Está terminando el debate sobre los costos y beneficios de la exportación de una parte del abundante gas natural disponible en Estados Unidos. La semana pasada, el Departamento de Energía autorizó un permiso para exportar gas natural licuado a Japón. Ese país no tiene un tratado de libre comercio con Estados Unidos, pero la demanda de gas natural ha aumentado, a raíz del cierre de casi todas las plantas nucleares, después del tsunami de marzo de 2011.
Esta licencia de exportación es apenas la segunda y fue otorgada a una empresa conocida como Freeport LNG, ubicada en Quintana Island, Texas. Originalmente construida hace cinco años, cuando había preocupación por la escasez de abastecimiento doméstico de gas natural, Freeport LNG fue concebida como una terminal para importar. Ahora, ante la abundancia de gas natural, causada por las nuevas tecnologías de fracturación hidráulica y perforación horizontal, la planta será convertida, a un costo de $10.000 millones, en una terminal para exportar.
Desde que las nuevas tecnologías empujaron a Estados Unidos a los rangos de los principales productores mundiales, ha ocurrido un debate respecto a los méritos de exportar una parte del abundante gas natural. El debate enfrentó, de un lado, una alianza de consumidores domésticos, principalmente industriales y ambientalistas, preocupados por el impacto que la exportación tendrá sobre los precios internos y sobre el medio ambiente. Del otro lado están los partidarios del libre comercio y los exportadores potenciales, quienes buscan beneficiarse de los precios elevados del gas natural en Europa y Japón.