Por: Eleonora Bruzual
Faltan poco más de 20 días para una nueva elección presidencial en Venezuela, un país que al caer en manos de los Castro y sus pupilos, se ha convertido en tierra de procesos electorales fraudulentos, inicuos y siempre con un ganador cantado. Esta vez no es diferente en su esencia, lo único diferente es que ya no está Hugo Chávez, y en su defecto nos dejó un pobre tipo gris, infinitamente bruto y con una violencia que había mantenido escondida, como escondido estuvo siempre a la vera del amo…
Y muchos me dirán: pero tan bruto no debe ser, cuando logró imponerse sobre una jauría roja ambiciosa donde muchos se sienten presidenciables…
Aquí debo aclarar que él no se impuso. A Nicolás Maduro lo impuso un Chávez moribundo y en las manos de unos viejos tiranos a los que entregó no sólo su vida sino esta tierra venezolana ahora convertida en la provincia número 15 de la satrapía cubana. A Nicolás Maduro lo impusieron Fidel y Raúl Castro y por supuesto esa nomenclatura comunista que necesita desesperada prolongar la teta petrolera de la que maman con fruición ya hace años…
Los españoles poseen una máxima popular que me gusta tener en cuenta, la misma alerta sobre los tontos y nos dice que nada más peligroso que un tonto activo… Y estamos los venezolanos constatando esa verdad cuando en 100 días de interinato de Maduro la muerte de miles de ciudadanos a manos del hampa florece grotesca y con más fuerza en un país donde un régimen forajido supera sus propios records, cuando en esos 100 días ya llevamos dos monstruosas devaluaciones monetarias que nos hacen patéticamente más pobres y más desesperados. 100 días de interinato y la dominación castrocomunista es aún más descarada y vergonzosa; 100 días que nos llevan a entender esa definición que algunos diccionarios dan de la palabra manganzón: una persona que tiene generalmente buen tamaño, pero que es un bobo…
Y así es Maduro, un manganzón con un corpachón grandote y un cerebro inversamente proporcional a ese tamañote corporal. Un manganzón que emerge tratando de emular a un Chávez que ni queriéndolo pudo endosarle su carisma, su sagacidad, su innato talento para la comunicación de masas. Un manganzón que entonces se agarra de lo único que le es factible: la barbarie, la violencia, el odio y el abuso del Poder. Maduro que -como el resto del combo- se ha inventado una especie de muletilla mágica que la antecede a cada nueva fechoría, y así todo lo hace “…en nombre de nuestro Comandante eterno, Hugo Chávez”, todo, hasta mentir burdamente y pretender que aceptemos la mentira como palabra de Dios.
Y es que Nicolás –como se llama este manganzón con su bigotico Hitler Style, con el que busca disimular una parálisis facial que le agudiza ese aspecto que comento aquí- ahora, más que un presidente “que encargaron” de manera inconstitucional, es una especie de vomitador de insultos, de amenazas y de amoralidades que vislumbran que el final de este tiempo de montoneras salvajes será cruento.
Maduro, cuya condición de manganzón no le impidió engullirse sólo durante el año 2012, 8 millones de dólares en gastos de representación en su gestión como canciller, mientras los ciudadanos venezolanos padecemos desde hace 10 años un injusto control de cambio que nos asigna un máximo de 3.000 dólares anuales, dependiendo del lugar al que viajemos, y 400 dólares anuales para gastos a través del e-commerce, asignación que para colmo no le llega a ese pueblo pobre, al que dicen amar, ya que sólo si poseemos una tarjeta de crédito, que además cubra el monto, se nos otorga.
Maduro que, “didáctico”, nos ha presentado el pasado fin de semana a otro portento familiar: su hijo homónimo. A este otro ejemplarizante personajillo, le ensalza el correctísimo hecho de ser padre a los 22 años de dos nenas, una recién nacida y otra de 7 años… Y todo muy bien, todo muy aleccionador, hasta que sacamos cuenta y nos percatamos de que este pichón de manganzón a los 15 años preñó a una muchacha y el moralísimo padre nos lo presenta para seguir incentivando con su ejemplo, el drama del embarazo precoz, de la paternidad irresponsable y de la nueva “misión” degradante que le asigna 450 bolívares a cada mujer pariendo hijos que no son más que futuros niños de la calle en su gran mayoría delincuentes seguros.
Maduro asegurando que Chávez conminó al Espíritu Santo y directamente a su “Pana” Cristo para que le ordenara al Colegio Cardenalicio que eligiera a un latinoamericano, esto sin recordar la condición nada kirchnerista de Jorge Mario Bergoglio, hoy el Papa Francisco, quien de manera directa ha fijado posición al decir que reconoce la virtud de la caridad, pero detesta que los pobres terminen en el mercado del clientelismo político, y enfatizando: “Ésa es la práctica política más inhumana que conozco, porque condena a los pobres a la dependencia, a pedir siempre sin esperanzas“.
Maduro imponiéndole a siete comisarios políticos cubanos, unos médicos (pero ninguno oncólogo) y otros enfermeros, una de las condecoraciones más importantes, la Orden Libertadores de Venezuela en su Primera Clase Espada, por la “extraordinaria tarea” de haber matado a Chávez, porque realmente si fuesen unos portentos, el Caudillo estaría vivo y no pudriéndose porque ni siquiera para contratar buenos enbalsamadores han servido sus herederos políticos.
Inequidad, mentiras, amoralidad, violencia y abuso de Poder signaron los casi tres lustros de Hugo Chávez; con Maduro continúan esas mismas formas con el agravante de que –como lo dije ya- este hombre gris, infinitamente bruto y con una violencia incontrolada, puede hacernos comprender que siempre hay posibilidades de ser peor, más embustero, más malo, más traidor, más salvaje, más ignorante…
Faltan poco más de 20 días para una nueva elección presidencial, Dios nos ayude, porque media Venezuela, con Henrique Capriles como líder se vuelve a enfrentar a la barbarie entronizada y ventajista.
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