Reconstruir la economía devastada por el socialismo del siglo XXI

Boris Gómez Úzqueda

Cuando concluyan los regímenes denominados del “socialismo del siglo XXI” en Venezuela y en Bolivia, va a ser urgente una reconstrucción total de ambas economías.

Inicialmente habrá que reconstruir códigos éticos, principios y valores relacionados a volver a respetar a derechos humanos, a la democracia y a las elecciones, tan venidas a menos.

Será necesaria dedicación absoluta a combatir la pobreza y un tema de preocupación continental: evitar más despilfarros de economías generadas por venta de petróleo (caso venezolano) o de gas (caso boliviano).

Para el tema venezolano: ayudado por varios amigos expertos en temática energética, desde Caracas, me han explicado que la bonanza es tan grande y el despilfarro tan desmedido que realmente a América Latina tendría que darle pena tal tiradera de dinero venezolano en “proyectos” que no han funcionado y lo que es peor, en muchísimos casos, sirvió de sostén a regímenes “títere” en la región. Venezuela está en puertas de un tiempo de renovación moral, política, democrática y económica cuando concluya el socialismo del siglo XXI. Y siguiendo ese nuevo paradigma estará Bolivia, sin duda, donde sin el “protectorado” de Venezuela habrá un lógico reacomodo del escenario político y volverá a primar, como en Venezuela, la democracia y los derechos humanos.

Volviendo al tema de economía, propiamente a la economía de la energía. Es (fue) tan grave el despilfarro de dinero propiciado, patrocinado, permitido y acicateado por el socialismo del siglo XXI que inclusive una ex candidata presidencial venezolana, Reina Sequera, del partido del Poder Laboral, le dijo a la prensa internacional que una de sus prioridades es impulsar la “repartición equitativa de los excedentes del petróleo con un bono de un millón de dólares para cada venezolano” (sic). Prefirió la señora entregar directamente a los ciudadanos de Venezuela un monto (elevadísimo) de dinero que continuar siendo testigo del despilfarro. Cualquiera pensaría que tal propuesta electoral no pasa de ese escenario: el de las pasiones electorales, sin embargo -cabeza fría y números de por medio- en el marco del análisis de la economía de la energía (del petróleo, concretamente) varios analistas han convenido que la capacidad financiera que genera la venta de crudo venezolano es tan grande que un bono de un millón de dólares por persona no es tonto ni mucho menos. Es perfectamente posible.

En toda tribuna traté siempre de llamar la atención sobre la importancia que tiene Venezuela y Bolivia en el desarrollo económico del Cono Sur. Y de la indisoluble ligazón entre ambas, particularmente desde la perspectiva de hidrocarburos (entiéndase petróleo y gas, fundamentalmente) y de otros negocios en energía.

Continúo apegado a la tesis de que una Venezuela y una Bolivia correcta y democráticamente administradas pueden ser las naciones que suplan de petróleo, gas, productos petroquímicos, acabados de valor agregado de gas, electricidad y fertilizantes a América Latina; pero en vez de primar esa tesis lo que prevalece es el despilfarro, el rentismo y la ausencia de políticas públicas coherentes en economía de la energía. En todo caso, y para pesar de los latinoamericanos, gran parte del dinero generado por el petróleo venezolano -y por el gas boliviano- vendido a terceros países fue despilfarrado.

Mi credencial de latinoamericano me habilita para pensar en una Venezuela y una Bolivia alejadas de los neoautoritarismos que hoy con careta de socialismo han engañado -y continúan haciéndolo- a nuestros pueblos mientras dilapidan las principales riquezas naturales.

Este dato hace siempre ebullición en mi cabeza y circula profusamente en las redes sociales: el régimen del socialismo del siglo XXI en Venezuela desde 1999  percibió 981.000 millones de dólares (lea bien la cifra: novecientos ochenta y un mil millones de dólares), producto del trabajo de su empresa estatal petrolera. Monto monstruoso hasta difícil de comprender para el público latinoamericano. Esa cantidad de dinero -gigante, increible, incomparable- estuvo a disposición de dirigentes del socialismo del siglo XXI en Venezuela -cuyo principal sustento de su economía, como la boliviana, está basado en venta de materia prima (petróleo y gas, respectivamente)-, pero sin haber dado preeminencia a haber realizado inversiones en infraestructura para combatir y derrotar la pobreza.

Con semejante excedente económico Caracas podría ser la Dubai latinoamericana. Y sin embargo los temas de pobreza, los cinturones de marginalidad y otros siguen “justificando” despilfarros sin sentido como las “misiones” (planes sociales) que distribuyen “regalos” en vez de soluciones estructurales para la sociedad.

El socialismo del siglo XXI en Venezuela nunca tuvo -ni tendrá, si siguen en el poder- una visión de construcción de Estado. Tanto en Venezuela como en Bolivia la visión achatada de las dirigencias del socialismo del siglo XXI -dirigencia sindical que tomó el Estado- no tienen el criterio político de elaboración, diseño y ejecución de políticas públicas de construcción de Estado. Prefieren privilegiar a élites y controlar a la masa con “regalos”, o “misiones” o “bonos” de todo-tipo que sólo son paliativos.

En reiterados informes el FMI indicó que el crecimiento anual promedio de Venezuela nunca pasó la barrera del 3% entre 1999 y 2011, teniendo tal cantidad de dinero a disposición. Interesante hubiera sido que dirigentes estatales venezolanos y bolivianos aprendieran de, por ejemplo, el Brasil, que cifras más o menos crece anualmente entre el 4 y el 5% sin haber despilfarrado una sola gota de su petróleo.

¿Cómo se puede medir el despilfarro? El régimen del socialismo del siglo XXI venezolano destinó cerca de 300.000 millones de dólares en programas sociales denominados “misiones” (almacenes estatales, vivienda, salud y educación) para sectores pobres, pero sin embargo los grandes temas estructurales siguen pendientes y en alto deterioro: carreteras con ausencia de mantenimiento, aeropuertos que no están a comparar con Europa o Estados Unidos, su sistema eléctrico casi colapsado. ¡Increíble que en la Arabia Saudita latinoamericana hayan cortes programados –y no programados- de electricidad! (demanda eléctrica 17 mil megavatios contra una oferta de apenas 16 mil). Ello vuelve a indicarnos que el manejo de la dirigencia del socialismo del siglo XXI de un país tan poderoso como Venezuela no fue eficiente ni menos efectiva.

Hablando del principal generador de dinero que es el sector petroleo venezolano se debe indicar que los ingresos generados por el petróleo no fueron reinvertidos en gran medida en el propio sector, vale decir que hoy la industria estatal de hidrocarburos de Venezuela no es de las más modernas, ni mucho menos. Tiene en descuido su red de ductos, sus procesos de exploración a escala, de desarrollo de nuevos campos y sus capacidades de refino están en estado poco menos que básico, añejo -con tal cantidad de dinero, Venezuela debería ser una potencia mundial de refino y de valor agregado-. La tragedia de Amuay (complejo de refino que explotó por ausencia de políticas de seguridad industrial causando muertes) es prueba clara que el régimen no tiene atendida a su gallina de los huevos de oro. A propósito, ¿ya hay un juicio de responsabilidades a los responsables políticos del sector energético venezolano por este tema?

La importante cantidad de venta de petróleo al exterior logró crear una burbuja que en algún momento reventará: el control de cambio distorsionó la economía y hoy, sin exagerar, Venezuela importa lo que otrora producía: productos básicos y alimentos. El régimen no rompió el esquema “rentista” y no dio el salto cualitativo a la generación de valor agregado de generación de productos secundarios del petróleo y asociaciones financieras exitosas en otros sectores de la economía. Con la capacidad financiera que tienen, podrían ser socios de proyectos de construcciones, energía y otros en cualquier país del mundo, en vez de ir regalando fondos a países-títere cuyos regímenes locales utilizan dinero venezolano en abusar derechos humanos. Ejemplos huelgan.

El modelo del socialismo del siglo XXI, con su gran capacidad financiera, no pudo evitar la inflación: 27% en 2011 la más alta de la región. ¿Y quién compra el crudo? Paradójicamente es Estados Unidos: el régimen tiene un odio visceral al capitalismo y a lo que Estados Unidos representa, y sin embargo en 2011 exportó un millón de barriles diarios a refinadoras estadounidenses. Un millón de barriles diarios. Tamaño gigantesco de la economía petrolera venezolana. Además hay acuerdos que Venezuela tiene con China, con cifras multimillonarias, y que han comprometido a Venezuela y a su próxima generación en contratos que no son los mejores para la economía venezolana y que han sido firmados, de seguro, sin respetar las mínimas bases de contratos comerciales que operaciones de venta de petróleo exigen; todo lo contrario, se han comprometido sin saber de estos negocios globales y nada menos que con un gigante “tragón” de energía, el dragón chino.

En Bolivia -con las distancias del caso- ocurre exactamente lo mismo: despilfarro, bonos y una ausencia de políticas públicas que en vez de utilizar eficiente y efectivamente fondos de ingresos por venta de gas natural se han dedicado a postrar a la sociedad. Es que al socialismo del siglo XXI sólo le interesa una élite y no el pueblo.

La preocupación es válida: ¿qué ocurrirá con las nuevas generaciones de venezolanos, bolivianos y latinoamericanos? No es posible que un régimen que desconoce de políticas energéticas, de mercado, de negocios globales y de economías a escala siga poniendo en riesgo el principal patrimonio continental que es el petróleo, en el caso venezolano, o el gas, para el caso boliviano.

En algún momento la energía será preocupación formal de los Estados democráticos y de los organismos multilaterales y nunca más se debería permitir tal despilfarro de ingresos por venta de petróleo y gas.

Lamentablemente dos potencias energéticas, Venezuela y Bolivia, están sin rumbo, caminan erráticamente. Y esas malas decisiones, en algún momento, causarán pesar no sólo a bolivianos y venezolanos sino a toda América Latina.

¡Pero Dios está a punto de cambiar el escenario continental!