Cómo salir del “cepo”

El dólar libre amagó con llegar a los 10 pesos y su avance multiplicó los análisis de los economistas de las más variadas tendencias. Muchos de ellos coincidieron en la influencia nociva de este incremento en la economía real, que se agudiza cuanto mayor es la volatilidad de la cotización de la divisa informal.

Por una parte, la brecha cambiaria impacta en la inflación. Los productos e insumos importados ingresan al tipo de cambio oficial, pero su precio al público registra una suba superior a la de la tasa de cambio oficial debido a la incertidumbre sobre su futura reposición, en un marco de control a las importaciones, y también el eventual costo que vayan a tener los mismos en el futuro.

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Dólar paralelo y realidades paralelas

La arremetida del precio del dólar libre o “blue” volvió a encender señales de alerta sobre la dinámica de la economía argentina, en un año electoral en el que cualquier novedad que altere el humor social potencia su repercusión. Lo curioso es que ante un mismo fenómeno, las reacciones y opiniones generadas describieron realidades contrapuestas, como si se refirieran a países distintos.

La lectura del oficialismo fue la de estimar que el empuje alcista obedeció a una mera especulación financiera, para apurar una devaluación de envergadura (30 ó 40 por ciento) que termine por reducir salarios vía tasa de cambio e incrementar las ganancias de los tenedores de dólares y sectores exportadores.

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Si sube el dólar, crece la “retención cambiaria”

En una etapa del ciclo económico en el que los dólares que quedan en el país son insuficientes para garantizar el crecimiento y aumenta el déficit fiscal, el atraso cambiario asoma como una herramienta útil para que el Gobierno equilibre sus cuentas. Un tipo de cambio oficial “atrasado” deja un beneficio indirecto debido a que el Banco Central reconoce a los importadores $5,18 por dólar, frente a un dólar libre de $9,30 y un dólar financiero (“contado con liquidación”) de 9,14 pesos.

Esta suerte de “retención cambiaria” significa un aporte superior al que el Banco Central registra por utilidades y adelantos transitorios que le gira al Tesoro, y puede ser una de las razones que explica por qué el Gobierno no se apura en depreciar más el peso.

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Se confirma que este año habrá menos dólares

El dólar libre volvió a desbocarse esta semana, para cerrar en $9,34, su precio máximo desde la salida de la convertibilidad. Muchas razones se esgrimieron para explicar un fenómeno que resulta exagerado, pero se supera a sí mismo semana a semana.

La sostenida emisión monetaria, apenas debajo del 40% anual, la continuidad de la inflación en torno a 25% anual, y la caída de reservas -por cancelación de deuda pública y adelantos transitorios del Banco Central al Tesoro- fueron los argumentos más repetidos desde que comenzó el año. En 2013, el dólar “blue” ascendió 34,7%, seis veces más que el 5,3% de apreciación del dólar en el mercado de cambios oficial, a 5,18 pesos.

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Hay que recuperar la soberanía monetaria

El Banco Central tiene un amplio abanico de funciones que incluye el control sobre la emisión y circulación de la moneda, y las operaciones en divisas que se realizan en el sistema financiero, así como fijar las tasas de interés y el tipo de cambio. De este modo se encarga de una de las funciones indelegables de un Estado que es ejercer la soberanía monetaria.

Una de las razones del oficialismo a la hora de impulsar la reforma de la Carta Orgánica del BCRA fue la de recuperar esta atribución, la de tener control sobre la moneda nacional, al eliminar la rígida paridad entre los dólares en las reservas y la base monetaria, establecida en la ley de convertibilidad de 1992. La normativa vigente hasta el 6 de abril de 2012 otorgaba al organismo independencia para trazar sus políticas del mandato de los Gobiernos. Le brindaba autonomía política para fijar sus objetivos de política monetaria y autonomía económica para definir los instrumentos para llevarlos a la práctica.

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En 2013 las reservas caen más que en todo 2012

Los u$s40 mil millones de reservas son un monto muy importante, pero la dinámica de deterioro de los activos líquidos del Banco Central es preocupante. Desde el inicio de 2013, cayeron u$s3.280 millones, un 7,6% en tres meses y medio. Es más que lo perdido a lo largo de todo 2012, unos u$s3.086 millones, y representa casi el 60% de retroceso de todo 2011 (u$s5.814 millones), dos años en los que hubo importantes vencimientos de deuda.

Las reservas finalizaron este lunes en u$s40.010 millones, su volumen más bajo desde el 21 de mayo de 2007 (u$s39.967 millones), hace casi seis años, y un 24% menos que el récord de u$s52.654 millones del 26 de enero de 2011.

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Inflación en pesos, deflación en dólares

El desfasaje del tipo de cambio oficial frente al paralelo reforzó la capacidad adquisitiva de quienes cuentan con dólares billete dentro de la Argentina. El Gobierno lleva adelante una política de suave deslizamiento del dólar oficial (14,4% en 2012 y 4,15% en el primer trimestre de 2013) por debajo de la inflación y en términos reales se produce una depreciación de los bienes y servicios medidos en dólares, ante el avance contundente del dólar “blue” (44,4% en 2012 y 23,5% en el transcurso del año) y del “contado con liquidación” (42,2% en 2012 y 24,5% en 2013).

Si el año pasado la inflación real, en torno al 25%, se situó en una franja intermedia entre la apreciación del dólar oficial y el paralelo, en 2013 parece quedar mucho más cerca del primero, con una aceleración devaluatoria impulsada por el Banco Central aún rezagada frente al dólar informal. Al profundizarse día a día esta brecha en favor del poder de compra del dólar físico fronteras adentro, también crece la aprensión del ahorrista a desprenderse de esas divisas.

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La semana del dólar

El anuncio de la AFIP sobre nuevas imposiciones para paquetes turísticos y pasajes, que elevaron la alícuota al 20% como adelanto del pago de Ganancias y Bienes Personales, desnudó los apremios fiscales que atraviesa el Tesoro. Aunque la iniciativa apela a nuevas fuentes de recaudación antes que a evitar la creciente fuga de dólares por viajes al exterior, ésta produjo una reacción explosiva en el mercado de cambios informal.

La escalada del dólar marginal, si bien fue moderada por la acción oficial, cerró la semana con una ganancia de 5,4%, más que la apreciación del dólar oficial en todo el trimestre, de 3,8%, y amplió la brecha entre ambas cotizaciones al 65 por ciento.

La confusión y sorpresa de los analistas de mercado se propagó por la falta de fundamentos para explicar un incremento de tal magnitud, aun cuando es sencillo encontrar razones macroeconómicas para esperar que el dólar paralelo se escape.

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“Contado con liqui”, el dólar que más sube

En un mercado de cambios intervenido, desdoblado en los hechos y con precios distorsionados entre el circuito oficial -al que sólo se accede para operaciones de comercio exterior y las autorizadas para turismo- y el paralelo -donde el billete físico se consigue un 54% más caro-, aparece otra cotización que sincera la percepción del valor del peso argentino en el exterior: el “contado con liquidación”.

Este tipo de cambio surge de la transferencia legal de activos argentinos, sean bonos o acciones, a una cuenta en el exterior, para ser vendidos y hacerse de dólares. Lo habitual es que se efectivice a través de papeles locales que cotizan en Nueva York (los ADR) o títulos públicos argentinos emitidos en dólares que tengan mayor liquidez. La brecha entre el “liqui” y el dólar oficial alcanza hoy el 62 por ciento. Estas transacciones son legales, las cursan sociedades de Bolsa que cobran una comisión cercana al 2% y son supervisadas por el Mercado de Valores.

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El dólar en Argentina y el ejemplo venezolano

El anuncio de una devaluación en Venezuela generó en la Argentina un intenso contrapunto acerca de la posibilidad de que esa iniciativa se aplique en el país, para erradicar el virtual desdoblamiento del mercado de cambios, en el que coexisten un dólar oficial para turismo y comercio exterior, y otro incipiente pero en crecimiento en el circuito paralelo.

Después de registrar una inflación del 3,3% en enero, el gobierno de Hugo Chávez decidió establecer una nueva tasa de 6,3 bolívares por cada dólar, que significó una devaluación del 32% de la moneda venezolana o, lo que es lo mismo, un salto del precio del dólar oficial del 46 por ciento. Sin embargo, el dólar informal, que en Venezuela llaman coloquialmente “lechuga verde”, no se contuvo con la medida adoptada el 13 de febrero, sino que en apenas tres semanas el billete que se transa en las calles se disparó 30%, desde 19,5 bolívares a 25 bolívares. Casi en forma inmediata se diluyó el efecto devaluatorio y se trasladó al mercado paralelo. Con más lentitud, pero inexorablemente, se traducirá en más inflación para bienes y servicios.

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