Por: Carlos De Angelis
Sí, pasó lo inesperado. No hay ejercicio electoral en el pasado reciente que permita encontrar una situación parecida a la vivida durante la noche del domingo.
Los resultados a nivel presidencial, donde Daniel Scioli gana por apenas dos puntos y medio a Mauricio Macri, significan no solo que habrá segunda vuelta, sino que Daniel Scioli sufrió una derrota política completamente inesperada.
El triunfo de la candidata de Cambiemos María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires, por encima de su rival del Frente para la Victoria, Aníbal Fernández, fue un shock para la política nacional y obligará a actualizar los escenarios esperables para cualquier elección en la Argentina, doblegando la (arraigada) idea de que los bonaerenses votan en forma automática. Para decirlo de otra forma: se puede ganar una elección nacional y que el candidato en la provincia más grande del país pierda al mismo tiempo.
El corte de boleta, mecanismo siempre relativizado por su dificultad, se desplegó en forma decisiva en la provincia de Buenos Aires: allí donde el FPV para presidente obtuvo el 37%, Aníbal Fernández obtuvo el 35%, y donde Cambiemos sacó el 33% para presidente, Vidal logró el 39,5%. Es decir, la rubia candidata forzó un corte de boletas con diferentes combinaciones, que mostró un consustanciado esfuerzo de los bonaerenses para que el actual Jefe de Gabinete pierda la elección.
La remontada de Macri a nivel nacional se explica tanto por la pérdida de dos puntos para Scioli en la provincia más grande del país, como por el triunfo de Cambiemos en Córdoba (53,2%), Santa Fe (35,3%) y Entre Ríos (37,8%). Sin embargo, en esta última provincia el corte de boleta favoreció al candidato del FPV Gustavo Bordet (42,3%) frente al de Cambiemos Alfredo De Angeli (39,5%).
La otra gran derrota del kirchnerismo es Jujuy. En la provincia norteña Scioli pierde dos valiosos puntos y Gerardo Morales (que era compartido por los presidenciales Macri, Massa y Stolbizer) saca el 58,3% y es una muestra de lo que hubiera sucedido si hubiera habido un “gran PASO opositora”.
Que el 22 de noviembre hubiera baltotage para definir quién gobernará la Argentina en los próximos cuatro años era un escenario posible. Pero no en estas condiciones.
El confuso discurso de Scioli en la noche del domingo, cuando aún la ciudadanía no contaba con resultados de la elección, marca la condición con que el actual gobernador comienza el mes que viene: en crisis. Sus estrategias para definirse como un candidato continuador acrítico del kirchnerismo y al mismo tiempo autónomo de Cristina Fernández de Kirchner fracasaron. No conformó a nadie. ¿Tendrá tiempo para replantear completamente sus líneas de campaña?
Como se mostró en Jujuy, un escenario probable es que el 22 de noviembre los votos de la oposición se consoliden en torno a Macri. Al contrario se como se venían desarrollando la campaña desde las primarias, ahora la pelota está en manos del saliente jefe de Gobierno porteño. Se abre la posibilidad de que, por primera vez en la historia de la democracia argentina, un presidente triunfante en las urnas no sea ni radical, ni peronista. La sociedad espera atenta a escuchar su mensaje.