Por: Eduardo Amadeo
El 12 de noviembre de 2010, Ahmad Rezaee, un ciudadano iraní, fue encontrado muerto en el piso 18 de un hotel en Dubai. Rezaee era el hijo de Mohseen Rezaee, ex comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria Iraní. Ahmad había huido de Irán en 1998 y denunció que su padre había participado directamente en el atentado a la AMIA, y que había entrenado a los responsables en Líbano. La larga mano de la venganza del régimen iraní lo encontró y le hizo pagar su defección.
Este antecedente sirve para calificar la propuesta del gobierno que supone que los imputados van a autoinculparse ante la Justicia argentina sólo para respetar el espíritu del tratado que seguramente se aprobará. ¿Quién va a jugar su vida para defender los intereses políticos de Cristina Fernández de Kirchner?
Además de los otros baches jurídicos que tiene el procedimiento que propone el Gobierno, esa seguridad de que el viaje a Irán-cuando suceda- será un fracaso absoluto, vuelve a traer la pregunta del porqué. ¿Por qué el kirchnerismo entrega la Justicia y el caso AMIA a un país que es el paria del mundo, un peligro para la paz universal? ¿Por qué el kirchnerismo se aísla de esta manera y genera semejante costo para nuestro país? Más aún, ¿por qué paga este costo ante la sociedad?
Y todavía hay más: ¿por qué Cristina Fernández cambió la estrategia que había seguido su marido, quien se opuso tenazmente a que se levantara la “alerta roja” que pesa sobre los imputados y a abrir la negociación que hoy su esposa va a concretar?
La respuesta no es lineal. No parece haber una sola razón; hay muchas razones que se entremezclan. No puede entenderse este tratado si no es en el marco del realineamiento exterior que implementa la Presidenta, y que lleva a la Argentina a embarcarse en el eje Irán-Venezuela como su nueva opción de política exterior. Es esa alianza la que explica -entre otras cosas- por qué Argentina guarda silencio cómplice frente al genocidio de Siria; o por qué sigue mansamente a Venezuela en la destrucción de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; o por qué Argentina se ha convertido en espectador pasivo de las aventuras nucleares de Venezuela, incluyendo la venta de uranio venezolano a Irán.
Basta ver la cantidad de sanciones, bloqueos y acciones que los países del mundo occidental han impuesto a Irán por causa de su plan nuclear para dimensional el enorme costo que va a pagar Argentina por este nuevo alineamiento. ¿Cómo puede alguien suponer que nuestro país logrará algún apoyo internacional para sus reclamos por Malvinas o contra los fondos buitre; o para cualquier otro conflicto que aparezca en el futuro? ¿Cómo podemos pensar que Argentina podrá ser escuchada o invitada en el campo internacional? En síntesis, éste es el camino de la no-relevancia y la marginalidad internacional.
¿Por qué? ¿Qué hay detrás de este dislate? Lo más probable es suponer que con este tratado la Argentina está dando pruebas de su fidelidad al conjunto, una suerte de rito iniciático hecho por pedido de Venezuela -el más fiel amigo de Argentina e Irán-.
Tal vez es también posible que detrás de este tratado -que se ha de consumar cuando Argentina levante las “alertas rojas” que pesan sobre los imputados- haya petróleo o las inversiones iraníes que YPF tanto necesita.
Si ésta fuese la verdadera razón , el costo final será enorme para el Gobierno porque, entre otras cosas, demostrará que ha abandonado su política de derechos humanos a cambio de ventajas económicas.