Por: Carla Carrizo
La convocatoria a marchar este 3 de junio contra toda forma de violencia de género, bajo el lema “#NiUnaMenos” nació desde la prensa. Superando las expectativas de las protagonistas se expandió a las provincias politizando a referentes de la cultura, el espectáculo y la política. Así, la marcha se hizo de la ciudadanía y permitió que pudiéramos hacernos, como sociedad, al menos tres preguntas: ¿Por qué marchamos? ¿Por qué al Congreso? ¿Homicidios no son todos?
La patria no es el otro. Contra cualquier slogan de campaña, lo cierto es que la democracia no es de uno ni de otro sino de todos y lo que es válido en el ámbito público comenzó hace 32 años a exigirse en los ámbitos privados: la escuela, la familia, la pareja. Verdad de Perogrullo: la democracia democratiza los vínculos entre las personas, los despersonaliza y en el medio pone los derechos y las obligaciones que asigna la igualdad ante la ley. No se trata de afectos, como en la Patria, se trata de más o menos derechos, como en una nación democrática. No es una cuestión emocional, es una cuestión sistémica. Moraleja: a medida que la igualdad entre las personas se afianza, ni en la política, ni en las familias, ni en las parejas los vínculos son eternos. La relación, en democracia, siempre es electiva y trabajosa. Caso contrario, volátil y efímera. Pasa entre maestros y alumnos, entre padres e hijos, entre hombres y mujeres, y entre géneros. La complejidad de la emancipación democrática, porque ningún proceso de igualdad es pacífico. Aumentan los casos de violencia de género porque hoy son más las mujeres que se atreven, casi en soledad, a pronunciar un monosílabo: No. No hay derecho a la agresión por género. La marcha expresa así un logro colectivo: su objetivo es hacer visible y masivo ese monosílabo y comunicarle a los ejecutivos, nacional y de las provincias, que como sociedad ya aprendimos que los derechos de las mujeres son derechos humanos, y ahora queremos que ellos no se lo olviden.
Las leyes importan. No es verdad que no se hizo nada y tampoco que las leyes no sirven aun cuando no se cumplen. Hay dos enfoques legales. Aquel que cree que las leyes nunca deben anticiparse a las demandas sociales y aquel que cree que las leyes deben anticiparse a las demandas sociales y regular situaciones de desigualdad social. Argentina se ubica en el segundo. Y no es algo que debamos reprocharnos, al contrario. Debido a que las leyes existen podemos exigir su cumplimiento y no empezar, a 32 años, desde el principio. Dirán que no es la Plaza del Congreso el lugar al que hay que movilizarse sino a la Plaza de Mayo para que el Ejecutivo implemente la política que en 2009 votó el Congreso. Aquí también la ciudadanía está delante de la dirigencia política: los Congresos que funcionan bien no sólo sancionan leyes, también controlan la implementación de políticas. Y ello no depende de los presidentes sino de lo que los diputados y senadores quieran que sea el Congreso para la ciudadanía.
El género no es puro cuento. ¿Tienen coronita las mujeres asesinadas? En distintos medios digitales y mensajes de Twitter pudimos ver mensajes que aludían a que la mayoría de los homicidios en Argentina no eran del sexo femenino sino masculino y que, por lo tanto, la manifestación se quedaba corta justo allí donde debía ampliarse: el reclamo por la no violencia. ¿Competir hasta en las lágrimas? El #3dejunio no trata de todas las muertes, ni de la violencia o inseguridad en general. Trata, específicamente, de una violencia en particular, la de género, y de su máxima intensidad, el femicidio. ¿Parece poco? No piensan así las mujeres, hombres ni familiares de las víctimas que el 3 de junio se movilizan.