La diplomacia y la comunidad científica argentinas tienen un bien ganado prestigio en materia de desarrollo nuclear pacífico. Desde los primeros debates que tuvieron lugar en las Naciones Unidas con motivo del Tratado de No Proliferación Nuclear, ese prestigio ha seguido consolidándose. La cooperación brindada generosamente a muchos países, las ventas de reactores, los acuerdos con Brasil para la contabilidad y control recíproco de las respectivas instalaciones nucleares, así como la cooperación con la OIEA y la participación en otros regímenes de no proliferación, han servido para dar a la Argentina presencia, voz y autoridad en estos sensibles y estratégicos temas.
Dentro de esos históricos lineamientos, resulta ejemplar que, desmintiendo el convulso y receloso panorama político mundial, Argentina y Brasil hayan suscripto el 6 de mayo pasado un contrato para desarrollar un reactor multipropósito a ser construido por la empresa argentina Invap, de impecable trayectoria. La iniciativa continúa los acercamientos iniciados por Alfonsín y Sarney, profundizados por Menem y Cardozo y siguientes presidentes argentinos y brasileños.
Precisamente fue a mérito de esa trayectoria – el contrato con Brasil constituye un eslabón adicional- que en mayo de 2010, el presidente Barack Obama le dirigió una sustantiva carta a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner destacando el liderazgo regional argentino y su rol en la Cumbre de Seguridad Nuclear celebrada poco antes en Washington. Uno de los aspectos más importantes allí discutidos se relacionan con las iniciativas globales para combatir el terrorismo nuclear.
Sorprende entonces que, en ocasión de un reciente viaje a la hermana Bolivia, autoridades argentinas hayan hecho pública la voluntad argentina de colaborar con La Paz para que pueda “arrancar su plan nuclear”. El anuncio sugiere algunas reflexiones. En primer lugar Argentina es campeona en sostener el desarrollo nuclear pacífico para todos los países. Las posiciones expuestas oportunamente en los ámbitos multilaterales por los embajadores Ruda, Ortiz de Rozas y Berazategui en ese sentido, todavía hoy son regla, tanto en la OIEA como en las Naciones Unidas y organizaciones regionales. Pero ello no sustrae a las cuestiones nucleares de su profunda naturaleza estratégica y, por ende, de la necesidad de proceder siempre con prudencia y conocimiento del entorno político. En segundo lugar, Bolivia tiene el indiscutible derecho a su desarrollo nuclear pacífico. Argentina se debe a sus vecinos, posee la experiencia y es natural que preste toda la colaboración que Bolivia pueda requerir. Pero, en tercer lugar, cabe también analizar el entorno político subregional y el impacto que el anuncio argentino podría tener. Vemos que la relación entre Bolivia y Chile está sometida a lógicas tensiones por el renovado reclamo de Bolivia por la salida al Pacífico. Hace días la Corte Internacional de Justicia acepto el caso planteado por Bolivia. Es probable que las tensiones no disminuyan. Perú también tendría lo suyo para decir en el tema. Por otro lado, la profundidad de los vínculos del gobierno de Evo Morales con Irán no es clara para la Argentina. Almadineyad ha visitado Bolivia y habría una conexión iraní en la frontera con Argentina nutrida, tal vez, por el chavismo que es el puente de Irán en América Latina. Además, Irán está cuestionado por su desarrollo nuclear no transparente, ha sido sancionado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y su gobierno es sospechado de haber originado los dos atentados terroristas en la Argentina y en otros lugares. Argentina es miembro del Consejo de Seguridad y una potencia nuclear reconocida. Sólo por esta razón debería poner prudente distancia de todo aquello que vincule a Irán con la región. Adicionalmente, Bolivia y EEUU mantienen un serio conflicto diplomático sobre el que no cabe opinar. Pero sí, hay que recordar con énfasis, que EEUU es principal inversor directo en la Argentina y socio estratégico para la cooperación tecnológica necesaria para el progreso nacional.
Lo expuesto muestra algunos de los importantes elementos que invitan a ejercer la mayor responsabilidad y prudencia al abocarse a temas nucleares. Bolivia tiene derecho a su programa nuclear pacífico y Argentina no debe retacear su participación. Se trata de dos países entrañablemente amigos y por ello capacitados para comprender la delicada naturaleza que el tema plantea y conversar al respecto a los niveles adecuados. De allí la necesidad de proceder paso a paso, teniendo en consideración todos los elementos que hacen al interés nacional, así como las circunstancias globales y subregionales. No hay que correr riesgos desestabilizadores contrarios a la tradición diplomática argentina.