Por: Claudia Rucci
Señora Presidenta: no dudo que usted escribió su carta del sábado a los cuarenta millones de argentinos. Bueno, soy argentina y creo no equivocarme en pensar que también fue escrita para mí. Y asumo que -al igual que a “La Corpo”- usted a mí también me otorgará “el privilegio de la libre expresión”. Por eso -respetuosamente- me siento obligada a contestarle.
Asombro, preocupación, miedo. Eso es lo que me provocó su carta. La del “bautismo de fuego”, una frase que no escuchaba desde la escuela y -si mi memoria no falla- se aplica a la primer experiencia de alguien en un conflicto armado. Acá viene la parte del miedo. Porque generalmente después de los “bautismos de fuego” el fuego sigue. Y se promueve desde dos lados. ¿Qué batalla piensa hacer pelear, Señora Presidenta? ¿Con quiénes? ¿Contra quiénes? ¿Cuántas “bajas” supone que habrá en total? ¿Habrá efectos colaterales? ¿Usted sufrió, de alguna manera, el país del dolor y la muerte. ¿No le parece imprescindible hacer algo que nos aleje de volver a ser la Argentina de la violencia?
En pocos meses, Señora Presidenta, usted dejará de ser la primera mandataria. Es inevitable. A mi juicio, la tarea mas importante que surge tras su ida de la Casa Rosada será trabajar por el reencuentro de los argentinos, pacificar los espíritus, promover la unidad nacional. ¿Por qué no facilitar entonces esta tarea? ¿Para qué hacernos llegar mas peleados?
Creo -respetuosamente- que usted confunde algunos datos de la realidad. O la hacen confundir. Por que no creo que falsee los hechos en su beneficio. Eso sería mentir. Y no seria digno de un presidente mentir.
Me asombró su interpretación de la marcha de esta semana. Usted no estuvo (sus datos al respecto surgen -según usted misma afirma- de “lo que se vio, se escuchó, se filmó y se fotografió”, actividades que al parecer se siguen realizando aunque Stiusso ya se haya jubilado de la SI). Yo sí estuve y le aseguro que éramos muchos, muchísimos. ¿Y le digo algo? De usted no se hablaba. De su Gobierno tampoco. No porque la primera mandataria no fuese tan importante como para no merecer la atención de los ciudadanos. Creo que no se hablaba de usted porque -como le dije antes- en unos meses vamos a iniciar otra etapa en la que -como siempre ocurre, acá y en todo el mundo- usted dejará de ser tan importante para los argentinos. Sé que en lo personal afecta, pero es así. Por lo cual si sus informantes le sugieren que éramos pocos o que no hacíamos otra cosa que hablar de usted, no les crea. Están mintiendo.
Dice usted que éramos “opositores”. Seguramente la gran mayoría no coincidía con su gestión de gobierno. Pero, a excepción de los actos organizados por sus seguidores, eso es un dato inevitable cada vez que se junten miles de argentinos. El 18F, durante un Boca-River o en los corsos de Carnaval. Para su tranquilidad, para que no le genere angustia, verifíquelo usted misma. Tiene recursos para hacerlo. Si sus informantes le sugieren que usted sigue teniendo el apoyo de la mayoría de los argentinos, tampoco les crea. Le vuelven a mentir.
Y mi preocupación. La del complot de lo que usted llama el “Partido Judicial”. Mire, tengo la certeza que la mayoría de los argentinos, pobres o ricos, de derecha o de izquierda, de Boca o de River, peronistas o radicales, lectores de Clarín o Página/12, no se sienten perseguidos por el Partido Judicial por presuntas compras fraudulentas de fábricas de billetes, ni por crecimientos desmedidos de fortunas personales, ni por lavado de dinero malhabido, ni por “rutas de dinero”. Para nada. Eso sólo le ocurre a usted, a sus familiares, a sus socios comerciales y a funcionarios de su Gobierno. Y a usted, que en su carta considera que ”lo popular es un concepto impensable para los que concurrieron al evento”, debo decirle que en el imaginario popular nadie habla ni de “partido judicial” ni de “investigaciones judiciales tendientes a esclarecer la comisión de supuestos ilícitos”. Para nada. En el lenguaje popular se habla de “robar”, de “afanar”, de “chorear”. Quizá los mas elegantes lo definan como “corrupción”. Con esto tampoco le dicen la verdad: los que participan de esas marchas (y los que no también) en estos temas están mas que compenetrados con “lo popular”.
Señora Presidenta, me permito una sugerencia. Transite estos meses con serenidad, no invite a la pelea entre argentinos, preste atención a la manera que se producen los cambios de gobierno en los países de nuestros vecinos, contribuya de alguna manera a la etapa de reencuentro nacional que viene, asuma que todos debemos ser iguales ante la ley.
Cada vez que los argentinos votamos no sólo elegimos una nueva mayoría circunstancial. La decisión mas importante que refrendamos con cada voto es nuestra creencia en la democracia y sus instituciones. Entre ellas, la independencia de los poderes. No hay igualdad ante la ley si, los que deben dar el ejemplo por tener el máximo poder conferido por el voto, inventan “batallas” imaginarias con el único y miserable fin de pretender no dar cuenta de sus actos. Si la patria es el otro, el lenguaje de los que nos representan debe ser el de la humildad, no el del odio.
Los argentinos queremos vivir en paz.