Por: Carlos De Angelis
El año que conmemora los doscientos años de la Asamblea del año XIII va a convertirse en una instancia de definiciones en torno a la continuidad del proceso kirchnerista iniciado el 25 de mayo de 2003. Al igual que la etapa que siguió a la Revolución de Mayo, la actual va a estar plagada de incertidumbres, y probablemente se asista a reconfiguraciones y cambios en el mapa político nacional.
La Asamblea del año XIII no logró declarar la independencia (tendría que esperar hasta 1816), pero avanzó con un proceso de democratización interna de la sociedad y una ruptura del orden colonial cuyos hechos más sobresalientes fueron la abolición de la esclavitud, la revocación de los títulos de nobleza, la puesta en circulación de una moneda propia y la composición del Himno Nacional. Sin embargo, otra de las contribuciones de la Asamblea fue la constitución de un Poder Ejecutivo fuerte, característica que llega hasta nuestros días.
Doscientos años más tarde, la Argentina se encuentra en un año electoral, con un modelo económico que intentó básicamente reparar las grietas del proceso disolvente de 2001 y que en la actualidad muestra signos de fatiga. Este modelo, que algunos han llamado neodesarrollista, asentó su estrategia en la ampliación del consumo de amplias clases medias y populares, y la reincorporación al mercado de estratos sumergidos por la crisis, mediante la acción directa del Estado (pensiones, jubilaciones y planes sociales). Unas de las fuentes principales de financiamiento fueron las retenciones cobradas al complejo exportador, aprovechando una soja a precio récord. Sin embargo, la política del empresariado local fue maximizar la infraestructura instalada, o volcarse a la construcción de lujo, con mínimas nuevas inversiones productivas en una década de crecimiento récord del PBI, que desde el primer trimestre del 2003 al segundo del 2012 aumentó casi el 210%[1].
La respuesta a este desfasaje se resolvió con un incesante incremento de precios, con una estrategia de capturar la mejora de los ingresos, antes que la ampliación de la torta. Se debe considerar que el proceso de fusiones y compra de empresas iniciado en los noventa -y que continúa hasta el presente- reconfiguró el paisaje empresario argentino y limita la entrada de nuevos oferentes. Las pequeñas empresas que han surgido en el período (como en las áreas de diseño textil, producción audiovisual, etc.) suelen resultar ahogadas por tener que competir en las mismas condiciones que las más grandes.
En este marco, durante 2012, gran parte del los sectores medios se han mostrado disconformes con el gobierno, expresado en las marchas del 13S y 8N, mientras que los sectores más poderosos bregan por una liberalización de la economía, en especial la posibilidad de girar utilidades al exterior y la reapertura del canje para los tenedores deuda que no entraron en las reestructuraciones (holdouts o fondos buitres). La limitación de los recursos inyectados por parte del Estado tiene su contraparte en las necesidades de recaudar, lo que se expresa, por ejemplo, en las dificultades para elevar el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias y el malestar de un sector creciente de asalariados que deben pagarlo, malestar que Hugo Moyano intenta capitalizar.
Recomponer la alianza entre sectores humildes, trabajadores y parte de los sectores medios será la tarea política fundamental que buscará desarrollar el kirchnerismo de cara a las elecciones a diputados y senadores en el año que comienza. Contención es la palabra clave a falta de otra mejor para definir esta tarea. En este sentido, el oficialismo deberá mostrar algunas cartas como la capacidad de contener de la inflación sin políticas de ajuste manteniendo los niveles de actuales de consumo y dar respuestas contundentes a las demandas de mayor seguridad tanto por el lado de las fuerzas de seguridad como de la acción de la Justicia. También se observará qué sucede con la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que si bien no repercute en el día a día de gran parte población ha cobrado una entidad propia y es una apuesta que el Gobierno ha redoblado. Quizás para pasar del terreno defensivo a uno más activo surjan desde la esfera oficialista alguna política más agresiva, como la nacionalización de algún sector o empresa clave de la economía, como fue en 2012 la estatización de YPF.
En el terreno puramente político, la incógnita es cómo contener la proliferación de candidatos presidenciales al interior del peronismo que esmerilen la acción de los dos últimos años de gobierno y construyan un polo de poder paralelo. La estrategia electoral es clave en este punto y será una pulseada “a cara de perro” entre el gobierno nacional y los poderes locales en el armado de las listas. De las 127 bancas que se renuevan, casi el 30% son del Frente para la Victoria, lo que marca el piso promedio electoral necesario en la Cámara baja. En segunda instancia, la UCR renueva 25 bancas, lo que pone la lupa en algunos candidatos puntuales como Cobos que puedan evitar la final dispersión.
En esta pulseada será clave lo que suceda en la provincia de Buenos Aires (¿cuándo no?), que renueva 35 diputados, y donde el oficialismo espera llevarse más de la mitad. De aquí que la composición de las listas en este distrito mostrará la correlación de fuerzas, y concretamente expondrá el límite para la expansión de Scioli, y de esta forma ver si este se encuadra a las directivas de la Casa Rosada está dispuesto a ir más allá.
Finalmente se debe prestar mucha atención a lo que pase en ocho distritos claves: Ciudad de Buenos Aires, Chaco, Entre Ríos, Neuquén, Río Negro, Salta, Santiago del Estero y Tierra del Fuego. Estas jurisdicciones elegirán tres senadores cada uno, dos por la mayoría y uno por la minoría, atendiendo que el Frente para la Victoria renueva once senadores (más algunos aliados), por lo que necesitaría triunfar en seis distritos para mejorar el bloque y abrir el debate por la Reforma Constitucional.
[1] A precios constantes de 1993, elaboración propia sobre datos INDEC