Por: Eduardo Amadeo
El miércoles pasado se hizo en la Cámara de Diputados un homenaje a los diputados desaparecidos durante la dictadura militar; un evento lleno de sentimientos y símbolos. Ante todo, porque más allá del significado afectivo del recuerdo (re-cordar es “volver a pasar por el corazón”), cuando se vuelve a traer a la superficie un tiempo tan intenso de nuestra historia, también es importante reflexionar sobre sus mensajes. Pero no hubo en los discursos ninguna referencia a la relación entre la violencia y la política; ninguna introspección sobre el aprendizaje acerca de los modos de lograr objetivos nobles. Al rechazo visceral que produce el uso brutal e inhumano de la fuerza pública, y que se expresa en el simbólico “Nunca Más”, debería corresponderle un diálogo igualmente intenso sobre la violencia como objetivo en sí mismo, que marcó una historia trágica de la Argentina. Fue, en ese sentido, una oportunidad perdida.
Pero igualmente notables fueron los discursos de los referentes de La Cámpora, en especial el de Wado de Pedro, quien dio un ejemplo impactante de la superación de su dificultad oratoria. Y cuando digo notable, lo digo porque fueron la expresión más cruda de una perspectiva política tan elemental como peligrosa. Cuando aún flotaban los discursos que habían recordado el martirio de quienes dejaron sus vidas por sueños políticos, económicos y sociales complejos, densos, los discursos de La Cámpora se concentraron en un monotema: la lucha contra las corporaciones; en particular contra Clarín y en segundo aunque lejano lugar la “corporación judicial”. Los propósitos nobles de la política, como la equidad, la felicidad del pueblo, la trascendencia, el aumento de las posibilidades económicas, quedaron postergadas por la obsesión contra el enemigo primordial: un medio de comunicación. El supuesto más insólito que flotaba en la Cámara era que una vez derrotado ese enemigo central, el logro de los demás objetivos hoy pendientes sería posible. Es decir que la desaparición de la prensa crítica liberará las energías transformadoras del kirchnerismo.
Y como contracara de este sinsentido, los opositores fuimos tildados de blandos por consentir mansamente la sola existencia de las corporaciones y no luchar contra ellas.
No perderé tiempo en analizar la contradicción ya obvia de negar la existencia de corporaciones oficialistas mafiosas que se van mostrando en esto días, mientras se exigen comportamientos heroicos a los adversarios. Pero lo más grave de este episodio es comprobar que el núcleo más cercano a la Presidenta carece de una perspectiva intelectual y política con un mínimo de complejidad que les guíe para obtener éxitos sectoriales y globales. La obsesión paranoica, la negación de las evidencias de la realidad, y la falta total de capacidad de planificación van generando los resultados que conocemos y que la militancia juvenil no puede compensar.