Por: Juan Gasalla
El dólar libre amagó con llegar a los 10 pesos y su avance multiplicó los análisis de los economistas de las más variadas tendencias. Muchos de ellos coincidieron en la influencia nociva de este incremento en la economía real, que se agudiza cuanto mayor es la volatilidad de la cotización de la divisa informal.
Por una parte, la brecha cambiaria impacta en la inflación. Los productos e insumos importados ingresan al tipo de cambio oficial, pero su precio al público registra una suba superior a la de la tasa de cambio oficial debido a la incertidumbre sobre su futura reposición, en un marco de control a las importaciones, y también el eventual costo que vayan a tener los mismos en el futuro.
Las inversiones también se postergan porque los empresarios no tienen en claro cuál será la tasa real de cambio y la tasa de retorno que involucra el “hundir” capital en el país. La menor actividad por el repliegue de estas inversiones recorta la expansión del empleo. El sector de la construcción y el mercado inmobiliario son los ejemplos más claros de esta consecuencia.
Por eso, los analistas coinciden en que una iniciativa central, aunque de compleja ejecución, es la de levantar las restricciones sobre el mercado de cambios, para desactivar el influjo pernicioso del dólar “blue” como una referencia que mina las expectativas y la confianza. ¿Qué es lo que proponen?
1 – Tener un diagnóstico adecuado. Reconocer la existencia del problema, por ejemplo en términos monetarios, por exceso de emisión, y cambiarios, por el atraso de la actual tasa para numerosos rubros exportadores. Está claro que Argentina no está en una depresión económica como en 2001, ni en una crisis como sí se observa en los países de la periferia europea. Pero el precio del dólar deja en evidencia que el déficit fiscal y la inflación no asumidos por el Gobierno son la antesala de algo más grave. Por lo tanto, el “blue” poco tiene de marginal y estacional, y muy parcialmente puede atribuirse su salto a la obra de los especuladores.
2 – Regresar al equilibrio fiscal. Que Ganancias sea el impuesto que más crece muestra que los resultados de la AFIP se sostienen más por la inflación real que por el crecimiento de la actividad. Entre muchas inconsistencias del gasto, algunos especialistas ven imperioso recortar los subsidios y, por tanto, subir las tarifas de los servicios públicos. Esta iniciativa es complicada de implementar debido a que tiene que contemplar la situación de los sectores sociales más vulnerables, a los que hay que mantener al margen del “tarifazo”.
3 – Financiar el déficit. Si la recuperación del superávit de las cuentas públicas va a llevar tiempo, hay que pensar en un déficit sustentable, que no se financie sólo con emisión a cuenta del Banco Central. Un informe de Economía y Regiones determinó que la colocación de LEBAC (letras del BCRA) “debería expandirse a un ritmo del 80%” para absorber el exceso de liquidez por la emisión sin respaldo, que algunos estudios establecen en unos 100 mil millones de pesos (un tercio de la base monetaria).
Esta aceleración de la emisión de deuda cuasifiscal mantendría el crecimiento de la base monetaria en niveles del 25 al 30 anual (desde el 40% que promedio 2012) y tendría impacto en las tasas de interés, que se duplicarían y pasarían a ser positivas en términos reales (por encima de la inflación) entre el 30 y el 35 por ciento anual. La presión sobre el dólar paralelo y la inflación disminuirían ante el resurgimiento de alternativas de inversión en pesos, aunque estas tasas enfriarían aún más la economía.
4 – Normalizar el INDEC. La inflación real, que desde 2007 duplica la que registran las cifras oficiales, es uno de los motivos que los especialistas encuentran para explicar el encarecimiento del dólar libre. Una baja de la inflación necesita de índices creíbles que moderen las expectativas de alzas de precios.
5 – Salir del aislamiento financiero. La pérdida de reservas del Banco Central, que cayeron un 25% desde su récord de enero de 2011 (de u$s52.654 millones a u$s39.486 millones), demuestra que el déficit fiscal es explosivo si se lo va a financiar con los dólares que respaldan el valor del peso. Acceder a créditos internacionales (hoy con tasas de interés en mínimos históricos) requerirá acordar con el Club de París. La baja de activos del BCRA también se vincula con que hayan dejado de ingresar préstamos del BID y del Banco Mundial, entre otras entidades multilaterales.
6 – Credibilidad política. Algunos economistas, entre ellos ex funcionarios de otras administraciones, insisten en que el Gobierno tendría que implementar cambios en el gabinete económico e incorporar figuras de peso y trayectoria a la hora de lanzar un plan integral que tendrá que ganarse el consenso de los ciudadanos.
7 – Preservar el sector externo. Las exportaciones son la única fuente de ingreso de dólares, a falta de crédito externo e inversión extranjera directa. El superávit comercial disminuyó 49% interanual en el primer trimestre de 2013, porque la elevada productividad del sector cerealero y oleaginoso no es suficiente para cubrir la demanda de dólares que subyace a una industria deficitaria en u$s30 mil millones anuales y el rojo energético. Una crisis de la balanza comercial sería terminal para el esquema económico.
8 – Desdoblamiento cambiario. Con menor adhesión, esta alternativa fue enunciada como salida temporal y de corto plazo, para descomprimir un posible salto del dólar a diez pesos, que ya está exageradamente por encima del tipo de cambio “competitivo” que necesita la Argentina. Un “dólar turista” o un “dólar financiero”, cuyo acceso sea más flexible para los particulares y con valor más cercano al paralelo, transparentarían estas operaciones bajo control de la AFIP y el Banco Central.
9 – Apreciación gradual del dólar. Si se devalúa hay que hacerlo en forma progresiva, aunque a mayor ritmo que el 17% anual que dispuso el Banco Central en el primer cuatrimestre del año, como una forma de empezar a reducir la brecha cambiaria, hoy en 89 por ciento. En 2008, hubo un fuerte desplazamiento de ahorros en pesos a dólar por la disputa de las retenciones móviles con los productores del campo. Entonces, la brecha entre oficial y “blue” creció al 30%, pero luego se relajó en la medida en que el dólar avanzó de $3,20 a $3,80 aquel año. Ahora siguen muy bajas las tasas de apreciación del dólar y de interés, que meten presión sobre el dólar paralelo.
Por todo lo expuesto, estas medidas no son gratuitas e implican algún costo o perjuicio a cambio de recobrar el equilibrio de otras variables de la macroeconomía, hoy deterioradas o distorsionadas. En cualquier caso, estos costos son menores que los que origina el propio “cepo” extendido en el tiempo.