Gobierno y campo: el final de la guerra

Andrés Domínguez

El martes 8 de marzo arranca Expoagro, la mayor muestra argentina del sector, con una novedad que en otros países sería normal, pero en Argentina demuestra todo un cambio de época: el Gobierno nacional estará presente en el corte de cintas, con el ministro Ricardo Buryaile, la gobernadora María Eugenia Vidal y quizás algún otro “peso pesado” del Gobierno nacional.

Esto es una muestra de la nueva etapa que se ha abierto en el Gobierno y el campo: se terminó la guerra k, para pasar a una nueva etapa de diálogo y de cooperación, no exenta de tensiones, pero en donde las dos partes se ven como socias y se necesitan mutuamente.

La última vez que un funcionario oficial visitó la muestra fue Felisa Miceli, el 8 de marzo de 2006 (en aquel entonces se llamaba Expochacra), más recordada por su affaire con la bolsa de dinero en el baño. Aquel 8 de marzo de hace diez años, durante la recorrida de mañana por la feria, le preguntaron a la ministra si ante rumores de suba de precios de la carne el Gobierno iba a tomar medias. Miceli contestó que el Gobierno “no puede hacer anuncios todos los días” y sostuvo que se trabajaba en forma permanente para tratar de consensuar un precio entre la exportación y el mercado interno de carnes, para evitar aumentos al consumidor. Esa misma noche, en Casa Rosada y con Miceli en el acto, Néstor Kichner anunció el cierre total de las exportaciones de carne para contener la suba de precios y así “defender la mesa de los argentinos”. La decisión fue tan abrupta e improvisada que ni la propia ministra sabía su contenido. Kirchner decidió esa noche suspender por 180 días las exportaciones de carne.

Pocos días después de eso, se anunció la creación de los registros de operaciones de exportación (ROE), un supuesto registro estadístico de exportación que se transformó pronto en un verdadero cepo, un permiso que le daba primero a Guillermo Moreno y después a Augusto Costa la posibilidad de decidir quién exportaba y quién no.

La política de ROE sobre la carne fue lo que se puede decir una política de Estado y de largo plazo, pero en el peor de los sentidos. Duró diez años. Sus logros: las exportaciones de carne cayeron desde 2006 más del 70%, pasando de ser el tercer exportador mundial a estar hoy fuera del top ten. La inflación general entre 2006 y 2014, bien medida, ronda el 700%, tal como dijo el Presidente en el Congreso, mientras que para el consumo interno de carne, un promedio de diez cortes muestran una suba de diez veces en el valor al consumidor, un mil por ciento. Asimismo, desde que se cerraron las exportaciones de carne, cerraron más de 120 plantas frigoríficas. En el peor momento de la crisis, durante 2010, había 12,5 millones menos de cabezas de ganado que en 2008. El consumo interno de carne vacuna cayó en diez kilos de carne por habitante año.

Muchos se centran en “la 125” como el inicio del quiebre campo-gobierno, pero la realidad es que fue dos años antes, con estas medidas contra la ganadería, que empezó la cruzada kirchnerista contra la oligarquía vacuna. Y aunque las guerras y las divisiones en las sociedades puedan traer réditos políticos de corto plazo, en la ciencia política se afirma que el Gobierno no viene a dar o resolver guerras, sino que en las sociedades hay conflictos naturales y permanentes de intereses ante los que el Estado, como árbitro, debe buscar minimizar los daños y no fogonear el conflicto. Néstor y Cristina entendían el poder al revés. En ese tiempo, la inflación estaba lentamente empezando a ser un tema de agenda, que nunca fue atendido correctamente por el Gobierno k; ahora tiene efectos ya muy difíciles de manejar. Imprevisión y corto plazo han demostrado ser una mala receta para problemas complejos.

 

El cambio de época

La primera medida del primer día hábil del Gobierno de Mauricio Macri fue muy simbólica: en un lote de maíz en Pergamino anunció la baja y la eliminación de retenciones prometida en campaña, y luego la eliminación de los ROE a los granos. Hubo luego más anuncios sobre economías regionales, que están pasando una crisis gravísima y deben ser profundizados juntos con las provincias y los productores. En el medio, la lamentable crecida del Paraná de fin de año obligó a retrasar el inicio del tratamiento de los temas de largo plazo para atender dicha urgencia. A diferencia de otras épocas en que se tardaba meses en declarar la emergencia, en dos meses ya está declarada y están empezando a llegar fondos y beneficios a las zonas del litoral afectadas, algunas de ellas, como Entre Ríos, en donde aún no ha bajado el agua.

El cambio de época se ve también en los privados: aumentó fuertemente la liquidación de divisas, hay muchas más consultas por alquileres de campo, inversores privados de la ciudad han vuelto a mirar al sector como una forma de inversión para sus ahorros y hay voluntad de los productores de volver a sembrar. Por otro lado, un Gobierno con una herencia difícil y pocas buenas noticias para dar necesita que el campo mueva la macroeconomía, pero también las economías de los pueblos del interior, porque es el primer motor que puede encender la actividad; se lo necesita para poder enfrentar los otros grandes desafíos que tiene el país.

Durante los diez años después del cierre de carnes, la participación del Estado en Expoagro se limitó a las provincias, siempre destacándose estands de gran tamaño de la provincia de Buenos Aires y el Banco Provincia, por supuesto, pintados de naranja furioso. Cuestiones propias de la campaña de ocho años de sutiles gestos de diferenciación de Daniel Scioli que no lograron detener la guerra campo-k, ni tampoco conseguir el sueño presidencial. Habrá que ver si, como todos esos años, esta vez Scioli visita la muestra para estar con los productores de su provincia.

Diez años después, lo que pasó es historia. Hoy la nación vuelve a Expoagro. “Unir a los argentinos”, uno de los lemas de campaña de Macri, también subyace en esta decisión. Además del ministro Buryaile y Vidal, se espera a sus secretarios y sus subsecretarios, muchos de ellos del sector y muchos otros de la filas de la Fundación Pensar “think tank” macrista que en 2014 elaboraron las 13 propuestas para la agroindustria. Y una verdadera peregrinación de referentes y legisladores, entre ellos Pablo Torello, Cornelia Schmidt-Liermann, Gisela Scaglia y Alfredo de Angeli, más los dirigentes radicales como Juan Casañas y Ernesto Sanz, y tal vez la sorpresa de la vuelta de Lilita Carrió, y más aún por confirmar. Queda mucho por hacer desde la gestión (lechería, frutas, vitivinicultura, emergencia, adaptación al cambio climático), pero el martes 8 se termina definitivamente la guerra y cambia la época: vuelve el Gobierno nacional a Expoagro.