Por: Guido Carlotto
El embate que, desde los mismos lugares de reacción de siempre, se despliega en estos días sobre la política de Memoria, Verdad y Justicia y, puntualmente, sobre el ministro Julio Alak, es apenas una nueva operación mediática para cuestionar uno de los pilares en los que se apoya el proyecto nacional-popular que comenzó el 25 de mayo de 2003, y al mismo tiempo para erosionar a uno de los funcionarios más involucrados en la pelea contra las corporaciones (judicial o mediática), como es el ex intendente de La Plata.
Los conceptos con los que se cuestiona la reunión que el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación organizó en la ex ESMA para presentar el Plan Estratégico 2012-2015 están anclados en una premisa falsa y en la absoluta incomprensión de esta época.
Este tiempo histórico está atravesado por los derechos humanos y por los valores que constituyen la política de Memoria, Verdad y Justicia. Los ciudadanos y el pueblo se apropiaron de esa consigna, de esos valores y de una visión de los derechos humanos que implica la mirada sobre el país: más justo e igualitario, donde se garantizan los derechos de los argentinos.
Esa visión tiene un anclaje histórico: los compañeros desaparecidos que pusieron el cuerpo y las ideas en función de algo superador, como lo es el proyecto de una Patria libre, justa y soberana. Ellos construyeron esa idea y la desarrollaron en el marco de una época signada por el terror que impuso la dictadura cívico-militar; pero el cotidiano de esos compañeros estuvo sostenido por el amor, la alegría, el compromiso, la convicción.
La resignificación de la política de derechos humanos llevada a cabo desde 2003 está en línea con esa mirada: no queremos construir en la ex ESMA una tiendita del horror. Entendemos que la ESMA, como todos los ex centros clandestinos de detención (CCD), son verdaderos nodos de producción de conocimiento, de reflexión y profundamente llenos de vida gracias a la presencia de un sujeto heterogéneo: no sólo confluyen allí militantes y organismos políticos y de derechos humanos; cada señalización de un ex CCD se desarrolla en el marco de verdaderas fiestas populares en la que conviven varias generaciones en torno a consignas como “Memoria, Verdad, Justicia” y “la Alegría y el Amor vencen al Odio”.
La legitimidad de este proyecto político para hacer y decir sobre derechos humanos es innegable: convirtió en política de Estado la lucha y las banderas de movimientos que, históricamente, habían sido postergados; resignificó y llenó de vida los espacios donde vivió el terror; empujó los juicios en los cuales se juzga a los genocidas en un proceso ejemplar a nivel mundial. A través de todo este desarrollo, logró hacer carne en la sociedad los valores que constituyen y le dan sentido a la consigna Memoria, Verdad y Justicia.
Por eso los ataques de una parte de los medios y de la oposición son irracionales en tanto responden a una obtusa estrategia política, que la repetición de agresiones mediáticas sobre Alak confirma, pues se trata del ministro que enfrenta desde su responsabilidad institucional a los actores corporativos de la Justicia y del entramado de medios.
Y, principalmente, esos embates son miopes porque no dan cuenta del tiempo histórico ni de la intensidad de la relación entre la sociedad, y la decisión popular de defender y promover los derechos humanos.