Por: Boris Gómez Úzqueda
Para algunos de la regia y conspicua izquierda latinoamericana Venezuela es el nuevo paraíso ideológico-político de la región. Sin embargo, desaparecido el presidente -porque ciertamente los latinoamericanos no sabemos nada desde su despedida hace dos meses vía televisión, sólo dicen que está en Cuba- los nuevos “encargados” del régimen se mandaron una perla: devaluaron su moneda.
En puertas de carnaval y aprovechando el desorden institucional que se vive en Caracas.
El régimen venezolano -que a la vez es guía y faro para pequeños regimencitos como Nicaragua, Bolivia y Ecuador- anunció un “ajuste en el tipo de cambio” que pasará de 4,30 bolívares por dólar estadounidense a 6,30 bolívares por dólar, lo cual implica una devaluación de 46,5%.
¿Y los multimillonarios ingresos por venta de petróleo?
¿Y los multimillonarios contratos de exportación de crudo a China, con pagos adelantados en moneda corriente?
El gasto público no fue suficiente ni bien dirigido para derrotar la pobreza. Países productores de hidrocarburos -en niveles como Venezuela, como Arabia Saudita, Qatar o Emiratos- han sabido aprovechar su riqueza para transformar.
Seguramente los economistas tienen la palabra ante esas incongruencias.
Uno de los “alivios” de la medida anunciada por el responsable de Finanzas del régimen es que las “liquidaciones de divisas para los sectores de alimentos, comercio, comunicaciones, prensa, electrodomésticos, salud, que se hayan solicitado tres meses antes del 15 de enero mantendrán una tasa de cambio de 4,30”. Otra barbaridad además es que tienen control de compra-venta de divisas.
Ese es el “paraíso” socialista al que algunos bolivianos -desinformados, por cierto- aspiran a llegar.
Ese incremento en la tasa de cambio explican “permitirá mejorar las cuentas del Gobierno”, que naturalmente con tanto despilfarro en “misiones” (programas sociales no sostenibles en el tiempo) y con tanto “aporte” y ayuda financiera a otros regimencitos de la región (ya dijimos a cuáles) obviamente han debido generar un boquete financiero importante en la economía de la principal potencia exportadora de petróleo de América Latina, potencia mundial y país-miembro de OPEP. El déficit del 2012 llegó a más del 16% según cifras de analistas independientes.
Esa devaluación servirá, además, para darle algo de respiro al principal financiador de esta utopía denominada “socialismo del siglo XXI”, que es la petrolera estatal.
Si bien es cierto que la economía es siempre compleja e imposible de “gobernar”, cualquier profano en la materia sabe que si se tiene altos ingresos por venta de materia prima es difícil tener inflación porque se presupone que esos ingresos financiarán un aparato productivo moderno, altamente tecnologizado y que la gente tendrá pocas barreras de acceso al bienestar. Naturalemente con altos ingresos se debe dar preeminencia a la formación de un sólido capital humano. Allá parece que sucede todo lo contrario.
En 2012 Venezuela importó por un valor -con cifra oficial, y quizá es más alto- de 30 mil millones de dólares. Importaron hasta alimentos de la cesta básica en un esquema de total despilfarro.
La importancia de países como Venezuela y Bolivia en el contexto latinoamericano es muy alta: ambos controlan gran porción de reservas de petróleo y gas -junto con Brasil y México- y no es posible que la comunidad internacional no se haya fijado hasta ahora en el manejo irresponsable de ambas economías que son financiadas por los recursos naturales.
En algún momento todo el Continente tendrá pesar de no haber reaccionado a tiempo en poner un alto -no solamente a autoritarismos, abusos a derechos humanos- sino a malos manejos de la economía y particularmente del petróleo y gas en regímenes que, por lo visto, no pueden administrar un país con importantes recursos naturales que, más allá de soberanías, son patrimonio de los latinoamericanos.