¿Soy Luna?: cuando la tradición viola la ley

Me pasó lo que a otros padres cuando observan lo que sus hijos ven por televisión. Si Disney aparece en la pantalla, por una razón aprendida en la infancia, uno se relaja. Pienso en mi hija, protegida en su inocencia.  “¿Qué ves?”, pregunto. “Soy Luna”, contesta. Atenta a su entrega, profundizo. “¿Una nueva ficción?”. “No, mamá. Luna es de verdad”, responde con vehemencia. Evitando desarticular su confianza, pero tratando de inhibir futuros dolores innecesarios, anticipo: “Pero ella es una actriz”. “Sí, pero es igual que yo”, responde.

Patines, música, ropa, peinado, vestimenta, frescura, por alguno de estos sustantivos ella sentía identidad con el personaje principal. Luna hacía, en ese instante, presente su existencia, ¿sólo en la pantalla? Su intensidad me llevó a buscar en Google la trama de Soy Luna. Dos desagradables sorpresas y dos acciones concretas: Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) y solicitud de reunión de los diputados que integramos la Comisión de Mujer, Familia, Infancia y Adolescencia con los responsables de los contenidos de la serie en Argentina. Continuar leyendo

Un debate sin política: del círculo rojo al círculo gris

Por suerte, el domingo, además de la ciudadanía twitter (aquellos que tenían la tarea de blindar el tránsito de los candidatos durante el debate e instalar, apenas concluido, los resultados en la red) también estaban los disidentes (aquellos que, según Tomás Abraham en entrevista con Alejandro Fantino, más que defender o atacar, se permiten pensar). En la emblemática transmisión ellos escribían en la red cosas como: “Papa Francisco vs Boca”; “Un debate entre Lilita y Cristina”.
En suma, cuando el debate sirve a los candidatos pero no a los ciudadanos, no hay bien público, hay bien privado y es dudoso que con ese formato contribuya a la calidad institucional. Lo del domingo fue un excelente evento político, con ciudadanos participando incluso con récord televiso, pero como convidados detrás del enrejado. Suena antipático, pero hay que señalarlo. Es el rol que les tocó en el reparto. La pregunta es: ¿Probó el debate final que no era necesario una ley para realizarlos? No. Continuar leyendo

Tucumán: La democracia que falta y la dirigencia que sobra

Lo que ocurre con las inundaciones, ocurre con la representación política. Hace mucho que la dirigencia está informada de los problemas estructurales en Argentina, pero hace como que los descubre solo cuando es la ciudadanía la que las padece, en forma masiva. En efecto, 20 años atrás Guillermo O’Donnell advertía sobre las zonas grises de las democracias latinoamericanas y diez años atrás, Carlos Gervasoni presentaba los avances de su tesis de doctorado sobre los déficits democráticos en las provincias argentinas.

En su estudio, este politólogo argentino ponía en la escena académica lo que todos sabíamos en la política: que en el país la democratización era limitada. Llegaba a nivel nacional, pero se detenía en el muro de ciertas provincias. Lideraban entonces el ranking de ser las menos democráticas: Santa Cruz, San Luis, La Rioja, Formosa, Santiago del Estero. Tucumán y Chaco no estaban en el podio, acaso porque en ambas había ocurrido alguna alternancia, pero ocupaban lugares cercanos a la cúspide. ¿Cómo medía esto? Con un índice de democratización que integra las seis condiciones democráticas mínimas (Dahl, 1998): cargos públicos electos, elecciones libres, imparciales y regulares, libertad de expresión, fuentes alternativas de información, autonomía de las asociaciones, ciudadanía inclusiva. Continuar leyendo

La violencia de género no es ideología

La convocatoria a marchar este 3 de junio contra toda forma de violencia de género, bajo el lema “#NiUnaMenos” nació desde la prensa. Superando las expectativas de las protagonistas se expandió a las provincias politizando a referentes de la cultura, el espectáculo y la política. Así, la marcha se hizo de la ciudadanía y permitió que pudiéramos hacernos, como sociedad, al menos tres preguntas: ¿Por qué marchamos? ¿Por qué al Congreso? ¿Homicidios no son todos? Continuar leyendo

Sin justicia

“Recurrir a la Justicia en Argentina sería perder el tiempo porque está amordazada por Magnetto” afirmaba en Radio Continental Máximo Kirchner, el hijo de la Presidente. Mientras, en el Consejo de la Magistratura, se desarrollaba el pedido de remoción por mal desempeño al juez Axel López, acusado de negligencia por la muerte de Tatiana Kolodziey, de 33 años, en 2012, víctima de violencia de género seguida de asesinato.

La acusación fue promovida por las Madres del Dolor. El argumento: que el Juez Axel López decidió la libertad condicional de Juan Ernesto Cabeza sin atender a los informes psicológicos que advertían su potencial reincidencia. Condenado por haber cometido cuatro violaciones, y obtenida su libertad condicional, Juan reincidió a los 15 días y Tatiana murió. El caso demuestra tres cosas: que la justicia no es justa, que está oficializada no mediatizada y, sobretodo que no es universal.

La injusticia de la justicia. Uno de los puntos más ofensivos del proceso no fueron las irregularidades (que el defensor del Juez haya sido el ex miembro de la Corte Suprema y que el jurado no estuviera integrado por siete miembros como debía ser) sino los argumentos de la defensa. Destaco tres: “que el juez actuó en base a la ley no al sentido común; que en 144 salidas previas de 24 horas no había violado a nadie y que en el país ocurrieron más violaciones luego de Tatiana – Ángeles Rawson, Melina Romero, Daiana García- y que en ninguno había intervenido el Juez Axel López”. Sin embargo, ¿por qué denostar el rol del “sentido común” y el estándar mínimo de razonabilidad que debe estar presente en toda decisión judicial? En este sentido ¿son las salidas de 24 horas equivalentes a la libertad condicional, de más de 15 días? La respuesta es no. Sin sentido común, es sí. ¿Puede evitar la justicia los femicidios en Argentina? Si los jueces actúan como Axel, no.

Oficialización más que mediatización. Máximo decidió no recurrir a la Justicia. Tatiana no tuvo opciones. Él proyecta ser candidato a diputado, tal vez a presidente. Tatiana espera una explicación sobre su muerte. No es que no deberíamos haber llegado a esta instancia, “pues el daño ya está hecho” como afirmó Zaffaroni. Se llegó a esta instancia porque el daño no se evitó. Ayer quienes absolvieron al juez fueron jueces y senadores vinculados al Frente para la Victoria. No fue una resolución judicial, sino política. Justicia simulada. La peor forma de injusticia.

Militancia sin ciudadanía. De todos los legados del kirchnerismo, ayer uno quedó en claro. La militancia vale más que la ciudadanía en algo tan básico como el acceso a la justicia. Justo cuando el proceso concluía en el Consejo, en la Matanza la Presidenta cerraba el día reflexionando sobre la discriminación en Argentina y Carlés señalaba en el Senado que la representación de una mujer en la corte “no garantiza que defienda los derechos de la minoría”. Las mujeres somos mayoría, según el Indec, los femicidios y las violaciones seguidas de asesinato aumentan en el país y la justicia, ayer, le dio la razón a Máximo en la primera parte de su párrafo.

Ley de Inteligencia: el kirchnerismo conservador

Dos fueron las expresiones más usadas en la sesión del miércoles pasado tanto por el Gobierno como por la oposición en el debate sobre la nueva Ley de Inteligencia: política de Estado y democratización. Los primeros para defender su aprobación. Los segundos para cuestionar esa decisión. Lo cierto es que el debate probó dos cosas: que las mayorías legislativas se equivocan y que la oposición no lidera, en forma eficiente, la mayoría social que hoy representa. Continuar leyendo

Caso García Muñoz: idoneidad y militancia

El caso Carlos García Muñoz, hasta ayer funcionario de la Secretaría de Derechos Humanos, prueba dos cosas: que haber sido víctima del terrorismo de Estado no otorga idoneidad para defender los derechos humanos y que no hay articulación ni control de políticas en el Estado kirchnerista.

Idoneidad y Militancia. García Muñoz cumplió su condena en España, no se pide que la repita en Argentina. Sería incluso injusto que se lo condene por algo que ya pagó. Pero resulta poco “idóneo” que alguien que arrasó con los derechos humanos de su esposa e hijos, y de su hija que tenía el derecho a ser elegida en la concepción en lugar de ser “hija de una violación”, esté como asesor en la secretaría de DDHH. Continuar leyendo

El debate sobre el aborto: lo que se dice y lo que debemos saber

¿Por qué temas como el aborto son difíciles de tratar? Porque remiten a un vínculo difícil como política y moral. La política es el espacio público, que es de todos y de nadie en particular. La moral es individual e implica privacidad. Cuando estos espacios se confunden se genera perplejidad.

Cuando los Estados son confesionales la respuesta a este dilema es fácil. Todos sabemos que hacer. Cuando los Estados, en cambio, son democráticos y garantizan la libertad de cultos como en Argentina, las respuestas fáciles son irresponsables.

Como diputados de la Nación nuestra primera obligación es informar con honestidad de modo que el debate sobre la legalización del aborto pueda ayudarnos a afrontar como sociedad el desafío y la complejidad de vivir en libertad. Continuar leyendo

La designación del Defensor del Niño, otra promesa sin cumplir

En Argentina, la sanción de la ley 26.061 de Protección Integral a la Infancia en 2005 fue celebrada en el Congreso Nacional como el inicio de una nueva época. Los diarios de sesiones así lo atestiguan. Si la historia de la infancia en el mundo y en Argentina había sido la del control, esta ley inauguraba la historia de la protección.

En efecto. Nada hasta fines del Siglo XX sugiere que la infancia fuera feliz. En Grecia y Roma hasta el Siglo IV el infanticidio era una costumbre permitida sobre los niños de uniones ilícitas, los hijos de “madres solteras” o prostitutas. De modo paulatino y hasta el Siglo XIII fue reemplazado por el abandono, práctica por la que se los ofrecía al cuidado de terceros, entre otros motivos relacionado con la creencia de que los niños “molestos” estaban poseídos por el demonio.

Así, en cada época, las concepciones de la infancia han guardado una estrecha relación con la sociedad que las establece: las convicciones religiosas integraron a los niños como soldados de las cruzadas; la revolución industrial y científica de los siglos XVII y XVIII dio origen a los niños aprendices y a los escolares. Alternativamente, el niño fue “malo” o “desperfecto por naturaleza” y necesitado de ser “redimido”, un “pequeño hombre incompleto”, una tabula rasa, en la que un educador podía inscribir sus aspiraciones. Para “modelarlos” como a una arcilla se legitimaba el castigo corporal. Recién con la Ilustración cedió el enfoque hostil hacia los niños, y con la necesidad de crecimiento de la pirámide poblacional, apareció la Pediatría y a fines del Siglo XX la Convención de los Derechos del Niño fue ratificada por 179 países, el nuestro incluido.

La ley 26.061 fue así una conquista. El niño ya no sería visto por el aparato del Estado y sus agentes como objeto de nadie sino como sujeto de derecho. Para su cumplimiento, los artículos 3, 47, 48 y 49 preveían la creación del “Defensor del Niño” entendiendo que sin un ámbito donde se puedan denunciar las violaciones u omisiones de particulares o del Estado los derechos enumerados serían letra muerta: habría ley pero no políticas. Lejos de aquella expectativa y a 9 años de su sanción, el Congreso no cumplió. No creó la comisión bicameral que debe designar el Defensor del Niño. Paradoja si las hay: la Casa de las Leyes, en infracción.

Se sabe que los niños no pueden constituirse en un “grupo de presión” para golpear las puertas del Congreso de la Nación. Las golpean madres que enfrentan al Estado en sus decisiones arbitrarias cuando tienen hijos/as que han sido abusados por su progenitor y el juez obliga a una re-vinculación; los medios cuando compiten por el ranking de la pantalla chica “Priscila, la niña de 7 años indocumentada asesinada por su madre en Berazategui”; “Una joven esclavizada 9 años con un mono y un perro”; o las asociaciones civiles con sus datos y su impotencia. Pero las puertas no se abren.

Según datos de la SENAF de 2011, el 57% de los casi 15.000 niños/as y adolescentes que están actualmente a cargo de agencias del Estado, ingresan por violencia familiar y el 46% de ellos por abuso sexual. En 2011 la Presidente solicitó al Congreso la sanción un nuevo régimen de adopción y la mayoría de la Presidenta lo votó pero se implementará a partir de 2016.

De acuerdo el informe presentado en septiembre por el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia (UCA), en el período 2010-2013, el 58,7% de los niño/as en Argentina que residen en zonas urbanas experimentó algún tipo de privación moderada o severa en sus derechos, el 19,6% de ellos encuentra vulnerado su derecho a la alimentación –un 6,5% de manera severa-, el 47% vive en espacios con algún o varios problemas de contaminación ambiental, el 19% en condiciones de hacinamiento y el 17,5% en viviendas precarias.

Para la Presidenta, los senadores y diputados estos niños pueden esperar. Para los niños, niñas y adolescentes que tienen actualmente vulnerados sus derechos en el país, la certeza del escritor argentino Héctor Tizón (“a veces creo que sólo existimos en la infancia”) configura una tragedia y no una espera. No un recuerdo, un acto permanente. Un Defensor del Niño les hubiese ayudado a poder decírselos.

¿Todo niño es un hijo?

Se sabe que los niños hacen preguntas filosóficas y que los grandes olvidamos la importancia de las palabras. Es el caso del debate sobre la adopción en la Argentina. Son diversos los abordajes sobre el tema. Perspectivas sociológicas, antropológicas, psicosociales, médicas o legales indagan sobre la compresión de un fenómeno que, desde la perspectiva de los padres, alude a la crianza, entendida como el cuidado amoroso de un niño cuyo vínculo no se funda en la consanguinidad. Y desde el niño, implica que éste sea capaz de adoptar también una familia, una historia y la identidad que la misma presupone. La adopción remite así a conceptos que confluyen en la parentalidad y a los que se derivan del “sobreentendido” concepto de familia porque toca al sujeto más frágil de cualquier sociedad: el niño, su origen y su destino.

No obstante, cuando se reconstruyen los debates sobre la modificación del régimen de adopción, se observa que se han naturalizado (o desnaturalizado) conceptos como “instinto materno” y generado controversias acerca de “la identidad verdadera”. Disputas que no están exentas de condimentos ideológicos, cargados de tradición y atravesados por una supuesta modernidad de nuestras pautas culturales. Sin embargo, una vez más, cabe preguntarnos: ¿la sola progenitura establece una dimensión parental? ¿Son las relaciones parentales sólo sanguíneas?

En el imaginario colectivo y en la legislación campea el implícito de que la adopción no es un hecho “natural”. ¿Acaso porque una madre adoptiva sea menos mujer? ¿Acaso porque la capacidad de fecundación de un hombre sea homologada, y agotada entera, en su virilidad? El mismo implícito olvida que en términos de lo humano, de “natural” hay cada vez menos; y por suerte. Pero sirve para que el Estado pida requisitos especiales para la adopción: buena salud física y mental, ciertas garantías económicas, etcétera. La adopción está así connotada como un hecho peligroso. Adoptante y adoptado deben cumplimentar un “apto” frente al Estado. La decisión de un progenitor/a de dar un niño en adopción, la decisión parental de adoptar un hijo y el niño adoptado son cubiertos por el velo de una opacidad sospechosa y, en épocas no muy lejanas, estigmatizantes.

Por oposición, el Estado, con su bagaje de leyes lacunares, se propone como una entidad ideal. Garante de una prudencia preventiva. Su implícito podría formularse como sigue: ¿es posible seleccionar madres y padres? Mientras, y con olímpica negación, se desconoce la innumerable cantidad de niños recluidos, condenados a la privación de un hogar que los cobije sólo porque algún pariente biológico los visita una vez por año. Desconoce el número de niños indocumentados y no combate el tráfico de menores. Hechos que, pese a los esfuerzos de algunas ONG, naufragan en la desidia política, policial o judicial.

Las sucesivas leyes de adopción y los proyectos que intentan ser superadores pocas veces tienen en cuenta la diversidad de experiencias afectivas en los cuidados de un niño. Lejos de esto, sus postulados son robustos en visiones hegemónicas y poco lugar queda para la dimensión del amor que en los entramados burocráticos queda perdida o se da por supuesta. ¿En qué momento una estructura familiar a la que ingresa un niño recibe un hijo? Esta pregunta debería ser abarcadora no sólo para las familias adoptantes y debería inspirar una política para la niñez, que el Estado no parece capaz de conjeturar porque se le escapa una verdad de Perogrullo: cualquiera sea la forma familiar armada según las posibilidades propias de cada nicho cultural, es el deseo de los padres (progenitores o no) lo que nos ha permitido vivir. En este sentido bien vale la pena hacer nuestra la frase de Lacan: somos todos hijos adoptados.