Por: Juan Gasalla
En una etapa del ciclo económico en el que los dólares que quedan en el país son insuficientes para garantizar el crecimiento y aumenta el déficit fiscal, el atraso cambiario asoma como una herramienta útil para que el Gobierno equilibre sus cuentas. Un tipo de cambio oficial “atrasado” deja un beneficio indirecto debido a que el Banco Central reconoce a los importadores $5,18 por dólar, frente a un dólar libre de $9,30 y un dólar financiero (“contado con liquidación”) de 9,14 pesos.
Esta suerte de “retención cambiaria” significa un aporte superior al que el Banco Central registra por utilidades y adelantos transitorios que le gira al Tesoro, y puede ser una de las razones que explica por qué el Gobierno no se apura en depreciar más el peso.
Esta distorsión no es gratuita. Mientras un dólar oficial atrasado perjudica a la industria y el campo -al desincentivar la producción y la exportación de estos sectores reconociéndoles menos pesos por cada dólar que ingresan- estimula las importaciones a un tipo de cambio “subsidiado”, al punto de tener que aplicar rígidos controles a las mercaderías extranjeras para no perder el superávit comercial.
En el primer trimestre del año, el precio promedio del dólar “blue” fue $7,66, contra un dólar oficial que promedió los 5 pesos. La brecha entre ambas cotizaciones fue de $2,66 entre enero y marzo de 2012.
En cuanto a las exportaciones, los ingresos totales por retenciones aduaneras informadas por la AFIP en el primer trimestre fueron 9.782 millones de pesos. En este caso, la “retención cambiaria” ascendió a $46.220 millones, casi cinco veces más, al multiplicar una diferencia de tasa de cambio de $2,66 por dólar por u$s17.376 millones exportados en el período.
Al analizar las importaciones, las retenciones aportaron entre enero y marzo unos 5.097 millones de pesos. La diferencia cambiaria entre el dólar oficial y el blue tiene ahora un efecto inverso: es el Estado el que deja de percibir $2,66 por cada dólar que vende al importador, como una subvención a las compras externas. Por ello se resignaron $42.735 millones, por importaciones totales de u$s16.066 millones en el período.
Cuando se suman los resultados obtenidos se observa que las retenciones aduaneras sumaron $14.880 millones ($9.782 millones por exportaciones más $5.097 millones por importaciones) en el primer trimestre, mientras que las retenciones por tasa de cambio fueron de $3.485 millones ($46.220 millones menos $42.735 millones). En ese sentido, la diferencia cambiaria establecida por el BCRA generó un aporte que equivale al 23,4% de lo percibido por la AFIP en concepto de derechos por exportaciones e importaciones (retenciones aduaneras).
Pero hay un punto central que debe tomarse en cuenta en este cálculo: las compras de combustibles, lubricantes y energía del primer trimestre absorbieron divisas por u$s2.090 millones y estas operaciones fueron realizadas casi en su totalidad por el propio Gobierno. Por este monto importado, el Estado no gana ni pierde por efecto cambiario, pues el BCRA es el que le vende los dólares más baratos a las petroleras, que también son estatales.
Si restamos estos u$s2.090 millones al total de importaciones del lapso enero-marzo de 2013 (u$s16.066 millones), resultan u$s13.976 millones, con lo cual, el BCRA perdió de percibir en realidad $37.176 millones, al venderle los dólares a los importadores privados a un promedio de 5 pesos. Así, la retención cambiaria ($46.220 millones menos $37.176 millones) alcanzó $9.044 millones, que representaron un 60,8% de lo recaudado por las retenciones aduaneras. De ampliarse más la brecha cambiaria, los pesos obtenidos por tipo de cambio igualarán a los recaudados por la AFIP a través del comercio exterior.
Estos $9.044 millones captados por el BCRA equivalen a un 4,8% del total de impuestos recaudados por la AFIP en el primer trimestre ($186.849 millones), una contribución que es muy bienvenida cuando el Gobierno intenta recuperar el superávit primario perdido el año pasado.
Si se anualizan estos poco más de 9 mil millones trimestrales, se obtienen unos 36 mil millones de pesos. Para estimar la importancia de este monto vale decir que compensa la suma del déficit primario de 2012 ($4.373 millones) y los adelantos transitorios al Tesoro del Banco Central ($9.486,8 millones) y la ANSeS ($17.447,2 millones) realizados el año pasado. Asimismo, cubriría en gran parte un déficit fiscal (resultado tras el pago de deuda) de 55.563,4 millones, como el que hubo en 2012.
El peso del déficit energético
En los últimos años, el atraso cambiario fue creciendo a la par de las compras de energía en el exterior, que convirtieron al Estado nacional – a través de YPF y Enarsa- en el principal importador de la Argentina. Y aquí juega un rol fundamental el tipo de cambio, porque un dólar más barato significa menos desembolso de pesos por parte de las estatales para adquirir en el Banco Central los dólares para importar.
En el caso de que el Gobierno decidiera apurar la depreciación del peso, para reducir la brecha entre el tipo de cambio formal y el paralelo, el efecto debería ser prácticamente nulo, pues lo que se deja de percibir por tasa de cambio ingresaría por el incremento de la retención aduanera. Pero al contemplar las importaciones energéticas sí se evidencia que el atraso cambiario significa un beneficio mayor para el Estado.
También una tasa de cambio en estos niveles es más favorable debido a que una proporción importante de las retenciones aduaneras se reparte con las provincias, a través del fondo coparticipable de la soja, mientras que el ahorro proporcionado por asumir un dólar más bajo genera un beneficio para el Estado nacional que no se coparticipa y contribuye -desde un punto de vista fiscal- a concentrar más el poder en el Gobierno central.