A esta altura no quedan muchas ganas de escribir sobre la muerte de otra persona inocente en Cuba y la complicidad regional e internacional en tolerar que una dictadura tan obscena se mantenga en el poder y que a todo un pueblo se lo prive de su derecho a la democracia. El joven disidente cubano Wilman Villar fue detenido y encarcelado arbitrariamente en noviembre pasado, acusado de un delito que no es tal desde la perspectiva democrática, y condenado a cuatro años de prisión. Pero esta ''particularidad'' del régimen cubano, ese ''sistema propio'' que no es otra cosa que una dictadura, es legitimado en forma recurrente en el ámbito internacional: desde el Mercosur y la Organización de Estados Iberoamericanos hasta la Asamblea General de la ONU. Y mientras algunos gobiernos mantienen su alineamiento con la dictadura de los hermanos Castro, como los miembros del ALBA (Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua); otros, como Argentina, Brasil y Uruguay, no esconden su simpatía con el régimen militar cubano. Hasta la derecha filo-pinochetista chilena se siente cómoda con el castrismo en la mesa de la flamante troika del Celac, una suerte de OEA subdesarrollada. ''¡Vivan las diferencias!'', dijo el presidente de Chile, Sebastián Piñera, en la reunión del Celac en Caracas, a fines de 2011, como tratando de justificar su presencia en medio de un dictador, Raúl Castro, y un aspirante a serlo, Hugo Chávez. El problema es que esas diferencias incluyen aceptar a un gobierno ilegítimo, tratándolo como igual, y adoptar una actitud neutral frente a los atropellos que comete. Villar murió el jueves 19 de enero de 2012 luego de una prolongada huelga de hambre. Pero se equivocan quienes piensan que el régimen de partido y pensamiento únicos de los hermanos Castro es el único responsable de esta y las anteriores muertes de presos políticos cubanos; de estos y otros encarcelamientos arbitrarios; y de todas las injusticias y atropellos que vienen cometiendo en Cuba desde hace más de medio siglo. La dictadura cubana hace lo que quiere porque la comunidad internacional lo tolera, cuando no lo alienta, por lo cual comparte su responsabilidad por cada encarcelamiento y por cada muerte de un opositor pacífico en Cuba.