaría una mesa de diálogo directa con los qom para solucionar sus principales problemas. El cacique confió en el jefe del Ejecutivo y levantó, horas después, el acampe en la avenida 9 de julio. Pero pasaron más de tres meses y no hubo respuesta. O sí la hubo, pero fue la misma que esgrimía el kirchnerismo: el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) es el canal formal por donde deben fluir las negociaciones entre el Estado y las comunidades originarias. Por afuera de ese ente, nada.

¿Otra frustración? Hasta el momento, sí. Nada parece indicar lo contrario. Félix Díaz y su pueblo siguen aguardando una señal del Gobierno. El secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, les informó que les iba a comunicar a Marcos Peña y a Macri la propuesta (un canal comunicacional directo para atender las problemáticas). El tema es que el Presidente ya la conoce. La escuchó —mínimo— dos veces: cuando pisó el acampe en las vísperas del ballotage y en los primeros días de su gestión. En ambas ocasiones se comprometió a materializarla. ¿La tercera es la vencida? Continuar leyendo

La paradoja Vidal

Que bajó 15 kilos. Que probablemente se haya hecho un tratamiento de piel. Que las ojotas doradas. Que la mochila animal print. En fin: las observaciones estéticas que hacen los medios de comunicación sobre María Eugenia Vidal merecen un etcétera. Pocos detalles quedan afuera. El último descubrimiento —que alcanzó el estatus de titular— fue que la primera dama, Juliana Awada, era su asesora de vestuario. Toda una ¿primicia?

Meses atrás, cuando Vidal ya había ganado la Gobernación, el filósofo José Pablo Feinmann tropezó en una entrevista radial con su propio machismo y soltó entre risas: “Soy un tipo de mucho humor, porque si no, no podés tolerar que esta chica tan rica, tan linda, haya ganado la provincia de Buenos Aires. No sabe lo que le va a pasar ahí. Puede gobernar brillantemente la provincia de Buenos Aires o puede ser víctima de ese trabajo y terminar en una trata de blancas”. La opinión pública, con razón, le saltó a la yugular.

Lo paradójico es que entre los críticos más entusiastas del intelectual estaba ese mismo periodismo que hoy empuja a la gobernadora a caminar por la pasarela. Esa prensa que reduce el mundo de la joven dirigente a un escaparate. Esos medios que dicen poco —o nada— sobre sus cualidades técnicas, su olfato político o sus yerros en la gestión. La cobertura gira en torno a su figura; lo político queda relegado al rincón de la anécdota. Como si fuera un complemento, cuando es lo primordial, la razón que justifica que Vidal sea noticia. Continuar leyendo

Clima enrarecido

Corre el mes de febrero. Neonazis le dan una brutal paliza en Mar del Plata a un activista del colectivo LGTB. De yapa, destrozan el local de la organización. Nos mudamos a marzo. También en la ciudad balnearia, una itaca (por ahora, la única culpable) talla con cinco balazos la fachada de un local de La Cámpora. Más plomo, esta vez en tierras porteñas. Balacera contra un local de Nuevo Encuentro en Villa Crespo. El saldo son dos mujeres heridas. Ambas están fuera de peligro. El odio, esta vez, no tuvo puntería.

Una extraña espiral de violencia cobra relieve en la política dómestica. Ciertos gérmenes de intolerancia se materializan en un malevaje visceral. ¿Nostálgicos de la Liga Patriótica? Puede ser: nacionalismo, catolicismo y homofobia es el cóctel de la primera agresión. En los otros dos atentados prevalecen el anonimato, la inorganicidad y el silencio. No hay patrones ni indicios que endilguen la autoría a algún espacio político en particular. Sólo queda clara una cosa: el kirchnerismo es el blanco.

Pero, más allá de la autoría, el método y los fines de estos agravios, vale la pena reposar el lente reflexivo sobre las condiciones sociales, mediáticas y políticas que permiten su irrupción. Repasar el momento que estamos atravesando. Escarbar en la realidad para intentar encontrar algunas razones, explicaciones o al menos hipótesis. Alguna línea que invite a pensar por qué el presente le abre la puerta a este tipo de anomalías. Continuar leyendo

¿Infidelidad en plena luna de miel?

“Una cosa es tener distintas visiones, ideas y propuestas; otra, avasallar las instituciones con proyectos personalistas o hacer uso del poder en beneficio propio”, deslizó el flamante Presidente en su discurso de asunción. Con cadencia, sosiego y firmeza, Mauricio Macri agregó: “El autoritarismo no es una idea distinta, es el intento de limitar la libertad de las ideas y de las personas”. El hemiciclo respondió el guiño institucionalista con un aplauso medido, pero sostenido. La república recuperaba las fronteras que separan a sus tres poderes. Kirchnerismo sonaba a ancien régime. ¿Pluralismo para todos y todas?

Días después, el nuevo inquilino de la Casa Rosada trituró sus palabras. Eludió a la Cámara Alta y designó mediante un decreto a dos jueces para la Corte Suprema. El relato procedimental que desplegó durante toda la campaña electoral quedó hecho trizas. Le saltaron a la yugular el periodismo, los constitucionalistas y la totalidad de la oposición. La luna de miel sufrió su primer altercado. Macri conoció el lado b de la máxima envestidura; sintió el revés, recalculó y pateó la pelota para febrero.

La primera lectura —al vuelo— indica que el jefe del Ejecutivo mostró su faceta autoritaria, la predominante, aquella que pudo esconder detrás del humo del marketing político. Este sería el Macri empírico: alérgico a los frenos y los contrapesos republicanos, adicto a las mieles del poder. Como cualquier caudillo. Como cualquier populista. Como cualquier outsider que descubre la textura interna del poder. Cuando se llega al centro de mando, se acaban las prédicas consensualistas. Esta decodificación fue la que imperó en el kirchnerismo nuclear. El resto de la góndola política contuvo la respiración y se acotó a criticar la jugada. Continuar leyendo

Las riendas del PJ están sueltas

Poco dura el peronismo en el diván. Todavía no cayeron los últimos cascotes de la derrota y en el movimiento ya se abrió el mercado de especulaciones. Nada de introspección profunda. Mucho menos de autoflagelo. “No es posible quedarse a contemplar el ombligo de ayer”, apuntaba Arturo Jauretche. Las riendas del Partido Justicialista (PJ) están sueltas y varios son los domadores que se alistan para tomarlas. Cada uno con su impronta. Cada uno con su ethos. Cada uno con su receta para recuperar el centro de gravedad de la política criolla.

Y, sin duda, la nominación empieza con Cristina Fernández de Kirchner. Luego de ocho años en el poder, la Presidente cuenta con credenciales suficientes para no bajarse de la montura. Pero primero, claro, debe decidir si continuará en el frenesí de las arenas políticas u optará por el embalsamamiento, esperando que los manuales de historia hagan su parte. Viudez, cirugías de riesgo y el estrés que implica comandar los destinos de un país parecen razones de sobra para escoger esta última posibilidad. El matiz sería una hibernación patagónica extendida para recobrar energías y volver al ruedo en el 2017. De cualquier modo, CFK seguirá de reojo los movimientos en Comodoro Py. Varias denuncias por presunta corrupción descansan ahí, listas para materializarse en causas judiciales o pasar al olvido en los sótanos del palacio. Continuar leyendo

Entre el ingeniero y el Cuervo, la política

Fecha: 31 de octubre de 2012. Con el dedo levantado, la garganta encendida y una arenga de barricada, el diputado nacional Andrés Larroque trona: “Nunca escuché en la historia hablar de narcosocialismo”. La Cámara Baja se transforma en una caldera a punto de reventar. Vale todo. Insultos cruzados entre los legisladores. El presidente Julián Domínguez pidiendo —en vano y sin autoridad— calma. Silbidos. Más descalificaciones. Y, como si fuera poco, con una sonrisa altanera, el Cuervo ultima: “Ustedes son esclavos de las corporaciones”. El recinto termina de convertirse en una gallera.

Tres años y veintitrés días después, Mauricio Macri agradece por doquier. “Esperanza, “juntos” y “alegría” son las muletillas que pueblan su discurso. A continuación, llueven globos de todos los colores. El dj sacude con Tan Biónica a Patricia Bullrich y Diego Santilli. El Presidente electo saca de la galera un swing inédito. Difícil de superar. Una mezcla de Mick Jagger y Michael Jackson con algunos retazos de Gilda. Alfredo de Angeli, estático, sabe que esta parte de la película no es su fuerte. Abajo, oficinistas sub 40 acompañan con un pogo sincronizado. Rebota el pabellón 6 de Costa Salguero. El país mágico está al palo.

Dos instantáneas de la Argentina. Dos relatos en búsqueda del sentido común de la ciudadanía. Dos interpretaciones de la política: una que puso, permanentemente, el dedo en la llaga del conflicto y otra que decodifica a la democracia como la posibilidad del consenso absoluto. El domingo, ante dicha bifurcación, la mayoría escogió el segundo tramo para recorrer los próximos cuatro años. ¿Agotamiento? Puede ser: fueron doce almanaques a pura adrenalina. Continuar leyendo

Decálogo del arte del debate

Tiempo de esgrima retórica. Tiempo de confrontar ideas. Tiempo de legitimarse. Hoy millones de argentinos serán testigos del primer debate presidencial a dos bandas en la historia del país. Una instancia deliberativa en la que los dos candidatos, Mauricio Macri y Daniel Scioli, serán evaluados minuciosamente. Parte del electorado aguarda este evento para orientar su voto del domingo próximo. Por eso, es primordial ajustar el lente crítico, estar atento a los detalles y hacer una lectura rigurosa del evento. A continuación, un pack de tips para sacarle el máximo provecho a este espectáculo dialógico que estimula los principales músculos de la democracia: pluralismo, libertad de expresión, competencia pacífica y respeto a las reglas.

El kick off. La primera intervención –en este caso, será sobre “Desarrollo Económico y Humano– es fundamental. Es el momento ideal para inclinar la balanza. La audiencia está fresca, sensible y con un nivel de atención elevado. El candidato que esté más sólido, suelto y agudo acá, tendrá medio debate “en el bolsillo”.

¿Negatividad? Sí, pero no tanto. La idea de un debate es erosionar la imagen política –credibilidad, carácter y estética– del contrincante. Mostrarle a la sociedad los puntos débiles del oponente. Todo, obvio, dentro de los marcos del respeto. Sin caer en los golpes bajos. Mostrarse agresivo, despreciable e inestable puede llegar a ser contraproducente. En cualquier situación de ataque desproporcionado, los indecisos siempre se ponen del lado de las víctimas.

Capacidad argumentativa. Saber pasar de lo abstracto a lo concreto, traducir lo complejo en ejemplos cotidianos, manejar cifras contundentes, mechar citas memorables, emplear un amplio vocabulario (pero sencillo a la vez), son algunos de las habilidades que deberán mostrar los candidatos si quieren convencer. El logos es una de las piedras basales de este encuentro cívico.

Reflejos y humor. Nada más acertado que salir de un ataque contundente por la tangente del ingenio. Demostrarle al espectador que, hasta en los momentos de mayor intensidad y estrés, se posee una cuota de humor. Esto genera empatía, proximidad y confianza. Es conocida la anécdota del ex presidente norteamericano Ronald Reagan que, ante la pregunta del moderador sobre si, a los 74 años, todavía contaba con energías para conducir un país, contestó: “Sí, y además, no voy a explotar con fines políticos la juventud de mi oponente y su inexperiencia”. Algo exagerado, su contrincante, el demócrata Walter Mondale, admitió semanas después que había perdido las elecciones por esa chicana.

Lenguaje corporal. Solo el 7% de lo que absorbemos en un acto comunicacional proviene de las palabras; el 93% restante pertenece a los gestos, los ademanes, el tono de la voz, las miradas, la postura, las expresiones faciales y la apariencia. Ambos presidenciables tendrán que ser minuciosos en este aspecto. Richard Nixon, en el primer debate presidencial televisivo (1960), lució agotado, con ojeras, transpirado y dejado. ¿Resultado? Los medios lo dieron como claro perdedor frente a un John Kennedy fresco, descansado, prolijo y bronceado, que, a sabiendas de la envergadura de este aspecto, se había asesorado con el famoso rat pack: un grupo de actores y artistas –entre ellos, Frank Sinatra y Peter Lawford (cuñado del que sería el primer y único presidente católico de Estados Unidos)– que manejaban los códigos, lenguajes y efectos de la pantalla chica.

Los componentes paralingüísticos. Más sencillo: ¿cómo nos expresamos? Los cambios de volumen, tonos y velocidades son fundamentales para magnetizar. A través de ellos se cautiva. El disertante que caiga en la monotonía, la lentitud y la opacidad distraerá al público. Y una vez que se pierde la atención del espectador, es muy difícil –por no decir, imposible– recuperarla. Dos ejemplos patentes del uso correcto de estos elementos son Cristina Kirchner y Elisa Carrió.

Fluidez verbal. Se dice que los debates no se ganan: se pierden. Bueno, un tartamudeo, la reiteración de balbuceos o, en el peor de los casos, quedarse con la mente en blanco, pueden llevar al candidato a las arenas del ridículo. Y de ahí, claro está, no se vuelve. Por eso es imprescindible que las exposiciones estén aceitadas, sean dinámicas y tengan cadencia.

Cronométrica. Los aspirantes a la Casa Rosada deben ajustarse a un tiempo determinado: un minuto para preguntar, responder, repreguntar y volver a responder, y dos minutos para exponer sobre cada tema. Si las ideas son interrumpidas por el timbre del reloj o el moderador, llegarán “turbias” a los destinatarios. Es crucial que los oradores sepan amoldar sus intervenciones al formato temporal estipulado.

Lenguaje emocional. La literatura en comunicación política sostiene que cuando colisionan una idea y un sentimiento en una persona, prevalece este último. Ergo: eso que Aristóteles denominaba como pathos, será sustancial para seducir. Sin duda, los dos minutos de cierre que tendrá cada uno será la oportunidad perfecta para apelar a las emociones de los televidentes.

Mensaje compacto. Todo lo anterior será en vano si el candidato no deja en claro su idea matriz. O sea, su relato, además de coherencia, debe tener un título. Todas las intervenciones tienen que estar sujetadas a ese rótulo. Cuanto más claro, sencillo y articulado sea ese concepto, más posibilidades tendrá el político de tallar al imaginario social con su propuesta.

Anatomía de un regreso radical

“Siempre adelante, radicales. Adelante sin cesar. Que se rompa y no se doble”, traía tímidamente de fondo un par de parlantes. En Adolfo Alsina al 1786, el color lo ponía un puñado de militantes fieles, que tronaba a capela: “¡Olé, olé, olé, olá, yo tengo hue…, sigo siendo radical!”. A metros, Leopoldo Moreau, escoltado por el misionero Mario Losada, intentaba explicar ante las cámaras la peor cosecha electoral de su historia: 2,34% en el rubro presidencial. El partido político más antiguo del país ingresaba a terapia intensiva el lunes 28 de abril de 2003.

Doce almanaques después, la escudería centenaria muestra síntomas de mejoría. Si bien en la máxima categoría la deuda continúa —Ernesto Sanz sumó en las PASO tan sólo el 3,45 por ciento—, su musculatura recupera volumen: tres gobernadores —Ricardo Colombi (Corrientes), Gerardo Morales (Jujuy) y Alfredo Cornejo (Mendoza)—, dos vicegobernadores —Daniel Salvador (Buenos Aires) y Jorge Henn (Santa Fe) —, 446 intendencias, 43 diputados y nueve senadores nacionales (será la segunda fuerza partidaria del Congreso). “Si se esperan las ruinas, en las ruinas encontrarán una bandera”, advirtió alguna vez Ricardo Balbín.

Claro que la cicatrización del tejido no fue sencilla. El camino tuvo sus mareos: la importación de un candidato justicialista como Roberto Lavagna, en el 2007; la alianza con Francisco de Narváez, en el 2011; y el fugaz entramado UNEN, en el 2014. Prueba y error, hasta llegar a los portones del PRO. Ahí las piezas cuajaron. A la Unión Cívica Radical (UCR) le faltaba una cabeza, Mauricio Macri andaba en búsqueda de un cuerpo: win to win fue el resultado. ¿Capitulación ideológica? Continuar leyendo

Inquisición 2.0

“Gorila”, “fusiladores en el 55 y en el 2001”, “séquitos de Videla”, “cipayos en oferta”, “lacras venenosas”, “neofascistas”, “resaca nazi”, “militonto”, “cleptómanos profesionales”, “otro cibertibio”, son algunos de los descalificativos —más originales— que estuvieron rebotando la última semana en las redes sociales. Hay de y para todas las fuerzas políticas. Lejos de ser propiedad exclusiva de uno, el fenómeno es transversal. Contamina a toda la góndola.

Se sabe que en el barrio 2.0 abunda el lenguaje cloacal. La virtualidad es una arena propicia para despedir todas aquellas escatologías verbales que, en persona, en el mundo tangible, pocos se animan a decirle en la cara al vecino, amigo o compañero de trabajo. La red es un atajo para la cobardía. Siempre lo fue, pero nunca como en estas horas. El nivel de agresividad que se desató después de conocerse la voluntad de las urnas es inédito. ¿Por qué? ¿A qué se debe? ¿Estamos listos para afrontar un ballotage de estas características?

Para empezar, recalcar la sorpresa de quien escribe. Supuestamente estábamos ante una campaña electoral de baja crispación. Los tres principales candidatos —Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri— se manejaron dentro del margen crítico que permite cualquier sistema democrático. Hubo contados golpes bajos. La negatividad brilló por su ausencia. Sus discursos se articularon en torno a abstracciones tales como “esperanza”, “victoria”, “cambio”, “fe”, “diálogo”, “consenso”. A tal punto que, a principio de año, desde los medios de comunicación se les pidió precisión, contundencia y hasta inclusive mayor diferenciación entre ellos. Deducción al vuelo: ellos no fueron los artesanos de este fanatismo in crescendo. A bucear en otras aguas. Continuar leyendo

Cambio de guión, escenografía y ¿actores?

El aluvión amarillo arrasó con todo: encuestas, análisis, opiniones, peronismo, barones del conurbano, aparatos clientelares. Y nadie lo vio venir. Nadie. Ni siquiera Mauricio Macri, que quedó cabeza a cabeza con Daniel Scioli para el ballotage del 22 de noviembre. Pero antes de sumergirnos en la instancia definitoria, hay que animarse a husmear en este batacazo electoral que dio, a lo largo y ancho del país, el frente Cambiemos.

Para empezar, conviene ir a lo irrebatible: la ciudadanía se inclinó por la alternancia. O, al menos, por poner en tela de juicio la continuidad “descafeinada” que proponía el gobernador bonaerense. Después de 12 años de kirchnerismo, la sociedad eligió profundizar el debate. No entregar ningún cheque en blanco. Ambos presidenciables tendrán que transpirar –y de lo lindo– la camiseta para llegar a ser los nuevos inquilinos de la Casa Rosada. En este sentido, se puede llevar un porotito la democracia criolla: los dos aspirantes tendrán que tonificar sus proyectos, ser más quirúrgicos con sus propuestas y dejar a un lado las predicaciones abstractas de “Fe”, “Desarrollo” y “Esperanza”.

Siguiendo la estela de la sustancia discursiva, el mensaje escogido por el ecuatoriano Jaime Durán Barba para el jefe Porteño dio en el blanco. A pesar de las críticas de diferentes sectores afines (mediáticos, políticos e intelectuales), que reclamaban un speech más rabioso contra DOS, el gurú comunicacional del PRO insistió con la concordia, el acercamiento y la desdramatización como elementos diferenciadores. El experimento fue exitoso. Una gran parte del tejido social reclamaba un cambio en las formas políticas: más diálogo, menos conflicto. Resta saber si esta táctica discursiva cambiará de acá al ballotage. La exposición de Mauricio Macri de ayer en Costa Salguero indicaría que no. En cambio, el ex motonauta, como deslizó en las tablas del Luna Park, promete sacar a relucir su veta más kirchnerista: activar el contraste externo al máximo con su rival, ajustar la mira ideológica e instalar el regreso del “fantasma neoliberal”.

En tercera instancia, y siendo más osado, toca pasar revista a las arquitecturas de poder que se enfrentaron en la contienda. Y una muestra significativa, sin duda, es la provincia de Buenos Aires. Allí, el triunfo de María Eugenia Vidal puso en evidencia el óxido que detenta la maquinaria del Partido Justicialista. Sin un fuerte anclaje territorial y con pocos conductos estatales locales para desembarcar, caperucita amarilla dio una muestra cabal de lo que es ir por la positiva. Capitalizó su buena vibra con los medios de comunicación, criticó lo justo a su contrincante, Aníbal Fernández, y se preocupó en cautivar tanto a los radicales como a los independientes y los indecisos. Todo en la misma toma. Los resultados están a la vista: barones del conurbano, como Hugo Curto (Tres de Febrero) o “Barba” Gutiérrez (Quilmes), cederán sus centros de mando a los intérpretes de Vidal, que será la primera mujer que se siente en el sillón de Dardo Rocha.

Otro acierto en el armado fue la alianza con la UCR. Córdoba, Jujuy, Entre Ríos, Mendoza, La Rioja y Santa Fe fueron fecundos ejemplos que la conjugación con las boinas blancas le brindó a la fuerza que encabeza Macri un carácter federal del que antes carecía. El PRO cedió protagonismo en lo local, pero ganó arrastre a escala presidencial. La ecuación cuajó en los guarismos. Ahora habrá que ver cómo encaja en los procesos de gobernanza.

Sobre las perspectivas de cara al balottage, tres puntos a subrayar. El primero, quizás el más urgente, la negociación entre Macri y Massa. Y acá el ingeniero deberá reavivar su faceta más empresarial, porque el asunto, por lo visto, viene de regateo. El tigrense ya dejó en claro que piensa hacer valer su 21%. Necesita rincones de poder para sobrevivir estos años y detener la sangría de dirigentes en su espacio. Por eso, habrá que ver con qué cartera se lo puede seducir. Una buena noticia es que, a diferencia de Scioli, Macri le puso nombre y apellido a pocos Ministerios y Secretarías. O sea, tiene varias vacantes. Veremos cuáles escoge para ofertar. Por fuera de la mesa de trueque, el desafío amarillo será dar señales contundentes y no dejar escapar el sufragio peronista que optó por el Frente Renovador. El equilibrio tendrá que ser entre la imagen de “lo nuevo” y la “cosmovisión justicialista”. Todo un reto simbológico.

En segunda línea, otra noticia alentadora para el PRO es que Daniel Scioli no contará con el efecto cascada de los intendentes adeptos. El 22 de noviembre se irá solo a depositar la boleta presidencial, ergo: disminuyen los incentivos de los jefes comunales para movilizar sus tropas. Sus destinos ya están marcados, ahora hay que asegurarse que lleguen los recursos desde Balcarce 50. Este desfasaje era uno de los problemas que, en caso de segunda vuelta, preocupaba al sciolismo. En la ola naranja conocen el pragmatismo imperante a nivel municipal. Saben que la “chequera manda”. A tal punto que no descartan negociaciones subterráneas de los caudillos locales con CABA.

Y, por último, aterrizando al planeta CFK: ¿qué hará la presidenta en estos días de campaña? Dos posibilidades.Usará los lentes del presente y asumirá esta cita electoral como referéndum a sus dos gestiones. O la segunda: calmará la ansiedad e imaginando el futuro, decodificará estas urnas como una excelente ocasión para deshacerse de Scioli y quedarse con el timón opositor, lo que algunos llaman “operativo retorno 2019” o, siendo más latinoamericanistas, “la gran Bachelet”. Posee la guarida de Santa Cruz, ahora en manos de su cuñada, Alicia Kirchner, y una milicia de veinte diputados nacionales camporistas, digitada por su hijo Máximo, para resistir “el llano”. La trama permanece abierta. Solo que esta vez, parece ser, la escribe otro.