El kirchnerismo se lleva mal con la historia

Claudio Chaves

Cuando los políticos y algunos periodistas se meten con la historia, las cosas no salen bien. Ya he replicado en otra nota la sospechosa profusión de libros sobre el peronismo que recuperan las ideas de la Revolución Libertadora. Esta labor seudohistoriográfica no es ingenua, responde a un clima y una atmósfera de los que no han podido desembarazarse autores, periodistas o políticos que en su simpleza confunden kirchnerismo con peronismo. Y en una sinopsis que emparentan épocas tan lejanas con el presente, se dejan llevar por la rigidez de un pensamiento atado a prejuicios y a dogmas aprendidos para siempre.

Si el peronismo con un gran esfuerzo puede ser asociado a los populismos de época, el kirchnerismo es la manifestación clara de un progresismo activado en los noventa por el Foro de San Pablo donde la izquierda replanteó su camino a la caída del comunismo. Si a los progresistas argentinos la idea les cae mal, deberían repasar el apoyo dado a Hugo Chávez, Lula da Silva o el kircnerismo a los inicios de estas experiencias políticas. Como el presente huele a calas, al decir de Hugo Moyano, los progres de siempre se apartan de estos Gobiernos a los que ahora caracterizan como populistas al solo efecto de salvar la perniciosa ideología que compartieron en el primer tramo del nuevo siglo. Dicho esto, pasemos a una nueva confusión histórica.

En esta oportunidad un funcionario kirchnerista, el subsecretario de la Secretaría General de la Presidencia, Gustavo López, radical alemnista, acercó una teoría disparatada sobre del origen de su partido que repiten otros militantes, con el objeto de que los radicales arrimen sus votos al kirchnerismo y den la espalda al macrismo, pues “Mauricio es el heredero de Roca”, afirma, y el radicalismo nació para luchar contra el régimen conservador, esto es, el roquismo. De lo cual surge que roquismo y macrismo son continuidades políticas.

Gustavo López, como dice el dicho: ¡Agarrá los libros, que no muerden!

Usted hace mención a que don Hipólito organizó tres revoluciones, de manera que entiendo que se refiere a las de 1890, 1893 y 1905. Antes de abordar los hechos, adelanto que Yrigoyen fue diputado nacional por el roquismo durante la década de 1880. Vamos, entonces, rápido a los acontecimientos.

En 1890 gobernaba el país el doctor Juárez Celman, sucesor de Julio Roca y uno de los fundadores del Partido Autonomista Nacional (PAN). Como siempre ocurre con los sucesores, este comenzó a tomar distancia de Roca hasta producirse un quiebre entre ambos. Por otro lado, la oposición, representada por el mitrismo y una novedosa camada de jóvenes dirigentes con hambre de poder, tramó una revolución contra el Gobierno. La del noventa. De triunfar, el nuevo presidente sería Leandro N. Alem. Hipólito Yrigoyen al parecer fue de la partida, aunque nadie lo vio por esos días de fragote y balas. Por el contrario, se habló de que entregó la revolución a Roca al hablar de ella con un bombero soplón del Gobierno. Lo cierto fue que Juárez Celman renunció y asumió su vice, Carlos Pellegrini, gran amigo de Yrigoyen, tanto como de Roca. Un dirigente radical de aquellos años, José Camilo Crotto, estaba convencido de que Yrigoyen había actuado en la Revolución del Parque para ayudar a su amigo Carlos Pellegrini a alcanzar la Presidencia.

Años después en 1892, cuando Alem planificaba un nuevo golpe de Estado, Yrigoyen volvió a actuar. Enterado de lo que pergeñaba su tío y en contra del golpe, se acercó misteriosamente a la estancia de Carlos Casares, dueño de La Martona, donde descansaba el presidente Pellegrini. Allí, aislados y separados de las casas y de los visitantes, conversaron largo rato los dos amigos. Al retornar a Buenos Aires, Carlos Pellegrini decretó el estado de sitio, encarceló a Alem y lo envió al exilio. Yrigoyen no fue molestado.

Un año después, los dos conspiran. Alem por un lado. Yrigoyen por el otro. Decían pertenecer al mismo partido, sin embargo Hipólito se negó a una insurrección nacional comandada por Leandro. Preparó su revolución en Buenos Aires gobernada por el doctor Julio A. Costa. Enemigo declarado de Roca. Adelantó sus acciones, no esperó a Alem; en Temperley logró reunir cinco mil hombres armados y avanzó sobre la ciudad de La Plata. El gobernador renunció, pero él se negó a asumir la jefatura provincial. En medio de la insurrección Carlos Pellegrini fue detenido, senador nacional y al momento jefe del PAN, y aun roquista. Le informaron a Hipólito, y lo dejó continuar rumbo a la capital.

¡Quién entiende a Yrigoyen!

Pellegrini, llegado a Buenos Aires, iniciará la represión del movimiento revolucionario bonaerense que para Hipólito no tenía sentido continuar. Su objetivo fue logrado. Pero también Pellegrini encarará la represión de los levantamientos radicales del interior que comandaba Alem. ¿Sería eso lo que quería su sobrino?

Tan sinuoso fue el camino emprendido por Yrigoyen que era difícil seguirlo.

Alem decía de él: “Es la fuerza política más poderosa que he conocido porque carece de escrúpulos”.

Años después clausurará el Comité Radical de la Provincia de Buenos, lo que permitió la segunda presidencia de Roca. Y en 1905, su revolución más contundente fue atrasada unos meses por decisión de Yrigoyen para no realizársela a Roca. Esperó la nueva presidencia de Quintana, un político mitrista.

Lo cual indica que Alem volvía a tener razón cuando, harto de Hipólito, aseguró: “ Algunos radicales se harán socialistas y anarquistas, la canalla de Buenos Aires, dirigida por el pérfido traidor de mi sobrino Hipólito Yrigoyen se arreglará con Roque Sáenz Peña y los intransigentes nos iremos a la mierda”.

Como ve, señor subsecretario, no es tan simple la historia como para lanzar ideas sin haber leído un libro. Por lo tanto, no es cierta su aseveración. El radicalismo yrigoyenista no combatió a Roca, fue amigable con él.

Por otro lado, ¿que Macri es heredero de Roca? No creo que el PRO asuma esa tradición.

En lo que a usted respecta: ¡Tenga cuidado de no irse con los intransigentes!