Elecciones 2013: barajar y dar de nuevo

Carlos De Angelis

Luego de una extenuante campaña de muchos meses, finalizaron las elecciones argentinas para renovar diputados y senadores, campaña que contuvo la aún extraña experiencia de las PASO.

Toda elección tiene tres momentos diferentes: el propio acto del sufragio, luego las interpretaciones que se realizan en la misma noche del día de la elección y días sucesivos, y finalmente las consecuencias políticas posteriores. Las elecciones del 27 de octubre de 2013 se van a caracterizar más por sus consecuencias a mediano plazo que por el propio desenlace cuantitativo del conteo de votos.

Los datos que provienen de los resultados electorales sincronizan como nunca antes con una aguda dispersión del sistema político argentino. La geografía electoral marca el previsible triunfo de Sergio Massa en Buenos Aires, de Gabriela Michetti en la Ciudad de Buenos Aires, de Hermes Binner en Santa Fe, de Juan Schiaretti en Córdoba y de Julio Cobos en Mendoza.

En síntesis, el Frente para la Victoria sale derrotado en los principales distritos del país, y en cada caso a manos de una agrupación política diferente. Sin embargo, sobre el total del país efectivamente el kirchnerismo supera por casi dos millones de votos al segundo -la sumatoria del Frente Cívico y Social, socialismo y radicales-, obteniendo la mayor cantidad de diputados y senadores en juego, manteniendo incluso el quorum propio en ambas cámaras.

En ese marco complejo, las interpretaciones cobran una mayor relevancia. Aquí sobresale lógicamente el triunfo de Sergio Massa en la Provincia de Buenos Aires sobre el candidato del kirchnerismo Martín Insaurralde. Como siempre, la provincia más poblada del país marca los tiempos electorales y no por menos anunciada, su victoria extiende ampliamente la diferencia obtenida en las primarias y coloca al intendente de Tigre como el hombre del día de la Argentina.

¿Cómo se interpreta el triunfo de Massa? 

Massa sostiene su triunfo sobre tres bases. En primera medida viene sosteniendo una astuta estrategia de instalación política desde su paso por el Anses, sabiendo proyectar su buena imagen a nivel nacional, en particular por sus políticas de seguridad como intendente de Tigre. Luego, durante la campaña electoral organiza un discurso que discute la lógica amigo-enemigo del kirchnerismo, arrebatando el estilo a Scioli que queda arropado en los abrigos del Gobierno nacional. Finalmente, como parte de su instalación política, ha sabido presentarse como un estadista, un presidenciable, aceptando el desafío que lanza el kirchnerismo cada vez que plebiscita su acción de gobierno. No se puede olvidar que el massismo se ha nutrido por dirigentes que se han ido desprendiendo del kirchnerismo, desde el propio Sergio Massa, pasando por Darío Giustuzzi, Roberto Lavagna, Martín Redrado y un largo etcétera.

Las consecuencias políticas se irán hilvanando con el trascurrir de los meses. Pero ya se empieza a advertir el surgimiento de varios candidatos a Presidente de la Nación con la mirada fija en 2015. En esta grilla surgen Mauricio Macri, ya lanzado amplificando un triunfo no tan contundente en la ciudad; Hermes Binner, que intenta hegemonizar el pan-radicalismo, y por supuesto el propio Sergio Massa.

Pero el potencial mapa no puede completarse sin ver cuáles serán los movimientos subsiguientes de la presidenta, que sigue siendo una jugadora central de la política nacional.

Surge la incertidumbre de cómo enfrentará los dilemas de gestión en los próximos tiempos, en especial los problemas económicos y la pendiente creación de un candidato para competir con Massa. Una de las intrigas que habrá que atender será la continuidad de la particular alianza cuasi-electoral del sciolismo con el kirchnerismo, que potenciaría la candidatura presidencial del gobernador de la provincia de Buenos Aires, o lo obligará a establecer una estrategia diferenciada, con los riesgos que esto implica para la gobernabilidad futura.