Por: Christian Castillo
Las elecciones de renovación de autoridades de centros de estudiantes y miembros de los consejos directivos en la UBA dejaron como dato saliente la victoria de la izquierda en el movimiento estudiantil. La lista La Izquierda Al Frente (cuyo núcleo son las fuerzas componentes del Frente de Izquierda y de los Trabajadores, fundamentalmente el PTS y el PO) se impuso en cuatro facultades: Filosofía y Letras, Ciencias Sociales, Ciencias Exactas y Psicología. En Filo y Sociales, además, se ganó la mayoría de la representación estudiantil al Consejo Directivo de las facultades (tres representantes sobre cuatro), en la última con la significación de arrebatarle los consejeros a la lista kirchnerista.
Otras listas en las que intervienen nuestros compañeros del PO ganaron en los centros de Veterinaria, Arquitectura (con acuerdos que no compartimos) y Farmacia y Bioquímica. Los radicales y sus aliados del PS se alzaron a su vez con los centros de Medicina, Económicas y Derecho.
El kirchnerismo fue políticamente derrotado, quedando estancado o retrocediendo en votos según las facultades, mientras la llamada “izquierda independiente” perdió en los cuatro centros que dirigía, pagando en retroceso político su eclecticismo característico. Estamos evidentemente ante un cambio importante en el mapa político universitario. Si esto no se expresa en el cambio de autoridades se debe únicamente a que la llamada “democracia universitaria” es un régimen profundamente oligárquico, cuya composición está destinada a preservar el poder de pequeñas camarillas profesorales que tributan al poder de turno y son por esencia sostenedoras del statu quo universitario.
Para que se entienda: en la Facultad de Ciencias Sociales, los más de catorce mil estudiantes que votaron, y en su gran mayoría lo hicieron por las fuerzas de izquierda, eligen sólo cuatro representantes al Consejo Directivo, al igual que apenas 2.535 graduados, mientras que los apenas doscientos trece votantes del claustro de profesores eligen ocho miembros. En este claustro solo votan los profesores titulares, asociados y adjuntos concursados, es decir, una pequeña minoría del total de los docentes, ya que los mal llamados “auxiliares” (jefes de trabajos prácticos y ayudantes de primera y de segunda) y los titulares, asociados y adjuntos que no están concursados votan en el claustro de graduados (donde también lo hacen los llamados “graduados puros”, los recibidos en cada facultad que se empadronaron, pero no tienen relación directa con la vida universitaria y que frecuentemente son movilizados por los consejos profesionales).
Los miles de trabajadores “no docentes” no tienen representación propia en los consejos directivos, una discriminación inaceptable en la que la UBA está quedando cada vez en mayor soledad, ya que la mayoría de las universidades contempla esta participación. Como se verá, lo que tenemos es un régimen profundamente oligárquico donde, para tomar el ejemplo citado, poco más de doscientas personas eligen el doble de representantes que catorce mil… Hay que tener en cuenta que en una votación de este tipo se eligen orientaciones políticas, por lo cual no hay razón valedera para justificar que el voto de un profesor concursado valga veinte veces más que el de un interino o un “auxiliar” que vota como “graduado”, o doscientas veces más que el de un estudiante.
Siguiendo con la Facultad de Ciencias Sociales, donde me recibí y doy clases, al igual que en la Universidad Nacional de La Plata, hace más de veinte años, en la elección de directores de carrera, que se hace según el criterio de voto directo, pero ponderado por claustro (un 33% cada uno), se da la paradoja de que los candidatos que ganaron en votos absolutos en las carreras de Sociología y Ciencias de la Comunicación figuran como terceros una vez realizada la ponderación, y los que salieron últimos en el voto absoluto se transforman en ganadores por la “magia” de la ponderación del voto. En Sociología, Cecilia Rossi, la candidata impulsada por la izquierda, obtuvo un total de 1.306 votos (36,5%); Carlos Belvedere, el candidato votado por el kirchnerismo, 994 votos (27,8%), y Alejandra Oberti, candidata por el oficialismo actual de la carrera y apoyada por la “izquierda independiente”, quedó última con 939 votos (26,2%), resultando perdedora tanto entre los graduados, donde ganó Belvedere, como entre los estudiantes, donde quedó tercera, mientras que la candidata de la izquierda obtuvo un 44,71%, más que la suma del segundo y el tercero. En Ciencias de la Comunicación el más votado fue Carlos Mangone, también apoyado por la izquierda, con 1.802 votos, mientras Natalia Vinelli obtuvo 1.785 y Diego De Charras, 1549. En ambos casos quienes salieron terceros resultan “ganadores” gracias al antidemocrático criterio de la ponderación del voto.
El régimen de gobierno oligárquico que domina la universidad está al servicio de una política totalmente complaciente con el poder político y económico, que no vacila en recibir fondos de las multinacionales megamineras o en mantener miles de docentes sin cobrar por su trabajo (los “ad honorem”), mientras los funcionarios “de gestión” tienen ingresos muy superiores a quienes desempeñan la actividad docente y ni hablar de los no docentes, ya que se guían por un escalafón propio que hace que el subsecretario de una facultad cobre arriba de cuarenta mil pesos, más del doble de un titular con dedicación exclusiva y veinticinco años de antigüedad… Las camarillas que gobiernan la universidad sostienen una política que la condena a vegetar entre la rutina de la acreditación de títulos y la asociación con los intereses empresarios, y que da la espalda a los intereses del pueblo trabajador, alejada de toda intervención crítica frente a este orden social.
La victoria obtenida por la izquierda en estas elecciones crea condiciones para relanzar la lucha por la democratización del régimen universitario (que tuvo su punto más avanzado en el proceso de las “directas” en la Carrera de Sociología en el 2002) y por una universidad verdaderamente al servicio de la clase trabajadora.